I Samuel 16 La Biblia de Nuestro Pueblo (2006) | 23 versitos |
1

David, ungido rey

El Señor dijo a Samuel:
–¿Hasta cuándo vas a estar lamentándote por Saúl, si yo lo he rechazado como rey de Israel? ¡Llena tu frasco de aceite y parte! Yo te envío a Jesé, el de Belén, porque entre sus hijos me he elegido un rey.
2 Samuel contestó:
–¿Cómo voy a ir? Si se entera Saúl, me matará.
El Señor le dijo:
– Llevarás una ternera y dirás que vas a hacer un sacrificio al Señor.
3 Convidarás a Jesé al sacrificio, y yo te indicaré lo que tienes que hacer; me ungirás al que yo te diga.
4 Samuel hizo lo que le mandó el Señor. Cuando llegó a Belén, los ancianos del pueblo fueron ansiosos a su encuentro:
–¿Vienes en son de paz?
5 Respondió:
– Sí, vengo a hacer un sacrificio al Señor. Purifíquense y vengan conmigo al sacrificio.
Purificó a Jesé y a sus hijos y los convidó al sacrificio.
6 Cuando ellos llegaron, Samuel vio a Eliab, y pensó:
– Seguro que el Señor tiene delante a su ungido.
7 Pero el Señor le dijo:
– No te fijes en las apariencias ni en su buena estatura. Lo rechazo. Porque Dios no ve como los hombres, que ven la apariencia. El Señor ve el corazón.
8 Jesé llamó a Abinadab y lo hizo pasar ante Samuel, y Samuel le dijo:
– Tampoco a éste lo ha elegido el Señor.
9 Jesé hizo pasar a Samá, y Samuel dijo:
– Tampoco a éste lo ha elegido el Señor.
10 Jesé hizo pasar a siete hijos suyos ante Samuel, y Samuel le dijo:
– Tampoco a éstos los ha elegido el Señor.
11 Luego preguntó a Jesé:
–¿Se acabaron los muchachos?
Jesé respondió:
– Queda el pequeño, que precisamente está cuidando las ovejas.
Samuel dijo:
– Manda a buscarlo, porque no nos sentaremos a la mesa mientras no llegue.
12 Jesé mandó a buscarlo y lo hizo entrar: era de buen color, de hermosos ojos y buen tipo. Entonces el Señor dijo a Samuel:
– Levántate y úngelo, porque es éste.
13 Samuel tomó el frasco de aceite y lo ungió en medio de sus hermanos. En aquel momento invadió a David el Espíritu del Señor, y estuvo con él en adelante. Samuel, por su parte, partió de regreso a Ramá.
14

David, en la corte de Saúl

El Espíritu del Señor se había apartado de Saúl, y lo atormentaba un mal espíritu enviado por el Señor.
15 Sus cortesanos le dijeron:
– Ahora te atormenta un mal espíritu.
16 Da una orden, y nosotros, tus siervos, buscaremos a uno que sepa tocar la cítara; cuando te sobrevenga el ataque del mal espíritu, él tocará, y se te pasará.
17 Saúl ordenó:
– Sí, búsquenme un buen músico y tráiganmelo.
18 Entonces uno de los cortesanos dijo:
– Yo conozco a un hijo de Jesé, el de Belén, que sabe tocar y es un muchacho muy valioso, buen guerrero, habla muy bien, es de buena presencia y el Señor está con él.
19 Saúl mandó emisarios a Jesé con esta orden:
– Envíame a tu hijo David, el que está con el rebaño.
20 Jesé tomó cinco panes, un odre de vino y un cabrito, y se los mandó a Saúl por medio de su hijo David.
21 David llegó a palacio y se presentó a Saúl; al rey le causó muy buena impresión, y lo hizo su escudero.
22 Saúl mandó este recado a Jesé:
– Que se quede David a mi servicio, porque me gusta.
23 Cuando el mal espíritu atacaba a Saúl, David tomaba el arpa y tocaba. Saúl se sentía aliviado y se le pasaba el ataque del mal espíritu.

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Introducción a I Samuel

1 SAMUEL

El libro de Samuel se llama así por uno de sus personajes decisivos, no porque sea él el autor. Está artificialmente divido en dos partes, que se suelen llamar primer libro y segundo libro, aunque en realidad constituyen la primera y segunda parte de una misma obra.

Tema del libro.
El tema central es el advenimiento de la monarquía bajo la guía de Samuel como juez y profeta. Samuel actúa como juez con residencia fija e itinerante. Aunque prolonga la serie de jueces precedentes como Débora, Gedeón, Jefté y Sansón, Samuel recibe una vocación nueva: ser mediador de la Palabra de Dios, ser un profeta. Al autor le interesa mucho el detalle y proyecta esa vocación a la adolescencia de su personaje. En virtud de dicha vocación, el muchacho se enfrenta con el sacerdote del santuario central; más tarde introduce un cambio radical: unge al primer rey, lo condena, unge al segundo, se retira, desaparece, y hasta se asoma por un momento desde la tumba. Cuando muere, toman su relevo Gad y Natán.
En otras palabras, el autor que escribe en tiempos de Josías, uno de los reyes buenos, o el que escribe durante el destierro, nos hace saber que la monarquía está sometida a la palabra profética.

Marco histórico.
Con razonable probabilidad podemos situar los relatos en los siglos XI y X a.C. Hacia el año 1030 Saúl es ungido rey, David comenzaría su reinado en Hebrón hacia el 1010 y Salomón en el 971. Los grandes imperios atraviesan momentos de cambios y crisis internas y durante este largo compás de silencio pueden actuar como solistas sobre el suelo de Palestina dos pueblos relativamente recientes en dicho lugar: filisteos e israelitas.

Maestría narrativa. Si lo referente a la historicidad es hipotético, lo que es indudable e indiscutible es la maestría narrativa de esta obra. Aquí alcanza la prosa hebrea una cumbre clásica. Aquí el arte de contar se muestra inagotable en los argumentos, intuidor de lo esencial, creador de escenas impresionantes e inolvidables, capaz de decir mucho en poco espacio y de sugerir más.
El autor o autores sabían contar y gozaban contando; no menos gozaron los antiguos oyentes y lectores; del mismo deleite debemos participar en la lectura del libro, recreándolo en la contemplación gozosa de unos relatos magistrales.

Samuel. En su elogio de los antepasados, Ben Sirá -o Eclesiástico-, traza así el perfil de Samuel: «Amado del pueblo y favorito de su Creador, pedido desde el vientre materno, consagrado como profeta del Señor, Samuel juez y sacerdote» (46,13). Sacerdote porque ofrecía sacrificios. Juez de tipo institucional, porque resuelve pleitos y casos, no empuña la espada ni el bastón de mando. Cuando su judicatura intenta convertirse en asunto familiar por medio de la sucesión de sus hijos, fracasa. Profeta, por recibir y trasmitir la Palabra de Dios. Hch_13:20 s lo llama profeta; Heb_11:32 lo coloca en su lista entre los jueces y David.
Un monte en las cercanías de Jerusalén perpetúa su nombre: «Nebi Samwil». ¿Y no es Samuel como una montaña? Descollante, cercano al cielo y bien plantado en tierra, solitario, invitador de tormentas, recogiendo la primera luz de un nuevo sol y proyectando una ancha sombra sobre la historia.

La monarquía. Fue para los israelitas una experiencia ambivalente, con más peso en el platillo negativo de la balanza. En realidad pocos monarcas respondieron a su misión religiosa y política. Aunque es verdad que los hubo buenos: David, Josafat, Ezequías, Josías (cfr. Eclo 49a). Por otra parte, los salmos dan testimonio de una aceptación sincera y hasta de un entusiasmo hiperbólico por la monarquía. Antes de ser leídos en clave mesiánica los salmos reales expresaron la esperanza de justicia y de paz, como bendición canalizada por el Ungido.
Pues bien, el autor proyecta la ambigüedad y las tensiones al mismo origen de la monarquía -remontarse a los orígenes para explicar el presente o la historia es hábito mental hebreo-. Explícita o implícitamente el libro nos hace presenciar o deducir las dos tendencias, en pro o en contra de la monarquía. Es un acto de honradez del autor el haber concedido la voz en sus páginas a los dos partidos.

Fuente: La Biblia de Nuestro Pueblo (Liturgical Press, 2006),

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Notas

I Samuel 16,1-13David, ungido rey. El giro que va a tomar la institución monárquica en Israel estaba ya en cierto modo anunciado en 13,14; 15,28, de manera que este relato es la confirmación de ese anuncio. Es doctrina clásica que David ha sido elegido expresamente por el Señor. La primera aparición de David en el libro encaja ya en esta doctrina, gracias al recurso literario de la anticipación: la unción, que probablemente vino a sancionar un proceso ya adelantado, se coloca en la primera juventud o adolescencia de David, en la primera página de su historia. El Señor toma la iniciativa, Samuel es el ejecutor oficial, el pueblo no cuenta. Comparémosla con la elección de Saúl: iniciativa de los israelitas, viciada desde el comienzo, aceptada por Dios como concesión tolerante. En el caso de David el Señor ha aceptado el principio monárquico y lo toma en sus propias manos. El contraste está ligeramente marcado con la presentación del primer eliminado: Eliab era de buena apariencia y gran estatura -como Saúl-, por dentro no era como el Señor quería -también como Saúl-. En el descubrimiento del elegido, el autor utiliza el conocido motivo del hermano menor que se antepone a sus hermanos, tan común en el folklore hebreo, y que de todos modos busca enseñar que Dios no piensa igual que los hombres porque no se fija en apariencias.


I Samuel 16,14-23David, en la corte de Saúl. Comienzan a entrelazarse los hilos de los dos personajes centrales de estos capítulos, David y Saúl. Mientras que de David se dijo que después de su unción el Espíritu del Señor lo invadió y estuvo con él en adelante (13), a Saúl le ha sucedido todo lo contrario, un mal espíritu lo agitaba y sólo lo calmaba la música; para ese oficio es traído David, único que puede calmar al rey con el arpa. Según la narración, Saúl ignora todavía que David ha sido ya ungido por Samuel como el nuevo rey de Israel. Los capítulos siguientes nos van a ir mostrando diversas imágenes a través de las cuales se va ilustrando el destino político de ambos personajes: la decadencia de Saúl y la carrera ascendente de David que culminará con su entronización definitiva como rey.