I Samuel 17 La Biblia de Nuestro Pueblo (2006) | 58 versitos |
1

David y Goliat
Eclo 47,3-6

Los filisteos reunieron su ejército para la guerra; se concentraron en Soco de Judá y acamparon entre Soco y Azecá, en Fesdamín.
2 Saúl y los israelitas se reunieron y acamparon en el valle de Elá, y formaron para la batalla contra los filisteos.
3 Los filisteos tenían sus posiciones en un monte y los israelitas en el otro, con el valle de por medio.
4 Del ejército filisteo se adelantó un luchador, llamado Goliat, oriundo de Gat, de casi tres metros de alto.
5 Llevaba un casco de bronce en la cabeza, e iba cubierto con una coraza escamada también de bronce que pesaba medio quintal,
6 tenía unas canilleras de bronce en las piernas y una jabalina de bronce a la espalda;
7 el asta de su lanza era gruesa como el palo de un telar y su punta de hierro pesaba unos seis kilos. Su escudero caminaba delante de él.
8 Goliat se detuvo y gritó a las filas de Israel:
–¡No hace falta que salgan formados a luchar! Yo soy el filisteo, ustedes los esclavos de Saúl. Elijan a uno que baje a enfrentarme;
9 si es capaz de pelear conmigo y me vence, seremos esclavos de ustedes; pero si yo le puedo y lo derroto, ustedes serán nuestros esclavos y nos servirán.
10 Y siguió:
–¡Yo desafío hoy al ejército de Israel! ¡Préstenme un hombre, y lucharemos mano a mano!
11 Saúl y los israelitas oyeron el desafío de aquel filisteo y se llenaron de miedo.
12 David era hijo de un efrateo de Belén de Judá, llamado Jesé, que tenía ocho hijos, y cuando reinaba Saúl era ya viejo, de edad avanzada;
13 sus tres hijos mayores habían ido a la guerra siguiendo a Saúl; se llamaban Eliab el primero, Abinadab el segundo y Samá el tercero.
14 David era el más pequeño. Los tres mayores habían seguido a Saúl;
15 David iba y venía del frente a Belén, para guardar el rebaño de su padre.
16 El filisteo se aproximaba y se plantaba allí mañana y tarde; llevaba ya haciéndolo cuarenta días.
17 Jesé dijo a su hijo David:
– Toma esta bolsa de grano tostado y estos diez panes, y llévaselos corriendo a tus hermanos al campamento,
18 y estos diez quesos se los entregarás al comandante. Fíjate bien cómo están tus hermanos y trae algo de ellos como prenda.
19 Saúl está con ellos y con los soldados de Israel en el valle de Elá, luchando contra los filisteos.
20 David madrugó, dejó el rebaño al cuidado de un guardián, cargó las provisiones y se marchó, según el encargo de Jesé. Cuando llegaba al cercado del campamento, el ejercito avanzaba en orden de batalla, lanzando el grito de guerra.
21 Israelitas y filisteos formaron frente a frente.
22 David dejó su carga al cuidado de los de intendencia, corrió hacia las filas y preguntó a sus hermanos qué tal estaban.
23 Mientras hablaba con ellos, un luchador, el filisteo llamado Goliat, oriundo de Gat, subió de las filas del ejército filisteo y empezó a decir las mismas palabras. David lo oyó; los israelitas,
24 al ver a aquel hombre huyeron aterrados.
25 Uno dijo:
–¿Han visto a ese hombre que sube? ¡Sube a desafiar a Israel! Al que lo derrote, el rey lo colmará de riquezas, le dará su hija y librará de impuestos a la familia de su padre en Israel.
26 David preguntó a los que estaban con él:
–¿Qué le darán al que derrote a ese filisteo y salve la honra de Israel? Porque ¿quién es ese filisteo incircunciso para desafiar al ejército del Dios vivo?
27 Los soldados le repitieron lo mismo:
– Al que lo derrote le darán este premio.
28 Eliab, el hermano mayor, lo oyó hablar con los soldados y se le enojó:
–¿Por qué has venido? ¿A quién dejaste aquellas cuatro ovejas en el desierto? Ya sé que eres un presumido y qué es lo que pretendes: a lo que has venido es a contemplar la batalla.
29 David respondió:
– Pero ¿qué hice ahora? ¿O ni siquiera se puede hablar?
30 Se volvió hacia otro y preguntó:
–¿Qué es lo que dicen?
Los soldados le respondieron lo mismo que antes.
31 Algunos que oyeron las palabras de David fueron y se las contaron a Saúl, que lo mandó llamar.
32 David dijo a Saúl:
– Majestad, nadie debe desanimarse por culpa de ese filisteo. Este servidor tuyo irá a luchar con ese filisteo.
33 Pero Saúl respondió:
– No podrás acercarte a ese filisteo para luchar con él, porque eres un muchacho, y él es un guerrero desde joven.
34 David le replicó:
– Tu servidor es pastor de las ovejas de mi padre, y si viene un león o un oso y se lleva una oveja del rebaño,
35 salgo tras él, lo apaleo y se la quito de la boca, y si me ataca, lo agarro por la melena y lo golpeo hasta matarlo.
36 Tu servidor ha matado leones y osos; ese filisteo incircunciso será uno más, porque ha desafiado a las huestes del Dios vivo.
37 Y añadió:
– El Señor, que me ha librado de las garras del león y de las garras del oso, me librará de las manos de ese filisteo.
Entonces Saúl le dijo:
– Ve y que el Señor esté contigo.
38 Luego vistió a David con su uniforme, le puso un casco de bronce en la cabeza, lo cubrió con una coraza,
39 y le ciñó su espada sobre el uniforme. David intentó en vano caminar, porque no estaba entrenado, y dijo a Saúl:
– Con esto no puedo caminar, porque no estoy entrenado.
Entonces se quitó todo de encima,
40 agarró su bastón de pastor, escogió cinco piedras bien lisas del arroyo, se las echó en la bolsa, empuñó la honda y se acercó al filisteo.
41 Éste, precedido de su escudero, iba avanzando acercándose a David;
42 lo miró de arriba abajo y lo despreció, porque era un muchacho de buen color y guapo,
43 y le gritó:
–¿Soy yo un perro para que vengas a mí con un palo?
Luego maldijo a David invocando a sus dioses,
44 y le dijo:
– Ven acá, y echaré tu carne a las aves del cielo y a las fieras del campo.
45 Pero David le contestó:
– Tú vienes hacia mí armado de espada, lanza y jabalina; yo voy hacia ti en nombre del Señor Todopoderoso, Dios de los escuadrones de Israel, a las que has desafiado.
46 Hoy te entregará el Señor en mis manos, te venceré, te arrancaré la cabeza de los hombros y echaré tu cadáver y los del campamento filisteo a las aves del cielo y a las fieras de la tierra, y todo el mundo reconocerá que hay un Dios en Israel,
47 y todos los aquí reunidos reconocerán que el Señor da la victoria sin necesidad de espadas ni lanzas, porque ésta es una guerra del Señor, y él los entregará en nuestro poder.
48 Cuando el filisteo se puso en marcha y se acercaba en dirección de David, éste salió de la formación y corrió velozmente en dirección del filisteo;
49 enseguida metió la mano en la bolsa, sacó una piedra y la arrojó con la honda hiriendo al filisteo en la frente: la piedra se le clavó en la frente, y él cayó de cara al suelo.
50 Así venció David al filisteo, con la honda y una piedra; lo mató de un golpe, sin empuñar espada.
51 David corrió y se paró junto al filisteo, le agarró la espada, la desenvainó y lo remató, cortándole la cabeza. Los filisteos, al ver que había muerto su guerrero, huyeron.
52 Entonces los soldados de Israel y Judá, de pie, lanzaron el grito de guerra y persiguieron a los filisteos hasta la entrada de Gat y hasta las puertas de Ecrón; los filisteos cayeron heridos por el camino de Saaraym hasta Gat y Ecrón.
53 Los israelitas dejaron de perseguir a los filisteos y se volvieron para saquearles el campamento.
54 David agarró la cabeza del filisteo y la llevó a Jerusalén, las armas las guardó en su tienda.
55 Cuando Saúl vio a David salir al encuentro del filisteo, preguntó a Abner, general del ejército:
– Abner, ¿de quién es hijo ese muchacho?
Abner respondió:
– Por tu vida, majestad, no lo sé.
56 El rey le dijo:
– Pregunta de quién es hijo el muchacho.
57 Cuando David volvió de matar al filisteo, Abner lo llevó a presentárselo a Saúl, con la cabeza del filisteo en la mano.
58 Saúl le preguntó:
–¿De quién eres hijo, muchacho?
David respondió:
– De tu servidor Jesé, el de Belén.

Patrocinio

 
 

Introducción a I Samuel

1 SAMUEL

El libro de Samuel se llama así por uno de sus personajes decisivos, no porque sea él el autor. Está artificialmente divido en dos partes, que se suelen llamar primer libro y segundo libro, aunque en realidad constituyen la primera y segunda parte de una misma obra.

Tema del libro.
El tema central es el advenimiento de la monarquía bajo la guía de Samuel como juez y profeta. Samuel actúa como juez con residencia fija e itinerante. Aunque prolonga la serie de jueces precedentes como Débora, Gedeón, Jefté y Sansón, Samuel recibe una vocación nueva: ser mediador de la Palabra de Dios, ser un profeta. Al autor le interesa mucho el detalle y proyecta esa vocación a la adolescencia de su personaje. En virtud de dicha vocación, el muchacho se enfrenta con el sacerdote del santuario central; más tarde introduce un cambio radical: unge al primer rey, lo condena, unge al segundo, se retira, desaparece, y hasta se asoma por un momento desde la tumba. Cuando muere, toman su relevo Gad y Natán.
En otras palabras, el autor que escribe en tiempos de Josías, uno de los reyes buenos, o el que escribe durante el destierro, nos hace saber que la monarquía está sometida a la palabra profética.

Marco histórico.
Con razonable probabilidad podemos situar los relatos en los siglos XI y X a.C. Hacia el año 1030 Saúl es ungido rey, David comenzaría su reinado en Hebrón hacia el 1010 y Salomón en el 971. Los grandes imperios atraviesan momentos de cambios y crisis internas y durante este largo compás de silencio pueden actuar como solistas sobre el suelo de Palestina dos pueblos relativamente recientes en dicho lugar: filisteos e israelitas.

Maestría narrativa. Si lo referente a la historicidad es hipotético, lo que es indudable e indiscutible es la maestría narrativa de esta obra. Aquí alcanza la prosa hebrea una cumbre clásica. Aquí el arte de contar se muestra inagotable en los argumentos, intuidor de lo esencial, creador de escenas impresionantes e inolvidables, capaz de decir mucho en poco espacio y de sugerir más.
El autor o autores sabían contar y gozaban contando; no menos gozaron los antiguos oyentes y lectores; del mismo deleite debemos participar en la lectura del libro, recreándolo en la contemplación gozosa de unos relatos magistrales.

Samuel. En su elogio de los antepasados, Ben Sirá -o Eclesiástico-, traza así el perfil de Samuel: «Amado del pueblo y favorito de su Creador, pedido desde el vientre materno, consagrado como profeta del Señor, Samuel juez y sacerdote» (46,13). Sacerdote porque ofrecía sacrificios. Juez de tipo institucional, porque resuelve pleitos y casos, no empuña la espada ni el bastón de mando. Cuando su judicatura intenta convertirse en asunto familiar por medio de la sucesión de sus hijos, fracasa. Profeta, por recibir y trasmitir la Palabra de Dios. Hch_13:20 s lo llama profeta; Heb_11:32 lo coloca en su lista entre los jueces y David.
Un monte en las cercanías de Jerusalén perpetúa su nombre: «Nebi Samwil». ¿Y no es Samuel como una montaña? Descollante, cercano al cielo y bien plantado en tierra, solitario, invitador de tormentas, recogiendo la primera luz de un nuevo sol y proyectando una ancha sombra sobre la historia.

La monarquía. Fue para los israelitas una experiencia ambivalente, con más peso en el platillo negativo de la balanza. En realidad pocos monarcas respondieron a su misión religiosa y política. Aunque es verdad que los hubo buenos: David, Josafat, Ezequías, Josías (cfr. Eclo 49a). Por otra parte, los salmos dan testimonio de una aceptación sincera y hasta de un entusiasmo hiperbólico por la monarquía. Antes de ser leídos en clave mesiánica los salmos reales expresaron la esperanza de justicia y de paz, como bendición canalizada por el Ungido.
Pues bien, el autor proyecta la ambigüedad y las tensiones al mismo origen de la monarquía -remontarse a los orígenes para explicar el presente o la historia es hábito mental hebreo-. Explícita o implícitamente el libro nos hace presenciar o deducir las dos tendencias, en pro o en contra de la monarquía. Es un acto de honradez del autor el haber concedido la voz en sus páginas a los dos partidos.

Fuente: La Biblia de Nuestro Pueblo (Liturgical Press, 2006),

Patrocinio

Notas

I Samuel 17,1-58David y Goliat. La historia de David y Goliat presenta sus dificultades. Primero, el relato desconoce todo lo precedente, Saúl no conoce todavía a David; segundo, según 2Sa_21:19, es Eljanán de Belén, uno de los campeones de David, quien mata al filisteo Goliat de Gat; se podría pensar en una victoria de David sobre un soldado filisteo que la tradición ha confundido con otro. Por otra parte, la victoria sobre Goliat se supone en 19,5; 21,10; 22,10.13. A pesar de las dificultades, el autor del libro tenía razón al conservar este capítulo: es una narración clásica. Clásica porque se ha incorporado a la tradición occidental, como una de las páginas favoritas del Antiguo Testamento. Junto a la construcción tenemos que considerar a los personajes. De las dos multitudes presentadas al principio se destacan dos: Goliat y David; lo cual significa que Saúl está relegado a la multitud de Israel, con la que se confunde en el miedo (11). Lo lógico es que Saúl hubiera salido a responder al desafío de Goliat: éste se llama a sí mismo «el filisteo», a Saúl le tocaría ser «el israelita». Retirado en su tienda, deja el protagonismo a David quien se enfrenta a Goliat, representantes de los dos pueblos y ejércitos. Hay otra oposición que recorre todo el relato y es más significativa: el contraste del guerrero y del pastor. La figura pastoril de David es el «leitmotiv» del episodio.
El motivo del pastor tiene dos complementos, por un lado, la insistencia de su pequeñez y juventud (14.28. 33.43.55.56); por otro, el apoyo divino. Además, este motivo tiene un cargado valor simbólico. El pastor cuida de sus ovejas, las defiende de las fieras; el rey debería cuidar de su pueblo, defendiéndolo del enemigo; rey/ pastor, pueblo/rebaño, enemigo/fieras. Saúl no es capaz de cumplir su oficio, David lo cumple, mostrando su capacidad de reinar. El pastor asume el cuidado del pueblo y lo defiende del enemigo.