I Samuel 19 La Biblia de Nuestro Pueblo (2006) | 24 versitos |
1

Saúl y Jonatán
Eclo 6,14-17

Delante de su hijo Jonatán y de sus ministros, Saúl habló de matar a David. Jonatán, hijo de Saúl, quería mucho a David,
2 y le avisó:
– Mi padre, Saúl, te busca para matarte. Ten mucho cuidado mañana por la mañana; escóndete en un sitio seguro.
3 Yo saldré y me quedaré junto con mi padre en el campo donde tú estés; le hablaré de ti, y si saco algo en limpio, te lo comunicaré.
4 Jonatán habló a su padre, Saúl, en favor de David:
–¡Que el rey no peque contra su servidor David! Él no te ha ofendido, y lo que él hace es en tu provecho;
5 él se jugó la vida cuando mató al filisteo, y el Señor dio a Israel una gran victoria. Si tanto te alegraste al verlo, ¿por qué vas a pecar derramando sangre inocente, matando a David sin motivo?
6 Saúl hizo caso a Jonatán, y juró:
–¡Por la vida de Dios, no morirá!
7 Jonatán llamó a David y le contó la conversación; luego lo llevó a la presencia de Saúl, y David siguió en palacio como antes.
8 Se reanudó la guerra y David salió a luchar contra los filisteos; los venció y les ocasionó tal derrota, que huyeron ante él.
9 Saúl estaba sentado en su palacio con la lanza en la mano, mientras David tocaba el arpa. Un mal espíritu enviado por el Señor se apoderó de Saúl,
10 el cual intentó clavar a David en la pared con la lanza, pero David la esquivó. Saúl clavó la lanza en la pared y David se salvó huyendo.
11

Mical salva a David

Aquella noche Saúl mandó emisarios a casa de David para vigilarlo y matarlo a la mañana. Pero su mujer, Mical, le avisó:
– Si no te pones a salvo esta misma noche, mañana serás un cadáver.
12 Ella lo descolgó por la ventana y David se salvó huyendo.
13 Mical agarró luego el ídolo familiar, lo echó en la cama, puso en la cabecera un cuero de cabra y lo tapó con una manta.
14 Cuando Saúl mandó los emisarios a David, Mical les dijo:
– Está enfermo.
15 Pero Saúl despachó de nuevo los emisarios para que buscaran a David:
– Tráiganmelo con cama y todo, que lo quiero matar.
16 Llegaron los emisarios y se encontraron con un ídolo en la cama y un cuero de cabra en la cabecera.
17 Entonces Saúl dijo a Mical:
–¿Qué manera de engañarme es ésta? ¡Has dejado escapar a mi enemigo!
Mical le respondió:
–Él me amenazó: Si no me dejas marchar, te mato.
18

Saúl, en trance

Mientras tanto, David se salvó huyendo y llegó a Ramá, el pueblo de Samuel, y le contó todo lo que le había hecho Saúl. Entonces fueron los dos a alojarse en Nayot.
19 Cuando avisaron a Saúl que David estaba en Nayot de Ramá,
20 despachó emisarios para apresarlo. Encontraron a la comunidad de profetas en trance, presididos por Samuel; el Espíritu de Dios se apoderó de los emisarios de Saúl, y también ellos entraron en trance.
21 Se lo avisaron a Saúl, y mandó otros emisarios, que también entraron en trance. Por tercera vez despachó unos emisarios, y también éstos entraron en trance.
22 Entonces fue él en persona a Ramá, y al llegar al pozo de agua que hay en Secú, preguntó:
–¿Dónde están Samuel y David?
Le respondieron:
– En el convento de Ramá.
23 Siguió hasta Nayot de Ramá, y también de él se apoderó el Espíritu de Dios, entró en trance y caminó así hasta Nayot de Ramá.
24 Se quitó la ropa y estuvo en trance delante de Samuel, luego cayó por tierra, rendido y permaneció desnudo todo aquel día y toda la noche. Por eso suelen decir: ¡Hasta Saúl está con los profetas!

Patrocinio

 
 

Introducción a I Samuel

1 SAMUEL

El libro de Samuel se llama así por uno de sus personajes decisivos, no porque sea él el autor. Está artificialmente divido en dos partes, que se suelen llamar primer libro y segundo libro, aunque en realidad constituyen la primera y segunda parte de una misma obra.

Tema del libro.
El tema central es el advenimiento de la monarquía bajo la guía de Samuel como juez y profeta. Samuel actúa como juez con residencia fija e itinerante. Aunque prolonga la serie de jueces precedentes como Débora, Gedeón, Jefté y Sansón, Samuel recibe una vocación nueva: ser mediador de la Palabra de Dios, ser un profeta. Al autor le interesa mucho el detalle y proyecta esa vocación a la adolescencia de su personaje. En virtud de dicha vocación, el muchacho se enfrenta con el sacerdote del santuario central; más tarde introduce un cambio radical: unge al primer rey, lo condena, unge al segundo, se retira, desaparece, y hasta se asoma por un momento desde la tumba. Cuando muere, toman su relevo Gad y Natán.
En otras palabras, el autor que escribe en tiempos de Josías, uno de los reyes buenos, o el que escribe durante el destierro, nos hace saber que la monarquía está sometida a la palabra profética.

Marco histórico.
Con razonable probabilidad podemos situar los relatos en los siglos XI y X a.C. Hacia el año 1030 Saúl es ungido rey, David comenzaría su reinado en Hebrón hacia el 1010 y Salomón en el 971. Los grandes imperios atraviesan momentos de cambios y crisis internas y durante este largo compás de silencio pueden actuar como solistas sobre el suelo de Palestina dos pueblos relativamente recientes en dicho lugar: filisteos e israelitas.

Maestría narrativa. Si lo referente a la historicidad es hipotético, lo que es indudable e indiscutible es la maestría narrativa de esta obra. Aquí alcanza la prosa hebrea una cumbre clásica. Aquí el arte de contar se muestra inagotable en los argumentos, intuidor de lo esencial, creador de escenas impresionantes e inolvidables, capaz de decir mucho en poco espacio y de sugerir más.
El autor o autores sabían contar y gozaban contando; no menos gozaron los antiguos oyentes y lectores; del mismo deleite debemos participar en la lectura del libro, recreándolo en la contemplación gozosa de unos relatos magistrales.

Samuel. En su elogio de los antepasados, Ben Sirá -o Eclesiástico-, traza así el perfil de Samuel: «Amado del pueblo y favorito de su Creador, pedido desde el vientre materno, consagrado como profeta del Señor, Samuel juez y sacerdote» (46,13). Sacerdote porque ofrecía sacrificios. Juez de tipo institucional, porque resuelve pleitos y casos, no empuña la espada ni el bastón de mando. Cuando su judicatura intenta convertirse en asunto familiar por medio de la sucesión de sus hijos, fracasa. Profeta, por recibir y trasmitir la Palabra de Dios. Hch_13:20 s lo llama profeta; Heb_11:32 lo coloca en su lista entre los jueces y David.
Un monte en las cercanías de Jerusalén perpetúa su nombre: «Nebi Samwil». ¿Y no es Samuel como una montaña? Descollante, cercano al cielo y bien plantado en tierra, solitario, invitador de tormentas, recogiendo la primera luz de un nuevo sol y proyectando una ancha sombra sobre la historia.

La monarquía. Fue para los israelitas una experiencia ambivalente, con más peso en el platillo negativo de la balanza. En realidad pocos monarcas respondieron a su misión religiosa y política. Aunque es verdad que los hubo buenos: David, Josafat, Ezequías, Josías (cfr. Eclo 49a). Por otra parte, los salmos dan testimonio de una aceptación sincera y hasta de un entusiasmo hiperbólico por la monarquía. Antes de ser leídos en clave mesiánica los salmos reales expresaron la esperanza de justicia y de paz, como bendición canalizada por el Ungido.
Pues bien, el autor proyecta la ambigüedad y las tensiones al mismo origen de la monarquía -remontarse a los orígenes para explicar el presente o la historia es hábito mental hebreo-. Explícita o implícitamente el libro nos hace presenciar o deducir las dos tendencias, en pro o en contra de la monarquía. Es un acto de honradez del autor el haber concedido la voz en sus páginas a los dos partidos.

Fuente: La Biblia de Nuestro Pueblo (Liturgical Press, 2006),

Patrocinio

Notas

I Samuel 19,1-10Saúl y Jonatán. Jonatán intercede ante su padre por David. Su recurso es la palabra, naturalmente apoyada en su doble amor por Saúl y David: tiene que librar a David de la muerte, a su padre del crimen. Su brevísimo discurso es una maciza apología: David es inocente, sería injusto hacerle mal; David es un benefactor, sería injusto no pagárselo; David ha sido instrumento del Señor, sería peligroso atentar contra él. Jonatán enuncia aquí el gran tema de los capítulos que siguen: el duelo entre David y Saúl acerca de la inocencia y culpabilidad de ambos. Los versículos 8-10 son un paralelo de 18,10s, tradición que narra el intento homicida de Saúl contra David.


I Samuel 19,11-17Mical salva a David. Este breve relato narra otra tradición más de los intentos de Saúl por eliminar a David; parece que no conoce, o no tiene en cuenta el juramento que hace poco Saúl hizo en 19,6. Se trataría pues, de dos tradiciones populares sobre el mismo tema, rivalidad y celos de Saúl hacia David; en la primera tradición el salvador de David es Jonatán, primogénito del rey; en la segunda, es también alguien de su propia casa, la hija, esposa de David, quien salva al perseguido burlando a su propio padre. Detrás de estos relatos hay que ver la posición que el redactor o redactores finales han fijado: David es asistido por Dios, Saúl ya no cuenta con esa asistencia y todo lo que hace es acelerar cada vez más su caída.
I Samuel 19,18-24Saúl, en trance. En medio de las tensas relaciones entre Saúl y David, se recuerda una vez más la tradición sobre algún contacto de Saúl con un grupo de profetas en el cual él mismo entró en trance (cfr. 10,6-11) y de donde surgió un dicho popular «¡hasta Saúl está con los profetas!» (10,11; 19,24). El sentido de este relato es mostrar las peripecias de David por escapar de la persecución de Saúl.