I Samuel 23 La Biblia de Nuestro Pueblo (2006) | 29 versitos |
1

David, en Queilá

A David le llegó este aviso:
– Los filisteos están atacando Queilá y andan robando el trigo recién trillado.
2 David consultó al Señor:
–¿Puedo ir a matar a los filisteos?
El Señor le respondió:
– Vete, porque los derrotarás y liberarás Queilá.
3 La gente de David le dijo:
– Aquí, en Judá, estamos con miedo; cuánto más si vamos a Queilá a atacar a los escuadrones filisteos.
4 David volvió a consultar al Señor. Y el Señor le respondió:
– Emprende la marcha hacia Queilá, que yo te entrego a los filisteos.
5 David fue a Queilá con su gente, luchó contra los filisteos, los derrotó y se llevó sus rebaños. Así salvó a los vecinos de Queilá.
6 Abiatar, hijo de Ajimélec, que había ido a refugiarse junto a David, bajó a Queilá con el efod en la mano.
7 A Saúl le informaron de que David había ido a Queilá, y comentó:
– Dios me lo pone en la mano; él mismo se ha cortado la retirada, metiéndose en una ciudad con puertas y cerrojos.
8 Luego convocó a todo su ejército a la guerra, para bajar a Queilá a cercar a David y su gente.
9 David supo que Saúl tramaba su ruina y dijo al sacerdote Abiatar:
– Trae el efod.
10 Y oró:
– Señor, Dios de Israel, he oído que Saúl intenta venir a Queilá a arrasar la ciudad por causa mía.
11 ¿Bajará Saúl como he oído? ¡Señor, Dios de Israel, respóndeme!
El Señor respondió:
– Bajará.
12 David preguntó:
– Y los notables de la ciudad, ¿nos entregarán a mí y a mi gente en poder de Saúl?
El Señor respondió:
– los entregarán.
13 Entonces David y su gente, unos seiscientos, salieron de Queilá y vagaron sin rumbo fijo. Avisaron a Saúl que David había escapado de Queilá y desistió de la campaña.
14

David y Jonatán

David se instaló en el desierto, en los picachos, en la montaña del desierto de Zif. Saúl andaba siempre buscándolo, pero Dios no se lo entregaba.
15 Cuando Saúl salió a buscarlo para matarlo, David estaba en el desierto de Zif, en Jores, y tuvo miedo.
16 Pero Jonatán, hijo de Saúl, se puso en camino hacia Jores para ver a David; le estrechó la mano, invocando a Dios,
17 y le dijo:
– No temas, no te alcanzará la mano de mi padre, Saúl. Tú serás rey de Israel y yo seré el segundo. Hasta mi padre, Saúl, lo sabe.
18 Los dos hicieron un pacto ante el Señor, y David se quedó en Jores mientras Jonatán volvía a su casa.
19

David, perseguido

Algunos de Zif fueron a Guibeá a decir a Saúl:
– David está escondido entre nosotros, en los picachos, en Jores, en el cerro de Jaquilá, al sur del desierto.
20 Majestad, si tienes tantas ganas de bajar, baja, que a nosotros nos toca entregárselo al rey.
21 Saúl dijo:
– Dios se lo pague por haberse compadecido de mí.
22 Vayan, prepárense bien, asegúrense bien del sitio por donde anda, porque me han dicho que es muy astuto.
23 Infórmense a ver en qué escondrijos se esconde, y vuelvan trayéndome los datos exactos. Yo marcharé con ustedes, y si él está en esa zona, daré una batida por todos los pueblos de Judá.
24 Se pusieron en camino en dirección a Zif, delante de Saúl. David y su gente estaban en el desierto, hacia el sur de la estepa.
25 Saúl y los suyos salieron a buscarlo, pero alguien avisó a David, y él bajó al roquedal de la estepa de Maón. Se enteró Saúl y salió en persecución de David por la estepa de Maón.
26 Saúl iba por un lado del monte y David con los suyos, por el otro, y cuando David se alejaba precipitadamente de Saúl, y éste con los suyos estaba ya rodeándolo para atraparlo,
27 se le presentó a Saúl un mensajero:
– Ven aprisa, que los filisteos están saqueando el país.
28 Entonces Saúl dejó de perseguir a David, y se volvió para hacer frente a los filisteos. Por eso aquel sitio se llama Selá Hammahlacot.
29

Saúl y David, en la cueva

David subió de allí y se instaló en los sitios bien protegidos de Engadí.

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Introducción a I Samuel

1 SAMUEL

El libro de Samuel se llama así por uno de sus personajes decisivos, no porque sea él el autor. Está artificialmente divido en dos partes, que se suelen llamar primer libro y segundo libro, aunque en realidad constituyen la primera y segunda parte de una misma obra.

Tema del libro.
El tema central es el advenimiento de la monarquía bajo la guía de Samuel como juez y profeta. Samuel actúa como juez con residencia fija e itinerante. Aunque prolonga la serie de jueces precedentes como Débora, Gedeón, Jefté y Sansón, Samuel recibe una vocación nueva: ser mediador de la Palabra de Dios, ser un profeta. Al autor le interesa mucho el detalle y proyecta esa vocación a la adolescencia de su personaje. En virtud de dicha vocación, el muchacho se enfrenta con el sacerdote del santuario central; más tarde introduce un cambio radical: unge al primer rey, lo condena, unge al segundo, se retira, desaparece, y hasta se asoma por un momento desde la tumba. Cuando muere, toman su relevo Gad y Natán.
En otras palabras, el autor que escribe en tiempos de Josías, uno de los reyes buenos, o el que escribe durante el destierro, nos hace saber que la monarquía está sometida a la palabra profética.

Marco histórico.
Con razonable probabilidad podemos situar los relatos en los siglos XI y X a.C. Hacia el año 1030 Saúl es ungido rey, David comenzaría su reinado en Hebrón hacia el 1010 y Salomón en el 971. Los grandes imperios atraviesan momentos de cambios y crisis internas y durante este largo compás de silencio pueden actuar como solistas sobre el suelo de Palestina dos pueblos relativamente recientes en dicho lugar: filisteos e israelitas.

Maestría narrativa. Si lo referente a la historicidad es hipotético, lo que es indudable e indiscutible es la maestría narrativa de esta obra. Aquí alcanza la prosa hebrea una cumbre clásica. Aquí el arte de contar se muestra inagotable en los argumentos, intuidor de lo esencial, creador de escenas impresionantes e inolvidables, capaz de decir mucho en poco espacio y de sugerir más.
El autor o autores sabían contar y gozaban contando; no menos gozaron los antiguos oyentes y lectores; del mismo deleite debemos participar en la lectura del libro, recreándolo en la contemplación gozosa de unos relatos magistrales.

Samuel. En su elogio de los antepasados, Ben Sirá -o Eclesiástico-, traza así el perfil de Samuel: «Amado del pueblo y favorito de su Creador, pedido desde el vientre materno, consagrado como profeta del Señor, Samuel juez y sacerdote» (46,13). Sacerdote porque ofrecía sacrificios. Juez de tipo institucional, porque resuelve pleitos y casos, no empuña la espada ni el bastón de mando. Cuando su judicatura intenta convertirse en asunto familiar por medio de la sucesión de sus hijos, fracasa. Profeta, por recibir y trasmitir la Palabra de Dios. Hch_13:20 s lo llama profeta; Heb_11:32 lo coloca en su lista entre los jueces y David.
Un monte en las cercanías de Jerusalén perpetúa su nombre: «Nebi Samwil». ¿Y no es Samuel como una montaña? Descollante, cercano al cielo y bien plantado en tierra, solitario, invitador de tormentas, recogiendo la primera luz de un nuevo sol y proyectando una ancha sombra sobre la historia.

La monarquía. Fue para los israelitas una experiencia ambivalente, con más peso en el platillo negativo de la balanza. En realidad pocos monarcas respondieron a su misión religiosa y política. Aunque es verdad que los hubo buenos: David, Josafat, Ezequías, Josías (cfr. Eclo 49a). Por otra parte, los salmos dan testimonio de una aceptación sincera y hasta de un entusiasmo hiperbólico por la monarquía. Antes de ser leídos en clave mesiánica los salmos reales expresaron la esperanza de justicia y de paz, como bendición canalizada por el Ungido.
Pues bien, el autor proyecta la ambigüedad y las tensiones al mismo origen de la monarquía -remontarse a los orígenes para explicar el presente o la historia es hábito mental hebreo-. Explícita o implícitamente el libro nos hace presenciar o deducir las dos tendencias, en pro o en contra de la monarquía. Es un acto de honradez del autor el haber concedido la voz en sus páginas a los dos partidos.

Fuente: La Biblia de Nuestro Pueblo (Liturgical Press, 2006),

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Notas

I Samuel 23,1-13David, en Queilá. Aún en situación de huída, David continúa siendo el defensor y protector de muchos, lo demuestra el aviso desesperado de los habitantes de Queilá que sufren los ataques de los filisteos, y se subraya la valentía de David y su especial relación positiva con Dios, y al mismo tiempo las ansias de Saúl por acabar con su rival.


I Samuel 23,14-18David y Jonatán. Esto es lo que a Jonatán le gustaría para la monarquía de Israel, David como rey y él como segundo hombre del reino. Los hechos dirán otra cosa.
I Samuel 23,19-28David perseguido. No cesa Saúl en su empeño por destruir a David; el rey aún cuenta con adeptos que le informan detalladamente el lugar donde se esconde el perseguido y no quiere desaprovechar la ocasión; sin embargo, David también cuenta con personas que le cuidan la espalda. Una vez más David escapa de las manos de Saúl, primero porque alguien le advierte el peligro y segundo porque Saúl tiene que regresar de su campaña para enfrentar el saqueo de los filisteos.