I Samuel 27 La Biblia de Nuestro Pueblo (2006) | 12 versitos |
1

David, entre los filisteos
21,11-16

Sin embargo David pensaba:
– Saúl me va a eliminar el día menos pensado. No me queda más solución que refugiarme en el país filisteo; así, Saúl dejará de perseguirme por todo Israel y estaré seguro.
2 Entonces, con sus seiscientos hombres, se pasó a Aquís, hijo de Maón, rey de Gat.
3 David y su gente vivieron con Aquís en Gat, cada uno con su familia: David con sus dos mujeres, Ajinoán, la yezraelita, y Abigail, la esposa de Nabal, la de Carmel.
4 Avisaron a Saúl que David había huido a Gat, y dejó de perseguirlo.
5 David pidió a Aquís:
– Si quieres hacerme un favor, asígname un sitio en una población del campo para establecerme allí; porque este servidor tuyo no tiene por qué residir contigo en la capital.
6 Aquel mismo día Aquís le asignó Sicelag. – Por eso Sicelag pertenece a los reyes de Judá hasta hoy– .
7 David estuvo en la campiña filistea un año y cuatro meses.
8 Solía subir con su gente a saquear a los guesureos, a los guirsitas y a los amalecitas, los pueblos que habitaban la zona que va desde Telán hasta el paso de Sur y hasta Egipto.
9 David devastaba el país, sin dejar vivo hombre ni mujer; agarraba ovejas, vacas, burros, camellos y ropa, y se volvía al país de Aquís.
10 Aquís le preguntaba:
–¿Dónde han saqueado hoy?
David respondía:
– Al sur de Judá.
O bien:
– Al sur de los yerajmelitas.
O bien:
– Al sur de los quenitas.
11 David no se traía a Gat ningún prisionero vivo, hombre ni mujer, para que no lo denunciaran por lo que hacía. Ése fue su modo de proceder todo el tiempo que vivió en la campiña filistea.
12 Aquís se fiaba de David, pensando que David se había enemistado con su pueblo, Israel, y que sería siempre vasallo suyo.

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Introducción a I Samuel

1 SAMUEL

El libro de Samuel se llama así por uno de sus personajes decisivos, no porque sea él el autor. Está artificialmente divido en dos partes, que se suelen llamar primer libro y segundo libro, aunque en realidad constituyen la primera y segunda parte de una misma obra.

Tema del libro.
El tema central es el advenimiento de la monarquía bajo la guía de Samuel como juez y profeta. Samuel actúa como juez con residencia fija e itinerante. Aunque prolonga la serie de jueces precedentes como Débora, Gedeón, Jefté y Sansón, Samuel recibe una vocación nueva: ser mediador de la Palabra de Dios, ser un profeta. Al autor le interesa mucho el detalle y proyecta esa vocación a la adolescencia de su personaje. En virtud de dicha vocación, el muchacho se enfrenta con el sacerdote del santuario central; más tarde introduce un cambio radical: unge al primer rey, lo condena, unge al segundo, se retira, desaparece, y hasta se asoma por un momento desde la tumba. Cuando muere, toman su relevo Gad y Natán.
En otras palabras, el autor que escribe en tiempos de Josías, uno de los reyes buenos, o el que escribe durante el destierro, nos hace saber que la monarquía está sometida a la palabra profética.

Marco histórico.
Con razonable probabilidad podemos situar los relatos en los siglos XI y X a.C. Hacia el año 1030 Saúl es ungido rey, David comenzaría su reinado en Hebrón hacia el 1010 y Salomón en el 971. Los grandes imperios atraviesan momentos de cambios y crisis internas y durante este largo compás de silencio pueden actuar como solistas sobre el suelo de Palestina dos pueblos relativamente recientes en dicho lugar: filisteos e israelitas.

Maestría narrativa. Si lo referente a la historicidad es hipotético, lo que es indudable e indiscutible es la maestría narrativa de esta obra. Aquí alcanza la prosa hebrea una cumbre clásica. Aquí el arte de contar se muestra inagotable en los argumentos, intuidor de lo esencial, creador de escenas impresionantes e inolvidables, capaz de decir mucho en poco espacio y de sugerir más.
El autor o autores sabían contar y gozaban contando; no menos gozaron los antiguos oyentes y lectores; del mismo deleite debemos participar en la lectura del libro, recreándolo en la contemplación gozosa de unos relatos magistrales.

Samuel. En su elogio de los antepasados, Ben Sirá -o Eclesiástico-, traza así el perfil de Samuel: «Amado del pueblo y favorito de su Creador, pedido desde el vientre materno, consagrado como profeta del Señor, Samuel juez y sacerdote» (46,13). Sacerdote porque ofrecía sacrificios. Juez de tipo institucional, porque resuelve pleitos y casos, no empuña la espada ni el bastón de mando. Cuando su judicatura intenta convertirse en asunto familiar por medio de la sucesión de sus hijos, fracasa. Profeta, por recibir y trasmitir la Palabra de Dios. Hch_13:20 s lo llama profeta; Heb_11:32 lo coloca en su lista entre los jueces y David.
Un monte en las cercanías de Jerusalén perpetúa su nombre: «Nebi Samwil». ¿Y no es Samuel como una montaña? Descollante, cercano al cielo y bien plantado en tierra, solitario, invitador de tormentas, recogiendo la primera luz de un nuevo sol y proyectando una ancha sombra sobre la historia.

La monarquía. Fue para los israelitas una experiencia ambivalente, con más peso en el platillo negativo de la balanza. En realidad pocos monarcas respondieron a su misión religiosa y política. Aunque es verdad que los hubo buenos: David, Josafat, Ezequías, Josías (cfr. Eclo 49a). Por otra parte, los salmos dan testimonio de una aceptación sincera y hasta de un entusiasmo hiperbólico por la monarquía. Antes de ser leídos en clave mesiánica los salmos reales expresaron la esperanza de justicia y de paz, como bendición canalizada por el Ungido.
Pues bien, el autor proyecta la ambigüedad y las tensiones al mismo origen de la monarquía -remontarse a los orígenes para explicar el presente o la historia es hábito mental hebreo-. Explícita o implícitamente el libro nos hace presenciar o deducir las dos tendencias, en pro o en contra de la monarquía. Es un acto de honradez del autor el haber concedido la voz en sus páginas a los dos partidos.

Fuente: La Biblia de Nuestro Pueblo (Liturgical Press, 2006),

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Notas

I Samuel 27,1-12David, entre los filisteos. David tiene que retirarse del territorio de Judá. No se trata propiamente de una salida a servir a dioses extranjeros, pero tiene que someterse a los filisteos. Temiendo un ataque mortal por parte de Saúl, en cuyas promesas es mejor no confiar (1), David se pone al servicio de Aquís, rey de Gat. Se menciona explícitamente su tropa de seiscientos hombres y sus dos esposas. Después de su servicio a Aquís permanece en aquel territorio dieciséis meses (5-7). Los procedimientos de David en esta región no son propiamente un modelo a imitar. Pareciera que sus acciones se rigieran por el criterio según el cual «el fin justifica los medios». No es la primera vez que la Biblia nos relata los horrores y pecados de los personajes que de un modo u otro han sido exaltados por la historia; la historia misma y el lector de cada época debe encontrar en relatos como éste lo que contradice a la voluntad divina y hacer su propio juicio.