I Samuel 3 La Biblia de Nuestro Pueblo (2006) | 21 versitos |
1

Vocación de Samuel
Is 6; Jr 1

El niño Samuel oficiaba ante el Señor con Elí. La Palabra del Señor era rara en aquel tiempo y no abundaban las visiones.
2 Un día Elí estaba acostado en su habitación. Sus ojos empezaban a apagarse y no podía ver.
3 Aún no se había apagado la lámpara de Dios, y Samuel estaba acostado en el santuario del Señor, donde estaba el arca de Dios.
4 El Señor llamó:
–¡Samuel, Samuel!
Y éste respondió:
–¡Aquí estoy!
5 Fue corriendo adonde estaba Elí, y le dijo:
– Aquí estoy; vengo porque me has llamado.
Elí respondió:
– No te he llamado, vuelve a acostarte.
6 Samuel fue a acostarse, y el Señor lo llamó otra vez. Samuel se levantó, fue a donde estaba Elí, y le dijo:
– Aquí estoy; vengo porque me has llamado.
Elí respondió:
– No te he llamado, hijo; vuelve a acostarte.
7 Samuel no conocía todavía al Señor; aún no se le había revelado la Palabra del Señor.
8 El Señor volvió a llamar por tercera vez. Samuel se levantó y fue a donde estaba Elí, y le dijo:
– Aquí estoy; vengo porque me has llamado.
Elí comprendió entonces que era el Señor quien llamaba al niño,
9 y le dijo:
– Anda, acuéstate. Y si te llama alguien, dices: Habla, Señor, que tu servidor escucha.
Samuel fue y se acostó en su sitio.
10 El Señor se presentó y lo llamó como antes:
–¡Samuel, Samuel!
Samuel respondió:
– Habla, que tu servidor escucha.
11 Y el Señor le dijo:
– Mira, voy a hacer una cosa en Israel, que a los que la oigan les retumbarán los oídos.
12 Aquel día ejecutaré contra Elí y su familia todo lo que he anunciado sin que falte nada.
13 Comunícale que condeno a su familia definitivamente, porque él sabía que sus hijos maldecían a Dios y no los reprendió.
14 Por eso juro a la familia de Elí que jamás se expiará su pecado, ni con sacrificios ni con ofrendas.
15 Samuel siguió acostado hasta la mañana siguiente, y entonces abrió las puertas del santuario. No se atrevía a contarle a Elí la visión,
16 pero Elí lo llamó:
– Samuel, hijo.
Respondió:
– Aquí estoy.
17 Elí le preguntó:
–¿Qué es lo que te ha dicho? No me lo ocultes. Que el Señor te castigue si me ocultas una palabra de todo lo que te ha dicho.
18 Entonces Samuel le contó todo, sin ocultarle nada. Elí comentó:
–¡Es el Señor! Que haga lo que le parezca bien.
19 Samuel crecía, y el Señor estaba con él; ninguna de sus palabras dejó de cumplirse,
20 y todo Israel, desde Dan hasta Berseba, supo que Samuel era profeta acreditado ante el Señor.
21 El Señor siguió manifestándose en Siló, donde se había revelado a Samuel.

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Introducción a I Samuel

1 SAMUEL

El libro de Samuel se llama así por uno de sus personajes decisivos, no porque sea él el autor. Está artificialmente divido en dos partes, que se suelen llamar primer libro y segundo libro, aunque en realidad constituyen la primera y segunda parte de una misma obra.

Tema del libro.
El tema central es el advenimiento de la monarquía bajo la guía de Samuel como juez y profeta. Samuel actúa como juez con residencia fija e itinerante. Aunque prolonga la serie de jueces precedentes como Débora, Gedeón, Jefté y Sansón, Samuel recibe una vocación nueva: ser mediador de la Palabra de Dios, ser un profeta. Al autor le interesa mucho el detalle y proyecta esa vocación a la adolescencia de su personaje. En virtud de dicha vocación, el muchacho se enfrenta con el sacerdote del santuario central; más tarde introduce un cambio radical: unge al primer rey, lo condena, unge al segundo, se retira, desaparece, y hasta se asoma por un momento desde la tumba. Cuando muere, toman su relevo Gad y Natán.
En otras palabras, el autor que escribe en tiempos de Josías, uno de los reyes buenos, o el que escribe durante el destierro, nos hace saber que la monarquía está sometida a la palabra profética.

Marco histórico.
Con razonable probabilidad podemos situar los relatos en los siglos XI y X a.C. Hacia el año 1030 Saúl es ungido rey, David comenzaría su reinado en Hebrón hacia el 1010 y Salomón en el 971. Los grandes imperios atraviesan momentos de cambios y crisis internas y durante este largo compás de silencio pueden actuar como solistas sobre el suelo de Palestina dos pueblos relativamente recientes en dicho lugar: filisteos e israelitas.

Maestría narrativa. Si lo referente a la historicidad es hipotético, lo que es indudable e indiscutible es la maestría narrativa de esta obra. Aquí alcanza la prosa hebrea una cumbre clásica. Aquí el arte de contar se muestra inagotable en los argumentos, intuidor de lo esencial, creador de escenas impresionantes e inolvidables, capaz de decir mucho en poco espacio y de sugerir más.
El autor o autores sabían contar y gozaban contando; no menos gozaron los antiguos oyentes y lectores; del mismo deleite debemos participar en la lectura del libro, recreándolo en la contemplación gozosa de unos relatos magistrales.

Samuel. En su elogio de los antepasados, Ben Sirá -o Eclesiástico-, traza así el perfil de Samuel: «Amado del pueblo y favorito de su Creador, pedido desde el vientre materno, consagrado como profeta del Señor, Samuel juez y sacerdote» (46,13). Sacerdote porque ofrecía sacrificios. Juez de tipo institucional, porque resuelve pleitos y casos, no empuña la espada ni el bastón de mando. Cuando su judicatura intenta convertirse en asunto familiar por medio de la sucesión de sus hijos, fracasa. Profeta, por recibir y trasmitir la Palabra de Dios. Hch_13:20 s lo llama profeta; Heb_11:32 lo coloca en su lista entre los jueces y David.
Un monte en las cercanías de Jerusalén perpetúa su nombre: «Nebi Samwil». ¿Y no es Samuel como una montaña? Descollante, cercano al cielo y bien plantado en tierra, solitario, invitador de tormentas, recogiendo la primera luz de un nuevo sol y proyectando una ancha sombra sobre la historia.

La monarquía. Fue para los israelitas una experiencia ambivalente, con más peso en el platillo negativo de la balanza. En realidad pocos monarcas respondieron a su misión religiosa y política. Aunque es verdad que los hubo buenos: David, Josafat, Ezequías, Josías (cfr. Eclo 49a). Por otra parte, los salmos dan testimonio de una aceptación sincera y hasta de un entusiasmo hiperbólico por la monarquía. Antes de ser leídos en clave mesiánica los salmos reales expresaron la esperanza de justicia y de paz, como bendición canalizada por el Ungido.
Pues bien, el autor proyecta la ambigüedad y las tensiones al mismo origen de la monarquía -remontarse a los orígenes para explicar el presente o la historia es hábito mental hebreo-. Explícita o implícitamente el libro nos hace presenciar o deducir las dos tendencias, en pro o en contra de la monarquía. Es un acto de honradez del autor el haber concedido la voz en sus páginas a los dos partidos.

Fuente: La Biblia de Nuestro Pueblo (Liturgical Press, 2006),

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Notas

I Samuel 3,1-21Vocación de Samuel. Continúa el contraste entre la decadencia religiosa encarnada en los hijos de Elí y el florecer de una época nueva, encarnada en el joven Samuel. El triple llamado al cual responde Samuel dirigiéndose al anciano Elí, ilustra en cierto modo la desorientación y la incertidumbre por la cual avanza el pueblo. Con toda razón se puede afirmar que en este pasaje los protagonistas no son ni Elí, ni Samuel; la protagonista es la Palabra de Dios que irrumpe en la oscuridad, en las tinieblas y en la vida recién comenzada del joven Samuel. Se trata, por tanto, de la Palabra de vida que llama a su servicio, servicio que se orienta esencialmente a la vida. Samuel, que ha estado a las órdenes de Elí, pasará ahora a servir en exclusiva a esa Palabra. Es Dios mismo que apela a este instrumento humano para hacer cosas nuevas; y Samuel adquiere renombre en todo Israel, de norte a sur, no por sí mismo, sino por su servicio a la Palabra; como profeta «acreditado» conoce la voluntad de Dios, sus propósitos, y por su medio todo Israel también puede conocerlos.