I Samuel 9 La Biblia de Nuestro Pueblo (2006) | 27 versitos |
1

Samuel y Saúl

Había un hombre de Guibeá de Benjamín llamado Quis, hijo de Abiel, de Seror, de Becorá, de Afía, benjaminita, de buena posición.
2 Tenía un hijo que se llamaba Saúl, que era joven y apuesto. Era el israelita más alto: de los hombros para arriba, sobresalía por encima de todos los demás.
3 A su padre, Quis, se le habían extraviado unas burras, y dijo a su hijo Saúl:
– Llévate a uno de los criados y vete a buscar las burras.
4 Cruzaron la serranía de Efraín y atravesaron la región de Salisá, pero no las encontraron. Atravesaron la región de Saalín, y nada. Atravesaron la región de Benjamín, y tampoco.
5 Cuando llegaron a la región de Suf, Saúl dijo al criado que iba con él:
– Vamos a volvernos, no sea que mi padre deje de lado las burras y empiece a preocuparse por nosotros.
6 Pero el criado repuso:
– Precisamente en ese pueblo hay un hombre de Dios de gran fama; lo que él dice sucede sin falta. Vamos allá. A lo mejor nos orienta sobre lo que andamos buscando.
7 Saúl replicó:
– Y si vamos, ¿qué le llevamos a ese hombre? Porque no nos queda pan en las alforjas y no tenemos nada que llevarle a ese hombre de Dios. ¿Qué nos queda?
8 El criado respondió:
– Tengo aquí dos gramos y medio de plata; se los daré al profeta y nos orientará.
9 Saúl comentó:
– Muy bien. ¡Vamos!
Y caminaron hacia el pueblo en donde estaba el hombre de Dios.
10 Mientras subían por la cuesta del pueblo, encontraron a unas muchachas que salían a buscar agua; les preguntaron:
–¿Vive aquí el vidente?
11 En Israel, antiguamente, el que iba a consultar a Dios, decía así: ¡Vamos al vidente!, porque antes se llamaba vidente al que hoy llamamos profeta.
12 Ellas contestaron:
– Sí; se te ha adelantado. Precisamente hoy ha llegado a la ciudad, porque hoy se ofrece un sacrificio público en el lugar alto.
13 Si entran en la ciudad, lo encontrarán antes de que suba al lugar alto para el banquete; porque no se pondrán a comer hasta que él llegue, porque a él le corresponde bendecir el sacrificio, y luego comen los convidados. Suban ahora, que ahora precisamente lo encontrarán.
14 Subieron a la ciudad. Y justamente cuando entraban les salió al encuentro Samuel que subía al lugar alto.
15 El día antes de llegar Saúl, el Señor había revelado a Samuel:
16 – Mañana te enviaré un hombre de la región de Benjamín, para que lo unjas como jefe de mi pueblo, Israel, y libre a mi pueblo de la dominación filistea; porque he visto la aflicción de mi pueblo, sus quejas han llegado hasta mí.
17 Cuando Samuel vio a Saúl, el Señor le avisó:
–Ése es el hombre de quien te hablé; ése regirá a mi pueblo.
18 Saúl se acercó a Samuel en medio de la entrada y le dijo:
– Haz el favor de decirme dónde está la casa del vidente.
19 Samuel le respondió:
– Yo soy el vidente. Sube delante de mí al lugar alto; hoy comerán conmigo y mañana te dejaré marchar y responderé a todo lo que te preocupa.
20 Por las burras que se te perdieron hace tres días no te preocupes, que ya aparecieron. Además, ¿por quién suspira todo Israel? Por ti y por la familia de tu padre.
21 Saúl respondió:
–¡Si yo soy de Benjamín, la menor de las tribus de Israel! Y de todas las familias de Benjamín, mi familia es la menos importante. ¿Por qué me dices eso?
22 Entonces Samuel tomó a Saúl y a su criado, los metió en el comedor y los puso en la presidencia de los convidados, unas treinta personas.
23 Luego dijo al cocinero:
– Trae la ración que te encargué, la que te dije que apartaras.
24 El cocinero sacó el muslo y la cola, y se lo sirvió a Saúl. Samuel dijo:
– Ahí tienes lo que te reservaron; come, que te lo han guardado para esta ocasión, para que lo comas con los convidados.
Así Saúl comió aquel día con Samuel.
25 Después bajaron del lugar alto a la ciudad, y Samuel habló con Saúl en la azotea.
26

Unción de Saúl

Al despuntar el sol, Samuel fue a la azotea a llamarlo:
– Levántate, voy a dejarte partir.
Saúl se levantó, y los dos, él y Samuel, salieron de casa.
27 Cuando habían bajado hasta las afueras, Samuel le dijo:
– Dile al criado que vaya delante; tú párate un momento y te comunicaré la Palabra de Dios.

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Introducción a I Samuel

1 SAMUEL

El libro de Samuel se llama así por uno de sus personajes decisivos, no porque sea él el autor. Está artificialmente divido en dos partes, que se suelen llamar primer libro y segundo libro, aunque en realidad constituyen la primera y segunda parte de una misma obra.

Tema del libro.
El tema central es el advenimiento de la monarquía bajo la guía de Samuel como juez y profeta. Samuel actúa como juez con residencia fija e itinerante. Aunque prolonga la serie de jueces precedentes como Débora, Gedeón, Jefté y Sansón, Samuel recibe una vocación nueva: ser mediador de la Palabra de Dios, ser un profeta. Al autor le interesa mucho el detalle y proyecta esa vocación a la adolescencia de su personaje. En virtud de dicha vocación, el muchacho se enfrenta con el sacerdote del santuario central; más tarde introduce un cambio radical: unge al primer rey, lo condena, unge al segundo, se retira, desaparece, y hasta se asoma por un momento desde la tumba. Cuando muere, toman su relevo Gad y Natán.
En otras palabras, el autor que escribe en tiempos de Josías, uno de los reyes buenos, o el que escribe durante el destierro, nos hace saber que la monarquía está sometida a la palabra profética.

Marco histórico.
Con razonable probabilidad podemos situar los relatos en los siglos XI y X a.C. Hacia el año 1030 Saúl es ungido rey, David comenzaría su reinado en Hebrón hacia el 1010 y Salomón en el 971. Los grandes imperios atraviesan momentos de cambios y crisis internas y durante este largo compás de silencio pueden actuar como solistas sobre el suelo de Palestina dos pueblos relativamente recientes en dicho lugar: filisteos e israelitas.

Maestría narrativa. Si lo referente a la historicidad es hipotético, lo que es indudable e indiscutible es la maestría narrativa de esta obra. Aquí alcanza la prosa hebrea una cumbre clásica. Aquí el arte de contar se muestra inagotable en los argumentos, intuidor de lo esencial, creador de escenas impresionantes e inolvidables, capaz de decir mucho en poco espacio y de sugerir más.
El autor o autores sabían contar y gozaban contando; no menos gozaron los antiguos oyentes y lectores; del mismo deleite debemos participar en la lectura del libro, recreándolo en la contemplación gozosa de unos relatos magistrales.

Samuel. En su elogio de los antepasados, Ben Sirá -o Eclesiástico-, traza así el perfil de Samuel: «Amado del pueblo y favorito de su Creador, pedido desde el vientre materno, consagrado como profeta del Señor, Samuel juez y sacerdote» (46,13). Sacerdote porque ofrecía sacrificios. Juez de tipo institucional, porque resuelve pleitos y casos, no empuña la espada ni el bastón de mando. Cuando su judicatura intenta convertirse en asunto familiar por medio de la sucesión de sus hijos, fracasa. Profeta, por recibir y trasmitir la Palabra de Dios. Hch_13:20 s lo llama profeta; Heb_11:32 lo coloca en su lista entre los jueces y David.
Un monte en las cercanías de Jerusalén perpetúa su nombre: «Nebi Samwil». ¿Y no es Samuel como una montaña? Descollante, cercano al cielo y bien plantado en tierra, solitario, invitador de tormentas, recogiendo la primera luz de un nuevo sol y proyectando una ancha sombra sobre la historia.

La monarquía. Fue para los israelitas una experiencia ambivalente, con más peso en el platillo negativo de la balanza. En realidad pocos monarcas respondieron a su misión religiosa y política. Aunque es verdad que los hubo buenos: David, Josafat, Ezequías, Josías (cfr. Eclo 49a). Por otra parte, los salmos dan testimonio de una aceptación sincera y hasta de un entusiasmo hiperbólico por la monarquía. Antes de ser leídos en clave mesiánica los salmos reales expresaron la esperanza de justicia y de paz, como bendición canalizada por el Ungido.
Pues bien, el autor proyecta la ambigüedad y las tensiones al mismo origen de la monarquía -remontarse a los orígenes para explicar el presente o la historia es hábito mental hebreo-. Explícita o implícitamente el libro nos hace presenciar o deducir las dos tendencias, en pro o en contra de la monarquía. Es un acto de honradez del autor el haber concedido la voz en sus páginas a los dos partidos.

Fuente: La Biblia de Nuestro Pueblo (Liturgical Press, 2006),

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Notas

I Samuel 9,1-25Samuel y Saúl. El relato de la elección y unción de Saúl nos traslada a un mundo de sencillez y viveza aldeana, en fuerte contraste con las deliberaciones formales del capítulo precedente. Las burras perdidas, el estipendio para el profeta, las aguateras, el pernil en el banquete, la estera en la azotea, definen la tonalidad de la narración. En este mundo destaca la figura corpulenta, ingenuamente ignorante, de Saúl, y el saber milagroso de Samuel, que le permite adelantarse a los hechos y pronunciar palabras enigmáticas. El argumento parece desenvolverse casualmente, a fuerza de coincidencias; pero lo fortuito encaja en el plan de Dios, que se cumple por etapas y se revela a Samuel paso a paso.


I Samuel 9,26-27Unción de Saúl. Sin mucha pompa, Samuel unge a Saúl. No le comunica lo inherente a los deberes del ungido, eso lo deja para comunicárselo después de cierto tiempo (10,8); por el momento Saúl tendrá que estar atento a ciertos incidentes, en los cuales de uno u otro modo se comprobarán las palabras del profeta.