Genesis 11 Libro del Pueblo de Dios (Levoratti y Trusso, 1990) | 32 versitos |
1 Todo el mundo hablaba una misma lengua y empleaba las mismas palabras.
2 Y cuando los hombres emigraron desde Oriente, encontraron una llanura en la región de Senaar y se establecieron allí.
3 Entonces se dijeron unos a otros: "¡Vamos! Fabriquemos ladrillos y pongámoslos a cocer al fuego". Y usaron ladrillos en lugar de piedra, y el asfalto les sirvió de mezcla.
4 Después dijeron: "Edifiquemos una ciudad, y también una torre cuya cúspide llegue hasta el cielo, para perpetuar nuestro nombre y no dispersarnos por toda la tierra".
5 Pero el Señor bajó a ver la ciudad y la torre que los hombres estaban construyendo,
6 y dijo: "Si esta es la primera obra que realizan, nada de lo que se propongan hacer les resultará imposible, mientras formen un solo pueblo y todos hablen la misma lengua.
7 Bajemos entonces, y una vez allí, confundamos su lengua, para que ya no se entiendan unos a otros".
8 Así el Señor los dispersó de aquel lugar, diseminándolos por toda la tierra, y ellos dejaron de construir la ciudad.
9 Por eso se llamó Babel allí, en efecto, el Señor confundió la lengua de los hombres y los dispersó por toda la tierra.
10 Esta es la descendencia de Sem; Sem tenía cien años cuando fue padre de Arpaxad, dos años después del Diluvio.
11 Después que nació Arpaxad, Sem, vivió quinientos años, y tuvo hijos e hijas.
12 A los treinta y cinco años, Arpaxad fue padre de Sélaj.
13 Después que nació Sélaj, Arpaxad vivió cuatrocientos tres años, y tuvo hijos e hijas.
14 A los treinta y cuatro años, Eber fue padre de Péleg.
15 Después que nació Eber, Sélaj vivió cuatrocientos tres años, y tuvo hijos e hijas.
16 A los treinta y cuatro años, Eber fue padre de Péleg.
17 Después que nació Péleg, Eber vivió cuatrocientos treinta años, y tuvo hijos e hijas.
18 A los treinta años, Péleg fue padre de Reú.
19 Después que nació Reú, Péleg vivió doscientos nueve años, y tuvo hijos e hijas.
20 A los treinta y dos años, Reú fue padre de Serug.
21 Después que nació Serug, Reú vivió doscientos siete años y tuvo hijos e hijas.
22 A los treinta años, Serug fue padre de Najor.
23 Después que nació Najor, Serug vivió doscientos años, y tuvo hijos e hijas.
24 A los veintinueve años, Najor fue padre de Téraj.
25 Después que nació Téraj, Najor vivió ciento diecinueve años, y tuvo hijos e hijas.
26 A los setenta años, Téraj fue padre de Abram, Najor y Harán.
27 Esta es la descendencia de Téraj: Téraj fue padre de Abram, Najor y Harán. Harán fue padre de Lot,
28 y murió en Ur de los caldeos, su país natal, mientras Téraj, su padre, aún vivía.
29 Abram y Najor se casaron. La esposa de Abram se llamaba Sarai, y la de Najor, Milcá. Esta era hija de Harán, el padre de Milcá y de Iscá.
30 Sarai era estéril y no tenía hijos.
31 Téraj reunió a su hijo Abram, a su nieto Lot, el hijo de Harán, y a su nuera Sarai, la esposa de su hijo Abram, y salieron todos juntos de Ur de los caldeos para dirigirse a Canaán. Pero cuando llegaron a Jarán, se establecieron allí.
32 Téraj vivió doscientos años, y murió en Jarán.

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Introducción a Genesis


Génesis

GÉNESIS es una palabra griega, que significa "origen". El primer libro de la Biblia lleva ese nombre, porque trata de los orígenes del universo, del hombre y del Pueblo de Dios.
El libro del Génesis se divide en dos grandes partes. La primera es denominada habitualmente "Historia primitiva", porque presenta un amplio panorama de la historia humana, desde la creación del mundo hasta Abraham (caps. 1-11). La segunda narra los orígenes más remotos del pueblo de Israel: es la historia de Abraham, Isaac y Jacob, los grandes antepasados de las tribus hebreas. Al final de esta segunda parte, adquiere particular relieve la figura de José, uno de los hijos de Jacob, ya que gracias a él su padre y sus hermanos pudieron establecerse en Egipto. La historia de los Patriarcas se cierra con el anuncio del retorno de los israelitas a la Tierra prometida, cuyo cumplimiento comienza a relatarse en el libro del Éxodo.
Estas dos partes presentan notables diferencias en cuanto a la forma literaria y al contenido, pero están íntimamente relacionadas. El Génesis se remonta primero a los orígenes del mundo y de la humanidad. Luego, mediante una serie de genealogías cada vez más restringidas, establece una sucesión ininterrumpida entre Adán, el padre de la humanidad pecadora, y Abraham, el padre del Pueblo elegido. Este vínculo genealógico pone bien de relieve que la elección de Abraham no fue un simple hecho al margen de la historia humana. La elección divina no era un privilegio reservado para siempre a una sola persona o a una sola nación. Si Dios manifestó su predilección por Abraham y por la descendencia nacida de él, fue para realizar un designio de salvación que abarca a todos los pueblos de la tierra.
En la redacción final del libro del Génesis, se emplearon elementos de las tradiciones "yahvista", "elohísta" y "sacerdotal". Esta última fuente tiene una importancia especial en el conjunto de la obra, debido a que constituye la base literaria en la que se insertaron las otras tradiciones.
Los primeros capítulos del Génesis ofrecen una dificultad muy particular para el hombre de hoy. En ellos se afirma, por ejemplo, que Dios creó el universo en el transcurso de una semana, que modeló al hombre con barro y que de una de sus costillas formó a la mujer. ¿Cómo conciliar estas afirmaciones con la visión del universo que nos da la ciencia? La dificultad se aclara si tenemos en cuenta que el libro del Génesis no pretende explicar "científicamente" el origen del universo ni la aparición del hombre sobre la tierra. Con las expresiones literarias y los símbolos propios de la época en que fueron escritos, esos textos bíblicos nos invitan a reconocer a Dios como el único Creador y Señor de todas las cosas. Este reconocimiento nos hace ver el mundo, no como el resultado de una ciega fatalidad, sino como el ámbito creado por Dios para realizar en él su Alianza de amor con los hombres. La consumación de esa Alianza serán el "cielo nuevo" y la "tierra nueva" ( Isa_65:17 ; Rev_21:1 ) inaugurados por la Resurrección de Cristo, que es el principio de una nueva creación.

Fuente: Libro del Pueblo de Dios (San Pablo, 1990)

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Notas

Genesis 11,1-32

4. "Para perpetuar nuestro nombre": esta es una expresión del orgullo humano, que pretende darse a sí mismo el honor y la gloria que corresponden al nombre de Dios ( Sal_115:1). En contraposición con el capítulo anterior, la "parábola" de la torre de Babel presenta la variedad de las lenguas y la dispersión de los pueblos con una visión pesimista; ellas son el castigo divino a la pretensión de eregir una civilización fundada en la autoexaltación del hombre y en el olvido de Dios. El milagro de las lenguas en Pentecostés ( Hec_2:5-12) es el reverso de la confusión provocada en Babel.