Genesis 41 Libro del Pueblo de Dios (Levoratti y Trusso, 1990) | 57 versitos |
1 Dos años después, el Faraón tuvo un sueño: él estaba de pie junto al Nilo,
2 cuando de pronto subieron del río siete vacas hermosas y robustas, que se pusieron a pastar entre los juncos.
3 Detrás de ella subieron otras siete vacas feas y escuálidas, que se pararon al lado de las primeras;
4 y las vacas feas y escuálidas se comieron a las siete vacas hermosas y robustas. En seguida el Faraón se despertó.
5 Luego volvió a dormirse y tuvo otro sueño: siete espigas grandes y lozanas salían de un mismo tallo.
6 Pero inmediatamente después brotaron otras siete espigas, delgadas y quemadas por el viento del este;
7 y las espigas delgadas devoraron a las siete espigas grandes y cargadas de granos. Cuando se despertó, el Faraón se dio cuenta de que había estado soñando.
8 A la mañana siguiente, el Faraón se sintió muy preocupado y mandó llamar a todos los magos y sabios de Egipto, para contarles sus sueños. Pero nadie se los pudo interpretar.
9 Entonces el copero mayor se dirigió al Faraón y le dijo: "Ahora reconozco mi negligencia.
10 En cierta oportunidad, el Faraón se irritó contra sus servidores, y me puso bajo custodia, junto con el panadero mayor, en la casa del capitán de guardias.
11 El y yo tuvimos un sueño en el transcurso de una misma noche, cada sueño con su propio significado.
12 Con nosotros estaba un joven hebreo, un servidor del capitán de guardias; nosotros le contamos nuestros sueños, y él los interpretó, dando a cada uno su explicación.
13 Y todo sucedió como él lo había interpretado: yo fui restituido a mi cargo, mientras que el otro fue ahorcado".
14 El Faraón mandó llamar a José, que sin pérdida de tiempo fue sacado de la prisión. Este se afeitó, se cambió de ropa y compareció ante el Faraón.
15 El Faraón dijo a José: "He tenido un sueño que nadie puede interpretar. Pero me han informado que te basta oír un sueño para interpretarlo".
16 José respondió al Faraón: "No soy yo, sino Dios, el que dará al Faraón la respuesta conveniente".
17 Entonces el Faraón dijo a José: "Soñé que estaba parado a orilla del Nilo,
18 y de pronto subían del río siete vacas robustas y hermosas, que se pusieron a pastar entre los juncos.
19 Detrás de ellas subieron otras siete vacas, escuálidas, de aspecto horrible y esqueléticas, como nunca había visto en todo el territorio de Egipto.
20 Y las vacas escuálidas y feas devoraron a las otras siete vacas robustas.
21 Pero una vez que las comieron, nadie hubiera dicho que las tenían en su vientre, porque seguían tan horribles como antes. En seguida me desperté.
22 En el otro sueño, vi siete espigas hermosas y cargadas de granos, que brotaban de un mismo tallo.
23 Después de ellas brotaron otras siete espigas, marchitas, delgadas y quemadas por el viento del este,
24 que devoraron a las siete espigas hermosas. Yo he contado todo esto a los adivinos, pero ninguno me ha dado una explicación".
25 José dijo al Faraón: "El Faraón ha soñado una sola cosa, y así Dios le ha anunciado lo que está a punto de realizar.
26 Las siete vacas hermosas y las siete espigas lozanas representan siete años. Los dos sueños se tratan de lo mismo.
27 Y las siete vacas escuálidas y feas que subieron después de ellas son siete años, lo mismo que las siete espigas sin grano y quemadas por el viento del este. Estos serán siete años de hambre.
28 Es como lo acabo de decir al Faraón: Dios ha querido mostrarle lo que está a punto de realizar.
29 En los próximos siete años habrá en todo Egipto una gran abundancia.
30 Pero inmediatamente después, sobrevendrán siete años de hambre, durante los cuales en Egipto no quedará ni el recuerdo de aquella abundancia, porque el hambre asolará al país.
31 Entonces nadie sabrá lo que es la abundancia, a causa del hambre, que será muy intensa.
32 El hecho de que el Faraón haya tenido dos veces el mismo sueño, significa que este asunto ya está resuelto de parte de Dios y que él lo va a ejecutar de inmediato.
33 Por eso, es necesario que el Faraón busque un hombre prudente y sabio, y lo ponga al frente de todo Egipto.
34 Además, el Faraón deberá establecer inspectores en todo el país y exigir a los egipcios la quinta parte de las cosechas durante los siete años de abundancia.
35 Ellos reunirán los víveres que se cosechen en estos próximos siete años de prosperidad, y almacenarán el grano bajo la supervisión del Faraón, para tenerlo guardado en las ciudades.
36 Así el país tendrá una reserva de alimentos para los siete años de hambre que vendrán sobre Egipto, y no morirá de inanición.
37 La respuesta agradó al Faraón y a todos sus servidores.
38 Por eso el Faraón les dijo a estos: "¿Podemos encontrar otro hombre que tenga en igual medida el espíritu de Dios?".
39 Y dirigiéndose a José, le expresó: "Ya que Dios te ha hecho conocer todas estas cosas, no hay nadie que sea tan prudente y sabio como tú.
40 Por eso tú estarás al frente de mi palacio, y todo mi pueblo tendrá que acatar tus órdenes. Sólo por el trono real seré superior a ti".
41 Y el Faraón siguió diciendo a José: "Ahora mismo te pongo al frente de todo el territorio de Egipto".
42 En seguida se quitó el anillo de su mano y lo puso en la mano de José; lo hizo vestir con ropa de lino fino y le colgó al cuello una cadena de oro.
43 Luego lo hizo subir a la mejor carroza después de la suya, e iban gritando delante de él: "¡Atención!" Así le dio autoridad sobre todo Egipto.
44 El Faraón dijo a José: "Yo soy el Faraón, pero nadie podrá mover una mano o un pie en todo el territorio de Egipto si tú no lo apruebas".
45 Luego impuso a José el nombre de Safnat Panéaj, y le dio por esposa a Asnat, la hija de Potifera, sacerdote de la ciudad de On. Y José fue a recorrer el país de Egipto.
46 Cuando se puso al servicio del Faraón, rey de Egipto, José tenía treinta años. José se alejó de la presencia del Faraón e hizo un recorrido por todo el territorio de Egipto.
47 Durante los siete años de abundancia, la tierra produjo copiosamente,
48 y él reunió todos los víveres recogidos en esos siete años y los almacenó en las ciudades, depositando en cada una de las cosechas de los campos vecinos.
49 De esa manera, José acumuló una enorme cantidad de cereales, tanto como la arena del mar, hasta tal punto que dejó de llevar un control, porque superaba toda medida.
50 Antes que comenzaran los años de hambre, José tuvo dos hijos, que le dio Asnat, la hija de Potifera, el sacerdote de On.
51 Al primero lo llamó Manasés, porque dijo: "Dios me ha hecho olvidar por completo mis penas y mi casa paterna".
52 Y al segundo le puso el nombre de Efraím, diciendo: "Dios me ha hecho fecundo en la tierra de mi aflicción".
53 Entonces terminaron los años en que Egipto gozó de abundancia,
54 y comenzaron los siete años de hambre, como José lo había anticipado. En todos los países se sufría hambre, pero en Egipto había alimentos.
55 Cuando también los egipcios y el pueblo sintieron hambre, y el pueblo pidió a gritos al Faraón que le diera de comer, este respondió: "Vayan a ver a José y hagan lo que él les diga".
56 Como el hambre se había extendido por todo el país, José abrió los graneros y distribuyó raciones a los egipcios, ya que el hambre se hacía cada vez más intensa.
57 Y de todas partes iban a Egipto a comprar cereales a José, porque el hambre asolaba toda la tierra.

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Introducción a Genesis


Génesis

GÉNESIS es una palabra griega, que significa "origen". El primer libro de la Biblia lleva ese nombre, porque trata de los orígenes del universo, del hombre y del Pueblo de Dios.
El libro del Génesis se divide en dos grandes partes. La primera es denominada habitualmente "Historia primitiva", porque presenta un amplio panorama de la historia humana, desde la creación del mundo hasta Abraham (caps. 1-11). La segunda narra los orígenes más remotos del pueblo de Israel: es la historia de Abraham, Isaac y Jacob, los grandes antepasados de las tribus hebreas. Al final de esta segunda parte, adquiere particular relieve la figura de José, uno de los hijos de Jacob, ya que gracias a él su padre y sus hermanos pudieron establecerse en Egipto. La historia de los Patriarcas se cierra con el anuncio del retorno de los israelitas a la Tierra prometida, cuyo cumplimiento comienza a relatarse en el libro del Éxodo.
Estas dos partes presentan notables diferencias en cuanto a la forma literaria y al contenido, pero están íntimamente relacionadas. El Génesis se remonta primero a los orígenes del mundo y de la humanidad. Luego, mediante una serie de genealogías cada vez más restringidas, establece una sucesión ininterrumpida entre Adán, el padre de la humanidad pecadora, y Abraham, el padre del Pueblo elegido. Este vínculo genealógico pone bien de relieve que la elección de Abraham no fue un simple hecho al margen de la historia humana. La elección divina no era un privilegio reservado para siempre a una sola persona o a una sola nación. Si Dios manifestó su predilección por Abraham y por la descendencia nacida de él, fue para realizar un designio de salvación que abarca a todos los pueblos de la tierra.
En la redacción final del libro del Génesis, se emplearon elementos de las tradiciones "yahvista", "elohísta" y "sacerdotal". Esta última fuente tiene una importancia especial en el conjunto de la obra, debido a que constituye la base literaria en la que se insertaron las otras tradiciones.
Los primeros capítulos del Génesis ofrecen una dificultad muy particular para el hombre de hoy. En ellos se afirma, por ejemplo, que Dios creó el universo en el transcurso de una semana, que modeló al hombre con barro y que de una de sus costillas formó a la mujer. ¿Cómo conciliar estas afirmaciones con la visión del universo que nos da la ciencia? La dificultad se aclara si tenemos en cuenta que el libro del Génesis no pretende explicar "científicamente" el origen del universo ni la aparición del hombre sobre la tierra. Con las expresiones literarias y los símbolos propios de la época en que fueron escritos, esos textos bíblicos nos invitan a reconocer a Dios como el único Creador y Señor de todas las cosas. Este reconocimiento nos hace ver el mundo, no como el resultado de una ciega fatalidad, sino como el ámbito creado por Dios para realizar en él su Alianza de amor con los hombres. La consumación de esa Alianza serán el "cielo nuevo" y la "tierra nueva" ( Isa_65:17 ; Rev_21:1 ) inaugurados por la Resurrección de Cristo, que es el principio de una nueva creación.

Fuente: Libro del Pueblo de Dios (San Pablo, 1990)

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Notas