Genesis 48 Libro del Pueblo de Dios (Levoratti y Trusso, 1990) | 22 versitos |
1 Después de estos acontecimientos, José recibió esta noticia: "Tu padre está enfermo". Entonces llevó a sus dos hijos, Manasés y Efraím,
2 y se hizo anunciar a su padre: "Tu hijo José ha venido a verte". Israel, haciendo un esfuerzo, se sentó en su lecho,
3 y dijo a José: "El Dios Todopoderoso se me apareció, en Luz, en la tierra de Canaán, y me bendijo,
4 diciendo: "Yo te haré fecundo y numeroso, haré nacer de ti una asamblea de pueblos, y daré esta tierra a tu descendencia después de ti, en posesión perpetua".
5 Ahora bien, los dos hijos que tuviste en Egipto antes que yo viniera a reunirme contigo, serán mis hijos. Efraím y Manasés serán míos, como lo son Rubén y Simeón.
6 Los que nacieron después de ellos, en cambio, serán tuyos, y serán llamados con el nombre de sus hermanos para recibir su herencia.
7 Yo quiero que así sea, porque a mi regreso de Padán, mientras íbamos por la tierra de Canaán, a poca distancia de Efratá, se me murió tu madre Raquel, y yo la sepulté allí, junto al camino de Efratá, es decir, de Belén".
8 Al ver a los hijos de José, Israel preguntó: "Y estos, ¿quiénes son?".
9 "Son mis hijos, los que Dios me dio aquí", respondió José a su padre. Este añadió: "Acércamelos, para que yo los bendiga".
10 José los puso junto a Israel, que ya no veía, porque sus ojos se habían debilitado a causa de su edad avanzada, y él los besó y los abrazó.
11 Luego Israel dijo a José: "Yo pensaba que nunca más volvería a ver tu rostro, y ahora Dios me permite ver también tu descendencia".
12 José los retiró de las rodillas de Israel y se inclinó profundamente;
13 después los tomó a los dos, a Efraím con su mano derecha, para que estuviera a la izquierda de Israel, y a Manasés con su mano izquierda, para que estuviera a la derecha de Israel, y se los presentó.
14 Pero Israel, entrecruzando sus manos, puso la derecha sobre la cabeza de Efraím, que era el menor, y la izquierda sobre la cabeza de Manasés, aunque este era el primogénito,
15 y los bendijo, diciendo: "El Dios en cuya presencia caminaron mis padres, Abraham e Isaac, el Dios que fue mi pastor, desde mi nacimiento hasta el día de hoy,
16 el ángel que me rescató de todo mal, bendiga a estos jóvenes, para que en ellos sobreviva mi nombre y el de mis padres, Abraham e Isaac, y lleguen a ser una gran multitud sobre la tierra".
17 Cuando José advirtió que su padre tenía puesta la mano derecha sobre la cabeza de Efraím, no le pareció bien. Entonces tomó la mano de su padre para pasarla de la cabeza de Efraím a la de Manasés,
18 y dijo a su padre: "Así no, padre, porque el primogénito es el otro; coloca tu mano derecha sobre su cabeza".
19 Pero su padre se resistió con estas palabras: "Ya lo sé, hijo mío, ya lo sé. También de él nacerá un pueblo, y también él será grande. Pero su hermano menor lo aventajará, y de él descenderán naciones enteras".
20 Y aquel día pronunció sobre ellos esta bendición: "Por ti Israel pronunciará esta bendición: ¡Que Dios te haga como Efraím y Manasés!". Y puso a Efraím delante de Manasés.
21 Finalmente, Israel dijo a José: "Yo estoy a punto de morir, pero Dios estará con ustedes y los hará volver a la tierra de sus padres.
22 Yo, por mi parte, te doy una franja de tierra más que a tus hermanos, la que arrebaté a los amorreos con mi espada y con mi arco".

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Introducción a Genesis


Génesis

GÉNESIS es una palabra griega, que significa "origen". El primer libro de la Biblia lleva ese nombre, porque trata de los orígenes del universo, del hombre y del Pueblo de Dios.
El libro del Génesis se divide en dos grandes partes. La primera es denominada habitualmente "Historia primitiva", porque presenta un amplio panorama de la historia humana, desde la creación del mundo hasta Abraham (caps. 1-11). La segunda narra los orígenes más remotos del pueblo de Israel: es la historia de Abraham, Isaac y Jacob, los grandes antepasados de las tribus hebreas. Al final de esta segunda parte, adquiere particular relieve la figura de José, uno de los hijos de Jacob, ya que gracias a él su padre y sus hermanos pudieron establecerse en Egipto. La historia de los Patriarcas se cierra con el anuncio del retorno de los israelitas a la Tierra prometida, cuyo cumplimiento comienza a relatarse en el libro del Éxodo.
Estas dos partes presentan notables diferencias en cuanto a la forma literaria y al contenido, pero están íntimamente relacionadas. El Génesis se remonta primero a los orígenes del mundo y de la humanidad. Luego, mediante una serie de genealogías cada vez más restringidas, establece una sucesión ininterrumpida entre Adán, el padre de la humanidad pecadora, y Abraham, el padre del Pueblo elegido. Este vínculo genealógico pone bien de relieve que la elección de Abraham no fue un simple hecho al margen de la historia humana. La elección divina no era un privilegio reservado para siempre a una sola persona o a una sola nación. Si Dios manifestó su predilección por Abraham y por la descendencia nacida de él, fue para realizar un designio de salvación que abarca a todos los pueblos de la tierra.
En la redacción final del libro del Génesis, se emplearon elementos de las tradiciones "yahvista", "elohísta" y "sacerdotal". Esta última fuente tiene una importancia especial en el conjunto de la obra, debido a que constituye la base literaria en la que se insertaron las otras tradiciones.
Los primeros capítulos del Génesis ofrecen una dificultad muy particular para el hombre de hoy. En ellos se afirma, por ejemplo, que Dios creó el universo en el transcurso de una semana, que modeló al hombre con barro y que de una de sus costillas formó a la mujer. ¿Cómo conciliar estas afirmaciones con la visión del universo que nos da la ciencia? La dificultad se aclara si tenemos en cuenta que el libro del Génesis no pretende explicar "científicamente" el origen del universo ni la aparición del hombre sobre la tierra. Con las expresiones literarias y los símbolos propios de la época en que fueron escritos, esos textos bíblicos nos invitan a reconocer a Dios como el único Creador y Señor de todas las cosas. Este reconocimiento nos hace ver el mundo, no como el resultado de una ciega fatalidad, sino como el ámbito creado por Dios para realizar en él su Alianza de amor con los hombres. La consumación de esa Alianza serán el "cielo nuevo" y la "tierra nueva" ( Isa_65:17 ; Rev_21:1 ) inaugurados por la Resurrección de Cristo, que es el principio de una nueva creación.

Fuente: Libro del Pueblo de Dios (San Pablo, 1990)

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Notas