I Reyes 14 Libro del Pueblo de Dios (Levoratti y Trusso, 1990) | 31 versitos |
1 En aquel tiempo, cayó enfermo Abías, hijo de Jeroboam.
2 Entonces este dijo a su esposa: "Disfrázate para que nadie sepa que eres la mujer de Jeroboam, y ve a Silo. Allí habita Ajías, el profeta que predijo que yo reinaría sobre este pueblo.
3 Toma contigo diez panes, unas tortas y un tarro de miel, y ve a su casa: él te va a anunciar que le sucederá a nuestro hijo".
4 Así lo hizo la mujer de Jeroboam: partió hacia Silo y entró en la casa de Ajías. Este ya no podía ver, porque había perdido la vista a causa de su vejez.
5 Pero el Señor le había dicho: "Mira que la mujer de Jeroboam viene a consultarte acerca de su hijo, porque está enfermo. Tú le dirás esto y esto. Cuando ella entre, se hará pasar por otra".
6 Apenas oyó el ruido de los pasos de la mujer, mientras ella entraba por la puerta, Ajías dijo: "Entra, mujer de Jeroboam. ¿Por qué te haces pasar por otra? Yo he sido enviado para hablarte duramente.
7 Ve y dile a Jeroboam: Así habla el Señor, el Dios de Israel: Yo te elevé de en medio del pueblo y le constituí jefe de mi pueblo Israel.
8 Arranqué la realeza a la casa de David para dártela a ti. Pero tú no has sido como mi servidor David, que observó mis mandamientos y me siguió de todo corazón, haciendo únicamente lo que es recto a mis ojos.
9 Tú, en cambio, has obrado peor que todos tus predecesores; has ido a fabricarte otros dioses, ídolos de metal fundido, para provocar mi indignación, y me has arrojado a tus espaldas.
10 Por eso, yo voy a atraer la desgracia sobre la casa de Jeroboam: extirparé a la familia de Jeroboam todos los varones, esclavos o libres en Israel, y barreré hasta los últimos restos de su casa, como se barre el estiércol, bien a fondo.
11 Al de la familia de Jeroboam que muera en la ciudad, lo comerán los perros, y al que muera en descampado, lo comerán las aves del cielo, porque ha hablado el Señor.
12 En cuanto a ti, vete ahora mismo a tu casa: apenas pongas tus pies en la ciudad, el niño morirá.
13 Todo Israel se lamentará por él, y le darán sepultura: él es el único en la familia de Jeroboam que entrará en una tumba, porque sólo en él se ha encontrado algo bueno para el Señor, el Dios de Israel, en la casa de Jeroboam.
14 El Señor suscitará para Israel un rey que habrá de extirpar la casa de Jeroboam.
15 El Señor golpeará a Israel, y este se agitará como el junco en las aguas. Arrancará a Israel de este hermoso suelo que dio a sus padres, y los dispersará al otro lado del Río, porque erigieron sus postes sagrados, provocando así la indignación del Señor.
16 El entregará a Israel por los pecados que cometió Jeroboam y por los que hizo cometer a Israel".
17 La mujer de Jeroboam partió y se fue a Tirsá. Y cuando franqueaba el umbral de su casa, murió el niño.
18 Lo sepultaron, y todo Israel se lamentó por él, conforme a la palabra que había dicho el Señor, por medio de su servidor, el profeta Ajías.
19 El resto de los hechos de Jeroboam, sus batallas y su reinado, todo eso está escrito en el libro de los Anales de los reyes de Israel.
20 Jeroboam reinó durante veintidós años, y se fue a descansar con sus padres. Su hijo Nadab reinó en lugar de él
21 Roboam, hijo de Salomón, reinó en Judá, Tenía cuarenta y un años cuando comenzó a reinar, y reinó diecisiete años en Jerusalén, la ciudad que había elegido el Señor entre todas las tribus de Israel para poner allí su Nombre. Su madre se llamaba Naamá, la amonita.
22 Judá hizo lo que es malo a los ojos del Señor, provocando sus celos más que todos sus antepasados, con los pecados que cometieron.
23 También ellos se erigieron lugares altos, piedras conmemorativas y postes sagrados, en cualquier colina elevada y bajo todo árbol frondoso.
24 Incluso se llegó a tener en el país hombres dedicados a la prostitución sagrada. Así imitaron todas las costumbres abominables de las naciones que el Señor había desposeído delante de los israelitas.
25 El quinto año del reinado de Roboam, subió contra Jerusalén Sisac, rey de Egipto,
26 y se apoderó de los tesoros de la Casa del Señor y de la casa del rey. Se apoderó de todo, incluso de los escudos de oro que había hecho Salomón.
27 En lugar de ellos, el rey Roboam hizo unos escudos de bronce, y se los confió a los jefes de los guardias que custodiaban el acceso a la casa del rey.
28 Cada vez que el rey iba a la Casa del Señor, los guardias los llevaban, y luego los volvían a dejar en la sala de guardia.
29 El resto de los hechos de Roboam y todo lo que él hizo, ¿no está escrito en el libro de los Anales de los reyes de Judá?
30 Entre Roboam y Jeroboam tuvo guerras continuas.
31 Roboam se fue a descansar con sus padres, y fue sepultado con ellos en la Ciudad de David. Su madre se llamaba Naamá, la amonita. Su hijo Abiam reinó en lugar de él.

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Introducción a I Reyes


Reyes I

Los libros de Samuel presentaban la institución y el afianzamiento de la monarquía, como un proceso ascendente y lleno de promesas para Israel. Los libros de los REYES -que al principio formaban una sola obra, dividida luego en dos partes- continúan esa historia, pero trazan una parábola descendente. Aquí el relato comienza con el reinado de Salomón, que fue la etapa más brillante de todo el período monárquico, y llega hasta el momento en que el Pueblo de Dios vivió su experiencia más dramática y desconcertante: la caída de Jerusalén, el fin de la dinastía davídica y la deportación a Babilonia.
Este trágico desenlace se fue gestando gradualmente. A la muerte de Salomón, el reino de Judá se mantiene fiel a los reyes del linaje davídico y al Templo de Jerusalén. Pero las tribus del Norte, profundamente desilusionadas por el trato recibido en la época salomónica, se separan de Judá y constituyen un estado independiente, designado en adelante con el nombre de "Israel". Durante un par de siglos, los dos reinos separados logran conservar su autonomía política, debido al eclipse momentáneo de los grandes imperios del Antiguo Oriente. Pero la situación cambia radicalmente cuando Asiria comienza a desarrollar sus campañas expansionistas. En el año 721 a. C., Samaría cae en poder de los asirios, y así desaparece el reino de Israel. El reino de Judá sobrevive a la catástrofe, pero sólo por un tiempo. En el 587, las tropas de Nabucodonosor, rey de Babilonia -convertido en el nuevo árbitro de la situación, después de la derrota de Asiria- invaden Jerusalén, arrasan el Templo y se llevan cautiva a una buena parte de la población de Judá.
Los libros de los Reyes recibieron su redacción definitiva cuando todavía estaba muy vivo el recuerdo de este último acontecimiento. En la composición de la obra, se emplearon diversas fuentes, entre las que se destacan los informes provenientes de los archivos reales. Pero, en el relato de los hechos, lo que más interesa no es la historia en sí misma, sino la enseñanza que se debe extraer de ella, como medio para superar la crisis. Por eso, desde las primeras páginas comienza a vislumbrarse la pregunta que está implícita a lo largo de toda la narración: ¿Por qué el Señor ha rechazado a su Pueblo, dispersándolo entre las naciones paganas? ¿Hay un remedio para la catástrofe o el veredicto de condenación es irrevocable?
Para responder a este doloroso interrogante, el autor de estos Libros sigue paso a paso la historia de Israel en tiempos de la monarquía, y confronta la conducta de los reyes con las enseñanzas del Deuteronomio. Según la doctrina deuteronómica, el Señor eligió gratuitamente a Israel y lo comprometió a vivir en conformidad con su Ley. De esta manera, dejó abierto ante él un doble camino: el de la fidelidad, que conduce a la vida, y el de la desobediencia, que acaba en la muerte. Pero todos los reyes de Israel y casi todos los de Judá, en lugar de guiar al Pueblo del Señor por el camino de la fidelidad, lo encaminaron hacia su propia ruina, tolerando y aun fomentando el culto de Baal y de las otras divinidades cananeas. El fracaso de la monarquía, después de sus promisorios comienzos en tiempos de David, muestra que la raíz de todo mal está en apartarse del verdadero Dios.
Pero esta evocación del pasado, con su balance francamente pesimista, encierra también una lección para el presente. A pesar de las infidelidades de los reyes, el Señor nunca dejó de hacerse presente en la vida de su Pueblo a través de los Profetas. Por medio de ellos, Dios hizo oír constantemente su Palabra a fin de llamar a la conversión. Y esa Palabra seguía vigente para el "Resto" de Judá que se purificaba en el exilio. Si las derrotas nacionales habían sido la consecuencia del pecado, la conversión al Señor traería de nuevo la salvación. Las promesas divinas no podían caer en el vacío y el Reino de Dios se iba a realizar más allá de todos los fracasos terrenos.

Fuente: Libro del Pueblo de Dios (San Pablo, 1990)

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Notas

I Reyes 14,1-31

6-16. El mismo profeta que había apoyado la rebelión de Jeroboám, anuncia ahora el fin de su dinastía. Así se pone de manifiesto una vez más la libertad de los profetas frente a los reyes.

25. El Faraón "Sisac" reinó entre los años 950 y 929 a. C.

31. "Abiám": en 2Cr_13:1, este mismo rey es llamado Abías.