I Reyes 6 Libro del Pueblo de Dios (Levoratti y Trusso, 1990) | 38 versitos |
1 Cuatrocientos ochenta años después que los israelitas salieron del país de Egipto, en el cuarto año del reinado de Salomón sobre Israel, en el mes de Ziv -que es el segundo mes- Salomón comenzó a construir la Casa del Señor.
2 La Casa que el rey Salomón construyó para el Señor tenía treinta metros de largo, veinte de ancho y quince de alto.
3 El vestíbulo, frente a la nave central del Templo, medía diez metros de largo, cubriendo todo el ancho de la Casa, y cinco metros de ancho, sobre el frente de la Casa.
4 A la Casa le puso ventanas con marcos y enrejados.
5 Y adosado al muro de la Casa, edificó un anexo que rodeaba los muros de la Casa, alrededor de la nave central y del lugar santísimo, donde hizo los pisos laterales.
6 El piso bajo medía dos metros de ancho; el piso intermedio, dos metros y medio de ancho; el tercero, tres metros de ancho, porque había hecho unas cornisas alrededor de la Casa, para no empotrar las vigas en los muros de la Casa.
7 Cuando fue construida la Casa, se la edificó con piedras ya preparadas en la cantera; así no se oyó en la Casa ruido ni martillos, ni de picos, ni de ninguna otra herramienta durante su construcción.
8 La entrada del piso lateral inferior estaba ubicada hacia el lado derecho de la Casa, y por una escalera caracol se subía al piso intermedio, y de este al tercero.
9 Cuando Salomón terminó de construir la Casa, la revistió de un artesonado con paneles y armadura de cedro.
10 El anexo lo construyó adosado a toda la Casa; tenía dos metros y medio de altura, y estaba unido a la Casa con maderas de cedro.
11 La palabra del Señor llegó a Salomón en estos términos:
12 "En atención a esta Casa que estás construyendo, si tú caminas según mis preceptos, si practicas mis leyes y observas mis mandamientos, obrando de acuerdo con ellos, yo cumpliré mi palabra acerca de ti, la que dije a tu padre David:
13 habitaré en medio de los israelitas y no abandonaré a mi pueblo Israel".
14 Cuando Salomón terminó de construir la Casa,
15 revistió sus muros interiores con planchas de cedro, desde el suelo de la Casa hasta los postes del artesonado; revistió de madera el interior y recubrió el suelo de la Casa con planchas de ciprés.
16 Los diez metros del fondo de la Casa los revistió con planchas de cedro, desde el suelo hasta los postes, y reservó ese espacio interior para el lugar santísimo, el Santo de los santos.
17 La Casa, es decir, la nave central delante del lugar santísimo, medía veinte metros.
18 El cedro del interior de la Casa tenía bajorrelieves en forma de coloquíntidas y de pimpollos. Era todo de cedro y no se veían las piedras.
19 En el fondo de la Casa, en lo más interior, dispuso el lugar santísimo para poner allí el Arca de la Alianza del Señor.
20 Delante del lugar santísimo -que tenía diez metros de largo, diez de ancho y diez de alto, y que Salomón había recubierto de oro puro- se encontraba el altar revestido de cedro.
21 Salomón recubrió de oro fino el interior de la Casa e hizo pasar cadenas de oro por delante del lugar santísimo, al que revistió de oro.
22 Toda la Casa la recubrió íntegramente de oro, y también recubrió de oro el altar para el lugar santísimo.
23 En el lugar santísimo hizo dos querubines de madera de olivo; cada uno medía cinco metros de altura.
24 Las alas de primer querubín medían dos metros y medio cada una, de manera que había cinco metros desde el extremo de una de sus alas hasta el extremo de la otra.
25 El segundo querubín medía también cinco metros; los dos querubines tenían la misma dimensión y la misma forma:
26 uno y otro medían cinco metros de altura.
27 Salomón puso los querubines en medio del recinto interior. Estos tenían las alas desplegadas: un ala del primer querubín tocaba el muro y un ala del segundo tocaba el muro opuesto; y las alas extendidas hacia el centro de la Casa se tocaban una con otra.
28 También a los querubines los revistió de oro.
29 Alrededor de todos los muros de la Casa, hizo cincelar figuras de querubines, de palmeras y pimpollos, tanto en el interior como en el exterior del lugar santísimo.
30 Y revistió de oro el suelo de la Casa, dentro y fuera del lugar santísimo.
31 A la entrada del lugar santísimo, hizo unas puertas de madera de olivo; el dintel y los postes tenían forma pentagonal.
32 Sobre las dos hojas de madera de olivo, hizo cincelar querubines, palmeras y pimpollos; revistió de oro las puertas, y aplicó oro laminado sobre los querubines y las palmeras.
33 Lo mismo hizo para la entrada de la nave central: hizo un marco de madera de olivo, de forma cuadrangular,
34 y dos puertas de madera de ciprés, cada una con dos hojas giratorias.
35 Hizo esculpir querubines, palmeras y pimpollos, y los revistió de oro, bien aplicado a los relieves.
36 Luego edificó el patio interior, con tres hileras de piedras talladas y una hilera de tablas de cedro.
37 En el cuarto año, en el mes de Ziv, se pusieron los fundamentos de la Casa del Señor.
38 En el año undécimo, en el mes de Bul -que es el octavo mes-, fue terminada la Casa en todos sus detalles y conforme al proyecto. Siete años tardó Salomón para terminarla.

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Introducción a I Reyes


Reyes I

Los libros de Samuel presentaban la institución y el afianzamiento de la monarquía, como un proceso ascendente y lleno de promesas para Israel. Los libros de los REYES -que al principio formaban una sola obra, dividida luego en dos partes- continúan esa historia, pero trazan una parábola descendente. Aquí el relato comienza con el reinado de Salomón, que fue la etapa más brillante de todo el período monárquico, y llega hasta el momento en que el Pueblo de Dios vivió su experiencia más dramática y desconcertante: la caída de Jerusalén, el fin de la dinastía davídica y la deportación a Babilonia.
Este trágico desenlace se fue gestando gradualmente. A la muerte de Salomón, el reino de Judá se mantiene fiel a los reyes del linaje davídico y al Templo de Jerusalén. Pero las tribus del Norte, profundamente desilusionadas por el trato recibido en la época salomónica, se separan de Judá y constituyen un estado independiente, designado en adelante con el nombre de "Israel". Durante un par de siglos, los dos reinos separados logran conservar su autonomía política, debido al eclipse momentáneo de los grandes imperios del Antiguo Oriente. Pero la situación cambia radicalmente cuando Asiria comienza a desarrollar sus campañas expansionistas. En el año 721 a. C., Samaría cae en poder de los asirios, y así desaparece el reino de Israel. El reino de Judá sobrevive a la catástrofe, pero sólo por un tiempo. En el 587, las tropas de Nabucodonosor, rey de Babilonia -convertido en el nuevo árbitro de la situación, después de la derrota de Asiria- invaden Jerusalén, arrasan el Templo y se llevan cautiva a una buena parte de la población de Judá.
Los libros de los Reyes recibieron su redacción definitiva cuando todavía estaba muy vivo el recuerdo de este último acontecimiento. En la composición de la obra, se emplearon diversas fuentes, entre las que se destacan los informes provenientes de los archivos reales. Pero, en el relato de los hechos, lo que más interesa no es la historia en sí misma, sino la enseñanza que se debe extraer de ella, como medio para superar la crisis. Por eso, desde las primeras páginas comienza a vislumbrarse la pregunta que está implícita a lo largo de toda la narración: ¿Por qué el Señor ha rechazado a su Pueblo, dispersándolo entre las naciones paganas? ¿Hay un remedio para la catástrofe o el veredicto de condenación es irrevocable?
Para responder a este doloroso interrogante, el autor de estos Libros sigue paso a paso la historia de Israel en tiempos de la monarquía, y confronta la conducta de los reyes con las enseñanzas del Deuteronomio. Según la doctrina deuteronómica, el Señor eligió gratuitamente a Israel y lo comprometió a vivir en conformidad con su Ley. De esta manera, dejó abierto ante él un doble camino: el de la fidelidad, que conduce a la vida, y el de la desobediencia, que acaba en la muerte. Pero todos los reyes de Israel y casi todos los de Judá, en lugar de guiar al Pueblo del Señor por el camino de la fidelidad, lo encaminaron hacia su propia ruina, tolerando y aun fomentando el culto de Baal y de las otras divinidades cananeas. El fracaso de la monarquía, después de sus promisorios comienzos en tiempos de David, muestra que la raíz de todo mal está en apartarse del verdadero Dios.
Pero esta evocación del pasado, con su balance francamente pesimista, encierra también una lección para el presente. A pesar de las infidelidades de los reyes, el Señor nunca dejó de hacerse presente en la vida de su Pueblo a través de los Profetas. Por medio de ellos, Dios hizo oír constantemente su Palabra a fin de llamar a la conversión. Y esa Palabra seguía vigente para el "Resto" de Judá que se purificaba en el exilio. Si las derrotas nacionales habían sido la consecuencia del pecado, la conversión al Señor traería de nuevo la salvación. Las promesas divinas no podían caer en el vacío y el Reino de Dios se iba a realizar más allá de todos los fracasos terrenos.

Fuente: Libro del Pueblo de Dios (San Pablo, 1990)

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Notas

I Reyes 6,1-38

1. La cifra "cuatrocientos ochenta" tiene un valor simbólico. Se estimaba, en efecto, que entre el acontecimiento del Éxodo y el comienzo de la construcción del Templo habían transcurrido doce generaciones de cuarenta años cada una. De acuerdo con este sistema cronológico convencional, habían transcurrido intervalos regulares entre la erección de la Carpa del Encuentro en el desierto, la edificación del Templo salomónico y su reconstrucción después del exilio.

2. Las dimensiones del Templo eran relativamente exiguas. No hay que olvidar que en la antigüedad, un Templo era ante todo la morada de la divinidad, y no un lugar para la reunión de los fieles. De hecho, Salomón construyó el Templo para instalar el Arca de la Alianza, que era el trono visible del Señor.

3-36. El Templo era un edificio rectangular, que constaba de tres partes: al frente estaba el "Ulám" o vestíbulo; luego venía el "Hekal" o nave central, y al fondo de todo se encontraba el "Debir" o lugar santísimo, llamado con frecuencia Santo de los santos. Este último recinto estaba reservado exclusivamente al Arca de la Alianza. Una construcción lateral, destinada a fines relacionados con el culto, rodeaba al Templo por sus dos costados y por la parte posterior. En la descripción del edificio se emplean numerosos vocablos técnicos, cuya traducción es sólo aproximativa.

23. Los "querubines" eran figuras bien conocidas en la iconografía del Antiguo Oriente. Por lo general, se los representaba con rostro humano y cuerpo de animales cuadrúpedos, provistos de alas. Los querubines que desplegaban sus alas sobre el Arca, en actitud de guardianes de la santidad divina, tenían sin duda una forma similar.