I Crónicas 18 Libro del Pueblo de Dios (Levoratti y Trusso, 1990) | 17 versitos |
1 Después de esto, David derrotó a los filisteos y los sometió, despojándolos de Gat y sus poblados.
2 También derrotó a los moabitas, y estos pasaron a ser vasallos de David, sometidos a tributo.
3 David derrotó a Hadadézer, rey de Sobá, cuando este iba establecer su dominio sobre el río Eufrates.
4 Capturó mil carros, siete mil soldados de caballería y veinte mil hombres de a pie, y mutiló todos los caballos de los carros de guerra, reservándose sólo cien.
5 Los arameos de Damasco acudieron en auxilio de Hadadézer, pero David derrotó a veintidós mil de esos arameos.
6 Luego puso gobernadores en Aram de Damasco, y los arameos pasaron a ser vasallos de David, sometidos a tributo. El Señor daba la victoria a David en todas sus campañas.
7 David se apoderó de los escudos de oro que llevaban los oficiales de Hadadézer, y se los llevó a Jerusalén.
8 De Tibjat y de Cun, ciudades de Hadadézer, David trajo una enorme cantidad de bronce, con el que Salomón hizo el Mar de bronce, las columnas y los utensilios de bronce.
9 Cuando Tou, rey de Jamat, oyó que David había derrotado a todo el ejército de Hadadézer, rey de Sobá,
10 le envió a su hijo Hadoram para saludarlo y felicitarlo por haber hecho la guerra y derrotado a Hadadézer, ya que este era su rival. Además, le envió toda clase de objetos de plata, oro y bronce,
11 y David consagró también esos objetos, como lo había hecho con la plata y el oro que había traído de todas las naciones: de Edom, de Moab, de los amonitas, de los filisteos y de Amalec.
12 Abisai, hijo de Seruiá, derrotó a dieciocho mil edomitas en el valle de la Sal.
13 Luego puso gobernadores en Edom y todos los edomitas pasaron a ser vasallos de David. El Señor daba la victoria a David en todas sus campañas.
14 David reinó sobre todo Israel, y administraba el derecho y la justicia a todo su pueblo.
15 Joab, hijo de Seruiá, era el comandante del ejército; Josafat, hijo de Ajilud, el heraldo;
16 Sadoc, hijo de Ajitub, y Ajimélec, hijo de Abiatar, eran sacerdotes; Sausá, el secretario;
17 Benaías, hijo de Iehoiadá, comandaba a los queretos y peleteos; y los hijos de David eran los principales al lado del rey.

Patrocinio

 
 

Introducción a I Crónicas


Primer Libro de las Crónicas

Después de la caída de Jerusalén, en el 587 a. C., una buena parte de la población de Judá fue deportada a Babilonia, hasta que Ciro el Persa autorizó el regreso de los desterrados a su país de origen. Así comenzó para Israel una nueva etapa, y los repatriados tuvieron que emprender la ardua tarea de reconstruir la comunidad nacional y religiosa. Esta grave crisis constituyó un verdadero desafío para la comunidad judía. El profeta Natán había prometido a David una dinastía eterna. Pero ¿qué valor podía tener esa promesa, si ya la monarquía no era mas que un recuerdo del pasado? Otros profetas habían anunciado a Israel un futuro glorioso. ¿Cómo dar crédito a esos anuncios en las miserables condiciones presentes?
El peso de estos interrogantes exigía una reinterpretación de toda la historia de Israel. De esta necesidad surgieron los libros de las CRÓNICAS, que en realidad son una sola obra y forman una unidad con los libros de Esdras y Nehemías. Su autor fue un levita de Jerusalén, que escribió hacia el 300 a. C. Esta nueva síntesis histórica abarca desde Adán hasta el retorno a Jerusalén del "Resto" de Judá. Pero únicamente dos etapas de la historia bíblica son tratadas con cierta detención: el reinado de David y su dinastía y la restauración de la comunidad judía. Los cincuenta años del destierro son pasados por alto, y sólo unas cuantas listas genealógicas cubren los siglos que van desde los comienzos de la humanidad hasta David.
Según el Cronista, Dios confió a la dinastía davídica el trono de Jerusalén, que es "el trono de la realeza del Señor sobre Israel" ( 1Ch_28:5 ). Durante los reinados de David y Salomón, el Reino de Dios tuvo su más perfecta realización. Pero los sucesores de estos dos primeros reyes no estuvieron a la altura de la misión que el Señor les había encomendado. Sólo tres de ellos -Josafat, Ezequías y Josías- siguieron los caminos de David. Los demás, a pesar de las apremiantes advertencias de los Profetas, se apartaron de esta línea de conducta, precipitando así a Israel en la ruina. La destrucción de Jerusalén y del Templo, la desaparición de la dinastía davídica y la deportación a Babilonia fueron el justo castigo de esas infidelidades, ya que para el Cronista no hay pecado sin castigo. Pero cuando todo parecía perdido, el Señor suscitó a un rey pagano, para liberar a los deportados y asegurar la continuidad del designio divino sobre Israel.
En la composición de su obra, el autor utilizó numerosas fuentes, bíblicas y extrabíblicas. Las genealogías de 1 Crón. 1-9 se inspiran en las tradiciones del Pentateuco. A partir del cap. 10, él reproduce narraciones enteras de los libros de Samuel y de los Reyes. Pero también emplea otros documentos que no tienen paralelos en la Biblia y a los que remite explícitamente. Aunque de ordinario cita sus fuentes textualmente, muchas veces las amplía, las abrevia o modifica, hasta el punto de que algunas narraciones adquieren un nuevo sentido. Todos estos retoques redaccionales están destinados a subrayar los temas por los que siente especial predilección: el Reino davídico, la Ciudad santa de Jerusalén, y el Templo con su "clero" y su culto.
El Cronista buscó en la historia y en los escritos sagrados de su Pueblo todo lo que podía servir de enseñanza para sus contemporáneos. En él se resume el esfuerzo de una comunidad que vive replegada sobre sí misma, ansiosa por descubrir en su propio pasado las raíces de su identidad y la cohesión necesaria para afrontar las presiones de un ambiente hostil. De esta manera, los libros de las Crónicas contribuyeron a mantener viva la esperanza del Pueblo que debía preparar la venida del Mesías.

Fuente: Libro del Pueblo de Dios (San Pablo, 1990)

Patrocinio

Notas