I Crónicas 2 Libro del Pueblo de Dios (Levoratti y Trusso, 1990) | 55 versitos |
1 Estos son los hijos de Israel: Rubén, Simeón, Leví y Judá, Isacar y Zabulón,
2 Dan, José y Benjamín, Neftalí, Gad y Aser.
3 Los descendientes de Judá fueron Er, Onán y Selá; los tres le nacieron de la hija de Suá, la cananea. Er, el primogénito de Judá, era malo a los ojos del Señor, y el Señor le quitó la vida.
4 Tamar, la nuera de Judá, le dio a luz a Peres y a Zéraj. Los hijos de Judá fueron cinco en total.
5 Los hijos de Peres fueron Jesrón y Jamul.
6 Los hijos de Zéraj fueron Zimrí, Etán, Hemán, Calcol y Dardá: cinco en total.
7 El hijo de Carmí fue Acar, que perturbó a Israel por haber violado el anatema.
8 El hijo de Etán fue Azarías.
9 Los hijos que tuvo Jesrón fueron Ierajmeel, Ram y Quelubai.
10 Ram fue padre de Aminadab; Aminadab fue padre de Najsón, príncipe de los hijos de Judá.
11 Najsón fue padre de Salmá; Salmá fue padre de Booz.
12 Booz fue padre de Obed; Obed fue padre de Jesé.
13 Jesé fue padre de Eliab, su primogénito; de Abinadab, su segundo hijo; de Simeá, el tercero;
14 de Natanael, el cuarto; de Radai, el quinto;
15 de Osém, el sexto; de David, el séptimo.
16 Sus hermanas fueron Seruiá y Abigail. Los hijos de Seruiá fueron Abisai, Joab y Asahel: tres en total.
17 Abigail dio de luz a Amasá, cuyo padre fue Iéter el ismaelita.
18 Caleb, hijo de Jesrón, tuvo hijos con Azubá, su mujer, y con Ieriot. Sus hijos fueron Ieser, Sobab y Ardón.
19 Cuando murió Azubá, Caleb tomó por esposa a Efratá, y de ella le nació Jur.
20 Jur fue padre de Urí, y Urí fue padre de Besalel.
21 Después Jesrón se unió a la hija de Maquir, padre de Galaad, El tenía sesenta años cuando la tomó por esposa, y de ella le nació Segub.
22 Segub fue padre de Iaír, el cual fue dueño de veintitrés ciudades en el país de Galaad,
23 pero Guesur y Aram le quitaron los campamentos de Iaír, y además, Quenat y sus poblados: sesenta ciudades en total. Todos ellos eran descendientes de Maquir, padre de Galaad.
24 Cuando murió Jesrón, Caleb se unió a Efratá, la esposa de su padre Jesrón, y de ella nació Asjur, padre de Técoa.
25 Los descendientes de Ierajmeel, el primogénito de Jesrón fueron Ram, su primogénitos, Buná, Orén, Osém y Ajías.
26 Ierajmeel tuvo otra mujer, llamada Atará, que fue la madre de Onam.
27 los hijos de Ram, el primogénito de Ierajmeel, fueron Maás, Iamín y Equer.
28 Los hijos de Onam fueron Samai y Iadá; los hijos de Samai fueron Nadab y Abisur.
29 La esposa de Abisur se llamaba Abiháil, y ella dio a luz a Ajbán y Molid.
30 Los hijos de Nadab fueron Séled y Apaim. Séled murió sin tener hijos,
31 y el hijo de Apaim fue Isei. El hijo de Isei fue Sesán, y el hijo de Sesán, Ajlai.
32 Los hijos de Iadá, el hermano de Samai, fueron Iéter y Jonatán. Iéter murió sin tener hijos,
33 y los hijos de Jonatán fueron Pélet y Zazá. Estos fueron los descendientes de Ierajmeel.
34 Sesán no tuvo hijos. sino hijas; él tenía también un esclavo egipcio que se llamaba Iarjá,
35 a quien dio como esposa a una de sus hijas, y esta fue madre de Atai.
36 Atai fue padre de Natán; Natán fue padre de Zabad;
37 Zabad fue padre de Eflal; Eflal fue padre de Obed;
38 Obed fue padre de Jehú; Jehú fue padre de Azarías;
39 Azarías fue padre de Jeles; Jeles fue padre de Elasá;
40 Elasá fue padre de Sismai; Sismai fue padre de Salúm;
41 Salúm fue padre de Iecamías, Iecamías fue padre de Elisamá.
42 Los descendientes de Caleb, el hermano de Ierajmeel, fueron los siguientes: Mesá, su primogénito, que fue padre de Zif, y los hijos de Maresá, padre de Hebrón.
43 Los hijos de Hebrón fueron Coré, Tapúaj, Réquem y Semá.
44 Semá fue padre de Rájam, el padre de Iorqueam; Réquem fue padre de Samai.
45 El hijo de Samai fue Maón, y Maón fue padre de Bet Sur.
46 Efá, la concubina de Caleb, dio a luz a Jarán, Mosá y Gazéz; Jarán fue padre de Gazéz.
47 Los hijos de Iahdai fueron Reguém, Jotam, Guesán, Pélet, Efá y Sáaf.
48 Maacá, la concubina de Caleb, dio a luz a Séber y a Tirjaná.
49 También dio de luz a Sáaf, el padre de Madmaná, y a Sevá, el padre de Macbená y de Guibeá. La hija de Caleb fue Acsá.
50 Estos fueron los hijos de Caleb. Los descendientes de Jur, el primogénito de Efratá, fueron Sobal, padre de Quiriat Iearim;
51 Salmá, padre de Belén; Járef, padre de Bet Gader.
52 Los descendientes de Sobal, el padre de Quiriat Iearim, fueron Haroé -es decir, la mitad de los manajatitas-
53 y los clanes de Quiriat Iearim, a saber, los itríes, los putíes, los sumatíes y los misraíes. De ellos proceden los soratíes y los de Estaol.
54 Los descendientes de Salmá fueron Belén y los netofatíes, Atrot Bet Joab -la otra mitad de los manajatitas- los soríes,
55 los clanes de los sofríes que habitaban en Iabés, los tiratíes, los simatíes y los sucatíes. Estos son los quenitas, descendientes de Jamat, padre de la casa de Recab.

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Introducción a I Crónicas


Primer Libro de las Crónicas

Después de la caída de Jerusalén, en el 587 a. C., una buena parte de la población de Judá fue deportada a Babilonia, hasta que Ciro el Persa autorizó el regreso de los desterrados a su país de origen. Así comenzó para Israel una nueva etapa, y los repatriados tuvieron que emprender la ardua tarea de reconstruir la comunidad nacional y religiosa. Esta grave crisis constituyó un verdadero desafío para la comunidad judía. El profeta Natán había prometido a David una dinastía eterna. Pero ¿qué valor podía tener esa promesa, si ya la monarquía no era mas que un recuerdo del pasado? Otros profetas habían anunciado a Israel un futuro glorioso. ¿Cómo dar crédito a esos anuncios en las miserables condiciones presentes?
El peso de estos interrogantes exigía una reinterpretación de toda la historia de Israel. De esta necesidad surgieron los libros de las CRÓNICAS, que en realidad son una sola obra y forman una unidad con los libros de Esdras y Nehemías. Su autor fue un levita de Jerusalén, que escribió hacia el 300 a. C. Esta nueva síntesis histórica abarca desde Adán hasta el retorno a Jerusalén del "Resto" de Judá. Pero únicamente dos etapas de la historia bíblica son tratadas con cierta detención: el reinado de David y su dinastía y la restauración de la comunidad judía. Los cincuenta años del destierro son pasados por alto, y sólo unas cuantas listas genealógicas cubren los siglos que van desde los comienzos de la humanidad hasta David.
Según el Cronista, Dios confió a la dinastía davídica el trono de Jerusalén, que es "el trono de la realeza del Señor sobre Israel" ( 1Ch_28:5 ). Durante los reinados de David y Salomón, el Reino de Dios tuvo su más perfecta realización. Pero los sucesores de estos dos primeros reyes no estuvieron a la altura de la misión que el Señor les había encomendado. Sólo tres de ellos -Josafat, Ezequías y Josías- siguieron los caminos de David. Los demás, a pesar de las apremiantes advertencias de los Profetas, se apartaron de esta línea de conducta, precipitando así a Israel en la ruina. La destrucción de Jerusalén y del Templo, la desaparición de la dinastía davídica y la deportación a Babilonia fueron el justo castigo de esas infidelidades, ya que para el Cronista no hay pecado sin castigo. Pero cuando todo parecía perdido, el Señor suscitó a un rey pagano, para liberar a los deportados y asegurar la continuidad del designio divino sobre Israel.
En la composición de su obra, el autor utilizó numerosas fuentes, bíblicas y extrabíblicas. Las genealogías de 1 Crón. 1-9 se inspiran en las tradiciones del Pentateuco. A partir del cap. 10, él reproduce narraciones enteras de los libros de Samuel y de los Reyes. Pero también emplea otros documentos que no tienen paralelos en la Biblia y a los que remite explícitamente. Aunque de ordinario cita sus fuentes textualmente, muchas veces las amplía, las abrevia o modifica, hasta el punto de que algunas narraciones adquieren un nuevo sentido. Todos estos retoques redaccionales están destinados a subrayar los temas por los que siente especial predilección: el Reino davídico, la Ciudad santa de Jerusalén, y el Templo con su "clero" y su culto.
El Cronista buscó en la historia y en los escritos sagrados de su Pueblo todo lo que podía servir de enseñanza para sus contemporáneos. En él se resume el esfuerzo de una comunidad que vive replegada sobre sí misma, ansiosa por descubrir en su propio pasado las raíces de su identidad y la cohesión necesaria para afrontar las presiones de un ambiente hostil. De esta manera, los libros de las Crónicas contribuyeron a mantener viva la esperanza del Pueblo que debía preparar la venida del Mesías.

Fuente: Libro del Pueblo de Dios (San Pablo, 1990)

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Notas