I Crónicas 26 Libro del Pueblo de Dios (Levoratti y Trusso, 1990) | 32 versitos |
1 Los grupos de porteros fueron los siguientes: De los coreítas: Meselemías, hijo de Coré, uno de los hijos de Ebiasaf.
2 Los hijos de Meselemías fueron: el primogénito, Zacarías; el segundo, Iediael; el tercero, Zebadías; el cuarto, Iatniel;
3 el quinto, Elam; el sexto, Iehojanán, y el séptimo, Eliehoenai.
4 Los hijos de Obededóm: el primogénito, Semaías; el segundo, Iehozabad; el tercero, Ioaj; el cuarto, Sacar; el quinto, Natanael;
5 el sexto, Amiel; el séptimo, Isacar, y el octavo, Peuletai. Dios, en efecto, lo había bendecido.
6 A su hijo Semaías le nacieron hijos, que tuvieron autoridad sobre sus familias, porque eran hombres muy valientes.
7 Los hijos de Semaías fueron Otní, Rafael, Obed, Elzabad y sus hermanos, Elihú y Semaquías, hombres valientes.
8 Todos estos fueron hijos de Obededóm; ellos, sus hijos y sus hermanos eran hombres de gran valor y aptitud para el servicio: eran sesenta y dos en total.
9 Meselemías tuvo hijos y hermanos: eran en total dieciocho hombres valientes.
10 Josá, de los hijos de Merarí, tuvo hijos: el principal de ellos fue Simrí, porque aunque no era el primogénito, su padre lo constituyó jefe;
11 el segundo fue Jilquías; el tercero, Tebalías; el cuarto, Zacarías. Los hijos de Josá fueron trece en total.
12 Los jefes de estos grupos de porteros, lo mismo que sus hermanos, tenían a su cargo la custodia de la Casa del Señor.
13 Se echaron suertes para cada puerta, entre todas las familias, tanto las pequeñas como las principales.
14 La puerta oriental le tocó en suerte a Selemías. Después sortearon la puerta del norte, y esta le tocó en suerte a su hijo Zacarías, que era prudente consejero.
15 A Obededóm le tocó el sur, y a sus hijos los almacenes.
16 A Supím y a Josá, les tocó el lado occidental, con la puerta de Salequet, en el camino de la subida. Las guardias estaban dispuestas de esta manera:
17 en la puerta oriental, había seis levitas por día; en la del norte, cuatro por día, en la del sur, cuatro por día; en los almacenes, dos y dos;
18 en el Parbar, al oeste, había cuatro para la subida y dos para el Parbar.
19 Estos eran los grupos de los porteros de los hijos de los coreítas y de los hijos de Merarí.
20 Los levitas, sus hermanos, que estaban encargados de los tesoros de la Casa de Dios y de los depósitos de las cosas sagradas, eran los siguientes:
21 Los hijos de Ladán -descendientes de Gersón por la línea de Ladán- tenían a los iejielitas como jefes de las familias de Ladán, el gersonita.
22 Los hijos de Iejiel, Zetán y su hermano Joel eran los encargados de los tesoros de la Casa del Señor.
23 De los amramitas, isharitas, hebronitas y uzielitas,
24 Subael hijo de Gersón, hijo de Moisés, era el tesorero mayor.
25 Sus hermanos por parte de Eliezer fueron: el hijo de Eliezer, Rejabías; el hijo de Rejabías, Isaías; el hijo de Isaías, Joram; el hijo de Joram, Zicrí; el hijo de Zicrí, Selomit.
26 Selomit y sus hermanos estaban al frente de los tesoros de las ofrendas sagradas que habían sido dedicadas por el rey David, por los jefes de familias, por los jefes de mil y de cien hombres, y por otros oficiales del ejército.
27 Ellos habían consagrado algo del botín de guerra para el sostenimiento de la Casa del Señor.
28 Y los que habían consagrado el vidente Samuel, Saúl, hijo de Quis, Abner, hijo de Ner, y Joab, hijo de Seruiá, en una palabra, todas las cosas sagradas estaban bajo la custodia de Selomit y sus hermanos.
29 De los isharitas, Quenanías y sus hijos administraban como secretarios y jueces los asuntos de Israel.
30 De los hebronitas, Jasabías y sus hermanos -1700 hombres valiosos- tenían a su cargo la administración de Israel al oeste del Jordán, en todos los asuntos referentes al Señor y al servicio del rey.
31 El jefe de los hebronitas era Ieriías. En el año cuarenta del reinado de David, se hicieron averiguaciones sobre las genealogías de los hebronitas, y se encontró entre ellos a hombres valerosos en Iezer de Galaad.
32 Los hermanos de Ieriías -2700 jefes de familia, hombres de gran valor- fueron puestos por el rey David al frente de los rubenitas, de los gaditas y de la mitad de la tribu de Manasés, en todos los asuntos referentes a Dios y al rey.

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Introducción a I Crónicas


Primer Libro de las Crónicas

Después de la caída de Jerusalén, en el 587 a. C., una buena parte de la población de Judá fue deportada a Babilonia, hasta que Ciro el Persa autorizó el regreso de los desterrados a su país de origen. Así comenzó para Israel una nueva etapa, y los repatriados tuvieron que emprender la ardua tarea de reconstruir la comunidad nacional y religiosa. Esta grave crisis constituyó un verdadero desafío para la comunidad judía. El profeta Natán había prometido a David una dinastía eterna. Pero ¿qué valor podía tener esa promesa, si ya la monarquía no era mas que un recuerdo del pasado? Otros profetas habían anunciado a Israel un futuro glorioso. ¿Cómo dar crédito a esos anuncios en las miserables condiciones presentes?
El peso de estos interrogantes exigía una reinterpretación de toda la historia de Israel. De esta necesidad surgieron los libros de las CRÓNICAS, que en realidad son una sola obra y forman una unidad con los libros de Esdras y Nehemías. Su autor fue un levita de Jerusalén, que escribió hacia el 300 a. C. Esta nueva síntesis histórica abarca desde Adán hasta el retorno a Jerusalén del "Resto" de Judá. Pero únicamente dos etapas de la historia bíblica son tratadas con cierta detención: el reinado de David y su dinastía y la restauración de la comunidad judía. Los cincuenta años del destierro son pasados por alto, y sólo unas cuantas listas genealógicas cubren los siglos que van desde los comienzos de la humanidad hasta David.
Según el Cronista, Dios confió a la dinastía davídica el trono de Jerusalén, que es "el trono de la realeza del Señor sobre Israel" ( 1Ch_28:5 ). Durante los reinados de David y Salomón, el Reino de Dios tuvo su más perfecta realización. Pero los sucesores de estos dos primeros reyes no estuvieron a la altura de la misión que el Señor les había encomendado. Sólo tres de ellos -Josafat, Ezequías y Josías- siguieron los caminos de David. Los demás, a pesar de las apremiantes advertencias de los Profetas, se apartaron de esta línea de conducta, precipitando así a Israel en la ruina. La destrucción de Jerusalén y del Templo, la desaparición de la dinastía davídica y la deportación a Babilonia fueron el justo castigo de esas infidelidades, ya que para el Cronista no hay pecado sin castigo. Pero cuando todo parecía perdido, el Señor suscitó a un rey pagano, para liberar a los deportados y asegurar la continuidad del designio divino sobre Israel.
En la composición de su obra, el autor utilizó numerosas fuentes, bíblicas y extrabíblicas. Las genealogías de 1 Crón. 1-9 se inspiran en las tradiciones del Pentateuco. A partir del cap. 10, él reproduce narraciones enteras de los libros de Samuel y de los Reyes. Pero también emplea otros documentos que no tienen paralelos en la Biblia y a los que remite explícitamente. Aunque de ordinario cita sus fuentes textualmente, muchas veces las amplía, las abrevia o modifica, hasta el punto de que algunas narraciones adquieren un nuevo sentido. Todos estos retoques redaccionales están destinados a subrayar los temas por los que siente especial predilección: el Reino davídico, la Ciudad santa de Jerusalén, y el Templo con su "clero" y su culto.
El Cronista buscó en la historia y en los escritos sagrados de su Pueblo todo lo que podía servir de enseñanza para sus contemporáneos. En él se resume el esfuerzo de una comunidad que vive replegada sobre sí misma, ansiosa por descubrir en su propio pasado las raíces de su identidad y la cohesión necesaria para afrontar las presiones de un ambiente hostil. De esta manera, los libros de las Crónicas contribuyeron a mantener viva la esperanza del Pueblo que debía preparar la venida del Mesías.

Fuente: Libro del Pueblo de Dios (San Pablo, 1990)

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Notas