I Crónicas 27 Libro del Pueblo de Dios (Levoratti y Trusso, 1990) | 34 versitos |
1 El número de los israelitas -incluyendo los jefes de familia, los jefes de mil y cien hombres y los oficiales que servían al rey en lo referente a las divisiones que entraban y salían de servicio cada mes, a lo largo de todo el año- era de 24000 hombres por cada división.
2 Al frente de la primera división, la del primer mes, estaba Iasobam, hijo de Zabdiel: su división tenía 24000 hombres.
3 El pertenecía a la familia de Peres y era el jefe de todos los oficiales del primer mes.
4 Al frente de la división del segundo mes estaba Dodai, el ajojita: su división tenía 24000 hombres.
5 El jefe del tercer regimiento, el del tercer mes, era Benaías, hijo del sacerdote Iehoiadá: su división tenía 24000 hombres.
6 Benaías era uno de los Treinta guerreros y se hallaba al frente de ellos; en su división estaba también su hijo Amizabad.
7 El cuarto, el del cuarto mes, era Asahel, hermano de Joab, y le sucedió su hijo Zebadías: su división tenía 24000 hombres.
8 El quinto jefe, el del quinto mes, era Samhut, el izrajita: su división tenía 24000 hombres.
9 El sexto, el del sexto mes, era Irá, hijo de Iqués, el tecoíta: su división tenía 24000 hombres.
10 El séptimo, el del séptimo mes, era Jeles, el pelonita, de los descendientes de Efraím: su división tenía 24000 hombres.
11 El octavo, el del octavo mes, era Sibecai, de Jusá, de los zarjitas: su división tenía 24000 hombres.
12 El noveno, el del noveno mes, era Abiézer, de Anatot, de los benjaminitas: su división tenía 24000 hombres.
13 El décimo, el del décimo mes, era Maharai, de Netofá, de los zarjitas: su división tenía 24000 hombres.
14 El undécimo, el del undécimo mes, era Benaías, de Pireatón, de los descendientes de Efraím: su división tenía 24000 hombres.
15 El duodécimo, el del duodécimo mes, era Jeldai, de Netofá, de la estirpe de Otniel: su división tenía 24000 hombres.
16 Los jefes que estaban al frente de las tribus de Israel fueron los siguientes: De Rubén: Eliezer, hijo de Zicrí. De Simeón: Sefatías, hijo de Maacá.
17 De Leví: Jasabías, hijo de Quemuel. De Aarón: Sadoc.
18 De Judá: Elihú, uno de los hermanos de David. De Isacar: Omrí, hijo de Micael.
19 De Zabulón: Ismaías, hijo de Abdías. De Neftalí: Ierimot, hijo de Azriel.
20 De los descendientes de Efraím: Oseas, hijo de Azazías. De la mitad de la tribu de Manasés: Joel, hijo de Pedaías.
21 De la mitad de la tribu de Manasés, en Galaad: Idó, hijo de Zacarías. De Benjamín: Iaasiel, hijo de Abner.
22 De Dan: Azarel, hijo de Ierojam. Estos eran los jefes de las tribus de Israel.
23 David no hizo el censo de los que tenían menos de veinte años, porque el Señor le había prometido que multiplicaría a Israel como las estrellas del cielo.
24 Joab, hijo de Seruiá, había comenzado a hacer el censo, pero no lo terminó, porque a causa de él, la ira del Señor se descargó sobre Israel. Por eso el resultado del censo no figura en el libro de las Crónicas del rey David.
25 Azmávet, hijo de Adiel, era el encargado de los tesoros del rey. Jonatán, hijo de Uzías, el encargado de los depósitos de los campos, de las ciudades, de los poblados y de las fortalezas.
26 Ezrí, hijo de Quelub, el encargado de los agricultores que trabajaban las tierras.
27 Simei, de Ramá, el encargado de las viñas. Sabdí, de Ramá, el encargado de las viñas. Sabdí, el sifmita, el encargado del producto de las viñas y de las bodegas.
28 Baal Janán, de Guéder, el encargado de los olivares y los sicomoros de la Sefelá. Joás, el encargado de los depósitos de aceite.
29 Sitrai, de Sarón, el encargado del ganado vacuno que pastaba en Sarón. Safat, hijo de Adlai, el encargado del ganado vacuno de los valles.
30 Obil, el ismaelita, el encargado de los camellos. Jejdeías, de Meronot, el encargado de las asnas.
31 Y Iazíz, de Agar, el encargado del ganado menor. Todos estos eran los encargados de los bienes que pertenecían al rey David.
32 Jonatán, tío de David, hombre prudente e instruido, era consejero. Iejiel, hijo de Iacmoní, era preceptor de los hijos del rey.
33 Ajitófel era consejero del rey. Jusai, el arquita, era amigo del rey.
34 Los sucesores de Ajitófel fueron Iehoiadá, hijo de Benaías, y Abiatar. Joab era el jefe del ejército real.

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Introducción a I Crónicas


Primer Libro de las Crónicas

Después de la caída de Jerusalén, en el 587 a. C., una buena parte de la población de Judá fue deportada a Babilonia, hasta que Ciro el Persa autorizó el regreso de los desterrados a su país de origen. Así comenzó para Israel una nueva etapa, y los repatriados tuvieron que emprender la ardua tarea de reconstruir la comunidad nacional y religiosa. Esta grave crisis constituyó un verdadero desafío para la comunidad judía. El profeta Natán había prometido a David una dinastía eterna. Pero ¿qué valor podía tener esa promesa, si ya la monarquía no era mas que un recuerdo del pasado? Otros profetas habían anunciado a Israel un futuro glorioso. ¿Cómo dar crédito a esos anuncios en las miserables condiciones presentes?
El peso de estos interrogantes exigía una reinterpretación de toda la historia de Israel. De esta necesidad surgieron los libros de las CRÓNICAS, que en realidad son una sola obra y forman una unidad con los libros de Esdras y Nehemías. Su autor fue un levita de Jerusalén, que escribió hacia el 300 a. C. Esta nueva síntesis histórica abarca desde Adán hasta el retorno a Jerusalén del "Resto" de Judá. Pero únicamente dos etapas de la historia bíblica son tratadas con cierta detención: el reinado de David y su dinastía y la restauración de la comunidad judía. Los cincuenta años del destierro son pasados por alto, y sólo unas cuantas listas genealógicas cubren los siglos que van desde los comienzos de la humanidad hasta David.
Según el Cronista, Dios confió a la dinastía davídica el trono de Jerusalén, que es "el trono de la realeza del Señor sobre Israel" ( 1Ch_28:5 ). Durante los reinados de David y Salomón, el Reino de Dios tuvo su más perfecta realización. Pero los sucesores de estos dos primeros reyes no estuvieron a la altura de la misión que el Señor les había encomendado. Sólo tres de ellos -Josafat, Ezequías y Josías- siguieron los caminos de David. Los demás, a pesar de las apremiantes advertencias de los Profetas, se apartaron de esta línea de conducta, precipitando así a Israel en la ruina. La destrucción de Jerusalén y del Templo, la desaparición de la dinastía davídica y la deportación a Babilonia fueron el justo castigo de esas infidelidades, ya que para el Cronista no hay pecado sin castigo. Pero cuando todo parecía perdido, el Señor suscitó a un rey pagano, para liberar a los deportados y asegurar la continuidad del designio divino sobre Israel.
En la composición de su obra, el autor utilizó numerosas fuentes, bíblicas y extrabíblicas. Las genealogías de 1 Crón. 1-9 se inspiran en las tradiciones del Pentateuco. A partir del cap. 10, él reproduce narraciones enteras de los libros de Samuel y de los Reyes. Pero también emplea otros documentos que no tienen paralelos en la Biblia y a los que remite explícitamente. Aunque de ordinario cita sus fuentes textualmente, muchas veces las amplía, las abrevia o modifica, hasta el punto de que algunas narraciones adquieren un nuevo sentido. Todos estos retoques redaccionales están destinados a subrayar los temas por los que siente especial predilección: el Reino davídico, la Ciudad santa de Jerusalén, y el Templo con su "clero" y su culto.
El Cronista buscó en la historia y en los escritos sagrados de su Pueblo todo lo que podía servir de enseñanza para sus contemporáneos. En él se resume el esfuerzo de una comunidad que vive replegada sobre sí misma, ansiosa por descubrir en su propio pasado las raíces de su identidad y la cohesión necesaria para afrontar las presiones de un ambiente hostil. De esta manera, los libros de las Crónicas contribuyeron a mantener viva la esperanza del Pueblo que debía preparar la venida del Mesías.

Fuente: Libro del Pueblo de Dios (San Pablo, 1990)

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Notas