I Crónicas 4 Libro del Pueblo de Dios (Levoratti y Trusso, 1990) | 43 versitos |
1 Los descendientes de Judá fueron Peres, Jesrón, Carmí, Jur y Sobal.
2 Reaías, hijo de Sobal, fue padre de Iájat; Iájat fue padre de Ajumai y de Lahad. Estas son las familias de los soreatitas.
3 Los descendientes de Etam fueron Izreel, Ismá e Ibdás. Su hermana se llamaba Haslelponí.
4 Penuel fue padre de Guedor, y Ezer padre de Jusá. Estos son los hijos de Jur, el primogénito de Efratá, padre de Belén.
5 Asjur, padre de Técoa, tuvo dos esposas: Jelá y Naará.
6 Naará dio a luz a Ajuzam, a Jéfer, a los timnitas y a los ajastaritas. Estos son los hijos de Naará.
7 Los hijos de Jelá fueron Séret, Sójar y Etnán.
8 Cos fue padre de Anub, de Hasobebá, y de las familias de Ajarjel, hijo de Harum.
9 Pero Iabés fue más célebre que sus hermanos, y su madre le puso el nombre de Iabés, diciendo: "Di a luz con dolor".
10 Iabés invocó al Dios de Israel, exclamando: "Si me bendices verdaderamente, ensancharás mis fronteras, tu mano estará conmigo y alejarás el mal para que desaparezca mi aflicción". Y Dios le concedió lo que él había pedido.
11 Quelub, hermano de Sujá, fue padre de Mejir, que fue a su vez padre de Estón.
12 Estón fue padre de Bet Rafá, de Paseáj, y de Tejiná, el padre de Ir Najás. Estos son los hombres de Recá.
13 Los hijos de Quenaz fueron Otniel y Seraías; los hijos de Otniel, Jatat y Meonatai.
14 Meonatai fue padre de Ofrá, y Seraías fue padre de Joab, fundador del valle de los Herreros, porque eran herreros.
15 Los hijos de Caleb, hijo de Iefuné, fueron Irú, Elá y Náam. El hijo de Elá fue Quenaz.
16 Los hijos de Iehalelel fueron Zif, Zifá, Tiriá y Asarel.
17 Los hijos de Ezrá fueron Iéter, Méred, Efer y Ialón. Bitía dio a luz a Miriam, a Samai, y a Isbaj, padre de Estemoa.
18 La mujer de Estemoa, la de Judá, dio a luz a Iéred, padre de Guedor, a Héber, padre de Socó, y a Iecutiel, padre de Zanóaj. Estos son los hijos de Bitía, la hija del Faraón, que Méred había tomado por esposa.
19 También tuvo hijos la mujer de Odías, hermana de Nájam, padre de Queilá, el garmita, y de Estemoa, el maacatita.
20 Los hijos de Simón fueron Amnón, Riná, Ben Janán y Tilón. Los hijos de Isei fueron Zójet y Ben Zójet.
21 Los descendientes de Selá, hijo de Judá, fueron Er, padre de Lecá, Ladá padre de Maresá, y las familias de los que trabajan el lino en Bet Asbea.
22 Ioquim, los hombres de Cozebá, Joás y Saraf se casaron en Moab, antes de volver a Belén. Estos son hechos muy antiguos.
23 Ellos eran alfareros y habitaban en Netaím y Guederá; vivían allí con el rey, trabajando a su servicio.
24 Los descendientes de Simeón fueron Nemuel, Iamín, Iarib, Zéraj y Saúl.
25 El hijo de Saúl fue Salúm; el hijo de Salúm, Mibsam; el hijo de Mibsam, Mismá;
26 el hijo de Mismá, Jamuel; el hijo de Jamuel, Zacur; el hijo de Zacur, Simei.
27 Simei tuvo dieciséis hijos y seis hijas; pero sus hermanos no tuvieron muchos hijos, y todos sus clanes no fueron tan numerosos como los descendientes de Judá.
28 Ellos habitaban en Berseba, Moladá, Jasar Sual,
29 Bilhá, Esem, Tolad,
30 Betuel, Jormá, Siquelag,
31 Bet Marcabot, Jasar Susím, Bet Birí y Saaraim. Estas fueron sus ciudades hasta el reinado de David.
32 Sus poblados fueron Etam, Ain, Rimón, Toquén y Asán -cinco ciudades en total -
33 y todos los poblados que están alrededor de aquellas ciudades, hasta Baalat. Allí habitaron y fueron registrados por grupos.
34 Mesobab, Iamlec, Iosá, hijo de Amasías;
35 Joel, Jehú, hijo de Iosibías, hijo de Seraías, hijo de Asiel;
36 Elioenai, Iaacobá, Iesojaías, Asaías, Adiel, Iesimiel y Benaías;
37 Zizá, hijo de Sifí, hijo de Alón, hijo de Iedaías, hijo de Simrí, hijo de Semaías:
38 todos estos que han sido mencionados por sus nombres, fueron jefes en sus clanes, y sus familias se multiplicaron considerablemente.
39 Se dirigieron a la entrada de Guerar, hasta el oriente del valle, buscando pastos para sus ganados.
40 Y hallaron pastos abundantes y buenos, y una tierra espaciosa, tranquila y segura, porque antes habían vivido allí los descendientes de Cam.
41 Los que fueron mencionados por sus nombres, llegaron en tiempos de Ezequías, rey de Judá, y destruyeron los campamentos de los descendientes de Cam y los refugios que allí se encontraban, consagrándolos al exterminio total hasta el día de hoy. Allí se establecieron en lugar de ellos, porque había pasto para sus ganados.
42 Algunos de los hijos de Simeón -quinientos hombres- fueron a la montaña de Seír, siendo sus jefes Pelatías, Nearías, Refaías y Uziel, hijos de Isei;
43 y después de derrotar al resto de Amalec, que había huido, habitaron allí hasta el día de hoy.

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Introducción a I Crónicas


Primer Libro de las Crónicas

Después de la caída de Jerusalén, en el 587 a. C., una buena parte de la población de Judá fue deportada a Babilonia, hasta que Ciro el Persa autorizó el regreso de los desterrados a su país de origen. Así comenzó para Israel una nueva etapa, y los repatriados tuvieron que emprender la ardua tarea de reconstruir la comunidad nacional y religiosa. Esta grave crisis constituyó un verdadero desafío para la comunidad judía. El profeta Natán había prometido a David una dinastía eterna. Pero ¿qué valor podía tener esa promesa, si ya la monarquía no era mas que un recuerdo del pasado? Otros profetas habían anunciado a Israel un futuro glorioso. ¿Cómo dar crédito a esos anuncios en las miserables condiciones presentes?
El peso de estos interrogantes exigía una reinterpretación de toda la historia de Israel. De esta necesidad surgieron los libros de las CRÓNICAS, que en realidad son una sola obra y forman una unidad con los libros de Esdras y Nehemías. Su autor fue un levita de Jerusalén, que escribió hacia el 300 a. C. Esta nueva síntesis histórica abarca desde Adán hasta el retorno a Jerusalén del "Resto" de Judá. Pero únicamente dos etapas de la historia bíblica son tratadas con cierta detención: el reinado de David y su dinastía y la restauración de la comunidad judía. Los cincuenta años del destierro son pasados por alto, y sólo unas cuantas listas genealógicas cubren los siglos que van desde los comienzos de la humanidad hasta David.
Según el Cronista, Dios confió a la dinastía davídica el trono de Jerusalén, que es "el trono de la realeza del Señor sobre Israel" ( 1Ch_28:5 ). Durante los reinados de David y Salomón, el Reino de Dios tuvo su más perfecta realización. Pero los sucesores de estos dos primeros reyes no estuvieron a la altura de la misión que el Señor les había encomendado. Sólo tres de ellos -Josafat, Ezequías y Josías- siguieron los caminos de David. Los demás, a pesar de las apremiantes advertencias de los Profetas, se apartaron de esta línea de conducta, precipitando así a Israel en la ruina. La destrucción de Jerusalén y del Templo, la desaparición de la dinastía davídica y la deportación a Babilonia fueron el justo castigo de esas infidelidades, ya que para el Cronista no hay pecado sin castigo. Pero cuando todo parecía perdido, el Señor suscitó a un rey pagano, para liberar a los deportados y asegurar la continuidad del designio divino sobre Israel.
En la composición de su obra, el autor utilizó numerosas fuentes, bíblicas y extrabíblicas. Las genealogías de 1 Crón. 1-9 se inspiran en las tradiciones del Pentateuco. A partir del cap. 10, él reproduce narraciones enteras de los libros de Samuel y de los Reyes. Pero también emplea otros documentos que no tienen paralelos en la Biblia y a los que remite explícitamente. Aunque de ordinario cita sus fuentes textualmente, muchas veces las amplía, las abrevia o modifica, hasta el punto de que algunas narraciones adquieren un nuevo sentido. Todos estos retoques redaccionales están destinados a subrayar los temas por los que siente especial predilección: el Reino davídico, la Ciudad santa de Jerusalén, y el Templo con su "clero" y su culto.
El Cronista buscó en la historia y en los escritos sagrados de su Pueblo todo lo que podía servir de enseñanza para sus contemporáneos. En él se resume el esfuerzo de una comunidad que vive replegada sobre sí misma, ansiosa por descubrir en su propio pasado las raíces de su identidad y la cohesión necesaria para afrontar las presiones de un ambiente hostil. De esta manera, los libros de las Crónicas contribuyeron a mantener viva la esperanza del Pueblo que debía preparar la venida del Mesías.

Fuente: Libro del Pueblo de Dios (San Pablo, 1990)

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Notas