I Crónicas 8 Libro del Pueblo de Dios (Levoratti y Trusso, 1990) | 40 versitos |
1 Benjamín fue padre de Bela, su primogénito; de Asbel, su segundo hijo; de Ajraj, el tercero;
2 de Nojá, el cuarto, y de Rafá, el quinto.
3 Los hijos de Bela fueron Adar, Guerá, padre de Ehúd,
4 Abisuá, Naamán, Ajoaj,
5 Guerá, Sefufán y Juram.
6 Los hijos de Ehúd, los jefes de familia de los que vivían en Gueba y a los que hicieron emigrar a Manájat,
7 fueron Naamán, Ajías y Guerá. Este los condujo en su emigración, y fue padre de Uzá y Ajijud.
8 Sajaraim tuvo hijos en los campos de Moab, después de haber repudiado a sus mujeres Jusím y Baará.
9 De su nueva mujer le nacieron Iobab, Sibías, Mesá, Malcón,
10 Ieús, Saquías y Mirmá. Estos fueron sus hijos, jefes de familia.
11 De Jusím le habían nacido Abitub y Elpáal.
12 Los hijos de Elpáal fueron Eber, Misán y Sémed, el cual edificó Onó, Lud y sus poblados adyacentes.
13 Beriá y Semá fueron jefes de familia de los habitantes de Aialón, los que obligaron a huir a los habitantes de Gat.
14 Sus hermanos fueron Sesac y Ieremot.
15 Los hijos de Beriá fueron Zebadías, Arad, Eder,
16 Micael, Ispá y Iojá.
17 Los hijos de Elpáal fueron Zebadías, Mesulam, Jizquí, Jeber,
18 Ismerai, Izlías y Iobab.
19 Los hijos de Simei fueron Iaquím, Zicrí, Zabdí,
20 Elienai, Siletai, Eliel.
21 Adaías, Beraías y Simrat.
22 Los hijos de Sesac fueron Ispán, Eber, Eliel,
23 Abdón, Zicrí, Janán,
24 Ananías, Elam, Antotías,
25 Ifdías y Penuel.
26 Los hijos de Ierojam fueron Samserai, Sejarías, Atalías,
27 Iaaresías, Elías y Zicrí.
28 Estos eran los jefes de familia según sus listas genealógicas, y habitaban en Jerusalén.
29 En Gabaón habitaba Abí Gabaón, cuya esposa se llamaba Maacá.
30 Su hijo primogénito fue Abdón; los otros fueron Sur, Quis, Baal, Ner, Nadab.
31 Guedor, Ajió y Zéquer.
32 Miclot fue padre de Simá. También estos habitaban en Jerusalén, lo mismo que sus hermanos.
33 Ner fue padre de Quis; Quis fue padre de Saúl; Saúl fue padre de Jonatán, Malquisúa, Abinadab y Esbaal.
34 El hijo de Jonatán, fue Meribaal; Meribaal fue padre de Micá.
35 Los hijos de Micá fueron Pitón, Mélec, Tarea y Ajaz.
36 Ajaz fue padre de Iehoadá; Iehoadá fue padre de Alémet, Azmávet y Zimrí; Zimrí fue padre de Mosá;
37 Mosá fue padre de Biná; Biná fue padre de Rafá; Rafá fue padre de Elasá; Elasá fue padre de Asel.
38 Asel tuvo seis hijos, que se llamaban Azricam, Bocrú, Ismael, Searías, Abdías y Janán. Todos estos fueron hijos de Asel.
39 Los hijos de su hermano Esec fueron : Ulam, el primogénito; Ieús, el segundo; Elifélet, el tercero.
40 Los hijos de Ulam fueron guerreros valerosos y hábiles arqueros tuvieron muchos hijos y nietos; 150 en total. Todos estos eran descendientes de Benjamín.

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Introducción a I Crónicas


Primer Libro de las Crónicas

Después de la caída de Jerusalén, en el 587 a. C., una buena parte de la población de Judá fue deportada a Babilonia, hasta que Ciro el Persa autorizó el regreso de los desterrados a su país de origen. Así comenzó para Israel una nueva etapa, y los repatriados tuvieron que emprender la ardua tarea de reconstruir la comunidad nacional y religiosa. Esta grave crisis constituyó un verdadero desafío para la comunidad judía. El profeta Natán había prometido a David una dinastía eterna. Pero ¿qué valor podía tener esa promesa, si ya la monarquía no era mas que un recuerdo del pasado? Otros profetas habían anunciado a Israel un futuro glorioso. ¿Cómo dar crédito a esos anuncios en las miserables condiciones presentes?
El peso de estos interrogantes exigía una reinterpretación de toda la historia de Israel. De esta necesidad surgieron los libros de las CRÓNICAS, que en realidad son una sola obra y forman una unidad con los libros de Esdras y Nehemías. Su autor fue un levita de Jerusalén, que escribió hacia el 300 a. C. Esta nueva síntesis histórica abarca desde Adán hasta el retorno a Jerusalén del "Resto" de Judá. Pero únicamente dos etapas de la historia bíblica son tratadas con cierta detención: el reinado de David y su dinastía y la restauración de la comunidad judía. Los cincuenta años del destierro son pasados por alto, y sólo unas cuantas listas genealógicas cubren los siglos que van desde los comienzos de la humanidad hasta David.
Según el Cronista, Dios confió a la dinastía davídica el trono de Jerusalén, que es "el trono de la realeza del Señor sobre Israel" ( 1Ch_28:5 ). Durante los reinados de David y Salomón, el Reino de Dios tuvo su más perfecta realización. Pero los sucesores de estos dos primeros reyes no estuvieron a la altura de la misión que el Señor les había encomendado. Sólo tres de ellos -Josafat, Ezequías y Josías- siguieron los caminos de David. Los demás, a pesar de las apremiantes advertencias de los Profetas, se apartaron de esta línea de conducta, precipitando así a Israel en la ruina. La destrucción de Jerusalén y del Templo, la desaparición de la dinastía davídica y la deportación a Babilonia fueron el justo castigo de esas infidelidades, ya que para el Cronista no hay pecado sin castigo. Pero cuando todo parecía perdido, el Señor suscitó a un rey pagano, para liberar a los deportados y asegurar la continuidad del designio divino sobre Israel.
En la composición de su obra, el autor utilizó numerosas fuentes, bíblicas y extrabíblicas. Las genealogías de 1 Crón. 1-9 se inspiran en las tradiciones del Pentateuco. A partir del cap. 10, él reproduce narraciones enteras de los libros de Samuel y de los Reyes. Pero también emplea otros documentos que no tienen paralelos en la Biblia y a los que remite explícitamente. Aunque de ordinario cita sus fuentes textualmente, muchas veces las amplía, las abrevia o modifica, hasta el punto de que algunas narraciones adquieren un nuevo sentido. Todos estos retoques redaccionales están destinados a subrayar los temas por los que siente especial predilección: el Reino davídico, la Ciudad santa de Jerusalén, y el Templo con su "clero" y su culto.
El Cronista buscó en la historia y en los escritos sagrados de su Pueblo todo lo que podía servir de enseñanza para sus contemporáneos. En él se resume el esfuerzo de una comunidad que vive replegada sobre sí misma, ansiosa por descubrir en su propio pasado las raíces de su identidad y la cohesión necesaria para afrontar las presiones de un ambiente hostil. De esta manera, los libros de las Crónicas contribuyeron a mantener viva la esperanza del Pueblo que debía preparar la venida del Mesías.

Fuente: Libro del Pueblo de Dios (San Pablo, 1990)

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Notas