II Crónicas  15 Libro del Pueblo de Dios (Levoratti y Trusso, 1990) | 19 versitos |
1 Azarías, hijo de Oded, sobre el que había descendido el espíritu de Dios,
2 salió al encuentro de Asá y le dijo: "¡Escúchenme, Asá y todo Judá y Benjamín! El Señor está con ustedes cuando ustedes están con él. Si lo buscan, él se dejará encontrar por ustedes; si lo abandonan, él los abandonará.
3 Durante mucho tiempo Israel estuvo sin verdadero Dios, sin sacerdote que lo instruyera y sin ley.
4 Pero en su angustia, ellos se volvieron hacia el Señor, el Dios de Israel; lo buscaron, y el Señor se dejó encontrar por ellos.
5 En aquellos tiempos no había paz para nadie, sino grandes tribulaciones sobre todos los habitantes del país.
6 La gente y las ciudades se destruían unas contra otras, porque Dios las perturbaba con toda clase de calamidades.
7 Pero ustedes, ¡manténganse firmes y no desfallezcan! Porque sus obras serán recompensadas".
8 Al oír estas palabras y la profecía que había pronunciado Azarías, hijo de Oded, Asá se decidió a eliminar los ídolos abominables de todo el territorio de Judá y Benjamín, y también de las ciudades que había conquistado en la montaña de Efraím. Además, restauró el altar del Señor que estaba delante del Vestíbulo del Templo.
9 Luego reunió a todo Judá y Benjamín, y a los hombres de Efraím, de Manasés y de Simeón que residían con ellos, porque mucha gente de Israel se había pasado de Asá, al ver que el Señor, su Dios, estaba con él.
10 Ellos se reunieron en Jerusalén el tercer mes del año quince del reinado de Asá.
11 Aquel día sacrificaron al Señor setecientos bueyes y siete mil ovejas del botín que habían traído,
12 e hicieron un pacto, comprometiéndose a buscar al Señor, el Dios de sus padres, con todo su corazón y con toda su alma:
13 a todo el que no buscara al Señor, el Dios de Israel, se lo había morir, fuera grande o pequeño, hombre o mujer.
14 Así lo juraron al Señor en alta voz. con gritos de júbilo y al son de trompetas y cuernos.
15 Todo Judá se alegró a causa del juramento, porque lo había prestado de todo corazón y había buscado sinceramente al Señor. Por eso el Señor se dejó encontrar por ellos y les dio paz por todas partes.
16 El rey Asá despojó incluso del rango de Reina Madre a su abuela Maacá, por haber dedicado un horrendo fetiche a la diosa Aserá. Asá eliminó ese fetiche, lo redujo a polvo y lo quemó en el torrente Cedrón.
17 Sin embargo, no desaparecieron de Israel los lugares altos, aunque el corazón de Asá perteneció íntegramente al Señor durante toda su vida.
18 El hizo llevar a la Casa del Señor las ofrendas consagradas por su padre y las que él mismo había consagrado: plata, oro y otros utensilios.
19 Y no hubo guerra hasta el año treinta y cinco del reinado de Asá.

Patrocinio

 
 

Introducción a II Crónicas 


Primer Libro de las Crónicas

Después de la caída de Jerusalén, en el 587 a. C., una buena parte de la población de Judá fue deportada a Babilonia, hasta que Ciro el Persa autorizó el regreso de los desterrados a su país de origen. Así comenzó para Israel una nueva etapa, y los repatriados tuvieron que emprender la ardua tarea de reconstruir la comunidad nacional y religiosa. Esta grave crisis constituyó un verdadero desafío para la comunidad judía. El profeta Natán había prometido a David una dinastía eterna. Pero ¿qué valor podía tener esa promesa, si ya la monarquía no era mas que un recuerdo del pasado? Otros profetas habían anunciado a Israel un futuro glorioso. ¿Cómo dar crédito a esos anuncios en las miserables condiciones presentes?
El peso de estos interrogantes exigía una reinterpretación de toda la historia de Israel. De esta necesidad surgieron los libros de las CRÓNICAS, que en realidad son una sola obra y forman una unidad con los libros de Esdras y Nehemías. Su autor fue un levita de Jerusalén, que escribió hacia el 300 a. C. Esta nueva síntesis histórica abarca desde Adán hasta el retorno a Jerusalén del "Resto" de Judá. Pero únicamente dos etapas de la historia bíblica son tratadas con cierta detención: el reinado de David y su dinastía y la restauración de la comunidad judía. Los cincuenta años del destierro son pasados por alto, y sólo unas cuantas listas genealógicas cubren los siglos que van desde los comienzos de la humanidad hasta David.
Según el Cronista, Dios confió a la dinastía davídica el trono de Jerusalén, que es "el trono de la realeza del Señor sobre Israel" ( 1Ch_28:5 ). Durante los reinados de David y Salomón, el Reino de Dios tuvo su más perfecta realización. Pero los sucesores de estos dos primeros reyes no estuvieron a la altura de la misión que el Señor les había encomendado. Sólo tres de ellos -Josafat, Ezequías y Josías- siguieron los caminos de David. Los demás, a pesar de las apremiantes advertencias de los Profetas, se apartaron de esta línea de conducta, precipitando así a Israel en la ruina. La destrucción de Jerusalén y del Templo, la desaparición de la dinastía davídica y la deportación a Babilonia fueron el justo castigo de esas infidelidades, ya que para el Cronista no hay pecado sin castigo. Pero cuando todo parecía perdido, el Señor suscitó a un rey pagano, para liberar a los deportados y asegurar la continuidad del designio divino sobre Israel.
En la composición de su obra, el autor utilizó numerosas fuentes, bíblicas y extrabíblicas. Las genealogías de 1 Crón. 1-9 se inspiran en las tradiciones del Pentateuco. A partir del cap. 10, él reproduce narraciones enteras de los libros de Samuel y de los Reyes. Pero también emplea otros documentos que no tienen paralelos en la Biblia y a los que remite explícitamente. Aunque de ordinario cita sus fuentes textualmente, muchas veces las amplía, las abrevia o modifica, hasta el punto de que algunas narraciones adquieren un nuevo sentido. Todos estos retoques redaccionales están destinados a subrayar los temas por los que siente especial predilección: el Reino davídico, la Ciudad santa de Jerusalén, y el Templo con su "clero" y su culto.
El Cronista buscó en la historia y en los escritos sagrados de su Pueblo todo lo que podía servir de enseñanza para sus contemporáneos. En él se resume el esfuerzo de una comunidad que vive replegada sobre sí misma, ansiosa por descubrir en su propio pasado las raíces de su identidad y la cohesión necesaria para afrontar las presiones de un ambiente hostil. De esta manera, los libros de las Crónicas contribuyeron a mantener viva la esperanza del Pueblo que debía preparar la venida del Mesías.

Fuente: Libro del Pueblo de Dios (San Pablo, 1990)

Patrocinio

Notas