II Crónicas  32 Libro del Pueblo de Dios (Levoratti y Trusso, 1990) | 33 versitos |
1 Después de estos acontecimientos y de todas estas pruebas de fidelidad, Senaquerib, rey de Asiria, invadió Judá, sitió las ciudades fortificadas y mandó expugnarlas.
2 Cuando Ezequías vio que Senaquerib había venido con la intención de atacar a Jerusalén,
3 consultó a sus jefes y a sus guerreros sobre la conveniencia de cortar el agua de las fuentes que estaban fuera de la ciudad, y ellos lo apoyaron.
4 Entonces se reunió una gran multitud y taparon todas las fuentes y el arroyo que corría en medio de esa región, diciendo: "Así, cuando lleguen los reyes de Asiria, no encontrarán agua en abundancia".
5 Ezequías obró con decisión: reparó todas las brechas de la muralla, levantó torres sobre ella y otro muro por fuera, fortificó el Miló en la Ciudad de David y fabricó gran cantidad de dardos y escudos.
6 También puso jefes militares al frente del pueblo, los reunió junto a él en la plaza de la puerta de la ciudad, y los animó diciéndoles:
7 "¡Sean fuertes y tengan valor! No teman ni se acobarden ante el rey de Asiria y ante toda la multitud que lo acompaña, porque el que está con nosotros es más poderoso que el que está con él.
8 Con él no hay más que un brazo de carne, pero con nosotros está el Señor, nuestro Dios, para socorrernos y combatir a nuestro lado". El pueblo se sintió reconfortado por las palabras de Ezequías, rey de Judá.
9 Después de esto, Senaquerib, rey de Asiria, que se encontraba en Laquis con todas sus tropas, envió a sus servidores a Jerusalén para decir a Ezequías, rey de Judá, y a todo el pueblo de Judá que estaba en Jerusalén:
10 "Así habla Senaquerib, rey de Asiria: ¿En qué confían ustedes para permanecer sitiados en Jerusalén?
11 ¿No ven que Ezequías los está engañando y que él los expone a morir de hambre y de se, cuando dice: "El Señor, nuestro Dios, nos librará de la mano del rey de Asiria"?
12 ¿No ha sido el mismo Ezequías el que eliminó sus lugares altos y sus altares, diciendo a Judá y a Jerusalén: "Sólo ante un altar se postrarán y sobre él quemarán incienso"?
13 Ustedes saben muy bien lo que hemos hecho, yo y mis padres, y a todos los pueblos de las diversas regiones. ¿Acaso los dioses de esas naciones pudieron salvar a sus países de mis manos?
14 Entre todos los dioses de esas naciones que mis padres consagraron al exterminio, ¿hubo alguno capaz de librar a su pueblo de mis manos? ¡Tampoco su dios podrá entonces librarlos a ustedes!
15 ¡Que Ezequías no los engañe ni los seduzca de esa manera! No le crean, porque ningún dios de ninguna nación ni de ningún reino pudo salvar a su pueblo de mis manos ni de las manos de mis padres: ¡cuánto menos su dios podrá librarlos a ustedes!".
16 Mientras los servidores de Senaquerib seguían hablando contra el Señor Dios y contra Ezequías, su servidor,
17 Senaquerib escribió una carta para ultrajar al Señor, el Dios de Israel, y desafiarlo en estos términos: "Así como en los otros países los dioses de las naciones no han podido librar a sus pueblos, tampoco podré el dio de Ezequías librar a su pueblo de mis manos".
18 Los servidores de Senaquerib gritaban a voz en cuello, en lengua hebrea, al pueblo de Jerusalén que se hallaba sobre la muralla, para intimidarlos y asustarlos, a fin de apoderarse de la ciudad.
19 Y hablaban del Dios de Jerusalén como si fuera uno de los dioses de los pueblos de la tierra, obra de manos humanas.
20 El rey Ezequías y el profeta Isaías, hijo de Amós, oraron y clamaron al Cielo.
21 Entonces el Señor envió un ángel que aniquiló a todos los guerreros valientes, a los jefes y a los oficiales en el campamento del rey de Asiria. Este tuvo que volver a su país, completamente avergonzado, y allí, al entrar en el templo de su dio, algunos de sus hijos lo asesinaron.
22 Así salvó el Señor a Ezequías y a los habitantes de Jerusalén de las manos de Senaquerib, rey de Asiria, y de las manos de todos los demás, y les dio paz en todas sus fronteras.
23 Muchos llevaron a Jerusalén ofrendas para el Señor y regalos para Ezequías, rey de Judá, el cual, después de esto, adquirió gran prestigio ante todas las naciones.
24 En aquel tiempo, Ezequías cayó gravemente enfermo y estuvo a punto de morir. Entonces imploró al Señor; el Señor le respondió y le concedió una señal extraordinaria.
25 Pero Ezequías no correspondió al beneficio recibido: al contrario, su corazón se ensoberbeció, y así atrajo la ira del Señor contra él, contra Judá y contra Jerusalén.
26 Ezequías se arrepintió de su orgullo, junto con los habitantes de Jerusalén, y la ira del Señor no se abatió más sobre ellos en tiempos de Ezequías.
27 Ezequías tuvo riquezas y gloria en abundancia. Adquirió tesoros de plata, oro, piedras preciosas, aromas, escudos y toda clase de objetos valiosos,
28 así como depósitos para sus provisiones de trigo, de vino y de aceite, establos para toda clase de ganado y rebaños para los establos.
29 Levantó ciudades y tuvo gran cantidad de rebaños y ganado menor y mayor, porque Dios le había dado muchísimos bienes.
30 Ezequías fue el que obstruyó la salida superior de las aguas de Guijón y las canalizó bajo tierra hacia la parte occidental de la Ciudad de David. Ezequías tuvo éxito en todas sus empresas.
31 Sin embargo, durante las conversaciones con los príncipes de Babilonia, enviados para informarse sobre la seña; extraordinaria ocurrida en el país, Dios lo abandonó para ponerlo a prueba y conocer sus sentimientos.
32 El resto de los hechos de Ezequías y sus obras de piedad están escritos en la Visión del profeta Isaías, hijo de Amós, y en el Libro de los reyes de Judá y de Israel.
33 Ezequías se fue a descansar con sus padres, y lo sepultaron en la cuesta de los sepulcros de los hijos de David. Todos los habitantes de Judá y de Jerusalén le tributaron honras fúnebres. Su hijo Manasés reinó en lugar de él.

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Introducción a II Crónicas 


Primer Libro de las Crónicas

Después de la caída de Jerusalén, en el 587 a. C., una buena parte de la población de Judá fue deportada a Babilonia, hasta que Ciro el Persa autorizó el regreso de los desterrados a su país de origen. Así comenzó para Israel una nueva etapa, y los repatriados tuvieron que emprender la ardua tarea de reconstruir la comunidad nacional y religiosa. Esta grave crisis constituyó un verdadero desafío para la comunidad judía. El profeta Natán había prometido a David una dinastía eterna. Pero ¿qué valor podía tener esa promesa, si ya la monarquía no era mas que un recuerdo del pasado? Otros profetas habían anunciado a Israel un futuro glorioso. ¿Cómo dar crédito a esos anuncios en las miserables condiciones presentes?
El peso de estos interrogantes exigía una reinterpretación de toda la historia de Israel. De esta necesidad surgieron los libros de las CRÓNICAS, que en realidad son una sola obra y forman una unidad con los libros de Esdras y Nehemías. Su autor fue un levita de Jerusalén, que escribió hacia el 300 a. C. Esta nueva síntesis histórica abarca desde Adán hasta el retorno a Jerusalén del "Resto" de Judá. Pero únicamente dos etapas de la historia bíblica son tratadas con cierta detención: el reinado de David y su dinastía y la restauración de la comunidad judía. Los cincuenta años del destierro son pasados por alto, y sólo unas cuantas listas genealógicas cubren los siglos que van desde los comienzos de la humanidad hasta David.
Según el Cronista, Dios confió a la dinastía davídica el trono de Jerusalén, que es "el trono de la realeza del Señor sobre Israel" ( 1Ch_28:5 ). Durante los reinados de David y Salomón, el Reino de Dios tuvo su más perfecta realización. Pero los sucesores de estos dos primeros reyes no estuvieron a la altura de la misión que el Señor les había encomendado. Sólo tres de ellos -Josafat, Ezequías y Josías- siguieron los caminos de David. Los demás, a pesar de las apremiantes advertencias de los Profetas, se apartaron de esta línea de conducta, precipitando así a Israel en la ruina. La destrucción de Jerusalén y del Templo, la desaparición de la dinastía davídica y la deportación a Babilonia fueron el justo castigo de esas infidelidades, ya que para el Cronista no hay pecado sin castigo. Pero cuando todo parecía perdido, el Señor suscitó a un rey pagano, para liberar a los deportados y asegurar la continuidad del designio divino sobre Israel.
En la composición de su obra, el autor utilizó numerosas fuentes, bíblicas y extrabíblicas. Las genealogías de 1 Crón. 1-9 se inspiran en las tradiciones del Pentateuco. A partir del cap. 10, él reproduce narraciones enteras de los libros de Samuel y de los Reyes. Pero también emplea otros documentos que no tienen paralelos en la Biblia y a los que remite explícitamente. Aunque de ordinario cita sus fuentes textualmente, muchas veces las amplía, las abrevia o modifica, hasta el punto de que algunas narraciones adquieren un nuevo sentido. Todos estos retoques redaccionales están destinados a subrayar los temas por los que siente especial predilección: el Reino davídico, la Ciudad santa de Jerusalén, y el Templo con su "clero" y su culto.
El Cronista buscó en la historia y en los escritos sagrados de su Pueblo todo lo que podía servir de enseñanza para sus contemporáneos. En él se resume el esfuerzo de una comunidad que vive replegada sobre sí misma, ansiosa por descubrir en su propio pasado las raíces de su identidad y la cohesión necesaria para afrontar las presiones de un ambiente hostil. De esta manera, los libros de las Crónicas contribuyeron a mantener viva la esperanza del Pueblo que debía preparar la venida del Mesías.

Fuente: Libro del Pueblo de Dios (San Pablo, 1990)

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Notas

II Crónicas  32,1-33

31. Esta "señal extraordinaria" podría ser la curacion de Ezequías, a la que se alude en el v. 24 y de la que se habla explícitamente en 2Re_20:1-11; Is. 38. Sin embargo, como se trata de una señal "ocurrida en el país" y teniendo en cuenta la tradicional rivalidad entre los babilonios y los asirios, cabría pensar más bien en la sorpresiva retirada del ejércíto de Senaquerib. Ver v. 21; 2Re_19:35-36.