II Crónicas  35 Libro del Pueblo de Dios (Levoratti y Trusso, 1990) | 27 versitos |
1 Josías celebró en Jerusalén la Pascua del Señor, e inmolaron la víctima pascual el día catorce del primer mes.
2 Restableció a los sacerdotes en sus funciones y los animó a dedicarse enteramente al servicio de la Casa del Señor.
3 Luego dijo a los levitas que instruían a todo Israel y estaban consagrados al Señor: "Pongan el Arca santa en el Templo que edificó Salomón, hijo de David, rey de Israel: ya no tendrán que llevarla sobre los hombros. Ahora sirvan al Señor, su Dios, y a su pueblo Israel.
4 Agrúpense por familias, según sus clases, conforme a lo que establecieron por escrito David, rey de Israel, y su hijo Salomón.
5 Ocupen el sitio que les corresponde en el Santuario, según los grupos de las familias de sus hermanos, la gente del pueblo, de manera que a cada familia le corresponda una sección de los levitas.
6 Inmolen la Pascua, santifíquense y prepárenla para sus hermanos, a fin de que ellos puedan celebrarla según la palabra del Señor transmitida por Moisés".
7 Josías entregó para la gente del pueblo ganado menor -corderos y cabritos -en número de treinta mil, como víctimas pascuales para todos los que se encontraban allí, y dio además tres mil bueyes. Todo esto provenía de los bienes del rey.
8 También sus jefes entregaron ofrendas voluntarias para el pueblo, los sacerdotes y los levitas. Jilquías, Zacarías y Iejiel, mayordomos de la Casa de Dios, dieron a los sacerdotes dos mil seiscientas víctimas pascuales y trescientos bueyes.
9 Conanías, Semaías y Netanel, sus hermanos, y Jasabías, Ieiel y Iozabad, jefe de los levitas, dieron a estos cinco mil víctimas pascuales y quinientos bueyes.
10 Una vez organizado el servicio, los sacerdotes ocuparon sus puestos, lo mismo que los levitas, Según sus clases, conforme a la orden del rey.
11 Luego se inmoló la Pascua, y los sacerdotes hacían la aspersión con la sangre recibida de manos de los levitas, mientras estos desollaban las víctimas.
12 Además, cuando daban su parte a los grupos de familias de la gente del pueblo, separaban lo que se debía ofrecer al Señor en holocausto, como está escrito en el libro de Moisés. E hicieron lo mismo con los bueyes.
13 Después asaron al fuego la víctima pascual, como está establecido, cocinaron las otras ofrendas consagradas, en ollas, cacerolas y fuentes, y las repartieron rápidamente entre toda la gente del pueblo.
14 Luego prepararon la Pascua para ellos y para los sacerdotes, porque los sacerdotes, hijos de Aarón, habían estado ocupados en ofrecer los holocaustos y las grasas hasta la noche: por eso los levitas prepararon la Pascua para sí mismos y para los sacerdotes, hijos de Aarón.
15 Los cantores, hijos de Asaf, estaban en sus puestos, según las prescripciones de David y de Asaf, de Hemán y de Iedutún, el vidente del rey; y también los porteros ocupaban cada uno su puesto: ninguno de ellos tuvo necesidad de apartarse de su servicio, porque sus hermanos, los levitas, les prepararon la Pascua.
16 Así se organizó aquel día todo el servicio del Señor, para celebrar la Pascua y ofrecer los holocaustos sobre el altar del Señor, según la orden del rey Josías.
17 Los israelitas que se encontraban allí celebraron la Pascua en aquella ocasión, y también la fiesta de los Ácimos durante siete días.
18 Nunca se había celebrado en Israel una Pascua como esta desde los días del profeta Samuel; ninguno de los reyes de Israel había celebrado una Pascua como la que celebró Josías con los sacerdotes y los levitas, con todo Judá, con los israelitas allí presentes y con los habitantes de Jerusalén.
19 Fue el año dieciocho del reinado de Josías cuando se celebró esta Pascua.
20 Después de todo esto, cuando Josías ya había reorganizado el culto del Templo, subió Necao, rey de Egipto, para combatir en Carquemís, junto al río Eufrates. Josías le salió al paso,
21 pero Necao le envió mensajeros para decirle: "¿Qué hay entre nosotros, rey de Judá? Ahora no vengo contra ti, sino contra una dinastía que me hace la guerra. Dios me ha dicho que me apure. No te opongas a Dios, que está conmigo, no sea que él te destruya".
22 Pero Josías no cedió, y se obstinó en combatirlo. Sin escuchar las palabras de Necao, que procedían de la boca de Dios, fue a presentarle batalla en la llanura de Meguido.
23 Los arqueros dispararon contra el rey Josías, y este dijo a sus servidores: "Sáquenme, porque estoy gravemente herido".
24 Sus servidores lo sacaron de sus carro de guerra, lo subieron a otro carro y lo llevaron a Jerusalén, donde murió. El fue sepultado en los sepulcros de sus padres, y todo Judá y Jerusalén hicieron duelo por Josías.
25 Jeremías compuso una lamentación sobre Josías, y todos los cantores y cantoras han hablado de él en sus cantos fúnebres hasta el día de hoy. Estos cantos se hicieron tradicionales en Israel y ahora están escritos en las Lamentaciones.
26 El resto de los hechos del rey Josías, sus obras de piedad, acordes con lo que prescribe la Ley del Señor,
27 y todo lo que él hizo, desde el comienzo hasta el fin, está escrito en el Libro de los reyes de Israel y de Judá.

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Introducción a II Crónicas 


Primer Libro de las Crónicas

Después de la caída de Jerusalén, en el 587 a. C., una buena parte de la población de Judá fue deportada a Babilonia, hasta que Ciro el Persa autorizó el regreso de los desterrados a su país de origen. Así comenzó para Israel una nueva etapa, y los repatriados tuvieron que emprender la ardua tarea de reconstruir la comunidad nacional y religiosa. Esta grave crisis constituyó un verdadero desafío para la comunidad judía. El profeta Natán había prometido a David una dinastía eterna. Pero ¿qué valor podía tener esa promesa, si ya la monarquía no era mas que un recuerdo del pasado? Otros profetas habían anunciado a Israel un futuro glorioso. ¿Cómo dar crédito a esos anuncios en las miserables condiciones presentes?
El peso de estos interrogantes exigía una reinterpretación de toda la historia de Israel. De esta necesidad surgieron los libros de las CRÓNICAS, que en realidad son una sola obra y forman una unidad con los libros de Esdras y Nehemías. Su autor fue un levita de Jerusalén, que escribió hacia el 300 a. C. Esta nueva síntesis histórica abarca desde Adán hasta el retorno a Jerusalén del "Resto" de Judá. Pero únicamente dos etapas de la historia bíblica son tratadas con cierta detención: el reinado de David y su dinastía y la restauración de la comunidad judía. Los cincuenta años del destierro son pasados por alto, y sólo unas cuantas listas genealógicas cubren los siglos que van desde los comienzos de la humanidad hasta David.
Según el Cronista, Dios confió a la dinastía davídica el trono de Jerusalén, que es "el trono de la realeza del Señor sobre Israel" ( 1Ch_28:5 ). Durante los reinados de David y Salomón, el Reino de Dios tuvo su más perfecta realización. Pero los sucesores de estos dos primeros reyes no estuvieron a la altura de la misión que el Señor les había encomendado. Sólo tres de ellos -Josafat, Ezequías y Josías- siguieron los caminos de David. Los demás, a pesar de las apremiantes advertencias de los Profetas, se apartaron de esta línea de conducta, precipitando así a Israel en la ruina. La destrucción de Jerusalén y del Templo, la desaparición de la dinastía davídica y la deportación a Babilonia fueron el justo castigo de esas infidelidades, ya que para el Cronista no hay pecado sin castigo. Pero cuando todo parecía perdido, el Señor suscitó a un rey pagano, para liberar a los deportados y asegurar la continuidad del designio divino sobre Israel.
En la composición de su obra, el autor utilizó numerosas fuentes, bíblicas y extrabíblicas. Las genealogías de 1 Crón. 1-9 se inspiran en las tradiciones del Pentateuco. A partir del cap. 10, él reproduce narraciones enteras de los libros de Samuel y de los Reyes. Pero también emplea otros documentos que no tienen paralelos en la Biblia y a los que remite explícitamente. Aunque de ordinario cita sus fuentes textualmente, muchas veces las amplía, las abrevia o modifica, hasta el punto de que algunas narraciones adquieren un nuevo sentido. Todos estos retoques redaccionales están destinados a subrayar los temas por los que siente especial predilección: el Reino davídico, la Ciudad santa de Jerusalén, y el Templo con su "clero" y su culto.
El Cronista buscó en la historia y en los escritos sagrados de su Pueblo todo lo que podía servir de enseñanza para sus contemporáneos. En él se resume el esfuerzo de una comunidad que vive replegada sobre sí misma, ansiosa por descubrir en su propio pasado las raíces de su identidad y la cohesión necesaria para afrontar las presiones de un ambiente hostil. De esta manera, los libros de las Crónicas contribuyeron a mantener viva la esperanza del Pueblo que debía preparar la venida del Mesías.

Fuente: Libro del Pueblo de Dios (San Pablo, 1990)

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Notas