Job  16 Libro del Pueblo de Dios (Levoratti y Trusso, 1990) | 22 versitos |
1 Job respondió, diciendo:
2 Ya escuché muchos discursos semejantes ¡tristes consoladores son todos ustedes!
3 ¿Terminarán de una vez las palabras en el aire? ¿Qué es lo que te incita a replicar así?
4 También yo hablaría como ustedes, si ustedes estuvieran en mi lugar. Los ensordecería con palabras y les haría gestos de conmiseración.
5 Los reconfortaría con mi boca y mis labios no dejarían de moverse.
6 Pero si hablo, no se alivia mi dolor; si me callo, tampoco se aparta de mí.
7 Porque ahora, él me ha extenuado y desolado, todos sus temores
8 me tienen acorralado; se levanta contra mí con testigo, mi debilidad me acusa en mi propia cara.
9 Su ira me desgarra y me hostiga, él rechina sus dientes contra mí. Mi adversario me atraviesa con la mirada;
10 ellos abrieron sus fauces contra mí. me golpearon con desprecio las mejillas, se confabularon todos contra mí.
11 Dios me entrega al poder del injusto, me arroja en manos de los malvados.
12 Yo estaba tranquilo y él me destrozó, me tomó por el cuello y me hizo pedazos. Me puso como blanco ante él,
13 sus flechas vuelan a mi alrededor. Traspasa mis riñones sin piedad y derrama por tierra mi hiel.
14 Abre en mí una brecha tras otra, arremete contra mí como un guerrero.
15 Llevo cosido un cilicio a mi piel, tengo hundida la frente en el polvo.
16 Mi rostro está enrojecido por el llanto y la oscuridad envuelve mis pupilas.
17 Sin embargo, no hay violencia en mis manos y mi plegaria es pura.
18 ¡Tierra, no cubras mi sangre, que no haya un lugar de descanso para mi clamor!
19 Aún ahora, mi testigo está en el cielo y mi garante, en las alturas.
20 Mis amigos se burlan de mí, mientras mis ojos derraman lágrimas ante Dios.
21 ¡Que él sea árbitro entre un hombre y Dios, como entre un hombre y su prójimo!
22 Porque mis años están contados y voy a emprender el camino sin retorno.

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Introducción a Job 


Job

Por su excepcional valor poético y humano, el libro de JOB ocupa un lugar destacado, no sólo dentro de la Biblia, sino también entre las obras maestras de la literatura universal. Su autor estaba perfectamente familiarizado con la tradición sapiencial de Israel y del Antiguo Oriente. Conocía a fondo los oráculos de los grandes profetas -especialmente las "Confesiones" de Jeremías y algunos escritos de Ezequiel- y había orado con los Salmos que se cantaban en el Templo de Jerusalén. Los viajes acrecentaron su experiencia, y es probable que haya vivido algún tiempo en Egipto. Sobre todo, él sintió en carne propia el eterno problema del mal, que se plantea en toda su agudeza cuando el justo padece, mientras el impío goza de prosperidad.
Esta obra fue escrita a comienzos del siglo V a. C., y para componerla, el autor tomó como base un antiguo relato del folclore palestino, que narraba los terribles padecimientos de un hombre justo, cuya fidelidad a Dios en medio de la prueba le mereció una extraordinaria recompensa. Esta leyenda popular constituye el prólogo y el epílogo del Libro. Al situar a su personaje en un país lejano, fuera de las fronteras de Israel (1. 1), el autor sugiere que el drama de Job afecta a todos los hombres por igual.
No se puede comprender el libro de Job sin tener en cuenta la enseñanza tradicional de los "sabios" israelitas acerca de la retribución divina. Según esa enseñanza, las buenas y las malas acciones de los hombres recibían necesariamente en este mundo el premio o el castigo merecidos. Esta era una consecuencia lógica de la fe en la justicia de Dios, cuando aún no se tenía noción de una retribución más allá de la muerte. Sin embargo, llegó el momento en que esta doctrina comenzó a hacerse insostenible, ya que bastaba abrir los ojos a la realidad para ver que la justicia y la felicidad no van siempre juntas en la vida presente. Y si no todos los sufrimientos son consecuencia del pecado, ¿cómo se explican?
Pero el autor no se contenta con poner en tela de juicio la doctrina tradicional de la retribución. Al reflexionar sobre las tribulaciones de Job -un justo que padece sin motivo aparente- él critica la sabiduría de los antiguos "sabios" y la reduce a sus justos límites. Aquella sabiduría aspiraba a comprenderlo todo: el bien y el mal, la felicidad y la desgracia, la vida y la muerte. Esta aspiración era sin duda legítima, pero tendía a perder de vista la soberanía, la libertad y el insondable misterio de Dios. En el reproche que hace el Señor a los amigos de Job (42. 7), se rechaza implícitamente toda sabiduría que se erige en norma absoluta y pretende encerrar a Dios en las categorías de la justicia humana.
El personaje central de este Libro llegó a descubrir el rostro del verdadero Dios a través del sufrimiento. Para ello tuvo que renunciar a su propia sabiduría y a su pretensión de considerarse justo. No es otro el camino que debe recorrer el cristiano, pero este lo hace iluminado por el mensaje de la cruz, que da un sentido totalmente nuevo al misterio del dolor humano. "Completo en mi carne lo que falta a los padecimientos de Cristo, para bien de su Cuerpo, que es la Iglesia" ( Col_1:24 ). "Los sufrimientos del tiempo presente no pueden compararse con la gloria futura que se revelará en nosotros" ( Rom_8:18 ).

Fuente: Libro del Pueblo de Dios (San Pablo, 1990)

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Notas

Job  16,1-22

19. El "testigo" al que apela Job podría ser su propia sangre, que clama al cielo pidiendo justicia. Cuando ya está a punto de emprender el "camino sin retorno" (v. 22), él pide que la tierra no cubra su sangre (v. 18) para que esta, aún después de su muerte, quede como testimonio de su inocencia. Tambien podría ser Dios, a quien Job, al sentirse tratado tan injustamente, pone como "testigo" contra el mismo Dios.