Job  19 Libro del Pueblo de Dios (Levoratti y Trusso, 1990) | 29 versitos |
1 Job respondió, diciendo:
2 ¿Hasta cuándo me va a afligir y me van a torturar con sus palabras?
3 Ya es la décima vez que me ultrajan, que me maltratan desvergonzadamente.
4 Aunque fuera verdad que cometí un error, mi error me concierne sólo a mí.
5 Ustedes se envalentonan contra mí y me imputan mi ignominia:
6 pero sepan que es Dios el que me agravia y que él me ha envuelto en su red.
7 Si grito: "¡Violencia!", no tengo respuesta; si pido auxilio, no se hace justicia.
8 El cercó mi camino y no puedo pasar; cubrió de tinieblas mi sendero.
9 Me ha despojado de mi honor y quitó la corona de mi cabeza.
10 Me demolió por completo, y ya me voy; arrancó, como un árbol, mi esperanza.
11 Encendió su indignación contra mí y me trató como a su enemigo.
12 Sus escuadrones llegaron en tropel, se abrieron camino hasta mí y acamparon alrededor de mi carpa.
13 Mis hermanos se alejaron de mí y soy un extraño para mis amigos.
14 Desaparecieron mis allegados y familiares, me olvidaron
15 los huéspedes de mi casa. Mis servidoras me consideran un extraño, me he convertido en un intruso para ellas.
16 Llamo a mi servidor, y no responde, aunque se lo pida por favor.
17 Mi mujer siente asco de mi aliento, soy repugnante para los hijos de mis entrañas.
18 Hasta los niños pequeños me desprecian: cuando me levanto, se burlan de mí.
19 Mis amigos íntimos me abominan, los que yo amaba se vuelven contra mí.
20 Los huesos se me pegan a la piel y se me desprenden los dientes de las envías.
21 ¡Apiádense, apiádense de mí, amigos míos, porque me ha herido la mano de Dios!
22 ¿Por qué ustedes me persiguen como Dios y no terminan de saciarse con mi carne?
23 ¡Ah, si se escribieran mis palabras y se las grabara en el bronce;
24 si con un punzón de hierro y plomo fueran esculpidas en la roca para siempre!
25 Porque yo sé que mi Redentor vive y que él, el último, se alzará sobre el polvo
26 Y después que me arranquen esta piel, yo, con mi propia carne, veré a Dios.
27 Sí, yo mismo lo veré, lo contemplarán mis ojos, no los de un extraño. ¡Mi corazón se deshace en mi pecho!
28 Si ustedes dicen: "¿Cómo lo perseguiremos y qué pretexto encontraremos para procesarlo?",
29 teman que la espada los hiera a ustedes mismos, porque esas son culpas dignas de la espada: y entonces sabrán que hay un juez.

Patrocinio

 
 

Introducción a Job 


Job

Por su excepcional valor poético y humano, el libro de JOB ocupa un lugar destacado, no sólo dentro de la Biblia, sino también entre las obras maestras de la literatura universal. Su autor estaba perfectamente familiarizado con la tradición sapiencial de Israel y del Antiguo Oriente. Conocía a fondo los oráculos de los grandes profetas -especialmente las "Confesiones" de Jeremías y algunos escritos de Ezequiel- y había orado con los Salmos que se cantaban en el Templo de Jerusalén. Los viajes acrecentaron su experiencia, y es probable que haya vivido algún tiempo en Egipto. Sobre todo, él sintió en carne propia el eterno problema del mal, que se plantea en toda su agudeza cuando el justo padece, mientras el impío goza de prosperidad.
Esta obra fue escrita a comienzos del siglo V a. C., y para componerla, el autor tomó como base un antiguo relato del folclore palestino, que narraba los terribles padecimientos de un hombre justo, cuya fidelidad a Dios en medio de la prueba le mereció una extraordinaria recompensa. Esta leyenda popular constituye el prólogo y el epílogo del Libro. Al situar a su personaje en un país lejano, fuera de las fronteras de Israel (1. 1), el autor sugiere que el drama de Job afecta a todos los hombres por igual.
No se puede comprender el libro de Job sin tener en cuenta la enseñanza tradicional de los "sabios" israelitas acerca de la retribución divina. Según esa enseñanza, las buenas y las malas acciones de los hombres recibían necesariamente en este mundo el premio o el castigo merecidos. Esta era una consecuencia lógica de la fe en la justicia de Dios, cuando aún no se tenía noción de una retribución más allá de la muerte. Sin embargo, llegó el momento en que esta doctrina comenzó a hacerse insostenible, ya que bastaba abrir los ojos a la realidad para ver que la justicia y la felicidad no van siempre juntas en la vida presente. Y si no todos los sufrimientos son consecuencia del pecado, ¿cómo se explican?
Pero el autor no se contenta con poner en tela de juicio la doctrina tradicional de la retribución. Al reflexionar sobre las tribulaciones de Job -un justo que padece sin motivo aparente- él critica la sabiduría de los antiguos "sabios" y la reduce a sus justos límites. Aquella sabiduría aspiraba a comprenderlo todo: el bien y el mal, la felicidad y la desgracia, la vida y la muerte. Esta aspiración era sin duda legítima, pero tendía a perder de vista la soberanía, la libertad y el insondable misterio de Dios. En el reproche que hace el Señor a los amigos de Job (42. 7), se rechaza implícitamente toda sabiduría que se erige en norma absoluta y pretende encerrar a Dios en las categorías de la justicia humana.
El personaje central de este Libro llegó a descubrir el rostro del verdadero Dios a través del sufrimiento. Para ello tuvo que renunciar a su propia sabiduría y a su pretensión de considerarse justo. No es otro el camino que debe recorrer el cristiano, pero este lo hace iluminado por el mensaje de la cruz, que da un sentido totalmente nuevo al misterio del dolor humano. "Completo en mi carne lo que falta a los padecimientos de Cristo, para bien de su Cuerpo, que es la Iglesia" ( Col_1:24 ). "Los sufrimientos del tiempo presente no pueden compararse con la gloria futura que se revelará en nosotros" ( Rom_8:18 ).

Fuente: Libro del Pueblo de Dios (San Pablo, 1990)

Patrocinio

Notas

Job  19,1-29

25-26. Seguramente, este pasaje no afirma la fe en la resurrección personal, porque en ese caso quedaría resuelto el problema planteado en el Libro. Si Job tuviera la certeza de que sus padecimientos serían recompensados después de su muerte, no tendría nada que objetar contra la justicia de Dios. Al decir que él mismo, con su "propia carne", verá a Dios, está afirmando su esperanza en una intervención divina aquí en la tierra, que pondrá de manifiesto su inocencia.