Job  29 Libro del Pueblo de Dios (Levoratti y Trusso, 1990) | 25 versitos |
1 Job continuó pronunciando su poema, y dijo:
2 ¡Si pudiera volver a los tiempos pasados, a los días en que Dios cuidaba de mí,
3 cuando hacía brillar su lámpara sobre mi cabeza y yo caminaba a su luz entre las tinieblas!
4 ¡Si estuviera como en el otoño de mi vida, cuando Dios protegía mi carpa,
5 cuando el Todopoderoso aún estaba conmigo y me rodeaban mis hijos;
6 cuando mis pies se bañaban en lecha cuajada y la roca derramaba para mí arroyos de aceite!
7 Si yo salía a la puerta principal de la ciudad y ocupaba mi puesto en la plaza,
8 los jóvenes se retiraban al verme, los ancianos se levantaban y permanecían de pie.
9 Los príncipes retenían sus palabras y se tapaban la boca con la mano;
10 a los jefes se les apagaba la voz, se les pegaba la lengua al paladar.
11 Sí, el que me oía me felicitaba y el que me veía daba testimonio a mi favor.
12 Porque yo salvaba al pobre que pedía auxilio y al huérfano privado de ayuda.
13 El desesperado me hacía llegar su bendición, y yo alegraba el corazón de la viuda.
14 Me había revestido de justicia, y ella me cubría, mi rectitud era como un manto y un turbante.
15 Yo era ojos para el ciego y pies para el lisiado,
16 era un padre para los indigentes y examinaba a fondo el caso del desconocido.
17 Rompía las mandíbulas del injusto y le hacía soltar la presa de sus dientes.
18 Entonces pensaba: "Moriré en mi nido, multiplicaré mis días como el ave fénix
19 Mi raíz se extenderá hacia el agua y el rocío se posará en mi ramaje.
20 Mi gloria será siempre nueva en mí y el arco rejuvenecerá en mi mano".
21 Ellos me escuchaban con expectación, callaban para oír mi consejo.
22 Después que yo hablaba, nadie replicaba, mi palabra caía sobre ellos gota a gota.
23 Me esperaban como a la lluvia, abrían su boca como a la lluvia de primavera.
24 Si les sonreía, les costaba creerlo y no querían perderse la luz de mi rostro.
25 Yo les elegía el camino y me ponía al frente; me instalaba como un rey con sus tropas y adonde yo los llevaba, se dejaban guiar.

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Introducción a Job 


Job

Por su excepcional valor poético y humano, el libro de JOB ocupa un lugar destacado, no sólo dentro de la Biblia, sino también entre las obras maestras de la literatura universal. Su autor estaba perfectamente familiarizado con la tradición sapiencial de Israel y del Antiguo Oriente. Conocía a fondo los oráculos de los grandes profetas -especialmente las "Confesiones" de Jeremías y algunos escritos de Ezequiel- y había orado con los Salmos que se cantaban en el Templo de Jerusalén. Los viajes acrecentaron su experiencia, y es probable que haya vivido algún tiempo en Egipto. Sobre todo, él sintió en carne propia el eterno problema del mal, que se plantea en toda su agudeza cuando el justo padece, mientras el impío goza de prosperidad.
Esta obra fue escrita a comienzos del siglo V a. C., y para componerla, el autor tomó como base un antiguo relato del folclore palestino, que narraba los terribles padecimientos de un hombre justo, cuya fidelidad a Dios en medio de la prueba le mereció una extraordinaria recompensa. Esta leyenda popular constituye el prólogo y el epílogo del Libro. Al situar a su personaje en un país lejano, fuera de las fronteras de Israel (1. 1), el autor sugiere que el drama de Job afecta a todos los hombres por igual.
No se puede comprender el libro de Job sin tener en cuenta la enseñanza tradicional de los "sabios" israelitas acerca de la retribución divina. Según esa enseñanza, las buenas y las malas acciones de los hombres recibían necesariamente en este mundo el premio o el castigo merecidos. Esta era una consecuencia lógica de la fe en la justicia de Dios, cuando aún no se tenía noción de una retribución más allá de la muerte. Sin embargo, llegó el momento en que esta doctrina comenzó a hacerse insostenible, ya que bastaba abrir los ojos a la realidad para ver que la justicia y la felicidad no van siempre juntas en la vida presente. Y si no todos los sufrimientos son consecuencia del pecado, ¿cómo se explican?
Pero el autor no se contenta con poner en tela de juicio la doctrina tradicional de la retribución. Al reflexionar sobre las tribulaciones de Job -un justo que padece sin motivo aparente- él critica la sabiduría de los antiguos "sabios" y la reduce a sus justos límites. Aquella sabiduría aspiraba a comprenderlo todo: el bien y el mal, la felicidad y la desgracia, la vida y la muerte. Esta aspiración era sin duda legítima, pero tendía a perder de vista la soberanía, la libertad y el insondable misterio de Dios. En el reproche que hace el Señor a los amigos de Job (42. 7), se rechaza implícitamente toda sabiduría que se erige en norma absoluta y pretende encerrar a Dios en las categorías de la justicia humana.
El personaje central de este Libro llegó a descubrir el rostro del verdadero Dios a través del sufrimiento. Para ello tuvo que renunciar a su propia sabiduría y a su pretensión de considerarse justo. No es otro el camino que debe recorrer el cristiano, pero este lo hace iluminado por el mensaje de la cruz, que da un sentido totalmente nuevo al misterio del dolor humano. "Completo en mi carne lo que falta a los padecimientos de Cristo, para bien de su Cuerpo, que es la Iglesia" ( Col_1:24 ). "Los sufrimientos del tiempo presente no pueden compararse con la gloria futura que se revelará en nosotros" ( Rom_8:18 ).

Fuente: Libro del Pueblo de Dios (San Pablo, 1990)

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Notas

Job  29,1-25

18. "En mi nido" quiere decir "en mi lecho". Esta bella imagen y la del "ave fénix" expresan la idea de una muerte tranquila y en una edad avanzada.