Job  33 Libro del Pueblo de Dios (Levoratti y Trusso, 1990) | 33 versitos |
1 ¡Vamos, Job, escucha mis palabras, oye atentamente lo que voy a decir!
2 Ya ves que he abierto mi boca, mi lengua ha comenzado a hablar.
3 Mi corazón desborda de palabras sabias, mis labios dirán la pura verdad.
4 A mí me hizo el soplo de Dios, el aliento del Todopoderoso me dio la vida.
5 Respóndeme, si eres capaz; prepárate, y toma posición ante mí.
6 Para Dios, yo soy igual que tú, yo también fui modelado de la arcilla.
7 Por eso, no te espantará el temor a mí ni el peso de mi mano te abrumará.
8 Sí, tú has dicho a mis oídos -yo escuché el sonido de tus palabras-:
9 "Soy puro, no cometí ninguna falta; estoy limpio y libre de culpa;
10 sin embargo él encuentra pretextos contra mí y me considera su enemigo:
11 Pone mis pies en el cepo y vigila todos mis pasos".
12 Pero yo te respondo: En esto no tienen razón, porque Dios es más grande que el hombre.
13 ¿Por qué pretendes litigar con él como si no respondiera a ninguna de tus palabras?
14 En realidad, Dios habla una vez, y luego otra, sin que se preste atención.
15 En un sueño, en una visión nocturna, cuando un profundo sopor invade a los hombres y ellos están dormidos en su lecho,
16 entonces, él se revela a los mortales y los atemoriza con apariciones,
17 para apartar al hombre de sus malas obras y extirpar el orgullo del mortal;
18 para preservar su alma de la Fosa] y su vida, del Canal subterráneo.
19 También lo corrige en su lecho por el sufrimiento, cuando sus huesos tiemblan sin cesar:
20 el hombre siente náusea de la comida y pierde el gusto por los manjares apetecibles;
21 su carne desaparece de las miradas y se trasparentan sus huesos, que antes no se veían;
22 su alma se acerca a la Fosa y su vida, a las aguas de la Muerte.
23 Si hay un ángel junto a él, un intérprete, uno entre mil, para indicarle al hombre su deber;
24 si él tiene compasión y dice: "Líbralo de bajar a la Fosa, yo he encontrado un rescate".
25 entonces su carne recupera la frescura juvenil y él vuelve a los días de su adolescencia;
26 invoca a Dios, que se le muestra propicio, contempla su rostro con gritos de alegría, anuncia a los demás su salvación,
27 y entona, entre los hombres, este canto: "Yo había pecado y tergiversado el derecho, pero él no me trató como correspondía;
28 ¡libró mi alma de pasar por la Fosa y mi vida contempla la luz!".
29 Todo esto es lo que hace Dios, dos y tres veces, en favor del hombre,
30 para hacer volver su vida de la Fosa e iluminarlo con la luz de los vivientes.
31 Atiende, Job, escúchame; cállate, y yo hablaré.
32 Si tienes algo que decir, replícame, habla, porque yo quisiera darte la razón.
33 De lo contrario, escúchame; cállate, y te enseñaré la sabiduría.

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Introducción a Job 


Job

Por su excepcional valor poético y humano, el libro de JOB ocupa un lugar destacado, no sólo dentro de la Biblia, sino también entre las obras maestras de la literatura universal. Su autor estaba perfectamente familiarizado con la tradición sapiencial de Israel y del Antiguo Oriente. Conocía a fondo los oráculos de los grandes profetas -especialmente las "Confesiones" de Jeremías y algunos escritos de Ezequiel- y había orado con los Salmos que se cantaban en el Templo de Jerusalén. Los viajes acrecentaron su experiencia, y es probable que haya vivido algún tiempo en Egipto. Sobre todo, él sintió en carne propia el eterno problema del mal, que se plantea en toda su agudeza cuando el justo padece, mientras el impío goza de prosperidad.
Esta obra fue escrita a comienzos del siglo V a. C., y para componerla, el autor tomó como base un antiguo relato del folclore palestino, que narraba los terribles padecimientos de un hombre justo, cuya fidelidad a Dios en medio de la prueba le mereció una extraordinaria recompensa. Esta leyenda popular constituye el prólogo y el epílogo del Libro. Al situar a su personaje en un país lejano, fuera de las fronteras de Israel (1. 1), el autor sugiere que el drama de Job afecta a todos los hombres por igual.
No se puede comprender el libro de Job sin tener en cuenta la enseñanza tradicional de los "sabios" israelitas acerca de la retribución divina. Según esa enseñanza, las buenas y las malas acciones de los hombres recibían necesariamente en este mundo el premio o el castigo merecidos. Esta era una consecuencia lógica de la fe en la justicia de Dios, cuando aún no se tenía noción de una retribución más allá de la muerte. Sin embargo, llegó el momento en que esta doctrina comenzó a hacerse insostenible, ya que bastaba abrir los ojos a la realidad para ver que la justicia y la felicidad no van siempre juntas en la vida presente. Y si no todos los sufrimientos son consecuencia del pecado, ¿cómo se explican?
Pero el autor no se contenta con poner en tela de juicio la doctrina tradicional de la retribución. Al reflexionar sobre las tribulaciones de Job -un justo que padece sin motivo aparente- él critica la sabiduría de los antiguos "sabios" y la reduce a sus justos límites. Aquella sabiduría aspiraba a comprenderlo todo: el bien y el mal, la felicidad y la desgracia, la vida y la muerte. Esta aspiración era sin duda legítima, pero tendía a perder de vista la soberanía, la libertad y el insondable misterio de Dios. En el reproche que hace el Señor a los amigos de Job (42. 7), se rechaza implícitamente toda sabiduría que se erige en norma absoluta y pretende encerrar a Dios en las categorías de la justicia humana.
El personaje central de este Libro llegó a descubrir el rostro del verdadero Dios a través del sufrimiento. Para ello tuvo que renunciar a su propia sabiduría y a su pretensión de considerarse justo. No es otro el camino que debe recorrer el cristiano, pero este lo hace iluminado por el mensaje de la cruz, que da un sentido totalmente nuevo al misterio del dolor humano. "Completo en mi carne lo que falta a los padecimientos de Cristo, para bien de su Cuerpo, que es la Iglesia" ( Col_1:24 ). "Los sufrimientos del tiempo presente no pueden compararse con la gloria futura que se revelará en nosotros" ( Rom_8:18 ).

Fuente: Libro del Pueblo de Dios (San Pablo, 1990)

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Notas

Job  33,1-33

23. Este "ángel" es un mensajero celestial que cumple las funciones de "intérprete", explicando al hombre que sufre el sentido de sus padecimientos e intercediendo por él ante Dios.