Job  38 Libro del Pueblo de Dios (Levoratti y Trusso, 1990) | 41 versitos |
1 El Señor respondió a Job desde la tempestad, diciendo:
2 ¿Quién es ese que oscurece mi designio con palabras desprovistas de sentido?
3 ¡Ajústate el cinturón como un guerrero: yo te preguntaré, y tú me instruirás!
4 ¿Dónde estabas cuando yo fundaba la tierra? Indícalo, si eres capaz de entender.
5 Quién fijó sus medidas? ¿Lo sabes acaso? ¿Quién tendió sobre ella la cuerda para medir?
6 ¿Sobre qué fueron hundidos sus pilares o quién asentó su piedra angular,
7 mientras los astros de la mañana cantaban a coro y aclamaban todos los hijos de Dios?
8 ¿Quién encerró con dos puertas al mar, cuando él salía a borbotones del seno materno,
9 cuando le puse una nube por vestido y por pañales, densos nubarrones?
10 Yo tracé un límite alrededor de él, le puse cerrojos y puertas,
11 y le dije: "Llegarás hasta aquí y no pasarás; aquí se quebrará la soberbia de tus olas".
12 ¿Has mandado una vez en tu vida a la mañana, le has indicado su puesto a la aurora,
13 para que tome a la tierra por los bordes y sean sacudidos de ella los malvados?
14 Ella adquiere forma como la arcilla bajo el sello y se tiñe lo mismo que un vestido:
15 entonces, a los malvados se los priva de su luz y se quiebra el brazo que se alzaba.
16 ¿Has penetrado hasta las fuentes del mar y has caminado por el fondo del océano?
17 ¿Se te han abierto las Puertas de la Muerte y has visto las Puertas de la Sombra?
18 ¿Abarcas con tu inteligencia la extensión de la tierra? Indícalo, si es que sabes todo esto.
19 ¿Por dónde se va adonde habita la luz y dónde está la morada de las tinieblas,
20 para que puedas guiarla hasta su dominio y mostrarle el camino de su casa?
21 ¡Seguro que lo sabes, porque ya habías nacido y es muy grande el número de tus días!
22 ¿Has penetrado hasta los depósitos de la nieve y has visto las reservas del granizo,
23 que yo guardo para los tiempos de angustia, para los días de guerra y de combate?
24 ¿Por qué camino se expande la luz y el viento del este se propaga sobre la tierra?
25 ¿Quién ha abierto un cauce al aguacero y un camino al estampido de los truenos,
26 para hacer llover sobre una tierra despoblada, sobre un desierto donde ningún hombre habita,
27 para regar los páramos desolados y hacer brotar una hierba en la estepa?
28 ¿Acaso la lluvia tiene un padre, y quién ha engendrado las gotas del rocío?
29 ¿Del vientre de quién sale el hielo y quién da a luz la escarcha del cielo,
30 cuando las aguas se endurecen como piedra y se congela la superficie del océano?
31 ¿Anudas tú los lazos de las Pléyades o desatas las cuerdas del Orión?
32 ¿Haces salir las Híadas a su tiempo y guías a la Osa y sus cachorros?
33 ¿Conoces las leyes de los cielos? ¿Regulas su dominio sobre la tierra?
34 ¿Puedes alzar tu voz hasta las nubes para que te cubra una masa de agua?
35 ¿Parten los relámpagos cuanto tú los envías y ellos te dicen: "Aquí estamos"?
36 ¿Quién puso en el ibis la sabiduría o quién dio al gallo la inteligencia?
37 ¿Quién cuenta las nubes sabiamente y quién inclina los odres del cielo,
38 cuando el polvo se funde en una masa y los terrones se pegan entre sí?
39 ¿Cazas tú la presa para la leona y aplacas el hambre de sus cachorros,
40 cuando se agazapan en sus guaridas y están al acecho en la espesura?
41 ¿Quién prepara las provisiones para el cuervo, cuando sus pichones claman a Dios y andan errantes por falta de alimento?

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Introducción a Job 


Job

Por su excepcional valor poético y humano, el libro de JOB ocupa un lugar destacado, no sólo dentro de la Biblia, sino también entre las obras maestras de la literatura universal. Su autor estaba perfectamente familiarizado con la tradición sapiencial de Israel y del Antiguo Oriente. Conocía a fondo los oráculos de los grandes profetas -especialmente las "Confesiones" de Jeremías y algunos escritos de Ezequiel- y había orado con los Salmos que se cantaban en el Templo de Jerusalén. Los viajes acrecentaron su experiencia, y es probable que haya vivido algún tiempo en Egipto. Sobre todo, él sintió en carne propia el eterno problema del mal, que se plantea en toda su agudeza cuando el justo padece, mientras el impío goza de prosperidad.
Esta obra fue escrita a comienzos del siglo V a. C., y para componerla, el autor tomó como base un antiguo relato del folclore palestino, que narraba los terribles padecimientos de un hombre justo, cuya fidelidad a Dios en medio de la prueba le mereció una extraordinaria recompensa. Esta leyenda popular constituye el prólogo y el epílogo del Libro. Al situar a su personaje en un país lejano, fuera de las fronteras de Israel (1. 1), el autor sugiere que el drama de Job afecta a todos los hombres por igual.
No se puede comprender el libro de Job sin tener en cuenta la enseñanza tradicional de los "sabios" israelitas acerca de la retribución divina. Según esa enseñanza, las buenas y las malas acciones de los hombres recibían necesariamente en este mundo el premio o el castigo merecidos. Esta era una consecuencia lógica de la fe en la justicia de Dios, cuando aún no se tenía noción de una retribución más allá de la muerte. Sin embargo, llegó el momento en que esta doctrina comenzó a hacerse insostenible, ya que bastaba abrir los ojos a la realidad para ver que la justicia y la felicidad no van siempre juntas en la vida presente. Y si no todos los sufrimientos son consecuencia del pecado, ¿cómo se explican?
Pero el autor no se contenta con poner en tela de juicio la doctrina tradicional de la retribución. Al reflexionar sobre las tribulaciones de Job -un justo que padece sin motivo aparente- él critica la sabiduría de los antiguos "sabios" y la reduce a sus justos límites. Aquella sabiduría aspiraba a comprenderlo todo: el bien y el mal, la felicidad y la desgracia, la vida y la muerte. Esta aspiración era sin duda legítima, pero tendía a perder de vista la soberanía, la libertad y el insondable misterio de Dios. En el reproche que hace el Señor a los amigos de Job (42. 7), se rechaza implícitamente toda sabiduría que se erige en norma absoluta y pretende encerrar a Dios en las categorías de la justicia humana.
El personaje central de este Libro llegó a descubrir el rostro del verdadero Dios a través del sufrimiento. Para ello tuvo que renunciar a su propia sabiduría y a su pretensión de considerarse justo. No es otro el camino que debe recorrer el cristiano, pero este lo hace iluminado por el mensaje de la cruz, que da un sentido totalmente nuevo al misterio del dolor humano. "Completo en mi carne lo que falta a los padecimientos de Cristo, para bien de su Cuerpo, que es la Iglesia" ( Col_1:24 ). "Los sufrimientos del tiempo presente no pueden compararse con la gloria futura que se revelará en nosotros" ( Rom_8:18 ).

Fuente: Libro del Pueblo de Dios (San Pablo, 1990)

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Notas

Job  38,1-41

17. "Las Puertas de la Sombra" son las que abren la entrada a la morada de los muertos. Ver nota. Sal_6:6.

36. "Ibis" y "gallo": a estos dos animales se les atribuía cierta facultad preventiva. El ibis anunciaba las crecidas del Nilo y el gallo la llegada del día.