Job  39 Libro del Pueblo de Dios (Levoratti y Trusso, 1990) | 30 versitos |
1 ¿Sabes tú cómo dan a luz las cabras monteses? ¿Observas el parto de las ciervas?
2 ¿Cuentas los meses de su gravidez y conoces el tiempo de su alumbramiento?
3 Ellas se agachan, echan sus crías y depositan sus camadas.
4 Sus crías se hacen robustas y crecen, se van al campo y no vuelven más.
5 ¿Quién dejó en libertad el asno salvaje y soltó las ataduras del onagro?
6 Yo le di la estepa como casa y como morada, la tierra salitrosa.
7 El se ríe del tumulto de la ciudad, no oye vociferar al arriero.
8 Explora las montañas en busca de pasto, va detrás de cada brizna verde.
9 ¿Aceptará servirte el toro salvaje y pasará la noche junto a tu establo?
10 ¿Lo mantendrás sobre el surco con una rienda y trillará los valles detrás de ti?
11 ¿Contarías con él porque tiene mucha fuerza o podrías encomendarle tus trabajos?
12 ¿Confías acaso que él volverá para reunir los granos en tu era?
13 El avestruz bate sus alas alegremente, pero no tiene el plumaje de la cigüeña.
14 Cuando abandona sus huevos en la tierra y deja que se calienten sobre el polvo,
15 olvida que un pie los puede pisar y que una fiera puede aplastarlos.
16 Es cruel con sus crías, como si no fueran suyas, y no teme que sea vana su labor,
17 porque Dios le negó la sabiduría y no le concedió la inteligencia.
18 Pero apenas se levanta y toma impulso, se ríe de caballo y de su jinete.
19 ¿Le das tú la fuerza al caballo y revistes su cuello de crines?
20 ¿Lo haces saltar como una langosta? ¡Es terrible su relincho altanero!
21 El piafa de contento en la llanura, se lanza con brío al encuentro de las armas:
22 se ríe del miedo y no se asusta de nada, no retrocede delante de la espada.
23 Por encima de él resuena la aljaba, la lanza fulgurante y la jabalina.
24 Rugiendo de impaciencia, devora la distancia, no se contiene cuando suena la trompeta.
25 Relincha a cada toque de trompeta, desde lejos olfatea la batalla, las voces de mando y los gritos de guerra.
26 ¿Es por tu inteligencia que se cubre de plumas el halcón y despliega sus alas hacia el sur?
27 ¿Por una orden tuya levanta vuelo el águila y pone su nido en las alturas?
28 La roca es su morada de día y de noche, la peña escarpada es su fortaleza
29 Desde allí está al acecho de su presa y sus ojos miran a lo lejos.
30 Sus pichones se hartan de sangre; donde hay cadáveres, allí está ella.

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Introducción a Job 


Job

Por su excepcional valor poético y humano, el libro de JOB ocupa un lugar destacado, no sólo dentro de la Biblia, sino también entre las obras maestras de la literatura universal. Su autor estaba perfectamente familiarizado con la tradición sapiencial de Israel y del Antiguo Oriente. Conocía a fondo los oráculos de los grandes profetas -especialmente las "Confesiones" de Jeremías y algunos escritos de Ezequiel- y había orado con los Salmos que se cantaban en el Templo de Jerusalén. Los viajes acrecentaron su experiencia, y es probable que haya vivido algún tiempo en Egipto. Sobre todo, él sintió en carne propia el eterno problema del mal, que se plantea en toda su agudeza cuando el justo padece, mientras el impío goza de prosperidad.
Esta obra fue escrita a comienzos del siglo V a. C., y para componerla, el autor tomó como base un antiguo relato del folclore palestino, que narraba los terribles padecimientos de un hombre justo, cuya fidelidad a Dios en medio de la prueba le mereció una extraordinaria recompensa. Esta leyenda popular constituye el prólogo y el epílogo del Libro. Al situar a su personaje en un país lejano, fuera de las fronteras de Israel (1. 1), el autor sugiere que el drama de Job afecta a todos los hombres por igual.
No se puede comprender el libro de Job sin tener en cuenta la enseñanza tradicional de los "sabios" israelitas acerca de la retribución divina. Según esa enseñanza, las buenas y las malas acciones de los hombres recibían necesariamente en este mundo el premio o el castigo merecidos. Esta era una consecuencia lógica de la fe en la justicia de Dios, cuando aún no se tenía noción de una retribución más allá de la muerte. Sin embargo, llegó el momento en que esta doctrina comenzó a hacerse insostenible, ya que bastaba abrir los ojos a la realidad para ver que la justicia y la felicidad no van siempre juntas en la vida presente. Y si no todos los sufrimientos son consecuencia del pecado, ¿cómo se explican?
Pero el autor no se contenta con poner en tela de juicio la doctrina tradicional de la retribución. Al reflexionar sobre las tribulaciones de Job -un justo que padece sin motivo aparente- él critica la sabiduría de los antiguos "sabios" y la reduce a sus justos límites. Aquella sabiduría aspiraba a comprenderlo todo: el bien y el mal, la felicidad y la desgracia, la vida y la muerte. Esta aspiración era sin duda legítima, pero tendía a perder de vista la soberanía, la libertad y el insondable misterio de Dios. En el reproche que hace el Señor a los amigos de Job (42. 7), se rechaza implícitamente toda sabiduría que se erige en norma absoluta y pretende encerrar a Dios en las categorías de la justicia humana.
El personaje central de este Libro llegó a descubrir el rostro del verdadero Dios a través del sufrimiento. Para ello tuvo que renunciar a su propia sabiduría y a su pretensión de considerarse justo. No es otro el camino que debe recorrer el cristiano, pero este lo hace iluminado por el mensaje de la cruz, que da un sentido totalmente nuevo al misterio del dolor humano. "Completo en mi carne lo que falta a los padecimientos de Cristo, para bien de su Cuerpo, que es la Iglesia" ( Col_1:24 ). "Los sufrimientos del tiempo presente no pueden compararse con la gloria futura que se revelará en nosotros" ( Rom_8:18 ).

Fuente: Libro del Pueblo de Dios (San Pablo, 1990)

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Notas