Job  40 Libro del Pueblo de Dios (Levoratti y Trusso, 1990) | 32 versitos |
1 El Señor se dirigió a Job, y le dijo:
2 ¿Va a ceder el que discute con el Todopoderoso? ¿Va a replicar el que reprueba a Dios?
3 Y Job respondió al Señor:
4 ¡Soy tan poca cosa! ¿Qué puedo responderte? Me taparé la boca con la mano.
5 Hablé una vez, y no lo voy a repetir; hay una segunda vez, y ya no insistiré.
6 El Señor respondió a Job desde la tempestad, diciendo:
7 ¡Ajústate el cinturón como un guerrero: yo te preguntaré, y tú me instruirás!
8 ¿Quieres realmente anular mi sentencia, y condenarme a mí, para justificarte?
9 ¿Tienes acaso un brazo como el de Dios y truena tu voz como la de él?
10 ¡Adórnate entonces de magnificencia y altivez, revístete de esplendor y majestad!
11 Da libre curso a los desbordes de tu ira y humilla al orgulloso con tu sola mirada.
12 Con una mirada, doblega al arrogante, aplasta a los malvados allí donde están.
13 ¡Húndelos a todos juntos en el polvo, enciérralos en la prisión subterránea!
14 Entonces, yo mismo te alabaré por la victoria obtenida con tu mano.
15 Mira ante ti a Behemot: él se alimenta de pasto como un buey.
16 ¡Cuánta fuerza hay en sus riñones, qué vigor en los músculos de su vientre!
17 Endereza su cola como un cedro, los nervios de sus muslos están bien entrelazados.
18 Sus huesos son tubos de bronce: sus miembros, como barras de hierro.
19 Es la primera de las obras de Dios, que lo convirtió en el adalid de sus compañeros,
20 porque las montañas le aportan un tributo, y también las fieras que retozan en ellas.
21 El se recuesta bajo los lotos, en lo oculto de los cañaverales y pantanos.
22 Los lotos lo cubren con su sombra, los sauces del torrente lo rodean.
23 Si el río se enfurece, no se perturba; está sereno, aunque un Jordán le llegue a la garganta.
24 ¿Quién podrá tomarlo por los ojos o taladrar su nariz con un punzón?
25 Y a Leviatán, ¿podrás pescarlo con un anzuelo y sujetar su lengua con una cuerda?
26 ¿Le meterás un junco en las narices o perforarás con un garfio sus mandíbulas?
27 ¿Acaso te hará largas súplicas o te dirigirá palabras tiernas?
28 ¿Hará un pacto contigo y lo tomarás como esclavo para siempre?
29 ¿Jugarás con él como con un pájaro y lo atarás para entretenimiento de tus hijas?
30 ¿Traficarán con él los pescadores y se lo disputarán los comerciantes?
31 ¿Acribillarás con dardos su piel y su cabeza a golpes de arpón?
32 Prueba a ponerle la mano encima piensa en el combate y desistirás.

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Introducción a Job 


Job

Por su excepcional valor poético y humano, el libro de JOB ocupa un lugar destacado, no sólo dentro de la Biblia, sino también entre las obras maestras de la literatura universal. Su autor estaba perfectamente familiarizado con la tradición sapiencial de Israel y del Antiguo Oriente. Conocía a fondo los oráculos de los grandes profetas -especialmente las "Confesiones" de Jeremías y algunos escritos de Ezequiel- y había orado con los Salmos que se cantaban en el Templo de Jerusalén. Los viajes acrecentaron su experiencia, y es probable que haya vivido algún tiempo en Egipto. Sobre todo, él sintió en carne propia el eterno problema del mal, que se plantea en toda su agudeza cuando el justo padece, mientras el impío goza de prosperidad.
Esta obra fue escrita a comienzos del siglo V a. C., y para componerla, el autor tomó como base un antiguo relato del folclore palestino, que narraba los terribles padecimientos de un hombre justo, cuya fidelidad a Dios en medio de la prueba le mereció una extraordinaria recompensa. Esta leyenda popular constituye el prólogo y el epílogo del Libro. Al situar a su personaje en un país lejano, fuera de las fronteras de Israel (1. 1), el autor sugiere que el drama de Job afecta a todos los hombres por igual.
No se puede comprender el libro de Job sin tener en cuenta la enseñanza tradicional de los "sabios" israelitas acerca de la retribución divina. Según esa enseñanza, las buenas y las malas acciones de los hombres recibían necesariamente en este mundo el premio o el castigo merecidos. Esta era una consecuencia lógica de la fe en la justicia de Dios, cuando aún no se tenía noción de una retribución más allá de la muerte. Sin embargo, llegó el momento en que esta doctrina comenzó a hacerse insostenible, ya que bastaba abrir los ojos a la realidad para ver que la justicia y la felicidad no van siempre juntas en la vida presente. Y si no todos los sufrimientos son consecuencia del pecado, ¿cómo se explican?
Pero el autor no se contenta con poner en tela de juicio la doctrina tradicional de la retribución. Al reflexionar sobre las tribulaciones de Job -un justo que padece sin motivo aparente- él critica la sabiduría de los antiguos "sabios" y la reduce a sus justos límites. Aquella sabiduría aspiraba a comprenderlo todo: el bien y el mal, la felicidad y la desgracia, la vida y la muerte. Esta aspiración era sin duda legítima, pero tendía a perder de vista la soberanía, la libertad y el insondable misterio de Dios. En el reproche que hace el Señor a los amigos de Job (42. 7), se rechaza implícitamente toda sabiduría que se erige en norma absoluta y pretende encerrar a Dios en las categorías de la justicia humana.
El personaje central de este Libro llegó a descubrir el rostro del verdadero Dios a través del sufrimiento. Para ello tuvo que renunciar a su propia sabiduría y a su pretensión de considerarse justo. No es otro el camino que debe recorrer el cristiano, pero este lo hace iluminado por el mensaje de la cruz, que da un sentido totalmente nuevo al misterio del dolor humano. "Completo en mi carne lo que falta a los padecimientos de Cristo, para bien de su Cuerpo, que es la Iglesia" ( Col_1:24 ). "Los sufrimientos del tiempo presente no pueden compararse con la gloria futura que se revelará en nosotros" ( Rom_8:18 ).

Fuente: Libro del Pueblo de Dios (San Pablo, 1990)

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Notas

Job  40,1-24

15. "Behemot", en hebreo significa "el animal por excelencia". Todo este pasaje es una descripción poética del hipopótamo, símbolo de la fuerza bruta, que está sometido a Dios aunque el hombre no pueda domarlo.

25. El nombre "Leviatán" se aplica aquí al cocodrilo. Al designarlo con ese nombre, se evoca el recuerdo del monstruo mitólógico que representa las fuerzas del caos. Ver nota Sal_74:12-17.