Proverbios 18 Libro del Pueblo de Dios (Levoratti y Trusso, 1990) | 24 versitos |
1 El que vive aislado sigue sus caprichos y se irrita contra todo sano consejo.
2 El insensato no desea comprender, sino revelar sus propias opiniones.
3 Junto con la maldad, llega la ignominia, y con la pérdida del honor, el desprecio.
4 Aguas profundas son las palabras de un hombre, torrente desbordante es la fuente de la sabiduría.
5 No está bien rehabilitar al malvado, perjudicando al justo en el juicio.
6 Los labios del insensato promueven litigios y su boca incita a golpear.
7 La boca del insensato es su ruina y sus labios, una trampa para su vida.
8 Las palabras del detractor son como golosinas que bajan hasta el fondo de las entrañas.
9 El que se deja estar en su trabajo es hermano del que destruye.
10 El nombre del Señor es una torre fortificada: el justo corre hacia ella y se pone a salvo.
11 La fortuna del rico es su plaza fuerte, se la imagina como un muro inexpugnable.
12 Antes de la ruina el hombre se ensoberbece, pero la humildad precede a la gloria.
13 El que responde antes de escuchar muestra su necedad y se atrae el oprobio.
14 El espíritu de un hombre lo sostiene en su enfermedad, pero ¿quién levantará a un espíritu abatido?
15 Un corazón inteligente adquiere conocimiento, y el oído de los sabios busca la ciencia.
16 Un reglo abre paso al que lo da y lo introduce en la presencia de los grandes.
17 El primero en defender su causa tiene razón, hasta que llega la parte adversa y lo impugna.
18 Las suertes ponen fin a los litigios y deciden entre los poderosos.
19 Un hermano ofendido es más irreductible que una plaza fuerte, y los litigios son como cerrojo de ciudadela.
20 El hombre sacia su estómago con el fruto de sus palabras: cada uno se sacia con lo que sale de sus labios.
21 La muerte y la vida dependen de la lengua, y los que son indulgentes con ella comerán de su fruto.
22 El que encontró una mujer encontró la felicidad y obtuvo el favor del Señor.
23 El pobre habla suplicando, pero el rico responde duramente.
24 Hay compañeros que llevan a la ruina y hay amigos más apegados que un hermano.

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Introducción a Proverbios


Proverbios

El libro de los PROVERBIOS reúne varias colecciones de refranes, comparaciones, máximas, enigmas y alegorías, puestas en su mayoría bajo la autoridad de "Salomón, hijo de David, rey de Israel" (1. 1). Tal atribución se debe a que la tradición israelita consideraba a aquel célebre rey como el "sabio" por excelencia. Según el primer libro de los Reyes, él "pronunció tres mil maximas" ( 1Ki_5:12 ) y su sabiduría "superaba la de todos los Orientales y toda la sabiduría de Egipto" ( 1Ki_5:10 ).
Dentro de esta amplia gama de géneros literarios, la expresión más frecuente y característica es el aforismo o dicho breve y agudo, que encierra una verdad útil para la vida. En algunos pasajes del libro de los Proverbios -como en otros Libros sapienciales del Antiguo Testamento- se perciben notables influencias de la antigua sabiduría egipcia y oriental, e incluso se encuentran en él varias sentencias de dos sabios extranjeros ( 1Ki_30:1-14 ; 1Ki_31:1-9 ). Esto pone de manifiesto el aprecio que tenia Israel por aquella sabiduría ancestral y su capacidad para asimilarla creativamente, haciéndola compatible con las exigencias de su propia fe.
La visión teológica expresada en el Libro es relativamente sencilla. El Señor es el Creador del mundo y todo lo ha hecho con sabiduría. Las huellas de esa sabiduría divina han quedado grabadas en cada una de sus obras. Por lo tanto, aquel que ponga todo su empeño en abrir los ojos a la realidad que lo rodea, encontrará el camino que lo lleva a la vida y lo libra de la muerte. Lo importante es buscar el orden establecido por Dios en el mundo y vivir en conformidad con él. Pero la adquisición de la sabiduría presupone ciertas condiciones morales. Una actitud específicamente sapiencial es prestar atención a las advertencias y exhortaciones de los sabios, que son los portadores de una experiencia acumulada a través de los siglos.
El ideal de estos sabios es descubrir y enseñar el arte de vivir bien. Lo que más les preocupa es guiar al individuo hacia la felicidad y el éxito en esta vida. Ningún aspecto de la actividad humana es indigno de su atención. De ahí que las personas de toda condición social encuentren en los Proverbios consejos adecuados a su edad o profesión: reyes, jueces y comerciantes, hombres y mujeres, pobres y ricos, jóvenes y ancianos. Con frecuencia se alude a las relaciones entre padres e hijos, entre marido y mujer, entre patrones y servidores. Su reflexión se extiende al ámbito religioso, moral, político y social, con el fin de encontrar para cada circunstancia una norma práctica fundada en la sabiduría.
El lector cristiano puede quedar sorprendido por el carácter aparentemente "profano" de la mayor parte de los consejos dados en el libro de los Proverbios, especialmente en las dos colecciones salomónicas (10. 1 - 22. 16; 25 - 29). Pero esta impresión pierde mucho de su fuerza si se tiene en cuenta la totalidad del Libro. Este se abre y se cierra con una alusión al "temor del Señor" ( I . 7; 31. 30), entendido como una actitud a la vez filial y reverencial con respecto a Dios, que no sólo es el Creador del mundo sino también el Dios de la Promesa y de la Alianza. El "temor de Dios", es el principio y la coronación de la sabiduría por la que debe regirse toda la conducta humana.
Otro aspecto desconcertante es el énfasis puesto en el propio interés y en el éxito personal como motivaciones del comportamiento moral. Estas motivaciones, lo mismo que la idea de una retribución meramente terrena de las acciones humanas, han quedado superadas por el Evangelio. Pero hay otras riquezas de los Proverbios que mantienen plena vigencia. El amor a la sabiduría, la preocupación por encontrarla y llevarla a la práctica en circunstancias concretas de la vida, la fe en la justicia de Dios y en el gobierno divino del mundo son valores permanentes, asumidos por el Cristianismo. De hecho, el Nuevo Testamento contiene numerosas citas del libro de los Proverbios: entre ellas, merece destacarse la que se refiere a la actitud paternal con que Dios corrige a sus hijos (Heb. l2. 5-6).

Fuente: Libro del Pueblo de Dios (San Pablo, 1990)

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Notas