Proverbios 19 Libro del Pueblo de Dios (Levoratti y Trusso, 1990) | 29 versitos |
1 Más vale un pobre que camina con integridad que un hombre insensato y de labios tortuosos.
2 Sin la ciencia, ni el mismo celo es bueno, y el que se precipita malogra su intento.
3 La necedad del hombre pervierte su camino, y luego su corazón se irrita contra el Señor.
4 La fortuna multiplica los amigos, pero el pobre se ve separado hasta de su amigo.
5 El testigo falso no quedará impune y el que profiere mentiras no escapará.
6 Son muchos los que adulan al noble y todos son amigos del que hace regalos.
7 Al pobre hasta sus hermanos lo aborrecen, ¡cuánto más se alejarán de él sus amigos!
8 El que adquiere buen juicio se ama a sí mismo, al que es razonable le irá bien.
9 El testigo falso no quedará impune y el que profiere mentiras perecerá.
10 No te sienta bien al insensato una vida confortable, ¡cuánto menos a un esclavo gobernar a los príncipes!
11 El buen juicio de un hombre aplaca su ira, y su gloria es pasar por alto una ofensa.
12 Como rugido de león es la furia del rey, y su favor, como rocío sobre la hierba.
13 Un hijo insensato es una calamidad para su padre, y las rencillas de una mujer son una gotera incesante.
14 Casa y fortuna son herencia de los padres, pero una mujer prudente es un don del Señor.
15 La pereza hace caer en el letargo, y la persona indolente pasará hambre.
16 El que guarda los preceptos se guarda a sí mismo, el que descuida su propia conducta morirá.
17 El que se apiada del pobre presta al Señor, y él le devolverá el bien que hizo.
18 Corrige a tu hijo mientras haya esperanza, pero no te arrebates hasta hacerlo morir.
19 El hombre irascible se expone a las multas, si tratas de ayudarlo, empeoras las cosas.
20 Escucha el consejo y acepta la corrección, y al fin llegarás a ser sabio.
21 Hay muchos proyectos en el corazón del hombre, pero sólo se realiza el designio del Señor.
22 Lo que se espera de un hombre es la fidelidad y más vale ser pobre que mentiroso.
23 El temor del Señor lleva a la vida, el que se sacia de él pasa la noche sin ser visitado por el mal.
24 El perezoso hunde su mano en el plato y ni siquiera es capaz de llevársela a la boca.
25 Golpea al insolente, y el simple se hará precavido, reprende al inteligente, y sabrá entender.
26 El que maltrata a su padre y echa a su madre es un hijo que causa vergüenza y deshonor.
27 Si dejas, hijo mío, de escuchar la instrucción, te extraviarás lejos de las palabras de la sabiduría.
28 El testigo infame se burla del derecho, y la boca de los malvados devora la iniquidad.
29 Hay castigos establecidos para los insolentes y golpes, para las espaldas de los necios.

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Introducción a Proverbios


Proverbios

El libro de los PROVERBIOS reúne varias colecciones de refranes, comparaciones, máximas, enigmas y alegorías, puestas en su mayoría bajo la autoridad de "Salomón, hijo de David, rey de Israel" (1. 1). Tal atribución se debe a que la tradición israelita consideraba a aquel célebre rey como el "sabio" por excelencia. Según el primer libro de los Reyes, él "pronunció tres mil maximas" ( 1Ki_5:12 ) y su sabiduría "superaba la de todos los Orientales y toda la sabiduría de Egipto" ( 1Ki_5:10 ).
Dentro de esta amplia gama de géneros literarios, la expresión más frecuente y característica es el aforismo o dicho breve y agudo, que encierra una verdad útil para la vida. En algunos pasajes del libro de los Proverbios -como en otros Libros sapienciales del Antiguo Testamento- se perciben notables influencias de la antigua sabiduría egipcia y oriental, e incluso se encuentran en él varias sentencias de dos sabios extranjeros ( 1Ki_30:1-14 ; 1Ki_31:1-9 ). Esto pone de manifiesto el aprecio que tenia Israel por aquella sabiduría ancestral y su capacidad para asimilarla creativamente, haciéndola compatible con las exigencias de su propia fe.
La visión teológica expresada en el Libro es relativamente sencilla. El Señor es el Creador del mundo y todo lo ha hecho con sabiduría. Las huellas de esa sabiduría divina han quedado grabadas en cada una de sus obras. Por lo tanto, aquel que ponga todo su empeño en abrir los ojos a la realidad que lo rodea, encontrará el camino que lo lleva a la vida y lo libra de la muerte. Lo importante es buscar el orden establecido por Dios en el mundo y vivir en conformidad con él. Pero la adquisición de la sabiduría presupone ciertas condiciones morales. Una actitud específicamente sapiencial es prestar atención a las advertencias y exhortaciones de los sabios, que son los portadores de una experiencia acumulada a través de los siglos.
El ideal de estos sabios es descubrir y enseñar el arte de vivir bien. Lo que más les preocupa es guiar al individuo hacia la felicidad y el éxito en esta vida. Ningún aspecto de la actividad humana es indigno de su atención. De ahí que las personas de toda condición social encuentren en los Proverbios consejos adecuados a su edad o profesión: reyes, jueces y comerciantes, hombres y mujeres, pobres y ricos, jóvenes y ancianos. Con frecuencia se alude a las relaciones entre padres e hijos, entre marido y mujer, entre patrones y servidores. Su reflexión se extiende al ámbito religioso, moral, político y social, con el fin de encontrar para cada circunstancia una norma práctica fundada en la sabiduría.
El lector cristiano puede quedar sorprendido por el carácter aparentemente "profano" de la mayor parte de los consejos dados en el libro de los Proverbios, especialmente en las dos colecciones salomónicas (10. 1 - 22. 16; 25 - 29). Pero esta impresión pierde mucho de su fuerza si se tiene en cuenta la totalidad del Libro. Este se abre y se cierra con una alusión al "temor del Señor" ( I . 7; 31. 30), entendido como una actitud a la vez filial y reverencial con respecto a Dios, que no sólo es el Creador del mundo sino también el Dios de la Promesa y de la Alianza. El "temor de Dios", es el principio y la coronación de la sabiduría por la que debe regirse toda la conducta humana.
Otro aspecto desconcertante es el énfasis puesto en el propio interés y en el éxito personal como motivaciones del comportamiento moral. Estas motivaciones, lo mismo que la idea de una retribución meramente terrena de las acciones humanas, han quedado superadas por el Evangelio. Pero hay otras riquezas de los Proverbios que mantienen plena vigencia. El amor a la sabiduría, la preocupación por encontrarla y llevarla a la práctica en circunstancias concretas de la vida, la fe en la justicia de Dios y en el gobierno divino del mundo son valores permanentes, asumidos por el Cristianismo. De hecho, el Nuevo Testamento contiene numerosas citas del libro de los Proverbios: entre ellas, merece destacarse la que se refiere a la actitud paternal con que Dios corrige a sus hijos (Heb. l2. 5-6).

Fuente: Libro del Pueblo de Dios (San Pablo, 1990)

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Notas

Proverbios 19,1-29

5. Ver 19. 9.

12. Ver 20. 2.