Jeremías  2 Libro del Pueblo de Dios (Levoratti y Trusso, 1990) | 37 versitos |
1 La palabra del Señor llegó a mí en estos términos:
2 Ve a gritar a los oídos de Jerusalén: Así habla el Señor: Recuerdo muy bien la fidelidad de tu juventud, el amor de tus desposorios, cuando me seguías por el desierto, por una tierra sin cultivar.
3 Israel era algo sagrado para el Señor, las primicias de tu cosecha: todos los que comían de él se hacían culpables, les sobrevenía una desgracia -oráculo del Señor -
4 ¡Escuchen la palabra del Señor, casa de Jacob, y todas las familias de la casa de Israel!
5 Así habla el Señor: ¿Qué injusticia encontraron en mí sus padres para que se alejaran de mí y fueran detrás de ídolos vanos, volviéndose así vanos ellos mismos?
6 Ellos no preguntaron: "¿Donde está el Señor, que nos hizo subir del país de Egipto, el que nos condujo por el desierto, por una tierra de estepas y barrancos, por una tierra árida y tenebrosa, por una tierra que nadie atraviesa y donde no habita ningún hombre?".
7 Yo los hice entrar en un país de vergeles, para que comieran de sus frutos y sus bienes; pero ustedes entraron y contaminaron mi país e hicieron de mi herencia una abominación.
8 Los sacerdotes no preguntaron: "¿Dónde está el Señor?, los depositarios de la Ley no me conocieron, los pastores se rebelaron contra mí, los profetas profetizaron en nombre de Baal y fueron detrás de los que no sirven de nada.
9 Por eso, voy a entrar todavía en pleito con ustedes -oráculo del Señor- y también con los hijos de sus hijos.
10 ¡Sí, crucen a las costas de los Quitím y miren, envíen gente a Quedar y fíjense bien, a ver si ha sucedido una cosa igual!
11 ¿Cambia de dioses una nación? -¡y sin embargo, esos no son dioses!-. Pero mi pueblo ha cambiado su Gloria por algo que no sirve de nada.
12 ¡Espántense de esto, cielos, horrorícense y queden paralizados! -oráculo del Señor-.
13 Por que mi pueblo ha cometido dos maldades: me abandonaron a mí, la fuente de agua viva, para cavarse cisternas, cisternas agrietadas, que no retienen el agua.
14 ¿Acaso Israel fue adquirido como esclavo o nació en la esclavitud? ¿Por qué entonces se ha convertido en una presa?
15 Los cachorros de león rugen contra él, hacen oír sus bramidos, han hecho de su país una desolación, sus ciudades son incendiadas, se quedan sin habitantes.
16 ¡Hasta los hijos de Nof y de Tafnes te han rapado el cráneo!
17 ¿Acaso no te sucede todo esto, por haber abandonado al Señor, tu Dios, mientras él te conducía por el camino?
18 Y Ahora, ¿por qué tienes que tomar el camino de Egipto para beber el agua del Sijor? ¿Por qué tienes que tomar el camino de Asiria para beber el agua del Río?
19 ¡Que tu propia maldad te corrija y tus apostasías te sirvan de escarmiento! Reconoce, entonces, y mira qué cosa tan mala y amarga es abandonar al Señor, tu Dios, y dejar de temerme -oráculo del Señor de los ejércitos -
20 Sí, hace mucho que has quebrado tu yugo, has roto tus ataduras y has dicho: "¡No serviré". Sí, sobre toda colina elevada y bajo todo árbol frondoso, te has acostado, te has prostituido.
21 ¡Y eso que yo te había plantado con cepas escogidas, todas de simiente genuina! ¿Cómo entonces te has vuelto una planta degenerada, una viña bastarda?
22 Por más que te laves con potasa y no mezquines la lejía, permanecerá la mancha de iniquidad ante mi -oráculo del Señor-.
23 ¿Cómo puedes decir: "No me he contaminado, no he ido detrás de los Baales"? Mira tu conducta en el Valle, reconoce lo que has hechos. ¡Camella veloz, que va de una lado para otro!
24 ¡Asna salvaje, habituada al desierto! En el ardor de su deseo aspira el viento: ¿quién puede refrenar su ansiedad? Los que la buscan no necesitan fatigarse, en su tiempo de celo se la encuentra.
25 No dejes que tus pies queden descalzos ni que tu garganta sienta sed. Pero tú dices: "¡No hay nada que hacer! ¡No! A mí gustan los extranjeros y quiero ir detrás de ellos".
26 Como se turba un ladrón al ser sorprendido, así quedarán turbados los de la casa de Israel, ellos, sus reyes y sus príncipes, sus sacerdotes y sus profetas,
27 lo que dicen a un trozo de madera: "Tú me has dado a luz!" Porque ellos me vuelven la espalda, no la cara, y después, en el tiempo de su desgracia, dicen: "¡Levántate y sálvanos!".
28 ¿Dónde están tus dioses, esos que te has fabricado? ¡Que se levante, si es que pueden salvarte en el tiempo de tu desgracia! Porque tan numerosos como tus ciudades son tus dioses, Judá.
29 ¿Por qué me recriminan, si todos ustedes se han rebelado contra mí? -oráculo del Señor-.
30 En vano he golpeado a los hijos de ustedes: ellos no aprendieron la lección; la espada de ustedes devoró a sus profetas como un león que lo destruye todo.
31 ¡Qué clase de gente son ustedes! Vean lo que dice el Señor: ¿Acaso he sido yo para Israel un desierto o una tierra tenebrosa? ¿Por qué dice mi pueblo: "Somos libres, ya no acudiremos a ti"?
32 ¿Olvida una joven sus atavíos, una novia sus ceñidores? ¡Pero mi pueblo se ha olvidado de mí hace ya un sinnúmero de días!
33 ¡Qué bien te abres camino para ir en busca del amor! Así, también tú te has habituado a los caminos de la maldad.
34 Hasta en los bordes de tu vestido se encuentra sangre de gente pobre, inocente, que tú no habías sorprendido perforando una pared. Y a pesar de todo esto,
35 tú dices: "Sí, soy inocente, seguramente su ira se ha apartado de mí". Pero yo entro en juicio contigo, porque tú dices: "No tengo pecado".
36 ¡Con qué ligereza cambias de camino! También serás defraudada por Egipto, como lo fuiste por Asiria.
37 También de allí tendrás que salir con las manos sobre tu cabeza, porque el Señor ha rechazado a aquellos en los confías, y no te irá bien con ellos.

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Introducción a Jeremías 


Jeremías

Entre las grandes figuras del Antiguo Testamento, ninguna tiene una personalidad tan atrayente y conmovedora como JEREMÍAS. Los demás profetas nos han dejado un mensaje, sin decirnos nada, o muy poco, acerca de sí mismos. Él, en cambio, nos abre su alma en varios poemas de una sinceridad estremecedora, que nos hacen penetrar en el drama de su existencia.
Jeremías era miembro de una familia sacerdotal de Anatot, un pequeño pueblo de la tribu de Benjamín, situado a unos pocos kilómetros al norte de Jerusalén (1. 1). Nació poco más de un siglo después de Isaías, y todavía era muy joven cuando el Señor lo llamó a ejercer el ministerio profético (1. 6). En los primeros años de su actividad profética, sus esfuerzos están dirigidos a "desarraigar" el pecado en todas sus formas. Bajo la influencia de Oseas, su gran predecesor en el reino del Norte, Jeremías insiste en que la Alianza es una relación de amor entre el Señor e Israel. Si el pueblo no mantiene su compromiso de fidelidad, el Señor lo rechazará como a una esposa adúltera. Pero sus invectivas violentas y sus anuncios sombríos se pierden en el vacío. Entonces Jeremías se rinde ante la evidencia. El pueblo entero está irremediablemente pervertido (13. 23). El pecado de Judá está grabado con un buril de diamante en las tablas de su corazón (17. 1). Un profeta puede traer a los hombres una palabra nueva, pero no puede darles un corazón nuevo (7. 25-28).
Jeremías vio confirmada esta dolorosa experiencia en los años que precedieron a la caída de Jerusalén. Desde el 605 a. C., Nabucodonosor, rey de Babilonia, impone su hegemonía en Palestina. Frente a este hecho, los grupos dirigentes de Judá no saben a qué atenerse. La gran mayoría es partidaria de la resistencia armada, con el apoyo de Egipto, aun a riesgo de perderlo todo. Una pequeña minoría, por el contrario, propicia el sometimiento a Babilonia, con la esperanza de poder sobrevivir y de mantener una cierta autonomía bajo la tutela del poderoso Imperio babilónico. Muy a pesar suyo, Jeremías se ve comprometido en estos debates. Su posición no ofrece lugar a dudas: es preciso reconocer la supremacía de Nabucodonosor, no por razones políticas, sino porque el Señor lo ha elegido como instrumento para castigar los pecados de Judá (27. 1-22). Una vez que haya cumplido esta misión, también él tendrá que dar cuenta al Señor, que rige el destino de los pueblos y realiza sus designios a través de ellos (27. 6-7). Sin embargo, las palabras de Jeremías no encontraron ningún eco entre los partidarios de la rebelión, y en el 587 sobrevino la catástrofe final, tantas veces anunciada por el profeta: Jerusalén fue arrasada por las tropas de Nabucodonosor y una buena parte de la población de Judá tuvo que emprender el camino del destierro.
Tal como ha llegado hasta nosotros, el libro de Jeremías es uno de los más desordenados del Antiguo Testamento. Este desorden atestigua que el Libro atravesó por un largo proceso de formación antes de llegar a su composición definitiva. En el origen de la colección actual están los oráculos dictados por el mismo Jeremías (36. 32). A este núcleo original se añadieron más tarde otros materiales, muchos de ellos reelaborados por sus discípulos, y una especie de "biografía" del profeta, atribuida generalmente a su amigo y colaborador Baruc. Finalmente, al comienzo del exilio, un redactor anónimo reunió todos esos elementos en un solo volumen.
A lo largo de su actividad profética, Jeremías no conoció más que el fracaso. Pero la influencia que él no logró ejercer durante su vida, se acrecentó después de su muerte. Sus escritos, releídos y meditados asiduamente, permitieron al pueblo desterrado en Babilonia superar la tremenda crisis del exilio. Al encontrar en los oráculos de Jeremías el relato anticipado del asedio y de la caída de Jerusalén, los exiliados comprendieron que ese era un signo de la justicia del Señor y no una victoria de los dioses de Babilonia sobre el Dios de Israel. En el momento en que se veían privados de las instituciones religiosas y políticas que constituían los soportes materiales de la fe, Jeremías continuaba enseñándoles, más con su vida que con sus palabras, que lo esencial de la religión no es el culto exterior sino la unión personal con Dios y la fidelidad a sus mandamientos. Y mientras padecían el aparente silencio del Señor en una tierra extranjera, la promesa de una "Nueva Alianza" (31. 31-34) los alentaba a seguir esperando en él.
Así el aparente "fracaso" de Jeremías -como el de Jesucristo en la Cruz- fue el camino elegido por Dios para hacer surgir la vida de la muerte. No en vano la tradición cristiana ha visto en Jeremías la imagen más acabada del "Servidor sufriente" (Is. 52. 13 - 53. 12).

Fuente: Libro del Pueblo de Dios (San Pablo, 1990)

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Notas

Jeremías  2,1-37

1-3. El profeta Ezequiel presenta una visión menos idealizada de las relaciones del Señor con Israel en los tiempos del Éxodo y de la marcha por el desierto ( Eze_20:13-17). También las tradiciones del Pentateuco ( Exo_17:3; Exo_32:1-29; Núm. 14; 16) y algunos Salmos ( Exo_78:17-42; Exo_106:13-33) insisten en la propensión a la idolatría y en las constantes rebeldías del pueblo recién salido de Egipto. Por otra parte, el mismo Jeremías afirma en otros pasajes que Israel ha sido infiel al Señor "desde su juventud" ( Exo_3:25; Exo_22:21; Exo_32:30).

8. La misión de los "sacerdotes" no consistía únicamente en ejercer las funciones cultuales. Como depositarios e intérpretes de la "Ley", ellos eran los principales responsables de instruir al pueblo sobre sus obligaciones religiosas y morales. Ver Lev_10:11; Deu_31:9-13; Ose_4:4-6; Miq_3:11; Sof_3:4; Eze_22:26; Mal_2:4-9.

10. "Quitím" designa a la isla de Chipre y a todas las islas y costas del Mediterráneo oriental. "Quedar" era una tribu nómada del norte de Arabia (49. 28).

16. "Nof" es el nombre hebreo de Menfis, ciudad egipcia situada en la ribera occidental del Nilo. "Tafnes" era otra ciudad egipcia, que estaba ubicada en el límite oriental del Delta del Nilo.

18. "Sijor" es uno de los nombres bíblicos del Nilo. El "Río" por excelencia es el Éufrates, llamado a veces el "Gran Río" ( Gen_15:18; Deu_1:7; Jos_1:4). El texto alude a la política fluctuante de Judá, que busca apoyo en los grandes imperios en lugar de poner toda su confianza en el Señor. Ver Isa_30:1-3; Isa_31:1; Ose_7:11; Ose_12:2.

21. Ver Isa_5:2.

23. "Valle": se trata del valle de Ben Hinnóm, al sur de Jerusalén, donde se ofrecían sacrificios de niños ( 2Re_23:10).

34. Si el ladrón era sorprendido en el momento de abrir un boquete en el muro, se lo podía matar impunemente ( Exo_22:1 ). Pero esta excusa no vale para los crímenes cometidos por Judá.