Levítico 22 Libro del Pueblo de Dios (Levoratti y Trusso, 1990) | 33 versitos |
1 El Señor dijo a Moisés:
2 Instruye a Aarón y a sus hijos, para que tengan mucho cuidado con los dones sagrados que me consagran los israelitas, no sea que profanen mi santo Nombre. Yo soy el Señor.
3 Por eso, diles lo siguiente: Si alguno de sus descendientes, en cualquier generación, participa en estado de impureza de los dones sagrados que los israelitas consagran al Señor, será excluido de mi presencia. Yo soy el Señor.
4 Ningún descendiente de Aarón que sea leproso o padezca de blenorrea, podrá comer de los dones sagrados hasta que quede purificado. Si alguien toca lo que se ha vuelto impuro a causa de un cadáver, o si tiene una eyaculación,
5 o si toca algún animal o algún ser humano que lo hace impuro -cualquiera sea la clase de impureza-
6 si alguien toca algo de eso, será impuro hasta la tarde y no comerá de las cosas sagradas sin lavarse antes con agua.
7 Al ponerse el sol quedará puro, y entonces podrá comer de las cosas sagradas, porque son su alimento.
8 No comerá ningún animal muerto o despedazado por la fieras, porque de lo contrario incurría en impureza. Yo soy el Señor.
9 Que observen mis prescripciones, no sea que carguen con un pecado a causa del alimento, y mueran por haberlo profanado. Yo soy el Señor, que los santifico.
10 Ningún extraño podrá comer de las cosas sagradas, ni tampoco lo harán el huésped o el jornalero de un sacerdote.
11 Pero si un sacerdote adquiere con su dinero un esclavo, este podrá comer de las cosas sagradas; y también los esclavos nacidos en su casa podrán comer de su pan.
12 Si la hija de un sacerdote se casa con alguien que no es sacerdote, ella no podrá comer de las ofrendas sagradas.
13 Pero si la hija de un sacerdote queda viuda o es repudiada y, no teniendo hijos, vuelve a la casa de su padre como en su juventud, podrá comer del pan de su padre. Ningún extraño comerá de él;
14 y si alguien, por inadvertencia, come de una ofrenda sagrada, deberá restituirla al sacerdote, añadiendo además una quinta parte de su valor.
15 Los sacerdotes no permitirán que los israelitas profanen los dones sagrados que ellos reservan para el Señor,
16 o que carguen con un pecado que exige una reparación, por comer esos dones sagrados. Porque yo soy el Señor, que los santifico.
17 El Señor dijo a Moisés:
18 Habla en estos término a Aarón y a sus hijos, y a todos los israelitas: Si un hombre de la casa de Israel, o alguno de los extranjero residentes en Israel presenta su ofrenda al señor para un holocausto -ya sea en cumplimiento de un voto o como ofrenda voluntaria-
19 para que esa ofrenda le sea aceptada, tendrá que ser buey, oveja o cabra, macho y sin defecto.
20 No ofrezcan nada que tenga algún defecto, porque no les será aceptado.
21 Y si alguien -sea en cumplimiento de un voto especial o como ofrenda voluntaria- presenta al Señor en sacrificio de comunión un animal del ganado mayor o menor, para que esa ofrenda le sea aceptada, tendrá que ser sin defecto: no habrá en ella ninguna imperfección.
22 No deberán ofrecer ni presentar como ofrenda que se quema para el Señor ningún animal ciego, estropeado o mutilado, ulcerado, sarnoso o purulento.
23 En cambio, podrán ofrecer como ofrenda voluntaria un buey o una oveja con un miembro demasiado largo o demasiado corto; pero no les será aceptado en cumplimiento de un voto.
24 Tampoco ofrecerán animales con los testículos aplastados, destrozados, arrancados o cortados. No harán nada de esto en su tierra,
25 ni aceptarán estos animales a los extranjeros para ofrecerlos como alimento de su Dios, porque en ellos hay una deformidad y tienen un defecto. Por eso no les serán aceptados.
26 El Señor dijo a Moisés:
27 Cuando nazca un ternero, un cordero o un cabrito, estará siete días con su madre, y a partir del octavo será aceptado como ofrenda que se quema para el Señor.
28 Pero no inmolarán ningún animal del ganado mayor o menor junto con su cría, en un mismo día.
29 Cuando ofrezcan al Señor un sacrificio de acción de gracias, háganlo de tal manera que les sea aceptado.
30 Será comido ese mimo día; no dejarán nada para el día siguiente. Yo soy el Señor.
31 Observen fielmente mis mandamientos. Yo soy el Señor.
32 No profanen mi santo Nombre, para que yo sea santificado en medio de los israelitas. Yo soy el Señor, que los santifico,
33 el que los hizo salir de Egipto para ser su Dios. Yo soy el señor.

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Introducción a Levítico


Levítico


Los judíos de habla griega llamaron LEVÍTICO al tercer libro del Pentateuco. Este nombre da una idea bastante adecuada de su contenido, porque el mismo consta casi exclusivamente de las prescripciones rituales que debían poner en práctica los sacerdotes de la tribu de Leví.
La primera parte del Levítico está dedicada al ritual de los sacrificios (caps. 1-7). Luego vienen el ceremonial para la investidura de los sacerdotes (caps. 8-10), y la ley sobre lo puro y lo impuro (caps. 11-15), que concluye con el ritual para el gran Día de la Expiación (cap. 16). Los caps. 17-26 contienen la así llamada "Ley de Santidad", que se cierra con una serie de bendiciones y maldiciones. A modo de Apéndice, el cap. 27 determina las condiciones para el rescate de las personas, los animales y los bienes consagrados al Señor.
El Levítico pertenece en su totalidad a la tradición "sacerdotal". De allí su estilo minucioso y preciso, sobrecargado de términos técnicos y de repeticiones. Esta es una característica de todas las legislaciones cultuales, que se extienden hasta los más mínimos detalles para asegurar la eficacia de los ritos.
Aunque el Libro recibió su forma definitiva en la comunidad postexílica, algunos de los elementos que lo integran tienen un origen muy antiguo. Las prohibiciones alimenticias (cap. 11) y las reglas relativas a la pureza (caps. 13-15) conservan vestigios de una edad primitiva, cargada de tabúes y concepciones mágicas. El ceremonial del gran Día de la Expiación (cap. 16) yuxtapone a un rito arcaico un concepto muy elevado del pecado.
Como en el resto del Pentateuco, las leyes están encuadradas en un marco narrativo. Pero en el Levítico ese marco es muy simple, y se reduce casi siempre a una fórmula convencional, que hace depender todo el culto israelita de una orden dada por Dios a Moisés en el Sinaí. Así se pone de relieve la relación del culto con la Alianza.
La lectura del Levítico deja casi inevitablemente la impresión de que su contenido pertenece a una cultura lejana y extraña al hombre moderno. Esto es verdad, pero visto en su contexto histórico, el Libro atestigua un sentido muy profundo de la trascendencia divina y de la preocupación por formar un Pueblo santo, consagrado al culto del verdadero Dios en medio de las naciones paganas.
La antigua Ley no era más que "la sombra de los bienes futuros" ( Heb_10:1 ), y el único Sacrificio de Cristo hizo caducar todo el ceremonial del antiguo Templo. Pero las exigencias de santidad y de pureza en el servicio de Dios siguen siendo siempre válidas, y la referencia al Levítico es indispensable para entender muchos pasajes del Nuevo Testamento, que nos hablan de Cristo y de su Sacrificio redentor.

Fuente: Libro del Pueblo de Dios (San Pablo, 1990)

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Notas