Amos  7 Libro del Pueblo de Dios (Levoratti y Trusso, 1990) | 17 versitos |
1 El Señor me hizo ver esto: El formaba langostas, cuando comenzaba a crecer la hierba, la que brota después de la siega destinada al rey.
2 Cuando ellas terminaron de devorar la hierba del país yo dije: "Perdona, Señor, por favor. ¿Cómo subsistirá Jacob? ¡Es tan pequeño!
3 El Señor se arrepintió de esto: "No sucederá", dijo el Señor.
4 El Señor me hizo ver esto: El convocaba al fuego para juzgar; el fuego devoró el gran océano y estaba por devorar los campos.
5 Yo dije: "Basta, Señor, por favor. ¿Cómo subsistirá Jacob? ¡Es tan pequeño!".
6 El Señor se arrepintió de eso: "Tampoco esto sucederá", dijo el Señor.
7 el Señor me hizo ver esto: El estaba de pie junto a un muro, con una plomada en la mano.
8 El Señor me preguntó: "¡Qué ves, Amós?". Yo respondí: "Una plomada". El Señor me dijo: "Voy a tirar la plomada en medio de mi pueblo Israel; ya no voy a perdonarlo más.
9 Los lugares altos de Isaac serán devastados, y los santuarios de Israel arrasados, cuando me levante con la espada contra la casa de Jeroboam".
10 Amasías, el sacerdote de Betel, mandó a decir a Jeroboam, rey de Israel: "Amós conspira contra ti en medio de la casa de Israel; el país ya no puede tolerar todas sus palabras.
11 Porque él anda diciendo: "Jeroboam morirá por la espada e Israel irá al cautiverio lejos de su país"".
12 Después, Amasías dijo a Amós: "Vete de aquí, vidente, refúgiate en el país de Judá, gánate allí la vida y profetiza allí.
13 Pero no vuelvas a profetizar en Betel, porque este es un santuario del rey, un templo del reino".
14 Amós respondió a Amasías: "Yo no soy profeta, ni hijo de profetas, sino pastor y cultivador de sicómoros;
15 pero el Señor me sacó de detrás del rebaño y me dijo: "Ve a profetizar a mi pueblo Israel".
16 Y Ahora, escucha la palabra del Señor. Tú dices: "No profeticen contra Israel, no vaticines contra la casa de Isaac".
17 Por eso, dice el Señor: "Tu mujer se prostituirá en plena ciudad, tus hijos y tus hijas caerán bajo la espada; tu suelo será repartido con la cuerda, tú mismo morirás en tierra impura e Israel irá al cautiverio lejos de su país"".

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Introducción a Amos 


Amós

Con AMÓS empieza la "edad de oro" del profetismo bíblico. Antes que él, muchos otros profetas habían intervenido activamente en la vida política y religiosa de Israel. Pero ninguno de ellos había escrito nada, y la tradición sólo había conservado el recuerdo de sus acciones y ocasionalmente algunas de sus palabras. A partir de Amós, en cambio, lo que importa en primer lugar es la "palabra" del profeta, y ese mensaje -recogido y recopilado por sus discípulos- ha llegado hasta nosotros en forma escrita. Así se inicia la era de los llamados "profetas escritores".
Amós era un campesino de Técoa, pequeña población situada a unos veinte kilómetros al sur de Jerusalén (1. 1; 7. 14). Pero la dura vida del campo no le impidió adquirir una cultura poco común en su tiempo. Él conoce los hechos más relevantes de la historia de su pueblo y está perfectamente al tanto de todo lo que ocurre en el reino de Israel. Posee una vasta información sobre los acontecimientos de su época y presiente el avance de Asiria hacia el oeste. Lo que más impresiona en el estilo de Amós es la sobriedad. Pocas palabras le bastan para lanzar un oráculo incisivo, violento y lleno de imágenes sugestivas. Tampoco faltan en su lenguaje las sutilezas del estilo sapiencial (3. 3-8; 6. 12) y ciertos toques de punzante ironía (4. 4-5).
A pesar de ser nativo de Judá, Amós proclamó su mensaje en el reino del Norte, hacia el 750 a. C. En esa época, Samaría vivía su gran momento de euforia bajo el reinado de Jeroboám II (787-747). Los enemigos de siempre -Asiria, Egipto y Arám- se habían eclipsado transitoriamente, y el rey aprovechó la coyuntura para recuperar los antiguos territorios de Israel ( 2Ki_14:25 ). La paz exterior favorecía la actividad económica y el acrecentamiento de las riquezas. Un ansia desenfrenada de lujo se había apoderado de las clases más pudientes, que se construían suntuosas mansiones y vivían en la opulencia. Pero esta prosperidad económica beneficiaba únicamente a un sector privilegiado. Mientras unos pocos se enriquecían, la gran masa del pueblo estaba más oprimida que nunca.
Dentro de este marco social, resuena la palabra de Amós, el profeta de la "justicia". Toda su predicación es una violenta denuncia de la manera cómo el reino de Israel interpretaba su condición de Pueblo "elegido". Para Israel, la elección divina era un privilegio y una garantía absoluta de seguridad, cualquiera fuera su comportamiento moral, social y religioso. Para Amós, en cambio, esa elección era una gracia que implicaba la responsabilidad de revelar a los pueblos el rostro del verdadero Dios, por medio de una convivencia fraternal, basada en el derecho y la justicia. Al ver el sufrimiento y la opresión de los débiles, el lujo y la indiferencia de los ricos, él se convirtió en el testigo insobornable de la Justicia del Señor, "que resiste a los soberbios y da su gracia a los humildes" ( Jam_4:6 ).
El amor a los pobres y la primacía de la justicia sobre el culto encontraron amplio eco en el resto de la Biblia, sobre todo, en el mensaje evangélico ( Mat_5:3 , Mat_5:23-24 ; Luk_4:18 ; Luk_6:20 ; Jam_2:5-7 ).

Fuente: Libro del Pueblo de Dios (San Pablo, 1990)

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Notas

Amos  7,1-17

2-3. Ver Exo_32:11-14; Num_14:13-20; Dan_9:15-19.

4. El "gran océano" es la masa de aguas subterráneas de la que brotaban las fuentes y los rios ( Gen_7:11).

7. La imagen de la "plomada" parece sugerir que el muro -representación simbólica de Israel- comienza a inclinarse y está a punto de caer.

14. Amós se niega rotundamente a que lo confundan con un profeta profesional ( Miq_3:5) o con un miembro de las comunidades proféticas que solían agruparse en torno a los santuarios ( 1Re_20:35; 2Re_2:3; 2Re_4:1).