Numeros  11 Libro del Pueblo de Dios (Levoratti y Trusso, 1990) | 35 versitos |
1 Una vez, el pueblo se quejó amargamente delante del Señor. Cuando el Señor los oyó, se llenó de indignación. El fuego del Señor se encendió contra ellos y devoró el extremo del campamento.
2 El pueblo pidió auxilio a Moisés. Este intercedió ante el Señor, y se apagó el fuego.
3 Aquel lugar fue llamado Taberá -que significa Incendio- porque allí se había encendido el fuego del Señor contra los israelitas.
4 La turba de los advenedizos que se habían mezclado con el pueblo se dejó llevar de la gula, y los israelitas se sentaron a llorar a gritos, diciendo: "¡Si al menos tuviéramos carne para comer!
5 ¡Cómo recordamos los pescados que comíamos gratis en Egipto, y los pepinos, los melones, los puerros, las cebollas y los ajos!
6 ¡Ahora nuestras gargantas están resecas! ¡Estamos privados de todo, y nuestros ojos no ven nada más que el maná!".
7 El maná se parecía a la semilla de cilantro y su color era semejante al del bedelio.
8 El pueblo tenía que ir a buscarlo; una vez recogido, lo trituraban con piedras de moler o lo machacaban en un mortero, lo cocían en una olla, y lo preparaban en forma de galletas. Su sabor era como el de un pastel apetitoso.
9 De noche, cuando el rocío caía sobre el campamento, también caía el maná.
10 Moisés oyó llorar al pueblo, que se había agrupado por familias, cada uno a la entrada de su carpa. El Señor se llenó de una gran indignación, pero Moisés, vivamente contrariado,
11 le dijo: "¿Por qué tratas tan duramente a tu servidor? ¿Por qué no has tenido compasión de mí, y me has cargado con el peso de todo este pueblo?
12 ¿Acaso he sido yo el que concibió a todo este pueblo, o el que lo dio a luz, para que me digas: "Llévalo en tu regazo, como la nodriza lleva a un niño de pecho, hasta la tierra que juraste dar a sus padres?"
13 ¿De dónde voy a sacar carne para dar de comer a todos los que están llorando a mi lado y me dicen: "Danos carne para comer"?
14 Yo solo no puedo soportar el peso de todo este pueblo: mis fuerzas no dan para tanto.
15 Si me vas a seguir tratando de ese modo, mátame de una vez. Así me veré libre de mis males".
16 El Señor respondió a Moisés: "Reúneme a setenta de los ancianos de Israel -deberás estar seguro de que son realmente ancianos y escribas del pueblo- llévalos a la Carpa del Encuentro, y que permanezcan allí junto contigo.
17 Yo bajaré hasta allí, te hablaré, y tomaré algo del espíritu que tú posees, para comunicárselo a ellos. Así podrán compartir contigo el peso de este pueblo, y no tendrás que soportarlo tú solo.
18 También dirás al pueblo: Purifíquense para mañana y comerán carne. Ya que ustedes han llorado delante del Señor, diciendo: "¡Si al menos tuviéramos carne para comer! ¡Qué bien estábamos en Egipto!", el Señor les dará de comer carne.
19 Y no la comerán un día, ni dos, ni diez, ni veinte,
20 sino un mes entero, hasta que se les salga por las narices y les provoque repugnancia. Porque han despreciado al Señor que está en medio de ustedes, y han llorado en su presencia, diciendo: "¿Para qué habremos salido de Egipto?".
21 Moisés dijo entonces: "El pueblo que me rodea está formado por seiscientos mil hombres de a pie, ¿y tú dices que le darás carne para comer un mes entero?
22 Si se degollaran ovejas y vacas, ¿alcanzarían para todos? Y si se reunieran todos los peces del mar, ¿tendrían bastante?".
23 Pero el Señor respondió a Moisés: "¿Acaso hay límite para el poder del Señor? En seguida verás si lo que acabo de decirte se cumple o no".
24 Moisés salió a comunicar al pueblo las palabras del Señor. Luego reunió a setenta hombres entre los ancianos del pueblo, y los hizo poner de pie alrededor de la Carpa.
25 Entonces el Señor descendió en la nube y le habló a Moisés. Después tomó algo del espíritu que estaba sobre él y lo infundió a los setenta ancianos. Y apenas el espíritu se posó sobre ellos, comenzaron a hablar en éxtasis; pero después no volvieron a hacerlo.
26 Dos hombres -uno llamado Eldad y el otro Medad- se habían quedado en el campamento; y como figuraban entre los inscritos, el espíritu se posó sobre ellos, a pesar de que no habían ido a la Carpa. Y también ellos se pusieron a hablar en éxtasis.
27 Un muchacho vino corriendo y comunicó la noticia a Moisés, con estas palabras: "Eldad y Medad están profetizando en el campamento".
28 Josué, hijo de Nun, que desde su juventud era ayudante de Moisés, intervino diciendo: "Moisés, señor mío, no se lo permitas".
29 Pero Moisés le respondió: "¿Acaso estás celoso a causa de mí? ¡Ojalá todos fueran profetas en el pueblo del Señor, porque él les infunde su espíritu!".
30 Luego Moisés volvió a entrar en el campamento con todos los ancianos de Israel.
31 Entonces se levantó un viento enviado por el Señor, que trajo del mar una bandada de codornices y las precipitó sobre el campamento. Las codornices cubrieron toda la extensión de un día de camino, a uno y otro lado del campamento, hasta la altura de un metro sobre la superficie del suelo.
32 El pueblo se puso a recoger codornices todo el día, toda la noche y todo el día siguiente. El que había recogido menos, tenía diez medidas de unos cuatrocientos cincuenta litros cada una. Y las esparcieron alrededor de todo el campamento.
33 La carne estaba todavía entre sus dientes, sin masticar, cuando la ira del Señor se encendió contra el pueblo, y el Señor lo castigó con una enorme mortandad.
34 El lugar fue llamado Quibrot Hataavá -que significa Tumbas de la Gula- porque allí enterraron a la gente que se dejó llevar por la gula.
35 Desde Quibrot Hataavá el pueblo siguió avanzando hasta Jaserot, y allí se detuvo.

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Introducción a Numeros 


Números


El título NÚMEROS refleja bastante imperfectamente el contenido del cuarto libro del Pentateuco, pero destaca, al menos, una de sus características: la preocupación por las precisiones numéricas. Esta preocupación se manifiesta, entre otras cosas, en los dos censos registrados en el Libro (caps. 1-4; 26), en la reglamentación sobre los sacrificios (caps. 28-29), y en las instrucciones para el reparto del botín (cap. 31) y para la división del territorio alrededor de las ciudades levíticas (35. 1-8).
Los judíos de lengua hebrea llamaban a este libro "EN EL DESIERTO", porque estas son las palabras más importantes del versículo inicial. Dicho titulo evoca otro de sus temas característicos: la marcha de los israelitas a través del desierto, desde el Sinaí hasta las fronteras de la Tierra prometida.
El libro de los Números da la impresión de ser un conjunto de elementos heterogéneos, sin ninguna conexión lógica. A pesar de todo, es posible establecer un cierto orden, si se tiene en cuenta el marco geográfico de los acontecimientos relatados.
1.º La partida desde el Sinaí se prepara con un censo del pueblo y con las ofrendas presentadas con motivo de la dedicación del Santuario (1. 1 - 10. 10).
2.º Después de celebrar la segunda Pascua, los israelitas salen del Sinaí y llegan a Cades, donde realizan un intento desafortunado de entrar en Canaán por el sur (10. 11 - 21. 35).
3.º Tras una larga permanencia en Cades, vuelven a ponerse en camino y llegan a las estepas de Moab, frente a Jericó (caps. 22-36).
En torno a estos relatos, se mezclan numerosas disposiciones legales y litúrgicas, que completan la legislación del Sinaí o preparan el establecimiento de Israel en Canaán.
En el libro de los Números vuelven a aparecer las tradiciones "yahvista", "elohísta" y "sacerdotal". Esta última es la que dio una forma acabada a toda la obra y le imprimió su espíritu peculiar.
Es inútil buscar en esta compilación de antiguas tradiciones, un relato exacto y ordenado de los hechos. La tradición sobre el itinerario del desierto es fragmentaria y se limita a unos pocos episodios. Además, la historia es vista desde una perspectiva religiosa. Su intención es mostrar la solícita providencia de Dios en favor de su Pueblo, a pesar de las murmuraciones y rebeldías del mismo.
Durante su marcha por el desierto, Israel vivió sus primeras experiencias como Pueblo de Dios. Allí la masa heterogénea de fugitivos que habían salido de Egipto bajo la guía de Moisés ( Exo_12:38 ) comenzó a tomar conciencia de su destino común. Al llegar la plenitud de los tiempos, también el nacimiento del nuevo Pueblo de Dios estuvo vinculado con el desierto. Allí predicó y bautizó Juan el Bautista, para preparar "el camino del Señor" ( Mat_3:3 ). Y allí Jesús "fue llevado por el Espíritu" ( Mat_4:1 ) para prepararse a cumplir su misión de "iniciador y consumador de nuestra fe" ( Heb_12:2 ).

Fuente: Libro del Pueblo de Dios (San Pablo, 1990)

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Notas

Numeros  11,1-35

4. La "turba de los advenedizos" es esa "multitud heterogénea" ( Exo_12:38) que se unió a los israelitas cuando salieron de Egipto. La presencia de estos extranjeros pone de manifiesto que los israelitas no constituían en el desierto un grupo tan homogéneo y bien organizado como los presenta la tradición "sacerdotal" en los caps. 1-4.

6. El "maná": ver nota Éx. 16.

25-27. Las expresiones "hablar en éxtasis" y "profetizar" traducen una misma palabra hebrea, que es la expresión técnica para designar el ejercicio de la actividad profética. El cambio quiere poner de relieve que el espíritu profético se manifestaba frecuentemente con actitudes fuera de lo común, como el frenesí o el éxtasis. Las características de este éxtasis o trance profético aparecen claramente en 1Sa_10:10-13; 1Sa_19:20-24.