Numeros  35 Libro del Pueblo de Dios (Levoratti y Trusso, 1990) | 34 versitos |
1 El Señor dijo a Moisés en las estepas de Moab, junto al Jordán, a la altura de Jericó:
2 Ordena a los israelitas que cedan a los levitas, de su patrimonio hereditario, ciudades para vivir y campos de pastoreo alrededor de las mismas.
3 Las ciudades les servirán de morada, y los campos de pastoreo serán para su ganado y sus otros animales.
4 Los campos de pastoreo de las ciudades que ustedes cederán a los levitas, se extenderán hasta quinientos metros alrededor de la ciudad, a partir de las murallas.
5 Ustedes medirán fuera de la ciudad, mil metros hacia el este, mil hacia el sur, mil hacia el oeste, y mil hacia el norte, tomando la ciudad como centro: estos serán los campos de pastoreo para las ciudades.
6 Las ciudades que cederán a los levitas serán las seis ciudades de refugio que ustedes deben separar para que los homicidas puedan huir a ellas, añadiendo además, otras cuarenta y dos.
7 Así darán a los levitas un total de cuarenta y ocho ciudades, todas ellas con sus campos de pastoreo.
8 Cuando cedan esas ciudades, tomándolas de lo que es propiedad de los israelitas, exigirán más de los grupos numerosos, y menos de los grupos más pequeños, y menos de los grupos más pequeños. De esta manera, cada uno cederá a los levitas una cantidad de ciudades proporcionada a la herencia que haya recibido.
9 Luego el Señor dijo a Moisés:
10 Habla en estos términos a los israelitas: Cuando crucen el Jordán para entrar en la tierra de Canaán,
11 encontrarán ciudades que les servirán como ciudades de refugio, donde puedan huir los homicidas que hay matado a alguien involuntariamente.
12 Esas ciudades servirán de refugio contra el vengador del homicidio, y así el homicida no morirá sin haber comparecido delante de la comunidad para ser juzgado.
13 Ustedes tendrán que señalar seis ciudades de refugio:
14 tres el otro lado del Jordán y tres en el territorio de Canaán.
15 Esas seis ciudades podrán servir de refugio no sólo a los israelitas, sino también a los extranjeros residentes o que estén de paso entre ustedes, de manera que todo el que haya matado a otro involuntariamente, pueda refugiarse en ellas.
16 Pero el que mata a otro golpeándolo con un objeto de hierro, es un asesino, y el asesino será castigado con la muerte.
17 Si lo mata de una pedrada capaz de causar la muerte, es un asesino, y el asesino será castigado con la muerte.
18 Si lo mata golpeándolo con un palo capaz de causar la muerte, es un asesino, y el asesino será castigado con la muerte.
19 El vengador del homicidio en persona debe matar al asesino apenas lo encuentre.
20 Si el homicida mató a la víctima por odio, o si le arrojó intencionalmente un objeto capaz de causar la muerte,
21 o si por enemistad lo hirió a golpes de puño hasta matarlo, el agresor será castigado con la muerte: es un asesino, y el vengador del homicidio lo matará apenas lo encuentre.
22 Pero si lo hirió fortuitamente, sin que mediara enemistad, o si le arrojó un objeto sin intención de alcanzarlo,
23 o si dejó caer sobre él, inadvertidamente, una piedra capaz de matarlo y de esa manera le causó la muerte, sin tener odio contra él y sin desearle ningún mal,
24 la comunidad juzgará, conforme a estas reglas, entre el homicida y el vengador del homicidio,
25 y librará a aquel de las manos de este. Luego la comunidad lo hará volver a la ciudad de refugio, adonde había huido, y él permanecerá allí hasta la muerte del Sumo Sacerdote que ha sido ungido con el óleo santo.
26 Si el homicida sale de la ciudad de refugio adonde había huido,
27 y el vengador del homicidio lo encuentra fuera de los límites de su ciudad de refugio, lo podrá matar sin temor a ninguna represalia,
28 porque el homicida debe permanecer en su ciudad de refugio hasta la muerte del Sumo Sacerdote, y solamente después podrá volver al lugar donde está su propiedad.
29 Estas disposiciones serán una norma jurídica para ustedes y para sus descendientes, en cualquier lugar donde se encuentren.
30 Si alguien mata a una persona, el homicida será condenado a muerte por la declaración de testigos, pero el testimonio de uno solo no basta para condenar a muerte a alguien.
31 No aceptarán ningún rescate por la vida de un asesino, porque debe morir,
32 Tampoco lo aceptarán de aquel que huyó a sus ciudad de refugio, permitiéndole que habite nuevamente en su propia tierra antes de la muerte del Sumo Sacerdote.
33 No profanen la tierra donde viven, porque la sangre profana la tierra, y no hay para la tierra otra expiación por la sangre derramada, que la sangre de aquel que la derramó.
34 No hagas impuro el país donde vives y en el cual yo habito. Porque yo, el Señor, habito entre los israelitas.

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Introducción a Numeros 


Números


El título NÚMEROS refleja bastante imperfectamente el contenido del cuarto libro del Pentateuco, pero destaca, al menos, una de sus características: la preocupación por las precisiones numéricas. Esta preocupación se manifiesta, entre otras cosas, en los dos censos registrados en el Libro (caps. 1-4; 26), en la reglamentación sobre los sacrificios (caps. 28-29), y en las instrucciones para el reparto del botín (cap. 31) y para la división del territorio alrededor de las ciudades levíticas (35. 1-8).
Los judíos de lengua hebrea llamaban a este libro "EN EL DESIERTO", porque estas son las palabras más importantes del versículo inicial. Dicho titulo evoca otro de sus temas característicos: la marcha de los israelitas a través del desierto, desde el Sinaí hasta las fronteras de la Tierra prometida.
El libro de los Números da la impresión de ser un conjunto de elementos heterogéneos, sin ninguna conexión lógica. A pesar de todo, es posible establecer un cierto orden, si se tiene en cuenta el marco geográfico de los acontecimientos relatados.
1.º La partida desde el Sinaí se prepara con un censo del pueblo y con las ofrendas presentadas con motivo de la dedicación del Santuario (1. 1 - 10. 10).
2.º Después de celebrar la segunda Pascua, los israelitas salen del Sinaí y llegan a Cades, donde realizan un intento desafortunado de entrar en Canaán por el sur (10. 11 - 21. 35).
3.º Tras una larga permanencia en Cades, vuelven a ponerse en camino y llegan a las estepas de Moab, frente a Jericó (caps. 22-36).
En torno a estos relatos, se mezclan numerosas disposiciones legales y litúrgicas, que completan la legislación del Sinaí o preparan el establecimiento de Israel en Canaán.
En el libro de los Números vuelven a aparecer las tradiciones "yahvista", "elohísta" y "sacerdotal". Esta última es la que dio una forma acabada a toda la obra y le imprimió su espíritu peculiar.
Es inútil buscar en esta compilación de antiguas tradiciones, un relato exacto y ordenado de los hechos. La tradición sobre el itinerario del desierto es fragmentaria y se limita a unos pocos episodios. Además, la historia es vista desde una perspectiva religiosa. Su intención es mostrar la solícita providencia de Dios en favor de su Pueblo, a pesar de las murmuraciones y rebeldías del mismo.
Durante su marcha por el desierto, Israel vivió sus primeras experiencias como Pueblo de Dios. Allí la masa heterogénea de fugitivos que habían salido de Egipto bajo la guía de Moisés ( Exo_12:38 ) comenzó a tomar conciencia de su destino común. Al llegar la plenitud de los tiempos, también el nacimiento del nuevo Pueblo de Dios estuvo vinculado con el desierto. Allí predicó y bautizó Juan el Bautista, para preparar "el camino del Señor" ( Mat_3:3 ). Y allí Jesús "fue llevado por el Espíritu" ( Mat_4:1 ) para prepararse a cumplir su misión de "iniciador y consumador de nuestra fe" ( Heb_12:2 ).

Fuente: Libro del Pueblo de Dios (San Pablo, 1990)

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Notas

Numeros  35,1-34

1-8. En Jos. 21 se indican los nombres de las ciudades levíticas. Ver pág. 197: 13. 4-5.

9-29. La institución de las "ciudades de refugio" es una medida de protección para el homicida involuntario, en una sociedad donde se practicaba la venganza privada (v. 19). En Jos. 20 se indican los nombres de estas ciudades, que probablemente fueron elegidas porque poseían un importante lugar de culto. El derecho de asilo, en efecto, normalmente se vinculaba a un santuario. Ver Exo_21:13; Deu_19:1-13.