Marcos 10 Libro del Pueblo de Dios (Levoratti y Trusso, 1990) | 52 versitos |
1 Después que partió de allí, Jesús fue a la región de Judea y al otro lado del Jordán. Se reunió nuevamente la multitud alrededor de él y, como de costumbre, les estuvo enseñando una vez más.
2 Se acercaron algunos fariseos y, para ponerlo a prueba, le plantearon esta cuestión: "¿Es lícito al hombre divorciarse de su mujer?".
3 El les respondió: "¿Qué es lo que Moisés les ha ordenado?".
4 Ellos dijeron: "Moisés permitió redactar una declaración de divorcio y separarse de ella".
5 Entonces Jesús les respondió: "Si Moisés les dio esta prescripción fue debido a la dureza del corazón de ustedes.
6 Pero desde el principio de la creación, Dios los hizo varón y mujer.
7 Por eso, el hombre dejará a su padre y a su madre.
8 y los dos no serán sino una sola carne. De manera que ya no son dos, sino una sola carne.
9 Que el hombre no separe lo que Dios ha unido".
10 Cuando regresaron a la casa, los discípulos le volvieron a preguntar sobre esto.
11 El les dijo: "El que se divorcia de su mujer y se casa con otra, comete adulterio contra aquella;
12 y si una mujer se divorcia de su marido y se casa con otro, también comete adulterio".
13 Le trajeron entonces a unos niños para que los tocara, pero los discípulos los reprendieron.
14 Al ver esto, Jesús se enojó y les dijo: "Dejen que los niños se acerquen a mí y no se lo impidan, porque el Reino de Dios pertenece a los que son como ellos.
15 Les aseguro que el que no recibe el Reino de Dios como un niño, no entrará en él".
16 Después los abrazó y los bendijo, imponiéndoles las manos
17 Cuando se puso en camino, un hombre corrió hacia él y, arrodillándose, le preguntó: "Maestro bueno, ¿qué debo hacer para heredar la Vida eterna?".
18 Jesús le dijo: "¿Por qué me llamas bueno? Sólo Dios es bueno.
19 Tú conoces los mandamientos: No matarás, no cometerás adulterio, no robarás, no darás falso testimonio, no perjudicarás a nadie, honra a tu padre y a tu madre".
20 El hombre le respondió: "Maestro, todo eso lo he cumplido desde mi juventud".
21 Jesús lo miró con amor y le dijo: "Sólo te falta una cosa: ve, vende lo que tienes y dalo a los pobres; así tendrás un tesoro en el cielo. Después, ven y sígueme".
22 El, al oír estas palabras, se entristeció y se fue apenado, porque poseía muchos bienes.
23 Entonces Jesús, mirando alrededor, dijo a sus discípulos: "¡Qué difícil será para los ricos entrar en el Reino de Dios!".
24 Los discípulos se sorprendieron por estas palabras, pero Jesús continuó diciendo: "Hijos míos, ¡Qué difícil es entrar en el Reino de Dios!.
25 Es más fácil que un camello pase por el ojo de una aguja, que un rico entre en el Reino de Dios".
26 Los discípulos se asombraron aún más y se preguntaban unos a otros: "Entonces, ¿quién podrá salvarse?".
27 Jesús, fijando en ellos su mirada, les dijo: "Para los hombres es imposible, pero no para Dios, porque para él todo es posible".
28 Pedro le dijo: "Tú sabes que nosotros lo hemos dejado todo y te hemos seguido".
29 Jesús respondió: "Les aseguro que el que haya dejado casa, hermanos y hermanas, madre y padre, hijos o campos por mí y por la Buena Noticia,
30 desde ahora, en este mundo, recibirá el ciento por uno en casas, hermanos y hermanas, madres, hijos, campos, en medio de las persecuciones; y en el mundo futuro recibirá la Vida eterna.
31 Muchos de los primeros serán los últimos y los últimos serán los primeros".
32 Mientras iban de camino para subir a Jerusalén, Jesús se adelantaba a sus discípulos; ellos estaban asombrados y los que lo seguían tenían miedo. Entonces reunió nuevamente a los Doce y comenzó a decirles lo que le iba a suceder:
33 "Ahora subimos a Jerusalén; allí el Hijo del hombre será entregado a los sumos sacerdotes y a los escribas. Lo condenarán a muerte y lo entregarán a los paganos:
34 ellos se burlarán de él, lo escupirán, lo azotarán y lo matarán. Y tres días después, resucitará".
35 Santiago y Juan, los hijos de Zebedeo, se acercaron a Jesús y le dijeron: "Maestro, queremos que nos concedas lo que te vamos a pedir".
36 El les respondió: "¿Qué quieren que haga por ustedes?".
37 Ellos le dijeron: "Concédenos sentarnos uno a tu derecha y el otro a tu izquierda, cuando estés en tu gloria".
38 Jesús le dijo: "No saben lo que piden. ¿Pueden beber el cáliz que yo beberé y recibir el bautismo que yo recibiré?".
39 "Podemos", le respondieron. Entonces Jesús agregó: "Ustedes beberán el cáliz que yo beberé y recibirán el mismo bautismo que yo.
40 En cuanto a sentarse a mi derecha o a mi izquierda, no me toca a mí concederlo, sino que esos puestos son para quienes han sido destinados".
41 Los otros diez, que habían oído a Santiago y a Juan, se indignaron contra ellos.
42 Jesús los llamó y les dijo: "Ustedes saben que aquellos a quienes se considera gobernantes, dominan a las naciones como si fueran sus dueños, y los poderosos les hacen sentir su autoridad.
43 Entre ustedes no debe suceder así. Al contrario, el que quiera ser grande, que se haga servidor de ustedes;
44 y el que quiera ser el primero, que se haga servidor de todos.
45 Porque el mismo Hijo del hombre no vino para ser servido, sino para servir y dar su vida en rescate por una multitud".
46 Después llegaron a Jericó. Cuando Jesús salía de allí, acompañado de sus discípulos y de una gran multitud, el hijo de Timeo -Bartimeo, un mendigo ciego- estaba sentado junto al camino.
47 Al enterarse de que pasaba Jesús, el Nazareno, se puso a gritar: "¡Jesús, Hijo de David, ten piedad de mí!".
48 Muchos lo reprendían para que se callara, pero él gritaba más fuerte: "¡Hijo de David, ten piedad de mí!".
49 Jesús se detuvo y dijo: "Llámenlo". Entonces llamaron al ciego y le dijeron: "¡Animo, levántate! El te llama".
50 Y el ciego, arrojando su manto, se puso de pie de un salto y fue hacia él.
51 Jesús le preguntó: "¿Qué quieres que haga por ti?. El le respondió: "Maestro, que yo pueda ver".
52 Jesús le dijo: "Vete, tu fe te ha salvado". En seguida comenzó a ver y lo siguió por el camino.

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Introducción a Marcos


EVANGELIO SEGÚN SAN MARCOS

Este Evangelio fue compuesto por un discípulo o, más exactamente, un "intérprete" del Apóstol Pedro, cuyo nombre completo era JUAN MARCOS. Es el más antiguo, el primero que fue puesto por escrito, cerca del año 70 de nuestra era, y es también el más breve.
Como está dirigido a cristianos provenientes del paganismo, que no conocían las costumbres judías, Marcos se las explica y, asimismo, traduce las expresiones arameas que utiliza en varias ocasiones. Su estilo es vivo y popular, y está lleno de espontaneidad, aunque su lenguaje es pobre y rudimentario.
El Evangelio de Marcos contiene pocos discursos, y se interesa más por las acciones que por las palabras de Jesús. En cambio, los relatos se desarrollan con abundancia de detalles, y en ellos Jesús aparece con las reacciones propias de un ser humano. Marcos destaca especialmente la humanidad de Jesús y, a partir de ella, nos lleva progresivamente a descubrir en él al Hijo de Dios. Porque detrás de su Persona se esconde un gran "secreto", el secreto "mesiánico", que sólo se revela en su Muerte y su Resurrección.
Únicamente en la cruz está la respuesta a la gran pregunta latente a lo largo de todo este Evangelio: "¿Quién es Jesús de Nazaret?". Ciertamente, no es el Mesías glorioso que esperaban sus contemporáneos, sino el Mesías crucificado. La cruz era el camino obligado para llegar a la Resurrección. Todos estamos llamados a seguirlo por este camino, para poder comprender cada vez más profundamente "la Buena Noticia de Jesús, Mesías, Hijo de Dios" (1. 1), que Marcos nos transmite con tanta frescura y sencillez, como un eco fiel del primer anuncio del Evangelio.

Fuente: Libro del Pueblo de Dios (San Pablo, 1990)

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Notas

Marcos 10,1-52

6-8. Gen_1:27; Gen_2:24.

13. "Para que los tocara": Jesús tocaba a los niños imponiéndoles las manos e implorando la bendición sobre ellos.

19. Exo_20:12-16; Deu_5:16-20.

32. La actitud decidida de Jesús contrasta con el temor de sus acompañantes frente a los peligros que iban a correr en Jerusalén, donde encontrarían enemigos sumamente poderosos.

38. "Beber el cáliz": ver nota Mat_20:22. "El bautismo que yo recibiré": Jesús usa esta expresión ( Luc_12:50) para referirse a su muerte, dispuesta por el Padre celestial.

47-48. "Hijo de David": ver nota Mat_1:1.