Lucas 5 Libro del Pueblo de Dios (Levoratti y Trusso, 1990) | 39 versitos |
1 En una oportunidad, la multitud se amontonaba alrededor de Jesús para escuchar la Palabra de Dios, y él estaba de pie a la orilla del lago de Genesaret.
2 Desde allí vio dos barcas junto a la orilla del lago; los pescadores habían bajado y estaban limpiando las redes.
3 Jesús subió a una de las barcas, que era de Simón, y le pidió que se apartara un poco de la orilla; después se sentó, y enseñaba a la multitud desde la barca.
4 Cuando terminó de hablar, dijo a Simón: "Navega mar adentro, y echen las redes".
5 Simón le respondió: "Maestro, hemos trabajado la noche entera y no hemos sacado nada, pero si tú lo dices, echaré las redes".
6 Así lo hicieron, y sacaron tal cantidad de peces, que las redes estaban a punto de romperse.
7 Entonces hicieron señas a los compañeros de la otra barca para que fueran a ayudarlos. Ellos acudieron, y llenaron tanto las dos barcas, que casi se hundían.
8 Al ver esto, Simón Pedro se echó a los pies de Jesús y le dijo: "Aléjate de mí, Señor, porque soy un pecador".
9 El temor se había apoderado de él y de los que lo acompañaban, por la cantidad de peces que habían recogido;
10 y lo mismo les pasaba a Santiago y a Juan, hijos de Zebedeo, compañeros de Simón. Pero Jesús dijo a Simón: "No temas, de ahora en adelante serás pescador de hombres".
11 Ellos atracaron las barcas a la orilla y, abandonándolo todo, lo siguieron.
12 Mientras Jesús estaba en una ciudad, se presentó un hombre cubierto de lepra. Al ver a Jesús, se postró ante él y le rogó: "Señor, si quieres, puedes purificarme".
13 Jesús extendió la mano y lo tocó, diciendo: "Lo quiero, queda purificado". Y al instante la lepra desapareció.
14 El le ordenó que no se lo dijera a nadie, pero añadió: "Ve a presentarte al sacerdote y entrega por tu purificación la ofrenda que ordenó Moisés, para que les sirva de testimonio".
15 Su fama se extendía cada vez más y acudían grandes multitudes para escucharlo y hacerse curar de sus enfermedades.
16 Pero él se retiraba a lugares desiertos para orar.
17 Un día, mientras Jesús enseñaba, había entre los presente algunos fariseos y doctores de la Ley, llegados de todas las regiones de Galilea, de Judea y de Jerusalén. La fuerza del Señor le daba poder para curar.
18 Llegaron entonces unas personas transportando a una paralítico sobre una camilla y buscaban el modo de entrar, para llevarlo ante Jesús.
19 Como no sabían por dónde introducirlo a causa de la multitud, subieron a la terraza y, desde el techo, lo bajaron con su camilla en medio de la concurrencia y lo pusieron delante de Jesús.
20 Al ver su fe, Jesús le dijo: "Hombre, tus pecados te son perdonados".
21 Los escribas y los fariseos comenzaron a preguntarse: "¿Quién es este que blasfema? ¿Quién puede perdonar los pecados, sino sólo Dios?".
22 Pero Jesús, conociendo sus pensamientos, les dijo: "¿Qué es lo que están pensando?
23 ¿Qué es más fácil decir: "Tus pecados están perdonados", o "Levántate y camina"?
24 Para que ustedes sepan que el Hijo del hombre tiene sobre la tierra el poder de perdonar los pecados -dijo al paralítico- yo te lo mando, levántate, toma tu camilla y vuelve a tu casa".
25 Inmediatamente se levantó a la vista de todos, tomó su camilla y se fue a su casa alabando a Dios.
26 Todos quedaron llenos de asombro y glorificaban a Dios, diciendo con gran temor: "Hoy hemos visto cosas maravillosas".
27 Después Jesús salió y vio a un publicano llamado Leví, que estaba sentado junto a la mesa de recaudación de impuestos, y le dijo: "Sígueme".
28 El, dejándolo todo, se levantó y lo siguió.
29 Leví ofreció a Jesús un gran banquete en su casa. Había numerosos publicanos y otras personas que estaban a la mesa con ellos.
30 Los fariseos y los escribas murmuraban y decían a los discípulos de Jesús: "¿Por qué ustedes comen y beben con publicanos y pecadores?".
31 Pero Jesús tomó la palabra y les dijo: "No son los sanos que tienen necesidad del médico, sino los enfermos.
32 Yo no he venido a llamar a los justos, sino a los pecadores, para que se conviertan".
33 Luego le dijeron: "Los discípulos de Juan ayunan frecuentemente y hacen oración, lo mismo que los discípulos de los fariseos; en cambio, los tuyos comen y beben".
34 Jesús les contestó: "¿Ustedes pretenden hacer ayunar a los amigos del esposo mientras él está con ellos?
35 Llegará el momento en que el esposo les será quitado; entonces tendrán que ayunar".
36 Les hizo además esta comparación: "Nadie corta un pedazo de un vestido nuevo para remendar uno viejo, porque se romperá el nuevo, y el pedazo sacado a este no quedará bien en el vestido viejo.
37 Tampoco se pone vino en odres viejos, porque hará reventar los odres; entonces el vino se derramará y los odres ya no servirán más.
38 ¡A vino nuevo, odres nuevos!
39 Nadie, después de haber gustado el vino viejo, quiere vino nuevo, porque dice: El añejo es mejor".

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Introducción a Lucas


EVANGELIO SEGÚN SAN LUCAS

El EVANGELIO SEGÚN SAN LUCAS fue redactado por este compañero de viaje del Apóstol san Pablo, unos cincuenta años después de la muerte de Jesús, y originariamente formaba un todo con el libro de los Hechos de los Apóstoles. Lucas no era de origen judío, y su obra está dirigida ante todo a los cristianos que, como él, provenían del mundo pagano. En el Prólogo de su Evangelio hace referencia al proceso de predicación, de transmisión oral y de redacción que precedió a la composición definitiva de los Evangelios.
Uno de los aspectos de la Buena Noticia que más quiso destacar san Lucas es el carácter universal de la Salvación. Jesucristo, en efecto, es el Salvador del mundo entero, y Dios quiere que todos los hombres se salven por medio de él. Para él no hay privilegios de raza, de nacionalidad, de cultura o de clase social. Mejor dicho, hay privilegios. Pero Dios los reserva para los pobres, para los que aparentemente no valen nada. Ellos son los destinatarios predilectos de la Buena Noticia, los herederos por excelencia del Reino de Dios.
Asimismo, este Evangelio se llama con razón el "Evangelio de la misericordia". Lucas nos presenta constantemente a Jesús como aquel que "vino a buscar y a salvar lo que estaba perdido" (19. 10). Dios es para él, sobre todo, el Padre misericordioso que sale al encuentro de sus hijos extraviados y se llena de alegría al volver a encontrarlos.
Pero el "Evangelio de la misericordia" es también un Evangelio exigente. Su autor insiste en el llamado a la conversión, es decir, al cambio de vida, como condición indispensable para alcanzar la Salvación. El fruto de esa conversión es el gozo que experimentan los que creen en la Buena Noticia y se dejan salvar por ella. Por eso, san Lucas pone tan de relieve la acción del Espíritu Santo, que es la fuente de la verdadera alegría.

Fuente: Libro del Pueblo de Dios (San Pablo, 1990)

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Notas

Lucas 5,1-39

14. Ver nota Mat_8:4.

24. "Hijo del hombre": ver nota Mat_8:20.

34. Los "amigos del esposo": ver nota Mat_9:15.

37-39. A la comparación del "vino nuevo" y de los "odres viejos", que es común a Mateo y a Marcos, Lucas añade el dicho del Señor del v. 39, cuyo significado es el siguiente: Los aferrados al "vino añejo" de las viejas costumbres no pueden gustar el "vino nuevo" de la Buena Noticia. Ver nota Mat_9:16-17.