Juan  10 Libro del Pueblo de Dios (Levoratti y Trusso, 1990) | 42 versitos |
1 "Les aseguro que el que no entra por la puerta en el corral de las ovejas, sino por otro lado, es un ladrón y un asaltante.
2 El que entra por la puerta es el pastor de las ovejas.
3 El guardián le abre y las ovejas escuchan su voz. El llama a cada una por su nombre y las hace salir.
4 Cuando las ha sacado a todas, va delante de ellas y las ovejas lo siguen, porque conocen su voz.
5 Nunca seguirán a un extraño, sino que huirán de él, porque no conocen su voz".
6 Jesús les hizo esta comparación, pero ellos no comprendieron lo que les quería decir.
7 Entonces Jesús prosiguió: "Les aseguro que yo soy la puerta de las ovejas.
8 Todos aquellos que han venido antes de mí son ladrones y asaltantes, pero las ovejas no los han escuchado.
9 Yo soy la puerta. El que entra por mí se salvará; podrá entrar y salir, y encontrará su alimento
10 El ladrón no viene sino para robar, matar y destruir. Pero yo he venido para que las ovejas tengan Vida, y la tengan en abundancia.
11 Yo soy el buen Pastor. El buen Pastor da su vida por las ovejas.
12 El asalariado, en cambio, que no es el pastor y al que no pertenecen las ovejas, cuando ve venir al lobo las abandona y huye. y el lobo las arrebata y la dispersa.
13 Como es asalariado, no se preocupa por las ovejas.
14 Yo soy el buen Pastor: conozco a mis ovejas, y mis ovejas me conocen a mí
15 -como el Padre me conoce a mí y yo conozco al Padre- y doy mi vida por las ovejas.
16 Tengo, además, otras ovejas que no son de este corral y a las que debo también conducir: ellas oirán mi voz, y así habrá un solo Rebaño y un solo Pastor.
17 El Padre me ama porque yo doy mi vida para recobrarla.
18 Nadie me la quita, sino que la doy por mí mismo. Tengo el poder de darla y de recobrarla: este es el mandato que recibí de mi Padre".
19 A causa de estas palabras, se produjo una nueva división entre los judíos.
20 Muchos de ellos decían: "Está poseído por un demonio y delira. ¿Por qué lo escuchan?".
21 Otros opinaban: "Estas palabras no son de un endemoniado. ¿Acaso un demonio puede abrir los ojos a los ciegos?".
22 Se celebraba entonces en Jerusalén la fiesta de la Dedicación. Era invierno,
23 y Jesús se paseaba por el Templo, en el Pórtico de Salomón.
24 Los Judíos lo rodearon y le preguntaron: "¿Hasta cuándo nos tendrás en suspenso? Si eres el Mesías, dilo abiertamente".
25 Jesús les respondió: "Ya se lo dije, pero ustedes no lo creen. Las obras que hago en nombre de mi Padre dan testimonio de mí,
26 pero ustedes no creen, porque no son de mis ovejas.
27 Mis ovejas escuchan mi voz, yo las conozco y ellas me siguen.
28 Yo les doy Vida eterna: ellas no perecerán jamás y nadie las arrebatará de mis manos.
29 Mi Padre, que me las ha dado, es superior a todos y nadie puede arrebatar nada de las manos de mi Padre.
30 El Padre y yo somos una sola cosa".
31 Los judíos tomaron piedras para apedrearlo.
32 Entonces Jesús dijo: "Les hice ver muchas obras buenas que vienen del Padre; ¿Por cuál de ellas me quieren apedrear?".
33 Los judíos le respondieron: "No queremos apedrearte por ninguna obra buena, sino porque blasfemas, ya que, siendo hombre, te haces Dios".
34 Jesús les respondió: "¿No está escrito en la Ley: "Yo dije: Ustedes son dioses"?
35 Si la Ley llama dioses a los que Dios dirigió su Palabra -y la Escritura no puede ser anulada-
36 ¿Cómo dicen: "Tú blasfemas", a quien el Padre santificó y envió al mundo, porque dijo: "Yo soy Hijo de Dios"?
37 Si no hago las obras de mi Padre, no me crean;
38 pero si las hago, crean en las obras, aunque no me crean a mí. Así reconocerán y sabrán que el Padre está en mí y yo en el Padre".
39 Ellos intentaron nuevamente detenerlo, pero el se les escapó de las manos.
40 Jesús volvió a ir al otro lado del Jordán, al lugar donde Juan había bautizado, y se quedó allí.
41 Muchos fueron a verlo, y la gente decía: "Juan no ha hecho ningún signo, pero todo lo que dijo de este hombre era verdad".
42 Y en ese lugar muchos creyeron en él.

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Introducción a Juan 


EVANGELIO SEGÚN SAN JUAN

El cuarto Evangelio difiere considerablemente de los tres anteriores, tanto por su forma literaria cuanto por su contenido. La tradición cristiana lo atribuye al Apóstol JUAN, a quien identifica con "el discípulo al que Jesús amaba" (13. 23; 19. 26; 20. 2; 21. 7, 20), y hay varios indicios en el mismo Evangelio que corroboran esta atribución. De todas maneras, la redacción final del Libro es el resultado de una larga elaboración en la que también intervinieron los discípulos del Apóstol. La obra fue concluida hacia el año 100, y tenía como destinatarios inmediatos a las comunidades cristianas de Asia Menor.
El Evangelio de Juan gira en torno a un tema fundamental: Jesús es el Enviado de Dios, su Palabra por excelencia, que vino a este mundo para hacernos conocer al Padre. Él no habla por sí mismo, sino que "da testimonio" de la Verdad que escuchó del Padre (3. 11-13, 31-34), y toda su vida es una revelación de la "gloria" que recibió de su mismo Padre antes de la creación del mundo (17. 1-5).
Con más insistencia que los otros evangelistas, Juan acentúa la oposición entre Jesús -la "Luz", el "Camino", la "Verdad" y la "Vida"- y los que se niegan a creer en él, designados habitualmente con el nombre genérico de "los judíos". Jesús no vino a "juzgar" al mundo, sino a salvarlo. Pero, por el simple hecho de manifestarse a los hombres, él los pone ante una alternativa: la de permanecer en sus propias "tinieblas" o creer en la "luz". El que no cree en Jesús "ya" está condenado, mientras que el que cree en él "ya" ha pasado de la muerte a la Vida y tiene Vida eterna.
A diferencia de los Evangelios sinópticos, que mencionan una sola "subida" de Jesús a Jerusalén, este Evangelio habla de tres Pascuas celebradas en la Ciudad santa. Más aún, casi toda la actividad pública del Señor, se desarrolla dentro del marco litúrgico de alguna festividad judía. En lugar de las parábolas del Reino utilizadas a manera de comparaciones, tan características de los otros Evangelios, Juan se vale de breves y expresivas alegorías, como por ejemplo, la de la vid y los sarmientos y la del buen Pastor. También emplea diversos "símbolos" para referirse a la persona de Jesús y a los bienes que él brinda a los hombres: en especial, el "agua" y el "pan" le sirven para hacer una verdadera "catequesis sacramental" sobre el Bautismo y la Eucaristía.
El autor de este Evangelio vuelve constantemente sobre los mismos temas, desarrollándolos y profundizándolos una y otra vez. En cada uno de esos temas está contenido todo el misterio de Cristo. Pero más que los "hechos" de su vida, lo que le interesa y quiere poner de relieve es el "significado" que ellos encierran y que sólo la fe puede descubrir. Desde esa perspectiva, Juan interpreta las obras y amplía los discursos de Jesús, como fruto de una larga y profunda contemplación. Su objetivo fundamental es conducirnos a la Vida eterna, que consiste en conocer al "único Dios verdadero" y a su "Enviado, Jesucristo" (17. 3). Con razón se ha llamado al Evangelio de Juan el "Evangelio espiritual".

Fuente: Libro del Pueblo de Dios (San Pablo, 1990)

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Notas

Juan  10,1-42

11. La imagen de Dios como Pastor de Israel es un tema de la literatura religiosa judía (Sal. 23; 79. 13; 80. 2; 95. 7; 100. 3; Isa_53:6), que se aplica sobre todo al Mesías (Ez. 34). Jesús reivindica para sí el título mesiánico de "Pastor" por excelencia, anunciado y prometido por Dios a su Pueblo. Él es el "verdadero" Pastor, el "modelo" de pastor, que realiza perfectamente la función pastoral, entregando su propia vida para conducir a los hombres a la Vida eterna.

22. La "fiesta de la Dedicación" recuerda la purificación del Templo realizada por Judas Macabeo en el año 165 a. C. ( 1Ma_4:52-59), para reparar la profanación cometida por Antíoco Epífanes ( 1Ma_1:54). Ver nota Mat_24:15.

34. Sal_82:6. La Escritura llama "dioses" a los jueces, porque "el Juicio pertenece a Dios" ( Deu_1:17).

35-36. Jesús, razonando otra vez a la manera rabínica, concluye que si no es una blasfemia llamar "dioses" a los jueces, mucho menos lo es que el Enviado del Padre se llame a sí mismo Hijo de Dios.