Juan  17 Libro del Pueblo de Dios (Levoratti y Trusso, 1990) | 26 versitos |
1 Después de hablar así, Jesús levantó los ojos al cielo, diciendo: "Padre, ha llegado la hora: glorifica a tu Hijo para que el Hijo te glorifique a ti,
2 ya que le diste autoridad sobre todos los hombres, para que él diera Vida eterna a todos los que tú les has dado.
3 Esta es la Vida eterna: que te conozcan a ti, el único Dios verdadero, y a tu Enviado, Jesucristo.
4 Yo te he glorificado en la tierra, llevando a cabo la obra que me encomendaste.
5 Ahora, Padre, glorifícame junto a ti, con la gloria que yo tenía contigo antes que el mundo existiera.
6 Manifesté tu Nombre a los que separaste del mundo para confiármelos. Eran tuyos y me los diste, y ellos fueron fieles a tu palabra.
7 Ahora saben que todo lo que me has dado viene de ti,
8 porque les comuniqué las palabras que tú me diste: ellos han reconocido verdaderamente que yo salí de ti, y han creído que tú me enviaste.
9 Yo ruego por ellos: no ruego por el mundo, sino por los que me diste, porque son tuyos.
10 Todo lo mío es tuyo y todo lo tuyo es mío, y en ellos he sido glorificado.
11 Ya no estoy más en el mundo, pero ellos están en él; y yo vuelvo a ti. Padre santo, cuida en tu Nombre a aquellos que me diste, para que sean uno, como nosotros.
12 Mientras estaba con ellos, cuidaba en tu Nombre a los que me diste; yo los protegía y no se perdió ninguno de ellos, excepto el que debía perderse, para que se cumpliera la Escritura.
13 Pero ahora voy a ti, y digo esto estando en el mundo, para que mi gozo sea el de ellos y su gozo sea perfecto.
14 Yo les comuniqué tu palabra, y el mundo los odió porque ellos no son del mundo, como tampoco yo soy del mundo.
15 No te pido que los saques del mundo, sino que los preserves del Maligno.
16 Ellos no son del mundo, como tampoco yo soy del mundo.
17 Conságralos en la verdad: tu palabra es verdad.
18 Así como tú me enviaste al mundo, yo también los envío al mundo.
19 Por ellos me consagro, para que también ellos sean consagrados en la verdad.
20 No ruego solamente por ellos, sino también por los que, gracias a su palabra, creerán en mí.
21 Que todos sean uno: como tú, Padre, estás en mí y yo en ti, que también ellos sean uno en nosotros, para que el mundo crea que tú me enviaste.
22 Yo les he dado la gloria que tú me diste, para que sean uno, como nosotros somos uno
23 -yo en ellos y tú en mí- para que sean perfectamente uno y el mundo conozca que tú me has enviado, y que yo los amé cómo tú me amaste.
24 Padre, quiero que los que tú me diste estén conmigo donde yo esté, para que contemplen la gloria que me has dado, porque ya me amabas antes de la creación del mundo.
25 Padre justo, el mundo no te ha conocido, pero yo te conocí, y ellos reconocieron que tú me enviaste.
26 Les di a conocer tu Nombre, y se lo seguiré dando a conocer, para que el amor con que tú me amaste esté en ellos, y yo también esté en ellos".

Patrocinio

 
 

Introducción a Juan 


EVANGELIO SEGÚN SAN JUAN

El cuarto Evangelio difiere considerablemente de los tres anteriores, tanto por su forma literaria cuanto por su contenido. La tradición cristiana lo atribuye al Apóstol JUAN, a quien identifica con "el discípulo al que Jesús amaba" (13. 23; 19. 26; 20. 2; 21. 7, 20), y hay varios indicios en el mismo Evangelio que corroboran esta atribución. De todas maneras, la redacción final del Libro es el resultado de una larga elaboración en la que también intervinieron los discípulos del Apóstol. La obra fue concluida hacia el año 100, y tenía como destinatarios inmediatos a las comunidades cristianas de Asia Menor.
El Evangelio de Juan gira en torno a un tema fundamental: Jesús es el Enviado de Dios, su Palabra por excelencia, que vino a este mundo para hacernos conocer al Padre. Él no habla por sí mismo, sino que "da testimonio" de la Verdad que escuchó del Padre (3. 11-13, 31-34), y toda su vida es una revelación de la "gloria" que recibió de su mismo Padre antes de la creación del mundo (17. 1-5).
Con más insistencia que los otros evangelistas, Juan acentúa la oposición entre Jesús -la "Luz", el "Camino", la "Verdad" y la "Vida"- y los que se niegan a creer en él, designados habitualmente con el nombre genérico de "los judíos". Jesús no vino a "juzgar" al mundo, sino a salvarlo. Pero, por el simple hecho de manifestarse a los hombres, él los pone ante una alternativa: la de permanecer en sus propias "tinieblas" o creer en la "luz". El que no cree en Jesús "ya" está condenado, mientras que el que cree en él "ya" ha pasado de la muerte a la Vida y tiene Vida eterna.
A diferencia de los Evangelios sinópticos, que mencionan una sola "subida" de Jesús a Jerusalén, este Evangelio habla de tres Pascuas celebradas en la Ciudad santa. Más aún, casi toda la actividad pública del Señor, se desarrolla dentro del marco litúrgico de alguna festividad judía. En lugar de las parábolas del Reino utilizadas a manera de comparaciones, tan características de los otros Evangelios, Juan se vale de breves y expresivas alegorías, como por ejemplo, la de la vid y los sarmientos y la del buen Pastor. También emplea diversos "símbolos" para referirse a la persona de Jesús y a los bienes que él brinda a los hombres: en especial, el "agua" y el "pan" le sirven para hacer una verdadera "catequesis sacramental" sobre el Bautismo y la Eucaristía.
El autor de este Evangelio vuelve constantemente sobre los mismos temas, desarrollándolos y profundizándolos una y otra vez. En cada uno de esos temas está contenido todo el misterio de Cristo. Pero más que los "hechos" de su vida, lo que le interesa y quiere poner de relieve es el "significado" que ellos encierran y que sólo la fe puede descubrir. Desde esa perspectiva, Juan interpreta las obras y amplía los discursos de Jesús, como fruto de una larga y profunda contemplación. Su objetivo fundamental es conducirnos a la Vida eterna, que consiste en conocer al "único Dios verdadero" y a su "Enviado, Jesucristo" (17. 3). Con razón se ha llamado al Evangelio de Juan el "Evangelio espiritual".

Fuente: Libro del Pueblo de Dios (San Pablo, 1990)

Patrocinio

Notas

Juan  17,1-26

12. Aunque la perdición de cada uno es obra de la propia libertad y no de un determinismo absoluto, sin embargo, todo está previsto en el plan de Dios, incluso los pecados, que él permite y utiliza para realizar sus designios. En este sentido puede decirse que Judas "debía perderse, para que se cumpliera la Escritura", en la que estaba prevista su actitud ( Sal_41:10).

17. "Consagrar" significa separar algo del uso común para dedicarlo a Dios. Cuando Jesús dice: "Conságralos en la verdad", pide al Padre que separe del mundo a sus discípulos para que obren de acuerdo con la Palabra que él les transmitió.

19. Jesús se ofreció a sí mismo como un Sacrificio agradable al Padre, para que nosotros quedáramos consagrados a Dios.

21. La unidad de todos los hijos de Dios es el fin por excelencia de la obra redentora de Jesús (11. 51-52).