Juan  3 Libro del Pueblo de Dios (Levoratti y Trusso, 1990) | 36 versitos |
1 Había entre los fariseos un hombre llamado Nicodemo, que era uno de los notables entre los judíos.
2 Fue de noche a ver a Jesús y le dijo: "Maestro, sabemos que tú has venido de parte de Dios para enseñar, porque nadie puede realizar los signos que tú haces, si Dios no está con él".
3 Jesús le respondió: "Te aseguro que el que no renace de lo alto no puede ver el Reino de Dios."
4 Nicodemo le preguntó: "¿Cómo un hombre puede nacer cuando ya es viejo? ¿Acaso puede entrar por segunda vez en el seno de su madre y volver a nacer?".
5 Jesús le respondió: "Te aseguro que el que no nace del agua y del Espíritu no puede entrar en el Reino de Dios.
6 Lo que nace de la carne es carne, lo que nace de Espíritu es espíritu.
7 No te extrañes de que te haya dicho: "Ustedes tienen que renacer de lo alto".
8 El viento sopla donde quiere: tú oyes su voz, pero no sabes de dónde viene ni a dónde va. Lo mismo sucede con todo el que ha nacido del Espíritu".
9 "¿Cómo es posible todo esto?", le volvió a preguntar Nicodemo.
10 Jesús le respondió: "¿Tú, que eres maestro en Israel, no sabes estas cosas?
11 Te aseguro que nosotros hablamos de lo que hablamos de lo que sabemos y damos testimonio de lo que hemos visto, pero ustedes no aceptan nuestro testimonio.
12 Si no creen cuando les hablo de las cosas de la tierra, ¿cómo creerán cuando les hable de las cosas del cielo?
13 Nadie ha subido al cielo, sino el que descendió del cielo, el Hijo del hombre que está en el cielo.
14 De la misma manera que Moisés levantó en alto la serpiente en el desierto, también es necesario que el Hijo del hombre sea levantado en alto,
15 para que todos los que creen en él tengan Vida eterna.
16 Sí, Dios amó tanto al mundo, que entregó a su Hijo único para que todo el que cree en él no muera, sino que tenga Vida eterna.
17 Porque Dios no envió a su Hijo para juzgar al mundo, sino para que el mundo se salve por él.
18 El que cree en él, no es condenado; el que no cree, ya está condenado, porque no ha creído en el nombre del Hijo único de Dios.
19 En esto consiste el juicio: la luz vino al mundo, y los hombres prefirieron las tinieblas a la luz, porque sus obras eran malas.
20 Todo el que obra mal odia la luz y no se acerca a ella, por temor de que sus obras sean descubiertas.
21 En cambio, el que obra conforme a la verdad se acerca a la luz, para que se ponga de manifiesto que sus obras han sido hechas en Dios".
22 Después de esto, Jesús fue con sus discípulos a Judea. Permaneció allí con ellos y bautizaba.
23 Juan seguía bautizando en Enón, cerca de Salim, porque había mucha agua en ese lugar y la gente acudía para hacerse bautizar.
24 Juan no había sido encarcelado todavía
25 Se originó entonces una discusión entre los discípulos de Juan y un judío, acerca de la purificación.
26 Fueron a buscar a Juan y le dijeron: "Maestro, el que estaba contigo al otro lado del Jordán y del que tú has dado testimonio, también bautiza y todos acuden a él".
27 Juan respondió: "Nadie puede atribuirse nada que no haya recibido del cielo.
28 Ustedes mismos son testigos de que he dicho: "Yo no soy el Mesías, pero he sido enviado delante de él".
29 En las bodas, el que se casa es el esposo; pero el amigo del esposo, que está allí y lo escucha, se llena de alegría al oír su voz. Por eso mi gozo es ahora perfecto.
30 Es necesario que él crezca y que yo disminuya".
31 El que viene de lo alto está por encima de todos. El que es de la tierra pertenece a la tierra y habla de la tierra. El que vino del cielo
32 da testimonio de lo que ha visto y oído, pero nadie recibe su testimonio.
33 El que recibe su testimonio certifica que Dios es veraz.
34 El que Dios envió dice las palabras de Dios, porque Dios le da el Espíritu sin medida.
35 El Padre ama al Hijo y ha puesto todo en sus manos.
36 El que cree en el Hijo tiene Vida eterna. El que se niega a creer en el Hijo no verá la Vida, sino que la ira de Dios pesa sobre él.

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Introducción a Juan 


EVANGELIO SEGÚN SAN JUAN

El cuarto Evangelio difiere considerablemente de los tres anteriores, tanto por su forma literaria cuanto por su contenido. La tradición cristiana lo atribuye al Apóstol JUAN, a quien identifica con "el discípulo al que Jesús amaba" (13. 23; 19. 26; 20. 2; 21. 7, 20), y hay varios indicios en el mismo Evangelio que corroboran esta atribución. De todas maneras, la redacción final del Libro es el resultado de una larga elaboración en la que también intervinieron los discípulos del Apóstol. La obra fue concluida hacia el año 100, y tenía como destinatarios inmediatos a las comunidades cristianas de Asia Menor.
El Evangelio de Juan gira en torno a un tema fundamental: Jesús es el Enviado de Dios, su Palabra por excelencia, que vino a este mundo para hacernos conocer al Padre. Él no habla por sí mismo, sino que "da testimonio" de la Verdad que escuchó del Padre (3. 11-13, 31-34), y toda su vida es una revelación de la "gloria" que recibió de su mismo Padre antes de la creación del mundo (17. 1-5).
Con más insistencia que los otros evangelistas, Juan acentúa la oposición entre Jesús -la "Luz", el "Camino", la "Verdad" y la "Vida"- y los que se niegan a creer en él, designados habitualmente con el nombre genérico de "los judíos". Jesús no vino a "juzgar" al mundo, sino a salvarlo. Pero, por el simple hecho de manifestarse a los hombres, él los pone ante una alternativa: la de permanecer en sus propias "tinieblas" o creer en la "luz". El que no cree en Jesús "ya" está condenado, mientras que el que cree en él "ya" ha pasado de la muerte a la Vida y tiene Vida eterna.
A diferencia de los Evangelios sinópticos, que mencionan una sola "subida" de Jesús a Jerusalén, este Evangelio habla de tres Pascuas celebradas en la Ciudad santa. Más aún, casi toda la actividad pública del Señor, se desarrolla dentro del marco litúrgico de alguna festividad judía. En lugar de las parábolas del Reino utilizadas a manera de comparaciones, tan características de los otros Evangelios, Juan se vale de breves y expresivas alegorías, como por ejemplo, la de la vid y los sarmientos y la del buen Pastor. También emplea diversos "símbolos" para referirse a la persona de Jesús y a los bienes que él brinda a los hombres: en especial, el "agua" y el "pan" le sirven para hacer una verdadera "catequesis sacramental" sobre el Bautismo y la Eucaristía.
El autor de este Evangelio vuelve constantemente sobre los mismos temas, desarrollándolos y profundizándolos una y otra vez. En cada uno de esos temas está contenido todo el misterio de Cristo. Pero más que los "hechos" de su vida, lo que le interesa y quiere poner de relieve es el "significado" que ellos encierran y que sólo la fe puede descubrir. Desde esa perspectiva, Juan interpreta las obras y amplía los discursos de Jesús, como fruto de una larga y profunda contemplación. Su objetivo fundamental es conducirnos a la Vida eterna, que consiste en conocer al "único Dios verdadero" y a su "Enviado, Jesucristo" (17. 3). Con razón se ha llamado al Evangelio de Juan el "Evangelio espiritual".

Fuente: Libro del Pueblo de Dios (San Pablo, 1990)

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Notas

Juan  3,1-36

3. Este es el único caso en que Juan usa la expresión "Reino de Dios", tan frecuente en los Evangelios "sinópticos".

6. Ver nota 1. 13.

8. La acción del Espíritu Santo en el creyente es comparable a la presencia misteriosa del "viento". La comparación se apoya en el hecho de que la misma palabra griega significa "viento" y "espíritu".

12. "Las cosas de la tierra" son las realidades que tienen lugar en este mundo. "Las cosas del cielo" son las que se refieren a la vida íntima de Dios, que sobrepasa toda comprensión humana.

14. La "serpiente" de bronce elevada por Moisés para curar a los que habían sido mordidos por las serpientes ( Num_21:4-9), es un símbolo de Jesús, elevado en la Cruz para salvarnos. Ver 12. 32-34.

29. Aquí vuelve a aparecer la imagen nupcial aplicada a las relaciones entre Dios y su Pueblo, tan frecuente en el Antiguo Testamento. Juan el Bautista explica su relación con Jesús, comparándose con el "amigo" que acompaña al "esposo" en el día de su boda y se alegra con él. La misión de Juan el Bautista era servir a Jesús y alegrarse de ver inaugurado su Reino. Ver notas Mat_9:15; Mat_25:1.