Juan  8 Libro del Pueblo de Dios (Levoratti y Trusso, 1990) | 59 versitos |
1 Jesús fue al monte de los Olivos.
2 Al amanecer volvió al Templo, y todo el pueblo acudía a el. Entonces se sentó y comenzó a enseñarles.
3 Los escribas y los fariseos le trajeron a una mujer que había sido sorprendida en adulterio y, poniéndola en medio de todos,
4 dijeron a Jesús: "Maestro, esta mujer ha sido sorprendida en flagrante adulterio.
5 Moisés, en la Ley, nos ordenó apedrear a esta clase de mujeres. Y tú, ¿qué dices?".
6 Decían esto para ponerlo a prueba, a fin de poder acusarlo. Pero Jesús, inclinándose, comenzó a escribir en el suelo con el dedo.
7 Como insistían, se enderezó y les dijo: "El que no tenga pecado, que arroje la primera piedra".
8 E inclinándose nuevamente, siguió escribiendo en el suelo.
9 Al oír estas palabras, todos se retiraron, uno tras otro, comenzando por los más ancianos. Jesús quedó solo con la mujer, que permanecía allí,
10 e incorporándose, le preguntó: "Mujer, ¿dónde están tus acusadores? ¿Alguien te ha condenado?".
11 Ella le respondió: "Nadie, Señor". "Yo tampoco te condeno, le dijo Jesús. Vete, no peques más en adelante".
12 Jesús les dirigió una vez más la palabra, diciendo: "Yo soy la luz del mundo. El que me sigue no andará en tinieblas, sino que tendrá la luz de la Vida".
13 Los fariseos le dijeron: "Tú das testimonio de ti mismo: tu testimonio no vale".
14 Jesús les respondió: "Aunque yo doy testimonio de mí, mi testimonio vale porque sé de dónde vine y a dónde voy; pero ustedes no saben de dónde vengo ni a dónde voy.
15 Ustedes juzgan según la carne; yo no juzgo a nadie,
16 y si lo hago, mi juicio vale porque no soy yo solo el que juzga, sino yo y el Padre que me envió.
17 En la Ley de ustedes está escrito que el testimonio de dos personas es válido.
18 Yo doy testimonio de mí mismo, y también el Padre que me envió da testimonio de mí".
19 Ellos le preguntaron: "¿Dónde está tu Padre?". Jesús respondió: "Ustedes no me conocen ni a mí ni a mi Padre; si me conocieran a mí, conocerían también a mi Padre".
20 El pronunció estas palabras en la sala del Tesoro, cuando enseñaba en el Templo. Y nadie lo detuvo, porque aún no había llegado su hora.
21 Jesús les dijo también: "Yo me voy, y ustedes me buscarán y morirán en su pecado. Adonde yo voy, ustedes no pueden ir".
22 Los judíos se preguntaban: "¿Pensará matarse para decir: "Adonde yo voy, ustedes no pueden ir"?
23 Jesús continuó: "Ustedes son de aquí abajo, yo soy de lo alto. Ustedes son de este mundo, yo no soy de este mundo.
24 Por eso les he dicho: "Ustedes morirán en sus pecados". Porque si no creen que Yo Soy, morirán en sus pecados".
25 Los judíos le preguntaron: "¿Quién eres tú?". Jesús les respondió: "Esto es precisamente lo que les estoy diciendo desde el comienzo.
26 De ustedes, tengo mucho que decir, mucho que juzgar. Pero aquel que me envió es veraz, y lo que aprendí de él es lo que digo al mundo".
27 Ellos no comprendieron que Jesús se refería al Padre.
28 Después les dijo: "Cuando ustedes hayan levantado en alto al Hijo del hombre, entonces sabrán que Yo Soy y que no hago nada por mí mismo, sino que digo lo que el Padre me enseñó.
29 El que me envió está conmigo y no me ha dejado solo, porque yo hago siempre lo que le agrada".
30 Mientras hablaba así, muchos creyeron en él.
31 Jesús dijo a aquellos judíos que habían creído en él: "Si ustedes permanecen fieles a mi palabra, serán verdaderamente mis discípulos:
32 conocerán la verdad y la verdad los hará libres".
33 Ellos le respondieron: "Somos descendientes de Abraham y jamás hemos sido esclavos de nadie. ¿Cómo puedes decir entonces: "Ustedes serán libres""?.
34 Jesús les respondió: "Les aseguro que todo el que peca es esclavo del pecado.
35 El esclavo no permanece para siempre en la casa; el hijo, en cambio, permanece para siempre.
36 Por eso, si el Hijo los libera, ustedes serán realmente libres.
37 Yo sé que ustedes son descendientes de Abraham, pero tratan de matarme porque mi palabra no penetra en ustedes.
38 Yo digo lo que he visto junto a mi Padre, y ustedes hacen lo que han aprendido de su padre".
39 Ellos le replicaron: "Nuestro padre es Abraham". Y Jesús les dijo: "Si ustedes fueran hijos de Abraham obrarían como él.
40 Pero ahora quieren matarme a mí, al hombre que les dice la verdad que ha oído de Dios. Abraham no hizo eso.
41 Pero ustedes obran como su padre". Ellos le dijeron: "Nosotros no hemos nacido de la prostitución; tenemos un solo Padre, que es Dios". Jesús prosiguió:
42 "Si Dios fuera su Padre, ustedes me amarían, porque yo he salido de Dios y vengo de él. No he venido por mí mismo, sino que él me envió.
43 ¿Por qué ustedes no comprenden mi lenguaje? Es porque no pueden escuchar mi palabra.
44 Ustedes tienen por padre al demonio y quieren cumplir los deseos de su padre. Desde el comienzo él fue homicida y no tiene nada que ver con la verdad, porque no hay verdad en él. Cuando miente, habla conforme a lo que es, porque es mentiroso y padre de la mentira.
45 Pero a mí no me creen, porque les digo la verdad.
46 ¿Quién de ustedes probará que tengo pecado? Y si les digo la verdad. ¿por qué no me creen?
47 El que es de Dios escucha las palabras de Dios; si ustedes no las escuchan, es porque no son de Dios".
48 Los judíos le replicaron: "¿No tenemos razón al decir que eres un samaritano y que estás endemoniado?". Jesús respondió:
49 "Yo no estoy endemoniado, sino que honro a mi Padre, y ustedes me deshonran a mí.
50 Yo no busco mi gloria; hay alguien que la busca, y es él el que juzga.
51 Les aseguro que el que es fiel a mi palabra, no morirá jamás".
52 Los judíos le dijeron: "Ahora sí estamos seguros de que estás endemoniado. Abraham murió, los profetas también, y tú dices: "El que es fiel a mi palabra, no morirá jamás".
53 ¿Acaso eres más grande que nuestro padre Abraham, el cual murió? Los profetas también murieron. ¿Quién pretendes ser tú?"
54 Jesús respondió: "Si yo me glorificara a mí mismo, mi gloria no valdría nada. Es mi Padre el que me glorifica, el mismo al que ustedes llaman "nuestro Dios",
55 y al que, sin embargo, no conocen. Yo lo conozco y si dijera: "No lo conozco", sería, como ustedes, un mentiroso. Pero yo lo conozco y soy fiel a su palabra.
56 Abraham, el padre de ustedes, se estremeció de gozo, esperando ver mi Día: lo vio y se llenó de alegría".
57 Los judíos le dijeron: "Todavía no tienes cincuenta años ¿y has visto a Abraham".
58 Jesús respondió: "Les aseguro que desde antes que naciera Abraham, Yo Soy".
59 Entonces tomaron piedras para apedrearlo, pero Jesús se escondió y salió del Templo.

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Introducción a Juan 


EVANGELIO SEGÚN SAN JUAN

El cuarto Evangelio difiere considerablemente de los tres anteriores, tanto por su forma literaria cuanto por su contenido. La tradición cristiana lo atribuye al Apóstol JUAN, a quien identifica con "el discípulo al que Jesús amaba" (13. 23; 19. 26; 20. 2; 21. 7, 20), y hay varios indicios en el mismo Evangelio que corroboran esta atribución. De todas maneras, la redacción final del Libro es el resultado de una larga elaboración en la que también intervinieron los discípulos del Apóstol. La obra fue concluida hacia el año 100, y tenía como destinatarios inmediatos a las comunidades cristianas de Asia Menor.
El Evangelio de Juan gira en torno a un tema fundamental: Jesús es el Enviado de Dios, su Palabra por excelencia, que vino a este mundo para hacernos conocer al Padre. Él no habla por sí mismo, sino que "da testimonio" de la Verdad que escuchó del Padre (3. 11-13, 31-34), y toda su vida es una revelación de la "gloria" que recibió de su mismo Padre antes de la creación del mundo (17. 1-5).
Con más insistencia que los otros evangelistas, Juan acentúa la oposición entre Jesús -la "Luz", el "Camino", la "Verdad" y la "Vida"- y los que se niegan a creer en él, designados habitualmente con el nombre genérico de "los judíos". Jesús no vino a "juzgar" al mundo, sino a salvarlo. Pero, por el simple hecho de manifestarse a los hombres, él los pone ante una alternativa: la de permanecer en sus propias "tinieblas" o creer en la "luz". El que no cree en Jesús "ya" está condenado, mientras que el que cree en él "ya" ha pasado de la muerte a la Vida y tiene Vida eterna.
A diferencia de los Evangelios sinópticos, que mencionan una sola "subida" de Jesús a Jerusalén, este Evangelio habla de tres Pascuas celebradas en la Ciudad santa. Más aún, casi toda la actividad pública del Señor, se desarrolla dentro del marco litúrgico de alguna festividad judía. En lugar de las parábolas del Reino utilizadas a manera de comparaciones, tan características de los otros Evangelios, Juan se vale de breves y expresivas alegorías, como por ejemplo, la de la vid y los sarmientos y la del buen Pastor. También emplea diversos "símbolos" para referirse a la persona de Jesús y a los bienes que él brinda a los hombres: en especial, el "agua" y el "pan" le sirven para hacer una verdadera "catequesis sacramental" sobre el Bautismo y la Eucaristía.
El autor de este Evangelio vuelve constantemente sobre los mismos temas, desarrollándolos y profundizándolos una y otra vez. En cada uno de esos temas está contenido todo el misterio de Cristo. Pero más que los "hechos" de su vida, lo que le interesa y quiere poner de relieve es el "significado" que ellos encierran y que sólo la fe puede descubrir. Desde esa perspectiva, Juan interpreta las obras y amplía los discursos de Jesús, como fruto de una larga y profunda contemplación. Su objetivo fundamental es conducirnos a la Vida eterna, que consiste en conocer al "único Dios verdadero" y a su "Enviado, Jesucristo" (17. 3). Con razón se ha llamado al Evangelio de Juan el "Evangelio espiritual".

Fuente: Libro del Pueblo de Dios (San Pablo, 1990)

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Notas

Juan  8,1-59

1-11. Aunque no se duda del carácter inspirado de esta perícopa, la misma no formaba parte primitivamente del Evangelio de Juan, y es probable que perteneciera al Evangelio de Lucas.

24. "Yo Soy" es el Nombre divino revelado por Dios a Moisés ( Exo_3:14). Jesús se lo aplica varias veces a sí mismo (vs. 28, 58; Exo_13:19), y su predicación revela lo que implica ese Nombre: él es el Hijo único del Padre, el que tiene vida por sí mismo.

32. La verdad revelada por Jesús libera al hombre de todas sus esclavitudes, haciéndole tomar conciencia de ellas y mostrándole el camino que lleva a "la gloriosa libertad de los hijos de Dios" ( Rom_8:21).

38-41. "Su padre": Jesús se refiere al demonio, y quiere decir que sus enemigos eran espiritualmente hijos del demonio, aunque fueran "hijos de Abraham" según la carne.

"Prostitución", en el lenguaje bíblico, significa frecuentemente la idolatría. Ver nota Mat_12:39.

44. Alusión a Gen_3:1-5, donde se relata cómo el demonio, por medio de la mentira, introdujo la muerte en el mundo. Ver Rom_5:12.

56. "Mi Día" evoca la expresión "el Día del Señor" ( Amo_5:18; Mal_3:19-23), y Jesús se la apropia para referirse al hecho de su Venida como el Enviado de Dios por excelencia.

Abraham "vio" proféticamente el "Día" de Jesús "y se llenó de alegría", al ver el nacimiento inesperado de Isaac, fruto de su mujer estéril ( Gen_17:17; Gen_21:1-8). Aunque Abraham no lo sabía, el verdadero objeto de su alegría era Jesús, porque en él se iba a cumplir plenamente la promesa que Dios le había hecho. Ver Gal_3:16.