Hechos 22 Libro del Pueblo de Dios (Levoratti y Trusso, 1990) | 30 versitos |
1 "Hermanos y padres, les dijo, escuchen lo que hoy les voy a decir en mi defensa".
2 Al oír que hablaba en hebreo, el silencio se hizo aún más profundo. Pablo prosiguió:
3 "Yo soy judío, nacido en Tarso de Cilicia, pero me he criado en esta ciudad y he sido iniciado a los pies de Gamaliel en la estricta observancia de la Ley de nuestros padres. Estaba lleno de celo por Dios, como ustedes lo están ahora.
4 Perseguí a muerte a los que seguían este Camino, llevando encadenados a la prisión a hombres y mujeres;
5 el Sumo Sacerdote y el Consejo de los ancianos son testigos de esto. Ellos mismos me dieron cartas para los hermanos de Damasco, y yo me dirigí allá con el propósito de traer encadenados a Jerusalén a los que encontrara en esa ciudad, para que fueran castigados.
6 En el camino y al acercarme a Damasco, hacia el mediodía, una intensa luz que venía del cielo brilló de pronto a mi alrededor.
7 Caí en tierra y oí una voz que me decía: "Saulo, Saulo, ¿por qué me persigues?".
8 Le respondí: "¿Quién eres, Señor?", y la voz me dijo: "Yo soy Jesús de Nazaret, a quien tú persigues".
9 Los que me acompañaban vieron la luz, pero no oyeron la voz del que me hablaba.
10 Yo le pregunté: "¿Qué debo hacer, Señor?". El Señor me dijo: "Levántate y ve a Damasco donde se te dirá lo que debes hacer".
11 Pero como yo no podía ver, a causa del resplandor de esa luz, los que acompañaban me llevaron de la mano hasta damasco.
12 Un hombre llamado Ananías, fiel cumplidor de la Ley, que gozaba de gran prestigio entre los judíos del lugar,
13 vino a verme y, acercándose a mí, me dijo: "Hermano Saulo, recobra la vista". Y en ese mismo instante, pude verlo.
14 El siguió diciendo: "El Dios de nuestros padres te ha destinado para conocer su voluntad, para ver al Justo y escuchar su Palabra,
15 porque tú darás testimonio ante todos los hombres de lo que has visto y oído.
16 Y ahora, ¿qué esperas? Levántate, recibe el bautismo y purifícate de tus pecados, invocando su Nombre".
17 De vuelta a Jerusalén, mientras oraba en el Templo, caí en éxtasis
18 y vi al Señor que me decía: Aléjate rápidamente de Jerusalén, porque ellos no recibirán el testimonio que tú darás de mí".
19 Entonces respondí: "Ellos saben, Señor, que yo iba de una sinagoga a otra para encarcelar y azotar a los que creen en ti.
20 Y saben que cuando derramaban la sangre de Esteban, tu testigo, yo también estaba presente, aprobando su muerte y cuidando la ropa de los verdugos".
21 Pero él me dijo: "Vete, porque quiero enviarte lejos, a las naciones paganas".
22 Hasta aquí los judíos lo escucharon, pero al oír estas palabras comenzaron a gritar diciendo: "¡Elimina a este hombre. No merece vivir!".
23 Todos vociferaban, agitaban sus manos y tiraban tierra al aire.
24 El tribuno hizo entrar a Pablo en la fortaleza y ordenó que lo azotaran para saber por qué razón gritaban así contra él.
25 Cuando lo sujetaron con las correas, Pablo dijo al centurión de turno: "¿Les está permitido azotar a un ciudadano romano sin haberlo juzgado?".
26 Al oír estas palabras, el centurión fui a informar al tribuno: "¿Qué va a hacer?, le dijo. Este hombre es ciudadano romano".
27 El tribuno fue a preguntar a Pablo: "¿Tú eres ciudadano romano?". Y él le respondió: "Sí".
28 El tribuno prosiguió: "A mí me costó mucho dinero adquirir esa ciudadanía". "En cambio, yo la tengo de nacimiento", dijo Pablo.
29 Inmediatamente, se retiraron los que iban a azotarlo, y el tribunal se alarmó al enterarse de que había hecho encadenar a un ciudadano romano.
30 Al día siguiente, queriendo saber con exactitud de qué lo acusaban los judíos, el tribuno le hizo sacar las cadenas, y convocando a los sumos sacerdotes y a todo el Sanedrín, hizo comparecer a Pablo delante de ellos.

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Introducción a Hechos


HECHOS DE LOS APÓSTOLES

En el Prólogo al libro de los HECHOS DE LOS APÓSTOLES, su autor remite expresamente a un "primer Libro" escrito por él mismo, donde se narra lo que hizo y enseñó Jesús desde el comienzo hasta el momento de su Ascensión al cielo (1. 1-2). El Libro a que alude es el tercer Evangelio, y el autor es el evangelista san Lucas, que concibió y compuso estos dos Libros como partes integrantes de una única obra. Sólo hacia el año 150, cuando los cristianos reunieron los cuatro Evangelios en un mismo volumen, estas dos partes quedaron separadas.
Los "hechos" relatados en el Libro muestran cómo los Apóstoles dieron cumplimiento al programa que el Señor resucitado les fijó antes de su partida: "Recibirán la fuerza del Espíritu Santo que descenderá sobre ustedes, y serán mis testigos en Jerusalén, en toda Judea y Samaría, y hasta los confines de la tierra" (1. 8). En el Evangelio de Lucas, el ministerio terreno de Jesús comienza en Nazaret ( Luk_4:16-21 ) y culmina en Jerusalén con la Pascua del Señor ( Luk_9:51 ). Y es precisamente de Jerusalén, de donde el mismo Lucas hace partir la acción evangelizadora de la Iglesia narrada en el libro de los Hechos.
Para escribir este Libro, Lucas empleó una abundante documentación: las tradiciones de la Iglesia de Jerusalén y de la comunidad de Antioquía, el testimonio personal de Pablo y, en particular, un "diario de viaje" que narraba la actividad misionera del Apóstol, donde el empleo del "nosotros" indica que su autor era un testigo presencial de los acontecimientos. Esto hace que el libro de los Hechos de los Apóstoles sea una fuente de información imprescindible para conocer los primeros tiempos de la Iglesia.
Sin embargo, Lucas no es un simple cronista que pretende escribir la historia completa de los orígenes cristianos, o presentar la penetración del Cristianismo en el mundo pagano como un fenómeno puramente histórico. Su finalidad es poner de manifiesto la acción del Espíritu, que va edificando la Iglesia por medio de la predicación de los Apóstoles y hace fructificar la Palabra de Dios en lugares cada vez más lejanos.

Fuente: Libro del Pueblo de Dios (San Pablo, 1990)

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Notas

Hechos 22,1-30

6. Ver nota 9. 1.

14. El "Justo" es Cristo. Ver 3. 14; 7. 52.

20. "Testigo" es la traducción de la palabra griega "mártir". Poco a poco esta última palabra iba a adquirir un significado bien preciso: el testimonio que se da mediante la efusión de la propia sangre por fidelidad a Cristo. Ver Apo_2:13; Apo_6:9; Apo_17:6.

25. Ver nota 16. 37.

28. Al declararse ciudadano romano "de nacimiento", Pablo indica que había heredado ese título de sus antepasados. Estos lo habían adquirido en Tarso de Cilicia, sin duda por algún servicio prestado a la causa del Imperio Romano. El derecho de ciudadanía romana comportaba numerosos privilegios, entre otros, el de considerar incompetente a cualquier tribunal inferior y apelar al juicio del Emperador. Ver 25. 10-12.