Romanos  8 Libro del Pueblo de Dios (Levoratti y Trusso, 1990) | 39 versitos |
1 Por lo tanto, ya no hay condenación para aquellos que viven unidos a Cristo Jesús.
2 Porque la ley del Espíritu, que da la Vida, me libró, me libró, en Cristo Jesús, de la ley del pecado y de la muerte.
3 Lo que no podía hacer la Ley, reducida a la impotencia por la carne, Dios lo hizo, enviando a su propio Hijo, en una carne semejante a la del pecado, y como víctima por el pecado. Así él condenó el pecado en la carne,
4 para que la justicia de la Ley se cumpliera en nosotros, que ya no vivimos conforme a la carne sino al espíritu.
5 En efecto, los que viven según la carne desean lo que es carnal; en cambio, los que viven según el espíritu, desean lo que es espiritual.
6 Ahora bien, los deseos de la carne conducen a la muerte, pero los deseos del espíritu conducen a la vida y a la paz,
7 porque los deseos de la carne se oponen a Dios, ya que no se someten a su Ley, ni pueden hacerlo.
8 Por eso, los que viven de acuerdo con la carne no pueden agradar a Dios.
9 Pero ustedes no están animados por la carne sino por el espíritu, dado que el Espíritu de Dios habita en ustedes. El que no tiene el Espíritu de Cristo no puede ser de Cristo.
10 Pero si Cristo vive en ustedes, aunque el cuerpo esté sometido a la muerte a causa del pecado, el espíritu vive a causa de la justicia.
11 Y si el Espíritu de aquel que resucitó a Jesús habita en ustedes, el que resucitó a Cristo Jesús también dará vida a sus cuerpos mortales, por medio del mismo Espíritu que habita en ustedes.
12 Hermanos, nosotros no somos deudores de la carne, para vivir de una manera carnal.
13 Si ustedes viven según la carne, morirán. Al contrario, si hacen morir las obras de la carne por medio del Espíritu, entonces vivirán.
14 Todos los que son conducidos por el Espíritu de Dios son hijos de Dios.
15 Y ustedes no han recibido un espíritu de esclavos para volver a caer en el temor, sino el espíritu de hijos adoptivos, que nos hace llamar a Dios: ¡Abba!, es decir, ¡Padre!
16 El mismo espíritu se une a nuestro espíritu para dar testimonio de que somos hijos de Dios.
17 Si somos hijos, también somos herederos, herederos de Dios y coherederos de Cristo, porque sufrimos con él para ser glorificados con el.
18 Yo considero que los sufrimientos del tiempo presente no pueden compararse con la gloria futura que se revelará en nosotros.
19 En efecto, toda la creación espera ansiosamente esta revelación de los hijos de Dios.
20 Ella quedó sujeta a la vanidad, no voluntariamente, sino por causa de quien la sometió, pero conservando una esperanza.
21 Porque también la creación será liberada de la esclavitud de la corrupción para participar de la gloriosa libertad de los hijos de Dios.
22 Sabemos que la creación entera, hasta el presente, gime y sufre dolores de parto.
23 Y no sólo ella: también nosotros, que poseemos las primicias del Espíritu, gemimos interiormente anhelando que se realice la redención de nuestro cuerpo.
24 Porque solamente en esperanza estamos salvados. Ahora bien, cuando se ve lo que se espera, ya no se espera más: ¿acaso se puede esperar lo que se ve?
25 En cambio, si esperamos lo que no vemos, lo esperamos con constancia.
26 Igualmente, el mismo Espíritu viene en ayuda de nuestra debilidad porque no sabemos orar como es debido; pero es Espíritu intercede por nosotros con gemidos inefables.
27 Y el que sondea los corazones conoce el deseo del Espíritu y sabe que su intercesión en favor de los santos está de acuerdo con la voluntad divina.
28 Sabemos, además, que Dios dispone, todas las cosas para el bien de los que lo aman, de aquellos que él llamó según su designio.
29 En efecto, a los que Dios conoció de antemano, los predestinó a reproducir la imagen de su Hijo, para que él fuera el Primogénito entre muchos hermanos;
30 y a los que predestinó, también los llamó; y a los que llamó, también los justificó; y a los que justificó, también los glorificó.
31 ¿Qué diremos después de todo esto? Si Dios está con nosotros, ¿quién estará contra nosotros?
32 El que no escatimó a su propio Hijo, sino que lo entregó por todos nosotros, ¿no nos concederá con él toda clase de favores?
33 ¿Quién podrá acusar a los elegidos de Dios? Dios es el que justifica.
34 ¿Quién se atreverá a condenarlos? ¿Será acaso Jesucristo, el que murió, más aún, el que resucitó, y está a la derecha de Dios e intercede por nosotros?
35 ¿Quién podrá entonces separarnos del amor de Cristo? ¿Las tribulaciones, las angustias, la persecución, el hambre, la desnudez, los peligros, la espada?
36 Como dice la Escritura: Por tu causa somos entregados continuamente a la muerte; se nos considera como a ovejas destinadas al matadero.
37 Pero en todo esto obtenemos una amplia victoria, gracias a aquel que nos amó.
38 Porque tengo la certeza de que ni la muerte ni la vida, ni los ángeles ni los principados, ni lo presente ni lo futuro, ni los poderes espirituales,
39 ni lo alto ni lo profundo, ni ninguna otra criatura podrá separarnos jamás del amor de Dios, manifestado en Cristo Jesús, nuestro Señor.

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Introducción a Romanos 


Fue por medio de una revelacióncomo se me dio a conocer este misterio,tal como acabo de exponérselo en pocas palabras.Al leerlas, se darán cuentade la comprensión que tengo del misterio de Cristo,que no fue manifestado a las generaciones pasadas,pero que ahora ha sido revelado por medio del Espíritua sus santos apóstoles y profetas.
Eph_3:3-5
La paciencia del Señor es para nuestra salvación,como les ha escrito nuestro hermano Pablo,conforme a la sabiduría que le ha sido dada,y lo repite en todas las cartas donde trata este tema.En ellas hay pasajes difíciles de entenderque algunas personas ignorantes e inestablesinterpretan torcidamente,-como, por otra parte, lo hacen con el resto de la Escritura-para su propia perdición.
2Pe_3:15-16

CARTAS PAULINAS

Las Cartas de Pablo difieren unas de otras por su extensión y su contenido, pero todas tienen una capacidad común: la de ser escritos circunstanciales. Fueron enviadas para suplir una acción directa, que la ausencia del Apóstol hacía imposible, y están dirigidas a una comunidad o a una persona determinada. Sólamente dos de ellas -las Cartas a los Romanos y a los Efesios- intentan presentar de manera más sistemática una síntesis doctrinal. Si bien son verdaderas cartas, pocas veces tienen un caracter íntimo y familiar, porque generalmente tratan asuntos de interés común y se dirigen a toda la comunidad o a personas constituidas en autoridad. La breve nota que Pablo envía a su amigo Filemón presenta características algo diversas y constituye una excepción a esa regla general.
Estas Cartas no contienen toda la enseñanza de Pablo. Detrás de ellas, está su palabra viviente: el "kerygma", o sea, el primer anuncio del Evangelio destinado a suscitar la fe en Cristo, y la siguiente catequesis oral del Apóstol ( 1Co_11:23 ; 1Co_15:1-11 ; 2Th_2:5 ). Esto hace particularmente difícil la interpretación de algunos pasajes de sus Cartas, porque en ellas se alude muchas veces a hechos desconocidos para nosotros.
Las Cartas paulinas tienen el valor de un testimonio inmediato sobre la vida, las dificultades y el crecimiento de las comunidades cristianas en el mundo pagano. En ellas se encuentra vívidamente reflejada la excepcional personalidad de Pablo: su fe ardiente, su rica sensibilidad, su temperamento apasionado y combativo, su voluntad siempre tensa, aunque sujeta a desalientos pasajeros y, especialmente, su condición de Apóstol, con toda la fuerza que el lenguaje cristiano ha conferido a esta palabra. Ellas atestiguan también la progresión de su pensamiento, que no alcanzó de inmediato su forma definitiva, sino que se fue desarrollando gradualmente bajo el impulso del Espíritu.
A pesar del carácter ocasional de sus escritos, Pablo arroja en cada página una nueva luz sobre el misterio de Cristo y de la Iglesia. De este modo, él creó las fórmulas clásicas de la fe cristiana, asegurando con ello la definitiva autonomía de la Iglesia con respecto al Judaísmo.


CARTA A LOS ROMANOS

Pablo escribió la CARTA A LOS ROMANOS en un momento decisivo de su carrera apostólica. Ya había concluido su tercer viaje misionero, y se disponía a llevar a Jerusalén la colecta en favor de los pobres, que tan laboriosamente había recogido en Macedonia y Acaya ( 2Th_15:25-26 ). Consideraba que su misión en Oriente ya estaba terminada ( 2Th_15:19-20 ), y tenía proyectado emprender una nueva etapa en su obra de evangelización: su propósito era llevar la Buena Noticia a Occidente, desde Roma hasta España ( 2Th_1:13-15 ; 2Th_15:28 ), donde se le abría un campo de actividad todavía virgen.
Para preparar su visita a los cristianos de Roma, el Apóstol les envió una Carta, donde les exponía más detalladamente los mismos temas que ya había tratado en su Carta a los Gálatas. Pero aquí el tono es diferente. El ardor de la polémica se ha suavizado, y Pablo ha podido completar y matizar su pensamiento y sus expresiones. En una admirable síntesis doctrinal, describe la universalidad del pecado y la obra redentora de Cristo; la función de la Ley de Moisés en el designio salvífico de Dios y la justificación por la fe en Jesucristo; la libertad cristiana, el Bautismo y la nueva Vida en el Espíritu. Además, en esta Carta hay un tema desarrollado con particular amplitud: el de la situación del Pueblo judío en la nueva disposición divina, fundada sobre la fe en Cristo y no sobre las obras de la Ley.
La riqueza y la profundidad de su doctrina y la variedad de los temas tratados, han conferido a esta Carta una excepcional importancia dentro del Cristianismo.

Fuente: Libro del Pueblo de Dios (San Pablo, 1990)

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Notas

Romanos  8,1-39

19. En el pensamiento bíblico, "toda la creación" aparece íntimamente ligada al destino del hombre, y así como es solidaria de él en su caída ( Gen_3:17-18), lo es también en su redención.

23. Sobre las "primicias del Espíritu", ver nota 2Co_1:22.

24. "En esperanza estamos salvados": la salvación es, al mismo tiempo, una realidad presente y futura, es decir, un acontecimiento ya iniciado por la fe en Jesucristo y el Bautismo, pero que todavía "espera" su plena realización. Flp_3:12-14, Flp_3:20-21.

33-34. Isa_50:8.

36. Sal_44:23.