PRIMERA CARTA A LOS CORINTIOS
Corinto, capital de la provincia romana de Acaya, era la ciudad más grande de Grecia. Su condición de puerto cosmopolita y su prosperidad económica la habían convertido en un lugar proverbial por la inmoralidad de sus costumbres. Durante su segundo viaje misionero, Pablo permaneció allí más de un año y medio, y logró establecer una comunidad entusiasta y fervorosa ( Act_18:1-18 ). Pero fue precisamente en Corinto donde alcanzó su punto más crítico la confrontación del Cristianismo naciente con el pensamiento y las costumbres paganas, y apenas Pablo se alejó comenzaron a surgir graves conflictos.
La llegada de Apolo ( Act_18:24 ) y de otros predicadores cristianos que se presentaban como emisarios de Pedro, dividió profundamente a la comunidad, provocando la formación de bandos rivales ( Act_1:11-13 ). Muchos cristianos no se habían despojado suficientemente de las costumbres paganas, y caían en el libertinaje moral ( Act_5:1 ). Las asambleas litúrgicas estaban perturbadas por una escandalosa división entre ricos y pobres ( Act_11:18-22 ), o por formas de exaltación teñidas de paganismo ( Act_14:1-5 ). Algunos confundían el Evangelio con una sabiduría puramente humana ( Act_1:22 ) y otros negaban la resurrección de los muertos ( Act_15:12 ).
Advertido de estos abusos, Pablo envió la PRIMERA CARTA A LOS CORINTIOS para restablecer el orden y responder a las consultas que se le habían hecho. Con su mirada penetrante, él va exponiendo grandes temas doctrinales a propósito de varios asuntos de orden práctico, algunos de ellos aparentemente insignificantes. Ningún otro escrito del Nuevo Testamento nos muestra de una manera tan concreta la vida de una comunidad y su situación ante el paganismo.
I Corintios 4,1-21
6. "No vayamos más allá de lo que está escrito": Pablo cita un refrán conocido de todos, para exhortar a proceder con moderación, no gloriándose más de lo justo, ni falseando el sentido de los hechos o de las palabras en beneficio de intereses personales.
19-20. Pablo contrapone las "palabras", fruto de la sabiduría humana (2. 1), al "poder" que procede del Espíritu Santo. Sólo este "poder" garantiza la autenticidad del ministerio apostólico y le confiere verdadera eficacia. Ver 1Te_1:5.