II Corintios 10 Libro del Pueblo de Dios (Levoratti y Trusso, 1990) | 18 versitos |
1 Yo mismo los exhorto por la mansedumbre y la benevolencia de Cristo; yo, Pablo, que soy tan apocado cuando estoy delante de ustedes, y tan audaz cuando estoy lejos.
2 Les ruego que cuando esté entre ustedes no me vea obligado a ejercer esa severidad que pienso emplear resueltamente contra aquellos que suponen que nuestra conducta se inspira en motivos carnales.
3 Porque, aunque vivimos en la carne, no combatimos con medios carnales.
4 No, las armas de nuestro combate no son carnales, pero, por la fuerza de Dios, son suficientemente poderosas para derribar fortalezas. Por eso destruimos los sofismas
5 y toda clase de altanería que se levanta contra el conocimiento de Dios, y sometemos toda inteligencia humana para que obedezca a Cristo.
6 Y estamos dispuestos a castigar cualquier desobediencia, una vez que ustedes lleguen a obedecer perfectamente.
7 Acepten las cosas como son. El que hace alarde de ser de Cristo, reconozca que también lo somos nosotros,
8 y aunque yo me gloriara más de la cuenta en la autoridad que me dio el Señor, no me avergüenzo, porque es para edificación y no para destrucción de ustedes.
9 Les digo esto para que no piensen que pretendo atemorizarlos con mis cartas.
10 Porque algunos dicen: "Sus cartas son enérgicas y severas; en cambio, su presencia resulta insignificante y su palabra despreciable".
11 A los que dicen eso, les respondo: Lo que somos en nuestras cartas, cuando estamos ausentes, también lo seremos con nuestros actos, cuando estemos presentes.
12 En realidad, no pretendemos ponernos a la altura de algunos que se elogian a sí mismos, ni compararnos con ellos. El hecho de que se midan con su propia medida y se comparen consigo mismos, demuestra que proceden neciamente.
13 Nosotros, por nuestra parte, no nos gloriamos más allá de lo debido, sino que usamos la medida que Dios mismo nos ha fijado al hacernos llegar hasta ustedes.
14 En efecto, no nos excedemos en nuestro derecho: nos excederíamos, si no hubiéramos ido; pero nosotros fuimos para anunciarles la Buena Noticia de Cristo.
15 Nosotros no nos gloriamos más allá de lo que corresponde, aprovechándonos de los trabajos ajenos. Al contrario, abrigamos la esperanza de que, al crecer la fe de ustedes, se amplíe nuestro campo de acción, siempre de acuerdo con nuestra norma de conducta.
16 Así podremos llevar la Buena Noticia a regiones más alejadas todavía, sin entrar en campo ajeno ni gloriarnos en el trabajo de otros.
17 El que se gloría, que se gloríe en el Señor.
18 Porque el que vale no es el que se recomienda a sí mismo, sino aquel a quien Dios recomienda.

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Introducción a II Corintios


SEGUNDA CARTA A LOS CORINTIOS

Entre todos los escritos de Pablo, la SEGUNDA CARTA A LOS CORINTIOS es el más apasionado y polémico. Aunque su decidida intervención, a través de la primera Carta, había restablecido momentáneamente el orden interno de la comunidad, poco después se produjeron nuevos incidentes que reavivaron la crisis. Algunos predicadores "judaizantes" se presentaron en Corinto con el propósito de desautorizar la persona y las enseñanzas de Pablo. A estos se sumaban otros adversarios del Apóstol, que interpretaban erróneamente el principio de la libertad cristiana.
Es probable que Pablo, advertido por algunos de sus fieles, haya ido entonces a Corinto para encarar personalmente a sus adversarios. Pero esa visita, que sin duda fue breve y se realizó en medio de sucesos dolorosos, no produjo el efecto deseado. Esto motivó el envío de una Carta escrita en Éfeso "con muchas lágrimas" (2. 4) y en un tono muy severo, donde Pablo se defendía contra sus acusadores y reivindicaba su condición de Apóstol. Más tarde, su discípulo Tito le trajo buenas noticias sobre la situación de la comunidad. Entonces Pablo, que se disponía a ir por tercera vez a Corinto (12. 14), envió a la comunidad una afectuosa Carta de reconciliación.
En su forma actual, la llamada "Segunda Carta a los Corintios" da la impresión de ser la recopilación de varios escritos de Pablo, provenientes del dramático y prolongado intercambio epistolar que él mantuvo con la Iglesia de Corinto. De las tres partes que la integran, la primera (caps. 1-7) reproduce probablemente aquella Carta de "reconciliación", mientras que la última (caps. 10-13) sería la que el Apóstol escribió "con gran aflicción y angustia" (2. 4), para hacer recapacitar a la comunidad rebelde y salvaguardar así la unidad de la Iglesia.

Fuente: Libro del Pueblo de Dios (San Pablo, 1990)

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Notas

II Corintios 10,1-18

1. Pablo alude a los reproches mordaces de sus adversarios, que lo acusaban de mostrarse humilde cuando estaba cerca y audaz cuando se encontraba lejos.

17. Jer_9:22-23. Ver 1Co_1:31.