Deuteronomio  14 Libro del Pueblo de Dios (Levoratti y Trusso, 1990) | 29 versitos |
1 Ustedes son hijos del Señor, su Dios. No se hagan incisiones ni se rapen el cabello sobre la frente en homenaje a un muerto.
2 Porque tú eres un pueblo consagrado al Señor, tu Dios y él te eligió para que fueras su propio pueblo, prefiriéndote a todos los demás pueblos de la tierra.
3 No comerán nada que sea abominable.
4 Ustedes podrán comer los siguientes animales: el buey, la oveja, la cabra,
5 el ciervo, la gacela, el venado, la cabra montés, el íbice, el antílope y la gamuza.
6 Podrán comer, asimismo, cualquier animal que tenga la pezuña partida -es decir, dividida en dos mitades- y que sea rumiante.
7 Pero se abstendrán de comer los animales que son solamente rumiantes y los que solamente tienen la pezuña partida por la mitad. No comerán camello, liebre ni damán, porque aunque son rumiantes, no tienen la pezuña partida. A estos animales deberán considerarlos impuros.
8 Tampoco comerán cerdo, porque aunque tiene la pezuña partida, no es rumiante. También a este deberán considerarlo impuro, y no podrán comer su carne ni tocar su cadáver.
9 De entre los animales que viven en el agua, les estará permitido comer todos aquellos que tengan aletas y escamas.
10 Pero no podrán comer los que o tengan aletas ni escamas: a éstos deberán considerarlos impuros.
11 Podrán comer todas las especies de aves puras.
12 Pero se abstendrán de comer las siguientes: el águila marina.
13 el milano, las diversas especies de halcón.
14 las diversas especies de cuervo:
15 el avestruz, la golondrina, la gaviota y las diversas especies de gavilán;
16 la lechuza, el búho, el ibis.
17 el pelícano, el buitre, el corvejón,
18 la cigüeña, las diversas especies de garza, la abubilla y el murciélago.
19 También deberán considerar impuros a todos los insectos con alas,
20 pero podrán comer cualquier clase de pájaros puros.
21 No comerán ningún animal muerto. Se lo darás al extranjero que resida en tu ciudad para que él lo coma, o se lo venderás al extranjero que va de paso. Porque tú eres un pueblo consagrado al Señor, tu Dios. No harás cocer un cabrito en la leche de su madre.
22 Cada año deberás separar la décima parte de todo lo que hayan producido tus sembrados.
23 y en la presencia del Señor, tu Dios, en el lugar que él elija para constituirlo morada de su Nombre, comerás del diezmo de tu trigo, de tu vino y de tu aceite, y también los primogénitos de tu ganado mayor y menor. Así aprenderás a tener siempre al Señor, tu Dios.
24 Si el camino es demasiado largo para que puedas transportar el diezmo -porque el lugar que el Señor elija te queda muy lejos- cuando el te haya bendecido,
25 los cambiarás por dinero y luego irás a ese lugar, llevando contigo el dinero.
26 Allí podrás comprar con ese dinero todo lo que desees: ganado mayor o menor, vino o bebida fermentada, en una palabra, cualquier cosa que sea de tu agrado. Entonces comerás en la presencia del Señor, tu Dios, y te alegrarás junto con tu familia.
27 No olvides al levita que vive en tus ciudades, ya que él no tiene posesión ni herencia contigo.
28 al cabo de tres años, deberás separar la décima parte de todo lo producido ese año, y lo depositarás en la puerta de tu ciudad.
29 Entonces vendrá a comer el levita, ya que él no tiene posesión ni herencia contigo; y lo mismo harán el extranjero, el huérfano y la viuda que están en tus ciudades, hasta quedar saciados. Así el Señor te bendecirá en todas tus empresas.

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Introducción a Deuteronomio 


Deuteronomio


DEUTERONOMIO es una palabra de origen griego, que significa "segunda ley". Tal designación expresa sólo en parte el contenido del quinto libro del Pentateuco, ya que este, más que un código de leyes en sentido estricto, es una larga y vibrante exhortación destinada a "recordar" a Israel el sentido y las exigencias de la Alianza. De allí que las prescripciones concretas estén siempre acompañadas de advertencias y reproches, de promesas y amenazas.
El Deuteronomio está estructurado como una serie de discursos dirigidos por Moisés a los israelitas antes de su entrada en Canaán. Esta forma literaria se explica por las circunstancias que dieron origen a la composición del Libro. Desde tiempos muy antiguos, los sacerdotes levíticos prolongaron la actividad de Moisés, proclamando solemnemente en las celebraciones litúrgicas la Alianza del Señor con su Pueblo elegido. En estas celebraciones, ellos no se limitaban a repetir una Ley fijada para siempre, sino que la completaban y actualizaban, a fin de responder a nuevas situaciones y necesidades. Así las leyes contenidas en los códigos tradicionales de Israel se vieron enriquecidas con elementos originales de importancia, que luego quedaron consignados en la legislación deuteronómica. Entre estos aportes merecen especial atención la ley sobre la unidad del Santuario, los criterios para discernir a los auténticos profetas y las severas prescripciones contra la idolatría. Todo esto estaba destinado a contrarrestar el pernicioso influjo que la religión de Baal y los cultos cananeos ejercían sobre la fe de Israel.
La composición del Deuteronomio atravesó por diversas etapas. Su redacción primitiva puede situarse en el siglo VIII a.C., en los ambientes levíticos del reino del Norte. Después de la destrucción de Samaría, estos grupos se refugiaron en Judá y el Libro quedó depositado en los archivos del Templo de Jerusalén. En el año 622 a.C., el rey Josías mandó reparar el Templo, y allí se encontró un "libro de la Alianza" ( 2Ki_23:2 ), que fue leído en presencia del rey y dio un nuevo impulso a la reforma religiosa iniciada por él. Este "libro de la Alianza" era sin duda el Deuteronomio, aunque en una forma más breve que la actual. A partir de ese momento, la legislación deuteronómica se convirtió en objeto de asidua meditación y proporcionó un criterio de primer orden para interpretar toda la historia de Israel. Posteriormente, la obra original fue completada y enriquecida con nuevos aportes, hasta que pasó a formar parte del Pentateuco.
Entre todos los escritos del Antiguo Testamento, el Deuteronomio se destaca por su estilo peculiar. Su lenguaje es solemne, pero al mismo tiempo directo, cálido y preocupado por suscitar una incondicional fidelidad al Señor. Es un estilo que quiere hablar sobre todo al corazón. La repetición incansable de ciertas palabras y giros confiere a toda la obra una notable fuerza persuasiva.
El paso frecuente del "tú" al "ustedes" es otra característica del estilo deuteronómico. Esta alternancia es un procedimiento oratorio para interpelar a los oyentes: el "tú" apunta menos a los individuos en particular que a la conciencia de la comunidad, en la que cada uno debe verse representado y medir su propia responsabilidad.
El Deuteronomio traza para Israel un programa de vida, inspirado en la predicación de los Profetas, en los escritos sapienciales y en las tradiciones históricas del Pentateuco, desde los tiempos patriarcales hasta la entrada en la Tierra prometida. El Dios que aquí se manifiesta no es una divinidad fría y distante, sino el Dios misericordioso que está cerca de su Pueblo y le revela su Ley, porque lo ama y espera ser amado con la misma intensidad. De esa manera, el Deuteronomio marca un jalón decisivo en el camino hacia la revelación definitiva de Dios en el Nuevo Testamento, donde el Apóstol san Juan afirma: "Dios es amor, y el que permanece en el amor permanece en Dios, y Dios permanece en él" ( 1Jo_4:16 ).

Fuente: Libro del Pueblo de Dios (San Pablo, 1990)

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Notas

Deuteronomio  14,1-29

1. Ver Lev_19:26-28.

3. Ver nota Lev_11:4.

21. Ver nota Exo_23:19.

22-23. Ver Num_18:21-32.