Deuteronomio  5 Libro del Pueblo de Dios (Levoratti y Trusso, 1990) | 33 versitos |
1 Moisés convocó a todo Israel y les dijo: Escucha, Israel, los preceptos y las leyes que yo promulgo hoy en presencia de todos ustedes. Apréndanlos para ponerlos en práctica cuidadosamente.
2 El Señor, nuestro Dios, hizo una alianza con nosotros en el Horeb.
3 No la hizo con nuestros padres, sino con nosotros, los que hoy estamos aquí, todos con vida.
4 En la montaña les habló cara a cara, desde el fuego.
5 Mientras yo hacía de intermediario entre el Señor y ustedes para anunciarles su palabra, porque ustedes, atemorizados por el fuego, no habían subido a la montaña. El Señor dijo:
6 Yo soy el Señor, tu Dios, que te hice salir de Egipto, de un lugar de esclavitud.
7 No tendrás otros dioses delante de mí.
8 No te harás ninguna escultura y ninguna imagen de lo que hay arriba, en el cielo, o abajo, en la tierra, o debajo de la tierra, en las aguas.
9 No te postrarás ante ellas ni les rendirás culto, porque yo soy el Señor, tu Dios, un Dios celoso, que castigo la maldad de los padres en los hijos, hasta la tercera y cuarta generación, si ellos me aborrecen:
10 Y tengo misericordia a lo largo de mil generaciones, si me aman y cumplen mis mandamientos.
11 No pronunciarás en vano el nombre del Señor, tu Dios, porque él no dejará sin castigo al que lo pronuncie en vano.
12 Observa el día sábado para santificarlo, como el Señor, tu Dios, te lo ha ordenado.
13 Durante seis días trabajarás y realizarás todas tus tareas.
14 Pero el séptimo día es día de descanso en honor del Señor, tu Dios. En él no harán ningún trabajo ni tú, ni tu hijo, ni tu hija, ni tu esclavo, ni tu esclava, ni tu buey, ni tu asno, ni ningún otros de tus animales, ni tampoco el extranjero que reside en tus ciudades. Así podrán descansar tu esclavo y tu esclava, como lo haces tú.
15 Recuerda que fuiste esclavo en Egipto, y que el Señor te hizo salir de allí con el poder de su mano y la fuerza de su brazo. Por eso el Señor, tu Dios, te manda celebrar el día sábado.
16 Honra a tu padre y a tu madre, como el Señor, tu Dios, te lo ha mandado, para que tengas una larga vida y seas feliz en la tierra que el Señor, tu Dios, te da.
17 No matarás.
18 No cometerás adulterio.
19 No robarás.
20 No darás falso testimonio contra tu prójimo.
21 No codiciarás la mujer de tu prójimo, ni desearás su casa, su campo, su esclavo, su esclava, su buey, su asno ni ninguna otra cosa que le pertenezca.
22 Estas son las palabras que el Señor les dirigió en la montaña, cuando todos ustedes estaban reunidos. El les habló con voz potente, desde el fuego, la nube y una densa oscuridad. No añadió nada más, sino que escribió esas palabras en las dos tablas de piedra que me entregó.
23 cuando oyeron la voz que salía de las tinieblas, mientras la montaña ardía envuelta en llamas, todos ustedes, jefes de tribu y ancianos, se acercaron a mí.
24 Y me dijeron? "El Señor, nuestro Dios, nos ha mostrado su gloria y su grandeza, y hemos oído su voz, que salía desde el fuego. Hoy hemos visto que Dios puede hablar con los hombres sin que por eso mueran.
25 Pero ahora. ¿por qué tendremos que morir, consumidos por este gran fuego? Si seguimos escuchando la voz del Señor, nuestro Dios, seguramente moriremos.
26 ¿Hay acaso algún hombre que pudo sobrevivir después de haber oído la voz del Dios viviente que le hablaba desde el fuego, como la hemos oído nosotros?
27 Por eso, acércate y escucha lo que dice el Señor, nuestro Dios, y luego repítenos todo lo que el te diga. Nosotros lo escucharemos y lo pondremos en práctica".
28 Cuando el Señor oyó las palabras que ustedes me dirigieron, me advirtió: "He oído las palabras que te dijo este pueblo. todo lo que han dicho está muy bien.
29 Ojalá que siempre estén dispuestos como ahora a temerme y a cumplir mis mandamientos!, Así ellos y sus hijos serán siempre felices.
30 Ahora ve a decirles que regresen a sus carpas.
31 Tú, en cambio, quédate aquí junto a mí, y yo te indicaré los mandamientos, los preceptos y las leyes que deberás enseñarles, a fin de que los pongan en práctica en la tierra que les daré en posesión".
32 Pongan cuidado en practicar lo que el Señor, su Dios, les ha ordenado, sin desviarse ni a la derecha ni a la izquierda.
33 Vayan por el camino que el Señor, su Dios, les ha trazado, para gozar de una larga vida en la tierra de la que van a tomar posesión.

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Introducción a Deuteronomio 


Deuteronomio


DEUTERONOMIO es una palabra de origen griego, que significa "segunda ley". Tal designación expresa sólo en parte el contenido del quinto libro del Pentateuco, ya que este, más que un código de leyes en sentido estricto, es una larga y vibrante exhortación destinada a "recordar" a Israel el sentido y las exigencias de la Alianza. De allí que las prescripciones concretas estén siempre acompañadas de advertencias y reproches, de promesas y amenazas.
El Deuteronomio está estructurado como una serie de discursos dirigidos por Moisés a los israelitas antes de su entrada en Canaán. Esta forma literaria se explica por las circunstancias que dieron origen a la composición del Libro. Desde tiempos muy antiguos, los sacerdotes levíticos prolongaron la actividad de Moisés, proclamando solemnemente en las celebraciones litúrgicas la Alianza del Señor con su Pueblo elegido. En estas celebraciones, ellos no se limitaban a repetir una Ley fijada para siempre, sino que la completaban y actualizaban, a fin de responder a nuevas situaciones y necesidades. Así las leyes contenidas en los códigos tradicionales de Israel se vieron enriquecidas con elementos originales de importancia, que luego quedaron consignados en la legislación deuteronómica. Entre estos aportes merecen especial atención la ley sobre la unidad del Santuario, los criterios para discernir a los auténticos profetas y las severas prescripciones contra la idolatría. Todo esto estaba destinado a contrarrestar el pernicioso influjo que la religión de Baal y los cultos cananeos ejercían sobre la fe de Israel.
La composición del Deuteronomio atravesó por diversas etapas. Su redacción primitiva puede situarse en el siglo VIII a.C., en los ambientes levíticos del reino del Norte. Después de la destrucción de Samaría, estos grupos se refugiaron en Judá y el Libro quedó depositado en los archivos del Templo de Jerusalén. En el año 622 a.C., el rey Josías mandó reparar el Templo, y allí se encontró un "libro de la Alianza" ( 2Ki_23:2 ), que fue leído en presencia del rey y dio un nuevo impulso a la reforma religiosa iniciada por él. Este "libro de la Alianza" era sin duda el Deuteronomio, aunque en una forma más breve que la actual. A partir de ese momento, la legislación deuteronómica se convirtió en objeto de asidua meditación y proporcionó un criterio de primer orden para interpretar toda la historia de Israel. Posteriormente, la obra original fue completada y enriquecida con nuevos aportes, hasta que pasó a formar parte del Pentateuco.
Entre todos los escritos del Antiguo Testamento, el Deuteronomio se destaca por su estilo peculiar. Su lenguaje es solemne, pero al mismo tiempo directo, cálido y preocupado por suscitar una incondicional fidelidad al Señor. Es un estilo que quiere hablar sobre todo al corazón. La repetición incansable de ciertas palabras y giros confiere a toda la obra una notable fuerza persuasiva.
El paso frecuente del "tú" al "ustedes" es otra característica del estilo deuteronómico. Esta alternancia es un procedimiento oratorio para interpelar a los oyentes: el "tú" apunta menos a los individuos en particular que a la conciencia de la comunidad, en la que cada uno debe verse representado y medir su propia responsabilidad.
El Deuteronomio traza para Israel un programa de vida, inspirado en la predicación de los Profetas, en los escritos sapienciales y en las tradiciones históricas del Pentateuco, desde los tiempos patriarcales hasta la entrada en la Tierra prometida. El Dios que aquí se manifiesta no es una divinidad fría y distante, sino el Dios misericordioso que está cerca de su Pueblo y le revela su Ley, porque lo ama y espera ser amado con la misma intensidad. De esa manera, el Deuteronomio marca un jalón decisivo en el camino hacia la revelación definitiva de Dios en el Nuevo Testamento, donde el Apóstol san Juan afirma: "Dios es amor, y el que permanece en el amor permanece en Dios, y Dios permanece en él" ( 1Jo_4:16 ).

Fuente: Libro del Pueblo de Dios (San Pablo, 1990)

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Notas