Josué 10 Libro del Pueblo de Dios (Levoratti y Trusso, 1990) | 43 versitos |
1 Adonisedec, rey de Jerusalén, se enteró de que Josué se había apoderado de Ai y la había consagrado al exterminio, tratando a Ai y a su rey como antes había tratado a Jericó y a su rey. También se enteró de que los gabonitas habían hecho las paces con Israel y se les habían sometido.
2 Esto le produjo un gran temor, porque Gabaón era tan importante como una ciudad real y más grande aún que Ai. Además, todos sus habitantes eran aguerridos.
3 Entonces Adonisedec, rey de Jerusalén, hizo llegar a Hohán, rey de Hebrón, a Pirán, rey de Iarmut, a Iafia, rey de Laquís, y a Debir, rey de Eglón, el siguiente mensaje:
4 "Vengan conmigo y derrotaremos a Gabaón, porque ellos han hecho las paces con Josué y con los israelitas".
5 Una vez reunidos, los cinco reyes amorreos -los reyes de Jerusalén, de Hebrón, de Iarmut, de Laquís y de Eglón- marcharon con sus tropas, acamparon frente a Gabaón, y se dispusieron a atacarla.
6 Entonces los gabaonitas mandaron decir a Josué, que estaba en el campamento de Guilgal: "No dejes solos a tus servidores. Ven a salvarnos lo antes posible. Ayúdanos, porque todos los reyes amorreos que habitan en la montaña se han reunido contra nosotros".
7 Josué subió desde Guilgal con todos los combatientes y con todos los guerreros valerosos,
8 y el Señor le dijo: "No les temas, porque yo los he puesto en tus manos; ninguno de ellos te podrá resistir".
9 Después de marchar toda la noche desde Guilgal, Josué cayó sobre ellos sorpresivamente.
10 Y el Señor hizo que huyeran despavoridos delante de Israel, de manera que este les infligió una gran derrota en Gabaón. Luego los persiguieron en dirección a la subida de Bet Jorón, y continuaron exterminándolos hasta Azecá y Maquedá.
11 Mientras huían delante de Israel -precisamente cuando estaban en la bajada de Bet Jorón- el Señor arrojó sobre ellos desde el cielo, hasta la altura de Azecá, unas piedras tan grandes que les provocaban la muerte. Fueron más los que murieron a causa del granizo que los que mató Israel al filo de la espada.
12 Aquella vez, cuando el Señor puso a los amorreos en manos de los israelitas, Josué se dirigió al Señor y exclamó, en presencia de Israel: "Detente, sol, en Gabaón, y tú, luna, en el valle de Aialón".
13 Y el sol se detuvo, y la luna permaneció inmóvil, hasta que el pueblo se vengó de sus enemigos. ¿No está eso escrito en el libro del Justo? El sol se mantuvo inmóvil en medio del cielo y dejó de correr hacia el poniente casi un día entero.
14 Jamás hubo otro día, ni antes ni después, en que el Señor obedeciera a la voz de un hombre. Realmente, el Señor combatía en favor de Israel.
15 Luego Josué regresó al campamento de Guilgal, acompañado de todo Israel.
16 Aquellos cinco reyes, por su parte, habían logrado escapar, refugiándose en una caverna, cerca de Maquedá.
17 Cuando se notificó a Josué que habían encontrado a los cinco reyes escondidos en esa caverna,
18 les ordenó: "Hagan rodar unas piedras bien grandes hasta la entrada de la caverna, y dejen allí apostados a unos cuantos hombres para que los vigilen.
19 Pero ustedes no se detengan: persigan a sus enemigos y córtenles la retirada, para impedirles que entren en sus ciudades. Porque el Señor se los ha entregado".
20 Y cuando Josué y los israelitas los derrotaron por completo, hasta aniquilarlos -sólo algunos fugitivos habían escapado de ellos y se habían refugiado en las ciudades fortificadas-
21 todo el ejército regresó sano y salvo al campamento de Josué, en Maquedá. Nadie había podido causar el menor daño a los israelitas.
22 Entonces Josué dijo: "Despejen la abertura de la caverna, hagan salir a esos cinco reyes, y tráiganlos aquí".
23 Así lo hicieron: sacaron de la caverna a los cinco reyes -los reyes de Jerusalén, de Hebrón, de Iarmut, de Laquís y de Eglón-
24 y una vez que los tuvieron afuera, se los llevaron a Josué. Este convocó a todos los hombres de Israel y dijo a los oficiales que lo habían acompañado: "Acérquense y pongan sus pies sobre la nuca de estos reyes". Ellos se acercaron y les pusieron el pie sobre la nuca.
25 Luego continuó diciéndoles: "No tengan miedo ni se acobarden; sean fuertes y valientes, porque el Señor hará lo mismo con todos los enemigos, contra los que ustedes tengan que luchar".
26 Después de esto, Josué los mandó matar y los hizo colgar de cinco árboles. Allí quedaron suspendidos hasta la tarde,
27 y a la puesta del sol, Josué mandó que los descolgaran de los árboles. Luego los arrojaron en la cueva donde habían estado escondidos, y a la entrada de la misma pusieron grandes piedras, que todavía están allí.
28 Aquel mismo día, Josué se apoderó de Maquedá y pasó al filo de la espada a la ciudad y a su rey, consagrándolos al exterminio junto con todos los seres vivientes que había en ella. No dejó a nadie con vida, y trató al rey de Maquedá como había tratado al rey de Jericó.
29 Luego Josué, con todo Israel pasó de Maquedá a Libná y la atacó.
30 El Señor puso a la ciudad y al rey en manos de Israel, que la pasó al fino de la espada con todos los seres vivientes que había en ella. No dejó a nadie con vida, y trató a su rey como había tratado al rey de Jericó.
31 Después Josué, con todo Israel, pasó de Libná a Laquís, la asedió y la atacó.
32 El Señor puso también a Laquís en manos de Israel, que la conquistó al segundo día, y la pasó al filo de la espada con todos los seres vivientes que había en ella, exactamente como había hecho con Libná.
33 Mientras tanto, Horam, rey de Guézer, subió en ayuda de Laquís; pero Josué lo derrotó, a él y a su ejército, hasta no dejar ningún sobreviviente.
34 Luego Josué, con todo Israel, subió de Eglón a Hebrón. La sitiaron, la atacaron,
35 y ese mismo día la tomaron y la pasaron al filo de la espada. Aquel día Josué consagró al exterminio a todos los seres vivientes que había en la ciudad, exactamente como había hecho con Laquís.
36 Después Josué, con todo Israel, subió de Eglón a Hebrón. La atacaron,
37 la tomaron, y pasaron al filo de la espada a la ciudad, a su rey, y a todos los seres vivientes que había en ella. Josué no dejó a nadie con vida, sino que hizo con ella lo mismo que había hecho con Eglón: consagró al exterminio a la ciudad y a todos los seres vivientes que había en ella.
38 Luego Josué, con todo Israel, volvió atrás hasta Debir, la atacó,
39 y se apoderó de la ciudad, de su rey y de todas sus otras ciudades. Los israelitas los pasaron al filo de la espada, y consagraron al exterminio a todos los seres vivientes que había en la ciudad, sin dejar a nadie con vida. Josué trató a Debir como había tratado a Hebrón y a su rey, y como había tratado a Libná y a su rey.
40 Así Josué conquistó toda la región: la Montaña, con todos sus reyes. No dejó a nadie con vida, sino que consagró al exterminio a todos los seres vivientes, como el Señor, Dios de Israel, le había ordenado.
41 Josué conquistó desde Cadés Barné hasta Gaza, y toda la región de Gosén hasta Gabaón.
42 En una sola campaña se apoderó de todos estos reyes y de sus territorios, porque el Señor, el Dios de Israel, combatía a favor de los israelitas.
43 Finalmente, Josué regresó al campamento de Guilgal, acompañado de todo Israel.

Patrocinio

 
 

Introducción a Josué


LA HISTORIA PROFÉTICA


La palabra del Señor llegó a Natán en estos términos:
"Ve a decirle a mi servidor David:
Así habla el Señor:
Yo elevaré después de ti a uno de tus descendientes,
a uno que saldrá de tus entrañas,
y afianzaré su realeza.
Tu casa y tu reino durarán eternamente delante de mí,
y tu trono será estable para siempre".

2Sa_7:4-5 , 2Sa_7:12, 16
¡Les aseguro que muchos profetas y reyes
quisieron ver lo que ustedes ven y no lo vieron,
oír lo que ustedes oyen y no lo oyeron!

Luk_10:24
La palabra del Señor llegó a mí en estos términos:
"Antes de formarte en el vientre materno, yo te conocía;
antes de que salieras del seno, yo te había consagrado,
te había constituido profeta para las naciones".
El Señor extendió su mano,
tocó mi boca y me dijo:
"Yo pongo mis palabras en tu boca.
Yo te establezco en este día
sobre las naciones y sobre los reinos,
para arrancar y derribar,
para perder y demoler,
para edificar y plantar".
Jer_1:4-5 , Jer_1:9-10

Moisés dijo:
"El Señor Dios suscitará para ustedes,
de entre sus hermanos,
un profeta semejante a mí,
y ustedes obedecerán a todo lo que él les diga.
El que no escuche a ese profeta será excluido del pueblo".
Y todos los profetas que han hablado a partir de Samuel,
anunciaron también estos días.
Ustedes son los herederos de los profetas
y de la Alianza que Dios hizo con sus antepasados.
Act_3:22-25


LA HISTORIA PROFÉTICA

Después de la "Ley", la Biblia hebrea contiene dos conjuntos de escritos, agrupados bajo el título de LOS PROFETAS. La primera parte es de carácter narrativo e incluye los libros de JOSUÉ, JUECES, SAMUEL y REYES. La segunda está compuesta por los libros de ISAÍAS, JEREMÍAS, EZEQUIEL y los DOCE PROFETAS llamados "menores". Para distinguir estos dos grupos de escritos "proféticos", la tradición judía, ya a partir del siglo II a. C., dio al primero el nombre de "Profetas anteriores", y al segundo, el de "Profetas posteriores".
Tal vez pueda parecer extraño que varios Libros de contenido "histórico" -como los de Josué, Jueces, Samuel y Reyes- hayan sido incluidos entre los escritos "proféticos". Pero esta vinculación de "historia" y "profecía" se manifiesta llena de sentido, si tenemos en cuenta la imagen que la Biblia nos da del profetismo y la manera como los antiguos israelitas narraban la historia.
Cuando se emplea la palabra "profeta", se suele pensar en alguien dotado de una clarividencia tal que lo capacita para
predecir hechos futuros o lejanos. Sin embargo, esta idea corresponde muy imperfectamente a lo que fueron en realidad los Profetas de Israel. Ellos se presentaron como portavoces del Señor. Vivieron intensamente los problemas de su tiempo y hablaron a sus contemporáneos por el mandato y la autoridad que habían recibido de Dios. Con la mirada puesta en el momento presente, discernían la presencia y la acción del Señor en la vida de Israel y del mundo. Para confirmar el carácter divino de su misión, anunciaban eventualmente el futuro, pero lo hacían siempre con la intención de iluminar una situación determinada y de provocar un cambio de actitud en los destinatarios de su mensaje. La lucidez para descubrir la voz de Dios, que habla a través de los acontecimientos, es la característica de la interpretación profética de la historia.
Esta visión que los Profetas tenían de la historia no sólo se encuentra en sus propios escritos, sino que también se trasluce en los libros de la Biblia comúnmente llamados "históricos". El rasgo distintivo de la historia bíblica no es tanto la presentación material de los hechos, cuanto el descubrimiento del significado que ellos encierran. A lo largo de los Libros históricos -como de toda la Biblia- se perfila con claridad y de manera constante el designio salvífico de Dios, que ama, guía y juzga a su Pueblo. Ese designio está jalonado de promesas y cumplimientos parciales, que orientan todo el curso de la historia humana hacia su consumación definitiva en el Reino de Dios.
Además, los Libros históricos atestiguan la extensión y vitalidad del movimiento profético en Israel. Estos textos presentan a los Profetas en acción, plenamente solidarios con las luchas de su Pueblo, y a la vez, siempre dispuestos a reprocharles sus injusticias y su idolatría. En ellos se conserva el recuerdo de grandes figuras proféticas, como las de Samuel, Natán, Elías y Eliseo. Pero también se menciona a otros Profetas, muchos de ellos anónimos, como aquellos que en tiempos de Ajab y Jezabel prefirieron morir antes que renegar de su fe en el Señor ( 1Ki_18:4 ; 1Ki_19:14 ).
Ciertas formas de profetismo aparecen también fuera de Israel. Tanto en la Mesopotamia como en Canaán y en Egipto, había hombres y mujeres que hablaban en nombre de la divinidad, y muchas veces su lenguaje era similar al de los Profetas del Pueblo de Dios. La misma Biblia atestigua la existencia de "profetas de Baal", con sus diversas manifestaciones extáticas ( 1Ki_18:19-29 ). Pero mientras que en los otros pueblos el profetismo fue un fenómeno más bien marginal y episódico, en Israel marcó profundamente toda la vida religiosa, las instituciones políticas y las estructuras sociales. Los orígenes del profetismo bíblico se remontan a la época de la instalación de los israelitas en Canaán. Sus primeras manifestaciones aparecen vinculadas al culto de algunos santuarios, como los de Betel, Ramá y Guilgal. Allí había "agrupaciones de Profetas", cuya característica principal era el éxtasis provocado de diversas maneras, especialmente por la música y las danzas frenéticas ( 1Sa_10:5-6 ; 1Sa_19:18-24 ). Sus demostraciones de entusiasmo religioso revestían con frecuencia formas extravagantes. Pero estas agrupaciones proféticas, si bien fueron decayendo progresivamente, ejercieron al principio una influencia positiva en Israel. Con su vida austera, con su celo fanático por el Señor y su repudio total de la cultura y la religión cananeas, contribuyeron a mantener intacta la fe del Pueblo de Dios, esa fe heredada de Moisés, a quien la tradición bíblica considera el primero y el más grande de los Profetas ( Deu_18:18 ; Deu_34:10 ).
Por otra parte, en los libros de Josué, Jueces, Samuel y Reyes, se encuentran muchas páginas que presentan una gran afinidad con las ideas y el estilo del Deuteronomio. Esta afinidad espiritual y literaria permite afirmar que la colección de los "Profetas anteriores", en su redacción definitiva, es la obra de una escuela de escribas "deuteronomistas", que meditan sobre el pasado de Israel con el fin de extraer una enseñanza para el presente. La actividad de esta escuela comenzó en los últimos años de la monarquía y continuó durante el exilio. Precisamente cuando Israel estaba disperso en el exilio, se hacía necesario recordarle que la raíz de todos sus males era la infidelidad a la Alianza, y que el único camino de salvación consistía en convertirse al Dios vivo y verdadero.



Josué

El libro de JOSUÉ describe la conquista de la Tierra prometida como el resultado de la acción conjunta de todo Israel. Las campañas se suceden una tras otra, en medio de los mayores prodigios. Josué -el único jefe de todas las tribus- anima al pueblo y lo conduce a la victoria. El paso de los israelitas provoca el terror de sus enemigos, y los cananeos son consagrados al exterminio total (caps. 1-12).
Una vez conquistado el territorio, Josué procede a distribuirlo entre los israelitas. Los caps. 14-19 señalan los límites asignados a cada tribu. A modo de complemento, el cap. 20 enumera las ciudades de refugio, y el cap. 21 da una lista de las ciudades levíticas.
El final del Libro relata el regreso de las tribus de la Transjordania, presenta el testamento espiritual de Josué, y conserva una vieja tradición sobre la asamblea de Siquém y sobre la alianza sagrada concluida entre las tribus (caps. 22-24).
Una primera lectura de este Libro deja la impresión de que los israelitas, bajo la conducción de Josué, conquistaron el territorio cananeo de una manera rápida y total. Sin embargo, un análisis más cuidadoso del texto muestra que la conquista quedó incompleta (13. 1-6), que algunos grupos actuaron por cuenta propia (14. 6-13) y que hubo algunos retrocesos (19. 47). Además, la alianza con los gabaonitas (9. 3-27) indica que no todos los cananeos fueron exterminados. Estas reservas se acentúan si se tienen en cuenta otros textos bíblicos, en particular el comienzo del libro de los Jueces. De la comparación resulta que la "conquista" fue un proceso lento y difícil, en el que cada tribu luchó por su propio territorio y fue a menudo derrotada. Sólo en tiempos de David los israelitas se apoderaron definitivamente del país de Canaán.
Parece evidente, entonces, que el libro de Josué presenta un cuadro idealizado y simplificado de una realidad histórica mucho más compleja. Este hecho es explicable porque la historia quiere convertirse en soporte de una enseñanza. Su intención es mostrar a Dios actuando en la historia, para entregar a su Pueblo la Tierra que había prometido a los Patriarcas. Al mismo tiempo, los relatos expresan la interpretación que Israel daba de su propia existencia: su entrada en Canaán no había sido una obra de los hombres, sino de Dios (23. 9-10).

Fuente: Libro del Pueblo de Dios (San Pablo, 1990)

Patrocinio

Notas

Josué 10,1-43

13. "EI sol se detuvo": fundados en el carácter poético de este texto, casi todos los intérpretes modernos consideran que el mismo no es más que un audaz recurso literario para expresar el carácter maravilloso de la victoria obtenida por Josué. Una interpretación -apoyada en el estudio de los concepciones astrológicas del Antiguo Oriente- sostiene que el poema, en el v. 12, contiene una súplica de Josué para obtener una "conjunción" favorable a Israel en el momento de la batalla. De allí la mención no sólo del sol, sino también de la luna, y la oposición entre la ciudad de Gabaón y el valle de Aialón, situados una al este y otro al oeste. En tal caso, el v. 13 indicaría que el Señor escuchó la suplica de Josué, haciendo que la batalla se realizara en un momento favorable para Israel.

"EI libro del Justo" era una colección de cantos donde se celebraban las hazañas de los héroes de Israel. A la misma colección perteneció originariamente la elegía de David por la muerte de Jonatán ( 2Sa_1:18).