II Pedro  2 Libro del Pueblo de Dios (Levoratti y Trusso, 1990) | 22 versitos |
1 En el pueblo de Israel hubo también falsos profetas. De la misma manera, habrá entre ustedes falsos maestros que introducirán solapadamente desviaciones perniciosas, y renegarán del Señor que los redimió, atrayendo sobre sí mismos una inminente perdición.
2 Muchos imitarán su desenfreno, y por causa de ellos, el camino de la verdad será objeto de blasfemias.
3 Llevados por la ambición, y valiéndose de palabras engañosas, ellos se aprovecharán de ustedes. Pero hace mucho que el juicio los amenaza y la perdición los acecha.
4 Porque Dios no perdonó a los ángeles que pecaron, sino que los precipitó en le infierno y los sumergió en el abismo de las tinieblas, donde están reservados para el Juicio.
5 Tampoco perdonó al mundo antiguo, sino que desencadenó el diluvio sobre una tierra poblada de impíos, preservando sólo a ocho personas, entre ellas a Noé, el heraldo de la justicia.
6 También condenó a la destrucción y redujo a cenizas a las ciudades de Sodoma y Gomorra, para que sirvieran de ejemplo a los impíos del futuro.
7 En cambio, libró a Lot, el justo, que estaba afligido por la conducta licenciosa de esos hombres sin ley;
8 porque teniendo que vivir en medio de ellos, su alma de justo se sentía constantemente torturada por las iniquidades que veía y escuchaba.
9 El Señor, en efecto, sabe librar de la prueba a los hombres piadosos, y reserva a los culpables para que sean castigados en el día del Juicio,
10 sobre todo, a los que llevado por sus malos deseos, corren detrás de los placeres carnales y desprecian la Soberanía. Estos hombres audaces y arrogantes no tienen miedo de blasfemar contra los ángeles caídos.
11 mientras que los ángeles superiores en fuerza y en poder no pronuncian ningún juicio injurioso contra ellos en la presencia del Señor.
12 Pero ellos, como animales irracionales, destinados por naturaleza a ser capturados y destruidos, hablan injuriosamente de lo que ignoran, y perecerán como esos mismos animales,
13 sufriendo así el castigo en pago de su iniquidad. Ellos se deleitan entregándose a la depravación en pleno día; son hombres viciosos y corrompidos, que se gozan en engañarlos mientras comen con ustedes.
14 Son seres malditos, cuyos ojos no pueden mirar a una mujer sin desearla; seres insaciables de pecado, que seducen a las almas débiles y cuyos corazones sólo conocen la codicia.
15 Ellos abandonaron el camino recto, extraviándose tras los pasos de Balaam, hijo de Bosor, que se dejó seducir por un salario injusto;
16 pero él encontró quien le reprochara su falta: un animal de carga pronunció palabras humanas y puso freno a la insensatez del profeta.
17 Los que obran así son fuentes sin agua, nubes arrastradas por el huracán: a ellos les está reservada la densidad de las tinieblas.
18 Con sus palabras altisonantes y vacías, atraen, por medio de los deseos desenfrenados de la carne, a los que apenas acaban de librarse de los que viven en el error.
19 Les prometen la libertad, siendo ellos mismos esclavos de la corrupción: porque uno es esclavo de aquello que lo domina.
20 En efecto, si alguien se aleja de los vicios del mundo, por medio del conocimiento del Señor y Salvador Jesucristo, y después se deja enredar y dominar de nuevo por esos vicios, su estado final llega a ser peor que el primero.
21 Más le hubiera valido no conocer el camino de la justicia, que después de haberlo conocido, apartarse del santo mandamiento que le fue transmitido.
22 En él se cumple lo que dice justamente el proverbio: El perro volvió a comer lo que había vomitado, y este otro: "La puerca recién lavada se revuelca en el barro".

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Introducción a II Pedro 


SEGUNDA CARTA DE SAN PEDRO

Esta SEGUNDA CARTA DE SAN PEDRO fue escrita bastante tiempo después de la primera, probablemente por un discípulo del Apóstol y al estilo de un "testamento" espiritual atribuido al mismo. Sus destinatarios están indicados de una manera muy vaga (1. 1).
El autor comienza por recordar el sentido de la vocación cristiana. Como partícipe de "la naturaleza divina" (1. 4), el discípulo de Cristo está llamado a vivir santamente, en conformidad con la palabra apostólica y profética. En esa palabra inspirada por el Espíritu Santo se funda, en efecto, la predicación cristiana (1. 16, 19-21).
A continuación, lanza una dura invectiva contra los falsos maestros espirituales que corrompen la fe y las costumbres de la comunidad, y los amenaza con los castigos que recayeron sobre los ángeles rebeldes y sobre los grandes pecadores del Antiguo Testamento (2. 1-22). Toda esta parte reproduce casi textualmente la Carta de Judas y, al igual que esta, se inspira en las tradiciones "apocalípticas" tan difundidas en el Judaísmo de esa época.
Finalmente, el autor previene contra el escepticismo de algunos frente al retraso de la Venida del Señor. Ese supuesto retraso sólo se debe a su "paciencia" misericordiosa, que quiere dar a todos el tiempo necesario para convertirse (3. 9). Su Venida es cierta, aunque no se pueda precisar el momento. Nada tiene que hacernos dudar de ella. Al contrario, debemos "acelerarla" con nuestra vida santa, mientras aguardamos "un cielo nuevo y una tierra nueva donde habitará la justicia" (3. 11-13).

Fuente: Libro del Pueblo de Dios (San Pablo, 1990)

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Notas

II Pedro  2,1-22

4. Este "Juicio" ratificará la sentencia que ya fue pronunciada.

5. Ver Gn. 6 - 8.

6-8. Ver Gn. 19.

10. Probablemente, se trata de la "Soberanía" de Cristo. Ver Jud_5:8.

11. Ver Jds. vs. 9-10.

16. Ver Num_22:28-33.

22. Pro_26:11. El segundo refrán no es bíblico.