Jueces 2 Libro del Pueblo de Dios (Levoratti y Trusso, 1990) | 23 versitos |
1 El Ángel del Señor subió de Guilgal a Bojím y dijo: "Yo los hice subir de Egipto y los introduje en la tierra que prometí a sus padres con un juramento. También dije: "Jamás quebrantaré mi alianza con ustedes.
2 Pero ustedes no harán ninguna alianza con los habitantes de este país y destruirán sus altares". A pesar de eso, no escucharon mi voz. ¿Por qué han obrado así?
3 Por eso les digo: "¿No expulsaré a esos pueblos delante de ustedes: ellos no dejarán de hostigarlos, y sus dioses serán una trampa para ustedes".
4 Y Mientras el Ángel del Señor dirigía estas palabras a los israelitas, el pueblo se puso a llorar a gritos.
5 Por eso llamaron a aquel lugar Bojím -que significa "los que lloran"- y ofrecieron allí sacrificios al Señor.
6 Josué despidió al pueblo, y los israelitas se fueron cada uno a su herencia, para tomar posesión del país.
7 El pueblo sirvió al Señor mientras vivió Josué, y durante toda la vida de los ancianos que le sobrevivieron y que habían visto las hazañas del Señor en favor de Israel.
8 Josué, hijo de Nun, el servidor del Señor, murió a la edad de ciento diez años.
9 Lo enterraron en el territorio de su propiedad, en Timnat Séraj, en la montaña de Efraím, al norte del monte Gaás.
10 Y cuando toda aquella generación fue a reunirse con sus padres, surgió una nueva generación que no conocía al Señor ni la obra que había hecho en favor de Israel.
11 Los israelitas hicieron lo que es malo a los ojos del Señor y sirvieron a los Baales.
12 Abandonaron al Señor, el Dios de sus padres, que los había hecho salir de Egipto; fueron detrás de otros dioses -los dioses de los pueblos vecinos- y se postraron delante de ellos, provocando así la indignación del Señor.
13 Abandonaron al Señor para servir a Baal y a Astarté.
14 Por eso, la ira del Señor se encendió contra Israel: él los puso en manos de salteadores, que los despojaron; los entregó a los enemigos que tenían a su alrededor, y no pudieron oponerles resistencia.
15 En todas las campañas, la mano del Señor se ponía en contra de ellos para hacerles mal, como el mismo Señor lo había dicho y jurado. Así encontraron en una situación muy angustiosa.
16 Entonces el Señor suscitaba jueces, que salvaban a los israelitas del poder de los salteadores.
17 Pero los israelitas no escuchaban a sus jueces, sino que se prostituían, yendo detrás de otros dioses y postrándose delante de ellos. Se desviaban muy pronto del camino seguido por sus padres, que habían obedecido los mandamientos del Señor. Ellos, en cambio, no hacían lo mismo.
18 Cuando el Señor les suscitaba jueces, estaba con el juez y los salvaba de las manos de sus enemigos mientras vivía el juez, porque se compadecía de los gemidos que les provocaban sus opresores y perseguidores.
19 Pero cuando moría el juez, volvían a pervertirse más aún que sus antepasados: iban detrás de otros dioses para servirlos y postrarse delante de ellos, sin renunciar en nada a sus malas acciones y a su conducta obstinada.
20 La ira del Señor se encendió contra Israel, y él les dijo: "Ya que este pueblo ha quebrantado mi alianza, la que yo prescribí a sus padres, y no ha escuchado mi voz,
21 tampoco yo arrojaré de su presencia a ninguna de las naciones que dejó Josué cuando murió".
22 Esto lo hacía para probar a Israel por medio de ellas, y para ver si seguían el camino del Señor, como lo habían seguido sus padres.
23 Por eso el Señor, en lugar de expulsar inmediatamente a esas naciones, las dejó en paz y no las entregó en manos de Josué.

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Introducción a Jueces


Jueces

El libro de los JUECES nos presenta a Israel en una de las etapas más críticas de su historia. Es el tiempo que transcurre entre la penetración de las tribus hebreas en Canaán y la instauración de la monarquía, es decir, entre los años 1200 y 1020 a. C. El pueblo se encuentra amenazado por todas partes. Algunos grupos cananeos, sólidamente atrincherados en sus plazas fuertes, continúan oponiendo una tenaz resistencia. Otros invasores -especialmente los filisteos, mucho mejor organizados y armados que Israel- luchan por adueñarse de los mismos territorios. Las tribus israelitas se encuentran aisladas unas de otras, sin un gobierno central que pueda asegurar una firme cohesión interna. Y la única base de la unidad nacional -la fe en el Señor, el Dios de Israel- corre el peligro de dejarse contaminar por los seductores cultos cananeos.
En este clima de inseguridad y anarquía, se ve surgir a los héroes llamados "Jueces". Este título tiene un sentido más amplio que el habitual entre nosotros. Los Jueces de Israel son "caudillos", que se constituyen en defensores de la "justicia" para hacer valer el derecho conculcado. Bajo la presión de un grave peligro, se ponen al frente de una o varias tribus y liberan a sus hermanos de la opresión a que estos han sido sometidos. Su autoridad no es estable, sino transitoria y excepcional. Una vez concluida la acción militar, vuelven a su vida ordinaria, aunque el prestigio adquirido con sus hazañas les asegura a veces una cierta preeminencia sobre las tribus liberadas.
Por su origen, su carácter y su condición social, estos caudillos y libertadores difieren considerablemente unos de otros. Pero tienen un rasgo común: todos actúan bajo el impulso del "espíritu". El espíritu del Señor se manifiesta siempre como una fuerza divina, que irrumpe súbitamente, se posesiona de ellos y los mueve a realizar proezas que están por encima de sus capacidades naturales. De allí que a los protagonistas de estas gestas guerreras se los pueda llamar con razón líderes "carismáticos".
Los héroes del libro de los Jueces viven en una época de costumbres rudas e incluso bárbaras. La traición de Ejud, el asesinato de Sísara, la masacre de Abimélec, el sacrificio de la hija de Jefté y las aventuras amorosas de Sansón reflejan una moral que no es la del Evangelio. Pero estos viejos relatos no están exentos de grandeza. En ellos se vislumbra la pujanza de un pueblo que lucha por sobrevivir y mantener su identidad en medio de circunstancias adversas. Y se descubre, sobre todo, la acción del Señor, que guía y defiende a Israel, a pesar de sus miserias y claudicaciones.

Fuente: Libro del Pueblo de Dios (San Pablo, 1990)

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Notas

Jueces 2,1-23

1-5. Este pasaje, de inspiración deuteronómica, da una interpretación religiosa de los fracasos sufridos por Israel durante la conquista de Canaán. La persistencia de los pueblos nativos del país es a la vez un castigo y una tentación (v. 3). Sobre el "Ángel del Señor", ver nota Gen_16:7.

6-10. Ver Jos_24:28-31.

11. Baal era el dios cananeo de las tormentas. Según la mitología, este dios renacía cada año, al comenzar la época de las lluvias, asegurando así la fertilidad del suelo. Como se le rendía culto en numerosos santuarios, y se le atribuían títulos diversos, la Biblia habla despectivamente de "los Baales".

13. "Astarté", divinidad femenina asociada frecuentemente a "Baal", era la diosa del amor y la fecundidad.

22. Según este pasaje, el Señor deja sobrevivir a las naciones paganas para poner a prueba la fidelidad de Israel. En 3. 2 se afirma, por el contrario, que el Señor lo hizo para que los jóvenes pudieran adiestrarse en el arte de la guerra. Cada uno de estos puntos de vista, lo mismo que el expresado en 2. 1-5, trata de explicar por qué Israel tuvo que afrontar tantas luchas para tomar posesión de la Tierra prometida.